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viernes, 10 de diciembre de 2010

Capítulo 5

Tanto poder en una sonrisa tuya, capaz de hacer temblar al valiente que llevo dentro, capaz de mantener en pie, de mis caras, la más cobarde”


Ruth abrió los ojos y un rayo de luz la cegó unos instantes, obligándola a cerrarlos de nuevo. Finalmente se había acostado después de hablar con Lmusic. Estaba cansada. Tras pasar unos minutos se levantó de la cama y se dirigió hacia la mesa. Después cogió el móvil. Las tres menos cuarto. Desperezándose, bajó las escaleras y llegó hasta la cocina, donde encontró a Víctor, hurgando en la nevera.

-¡Buenos días, hermanita! – saludó enérgicamente –. O mejor dicho, buenas tardes – rectificó mientras dedicaba una enorme sonrisa a su hermana.

-Me acosté muy tarde dándole vueltas a lo de Nat – bostezó mientras hablaba –. ¿No has ido a casa de Javi?

-¡Qué va! Me ha llamado diciendo que tampoco él ha podido pegar ojo, pero hemos quedado ahora para tocar – sacó tres huevos de la nevera –. Aunque antes voy a comer, ¡que estoy muerto de hambre! ¿Quieres tortilla?

-¿Y papá y mamá?

-Se han ido, y nos han dejado una nota diciendo que les daba pena despertarnos. ¡Y han aprovechado para comer fuera! Y nosotros a buscarnos la vida – dijo mientras batía los huevos en un plato –. Pero bueno, al menos somos afortunados por tener a un gran chef entre nosotros.

-¿De quién hablas? – bromeó Ruth mirando a uno y otro lado, buscando a ese gran cocinero del que su hermano hablaba.

-Te quedas sin tortilla, por graciosa.


Después de una lucha entre Víctor y la tortilla, en la que finalmente venció el cocinero (no sin dejar hecha un desastre la cocina) se sentaron a comer.

-Lorena va a venir a casa de Javi para vernos tocar. ¿Quieres venir tú también? No llevamos mucho tiempo, pero ya hemos sacado algunas canciones, muchas de ellas de Sum41 – hizo una pausa para masticar y después siguió hablando –. Además, tenemos nuevo miembro. Y es increíble cómo toca.

¿Nuevo miembro? En un principio el grupo lo formaban Víctor, Javi y Lucas. Víctor era el batería, Javi el bajo y Lucas ponía la voz y la guitarra. Seguramente el nuevo miembro también tocaría la guitarra. ¿Quién sería?

-Vale, tampoco es que tenga nada que hacer y todavía no se me ha presentado la oportunidad de escucharos. ¿Quién es el nuevo miembro?

Víctor se echó a reír, soltando el tenedor en el plato vacío. Desde siempre había comido muy rápido.

-Ya lo verás.

Después de fregar los platos y limpiar un poco la cocina, los dos hermanos se dirigieron a casa de Javi en bicicleta. Víctor conducía con Ruth sentada detrás, sujetada a sus hombros. Eran las cuatro y media de la tarde y hacía un calor insoportable, así que ambos sintieron un enorme alivio al llegar.

Javi les abrió la puerta y bajaron al sótano, donde habían instalado todo lo necesario para el grupo. Allí encontraron a Lorena, Lucas y otra chica. Ruth se sorprendió mucho al ver sentada en un sillón a Rebeca Fernández, la chica más rara del instituto. Siempre iba vestida de negro, con muchos encajes y pulseras de pinchos. Tenía varios pircings y normalmente calzaba botas militares o converses negras. Muy a menudo se pintaba ojos, labios y uñas de negro, que contrastaban con una piel pálida y perfecta que recordaba a la de una muñeca. El pelo, negro también, le llegaba hasta media espalda, y era de un liso asiático. Lo único que parecía tener color en ella eran sus ojos, de un azul claro precioso. Era una chica guapísima, y siempre estaba sola. A Ruth siempre le había dado un poco de pena... Había oído tantos insultos y burlas hacia ella... Es cierto que no daba la impresión de que fuera muy simpática, pero nadie merece estar solo. Además, había oído que era superdotada, lo cual no ayudaba mucho a que fuese aceptada socialmente.

Lorena se levantó para recibir a sus amigos y Lucas saludó con la mano desde el sofá, pero Rebeca ni siquiera levantó la mirada, y eso molestó bastante a Ruth, que estaba totalmente dispuesta a hacerse su amiga.

-Bueno, ya estamos todos. ¿Empezamos o qué? – preguntó Javi mientras llenaba un vaso con fanta de limón –. ¿Queréis?

Ofreció a los recién llegados señalando la gran variedad de refrescos que había encima de la mesa.

-Yo sí – respondió Víctor.

-No, gracias – dijo Ruth –. Pero sí que quiero oíros tocar, ¡estoy impaciente!

-Aún no somos muy buenos, ¿eh? - Advirtió Lucas levantándose y dirigiéndose al fondo de la habitación, donde se encontraban todos los instrumentos. Cogió una guitarra que llamó la atención de Ruth.

-¿Esa guitarra no es como la de Deryck Whibley, de Sum41? – exclamó mientras se apresuraba hacia Lucas, con los ojos abiertos como platos.

Él sonrió y levantó la guitarra para observarla bien.

-Igualita – asintió orgulloso.

-¡Qué pasada! – Ruth estaba entusiasmada y quiso coger el instrumento, pero el chico la retiró, esquivando a su amiga hábilmente. Y volvió a sonreír. Esa sonrisa...

-¡Eh! ¿A dónde vas tan deprisa? ¿Tienes las manos limpias?

-¡Serás! ¡Claro que sí, hombre!

Lucas rió y le cedió la guitarra. La chica la agarró maravillada, pero él no la soltó.

-Cuidadito, ¿eh? – le advirtió, y después la dejó en sus manos.

Los dedos de Ruth acariciaron las cuerdas como si se tratase de algo extremadamente frágil y comprobó que no sonaba muy alto.

-Espera – dijo Lucas, agachándose para conectar un cable a la guitarra. Después encendió el amplificador –. Ahora. Toca, sin miedo.

Ruth no estaba muy segura. ¡Qué vergüenza! No había tocado una guitarra en su vida y todos la miraban... excepto Rebeca, que estaba entretenida tocando suavemente su propia guitarra, sentada en el sillón. Ruth se puso colorada ante las expectantes miradas de sus amigos.

-No sé – dijo al fin, mirando tímidamente a Lucas.

Este soltó una carcajada.

-No pasa nada. Tú solo tócala.

Ella suspiró y después paseó sus dedos de arriba a abajo por las cuerdas, aunque procurando hacerlo con suavidad para no hacer más ruido de la cuenta. Fue inútil, ya que el sonido inundó la sala, y... lo cierto es que no estaba nada mal. Sonrió satisfecha.

-¡Cómo mola! – exclamó volviendo a tocar.

-Tampoco te entusiasmes, ¿eh? ¡Te recuerdo que es mía! – le recordó Lucas, que se había agachado para bajar el volumen del amplificador.

-Me tienes que enseñar a tocarla, ¡es una pasada!

-Lucas, vamos a tener que pedirle a Ruth que ocupe tu lugar en el grupo – rió Javi.

-Bueno, ya está bien, ¿eh? ¡Que me dejas por los suelos! – dijo el aludido fingiendo estar muy ofendido.

Ruth sonrió y le devolvió la guitarra. Sus manos se rozaron, y por un solo segundo todo quedó en silencio para ella, percibiendo únicamente los latidos de su corazón y la piel suave de Lucas. Pero qué...

-Pues nada, cuando quieras te voy enseñando algunos truquillos – dijo él, sacando a Ruth del extraño estado en el que se encontraba.

Ella no respondió. No conseguía explicar qué era aquello que había sentido hacía solo unos segundos. Se había puesto muy nerviosa. Sin saber por qué, buscó entre sus pensamientos a Lmusic, sus conversaciones, su misterioso encuentro, y todo lo que pudo encontrar en sus recuerdos. Sonrió para sí al descubrir que seguía allí esa sensación de hormigueo en el estómago, que solo aparecía cuando pensaba en Lmusic. ¿Por qué? ¿Por qué se sentía aliviada?

-¡Ruth! Que te quedas pillada.

Javi se encontraba junto a ella. Le dio un empujoncito que la cogió por sorpresa, desplazándola hacia Lucas. Este la sujetó para que no cayera al suelo. Su olor la envolvió en ese instante. Ese olor...

-Madre mía, te ha afectado esto de tocar la guitarra. ¡Vuelve! – de nuevo era Javi quien le hablaba.

Y entonces sí que regresó al mundo real, sin saber muy bien cuánto tiempo había pasado desde que le devolvió la guitarra a Lucas. Sus amigos reían, incluso pudo percibir una leve sonrisa en el rostro de Rebeca, que seguía tocando con la mirada puesta en su instrumento. Ruth reaccionó pegando cariñosamente a Javi, que se protegió colocando los brazos como escudo.

-¡Que me vas a tirar!

-¡Lo siento! ¡Pero no me mates! – unió las manos colocándolas frente a su rostro –. ¿Me perdonas?

Ruth rió ante los ojos de cordero degollado de su amigo.

-Vale, te perdono.

-Me abuuurro – exclamó Víctor imitando a Homer Simpson.

Después se dirigió hacia la batería, se sentó y comenzó a hacer girar las baquetas en sus dedos –. Vamos! Hoy tengo más ganas que nunca.

Lucas empezó con una canción que Ruth pudo reconocer al instante. Era Hyper Insomnia Para Condrioid, de Sum41, por supuesto. Observó a su amigo con admiración.

Quizás como grupo no eran muy veteranos, pero le parecía evidente que Lucas llevaba tocando mucho tiempo, porque lo hacía con mucha soltura. Justo a tiempo, Víctor intervino dejando que las baquetas se movieran, marcando el ritmo de la canción. Rebeca se había levantado y no tardó en unirse a ellos, tras conectar su guitarra al amplificador y encender un micrófono que después ofreció a Lucas. Poco después, los tres pararon de tocar casi al mismo tiempo, aunque el cantante fue el último en hacerlo.

-¿Qué pasa? – preguntó extrañado –. ¿Por qué paráis?

-Se supone que tenías que cantar – respondió Rebeca alzando una ceja.

Era la primera vez que Ruth escuchaba su voz, y no era para nada como siempre la había imaginado. Era dulce y femenina, chocaba con su dura apariencia.

-Ah, no lo sabía.

-Bueno, empecemos otra vez. Comprueba el micro antes: no he regulado el sonido – añadió la chica.

Lucas dio unos golpecitos en el micrófono antes de acercarlo a sus labios y decir: Hola, probando. Asintió. Parecía estar bien. Empezaba a sentir calor, estaba nervioso. Bueno, era normal, ¿no? Nunca antes había tocado para un público, por reducido que este fuera.

-¡Esperadme! Que el bajo es importante.

Javi se apresuró a preparar su bajo y colocarse junto a Lucas.

Lorena se situó junto a Ruth, para presenciar el concierto y después de un momento de silencio, de nuevo comenzó a sonar Hyper Insomnia Para Condrioid, y tampoco esta vez el cantante se decidió. Aún así continuaron tocando, dándole otra oportunidad. Los demás integrantes del grupo le miraban haciéndole gestos para que cantase, y finalmente las manos de Lucas pararon, y con ellas el resto de instrumentos.

-He olvidado la letra – intentó defenderse.

-Has estado cantando esa canción desde que llegaste, ¿me estás diciendo que la has olvidado – preguntó Rebeca rascándose el hombro con sus largas uñas negras.

-Eso he dicho.

-Lo que te pasa a ti es que tienes miedo escénico – intervino Víctor acompañando su voz con la batería –. Y ya me dirás a dónde vamos a llegar con un cantante que no se atreve a cantar delante de dos amigas... una de ellas su hermana.

-Bueno, nosotras podemos irnos a explorar tu enorme mansión, Javi. Así estaréis más tranquilos – propuso Lorena empujando a Ruth hacia las escaleras del sótano.

-Ni se os ocurra entrar en mi cuarto. Lo digo por vuestro bien – rió el anfitrión.

-Tranquilo, solo vamos a inspeccionar los jardines.


Se sentaron en el césped, a la sombra de un enorme árbol que había cerca de la piscina, más parecida a un estanque que a lo que realmente era. Tenía en la pared del fondo una pequeña cascada que producía un sonido muy agradable. Se estaba bien bajo aquel árbol.

-Pobre Lucas – suspiró Ruth apoyando la cabeza sobre sus manos, quedando completamente tumbada –. Es una pena. La verdad es que me gustaría mucho poder escucharlo...

-Pues, fíjate que es mi hermano, y pocas veces he tenido ocasión de oírle cantar – Lorena cerró los ojos, disfrutando del amable murmullo del agua –. Pero le encanta... A veces sube a la terraza con la guitarra y se pasa horas tocando. Ya lo he pillado más de una vez.

-¿Y qué tal lo hace?

-Canta muy bien.

Un atrevido gorrión inspeccionaba el suelo cerca de las chicas, a sus pies, buscando algo que comer entre la hierba.

-Lorena, quería preguntarte una cosa – la aludida miró a su amiga, esperando a que continuara –. No dejo de darle vueltas... ¿Nat está así por mi culpa?

Esperó paciente una respuesta, observando a Lorena en silencio.

-Es complicado, Ruth. Pero si lo que quieres es que te responda bajo mi punto de vista... Te diré que no, que tú no tienes la culpa de nada.

-¿Y bajo su punto de vista?

-No deberías preguntarme estas cosas a mí, compréndelo... Porque no puedo... no debo decirte nada. Aunque, creéme, Ruth... me encantaría contarte muchas cosas que no sabes y que creo que deberías saber. ¡Sobre todo porque eres la única persona que aún no se ha dado cuenta de lo que ocurre!

Era cierto. Sentía unas ganas enormes de contarle a su amiga todo lo que ella no había descubierto por sí sola, pero no tenía derecho a hacerlo... Por un lado, Natalia se había apoyado en ella ahora que no podía contar con Ruth, puesto que ella misma era la causa de su malestar. Aunque no estaba de acuerdo con Nat, que se estaba dejando llevar por la envidia y la competitividad, mostrando un comportamiento infantil, y dando de lado a lo que realmente debería importarle: la amistad que siempre habían compartido ella y Ruth, en cierto modo era capaz de imaginarse cómo se sentía. Ella también había experimentado en alguna ocasión algo parecido. Y es cierto que nadie se alegra de que el chico que te gusta se enamore de otra, sobre todo cuando esa otra no es otra que tu mejor amiga.

Pero Natalia estaba empezando a sentir una especie de odio hacia Ruth, a pesar de que esta no solo no había hecho nada que pudiera despertar ese sentimiento, sino que además ni siquiera era consciente de los que sí despertaba en Lucas... Además, Ruth siempre había hecho todo lo posible por ayudar a Natalia cuando se encontraba mal o necesitaba el apoyo de alguien. Siempre había sido una buena amiga, y nunca permitiría ningún tipo de relación entre ella y Lucas, y eso Nat lo sabía de sobra. Cierto es también que resulta inevitable sentir al menos un mínimo rechazo hacia la persona a quien él ha elegido, en vez de a ti. Pero Natalia había vivido aquello más veces, porque Lucas ya había salido con otras chicas antes de enamorarse de Ruth, y llegó un momento en que pudo aceptar que ella nunca sería una de esas chicas. Pero esta vez era diferente... ahora también afectaban esos estúpidos complejos que habían provocado, desde mucho tiempo atrás, la belleza y el éxito de su amiga. Lorena era consciente de todo esto, no solo por las largas conversaciones que había mantenido con Natalia, sino porque era evidente a sus ojos. Por eso le sorprendía tanto que Ruth no se diera cuenta de nada. ¡Si más claro no podía estar!

Por otro lado estaba su hermano, Lucas. Aunque él no había entrado en detalles acerca de sus sentimientos las veces que había conseguido que le contase algo, lo conocía demasiado bien, y sabía que lo que sentía no era un simple capricho.

Bueno, la verdad es que su hermano no era propenso a encapricharse cuando se trataba de algo relacionado con el amor. De hecho, las pocas veces que una chica había despertado algún sentimiento en él, había sido algo significativo. Las otras veces, dos si no recordaba mal, las chicas en cuestión se habían lanzado a sus brazos sin pensarlo, ¡sintiéndose afortunadas porque Lucas Ortiz se hubiese fijado precisamente en ellas!

Por suerte, ninguna de esas pobres chicas había conseguido ofrecer a su hermano lo que él merecía. Ninguna daba la talla. Pero esta vez se había enamorado de Ruth, y sabía que ella no se lanzaría a sus brazos como había pasado con las demás. Por eso, tras dos años pensando en ella en silencio, aún no se había decidido a confesar lo que sentía. Además, sabía perfectamente que Natalia estaba loca por él y que eso lo hacía todo más difícil. Siempre había sabido disimular bastante bien el hecho de ver a Ruth como algo más que una amiga, pero últimamente, después de estar casi un verano entero sin verla, la forma de mirarla lo delataba. Por lo menos Lorena se había dado cuenta de eso. Conocía muy bien a su hermano y había aprendido a interpretar su manera de comportarse, ya que él nunca le contaba nada por su propia voluntad. De todas formas, sus amigos también habían notado algo. Víctor incluso le había comentado lo estupendo que sería que Ruth y Lucas salieran juntos. Pero bueno, sería más estupendo para unos que para otros. La verdad es que a ella personalmente le agradaba la idea, siempre y cuando no se tuviera en cuenta a Natalia y el dolor que ella sentiría si eso llegara a suceder.

Lorena suspiró: definitivamente, no podía contarle nada a Ruth, ya que sería traicionar a Natalia y, en cierto modo, a su hermano. Dejaría que ella misma se diera cuenta de todo, tarde o temprano acabaría haciéndolo.

-Sea lo que sea... creo que debería contármelo – murmuró más para sí misma que para Lorena –. Soy su amiga...

-Estoy de acuerdo.

Ambas quedaron en silencio y Lorena aprovechó la ocasión para zanjar el tema.

-Me he traído la cámara, ¿qué te parece una sesión de fotos?

Ruth asintió, sonriendo. Lorena era una gran fotógrafa y seguro que sacaría partido a aquel lugar.

Estuvieron un buen rato haciéndose fotos, en distintos sitios y de diferentes formas. Después vieron el resultado, comentando entre risas la cara que tenían en esta y en aquella.

-Súbelas a Tuenti en cuanto llegues a tu casa, ¿eh? – dijo Ruth tras examinarlas todas. - Son chulísimas.

-Lo mejor ha sido cuando casi te caes a la piscina, ¡menos mal que te he hecho la foto a tiempo – añadió Lorena entre carcajadas.

-¡Eh, chicas! – era la voz de Javi, que acababa de aparecer por la puerta que conectaba la cocina con el jardín. Llevaba un bañador que le llegaba por debajo de las rodillas y una toalla al hombro –. Creía que estaríais en la piscina. Nosotros vamos a meternos ahora un rato, que necesitamos un pequeño descanso. ¡La vida de músico es muy dura!

-Sí, se te ve muy estresado – rió Lorena.

-Yo me voy al sótano un rato. La verdad es que no me apetece mucho bañarme ahora – dijo Ruth poniéndose en pie.

-Como quieras. Puedes poner música si te apetece. El equipo está en la esquina que hay junto a la mesa, y hay un montón de discos en la estantería, justo encima – propuso Javi encogiéndose de hombros.

-Vale.

Entró por la puerta por la que el chico había salido y se encontró de frente con Víctor y Lucas, también en bañador.

-¿A dónde vas? – preguntó su hermano.

-No tengo ganas de bañarme. A lo mejor voy dentro de un rato.

-Bueno. Rebeca se ha quedado abajo.

-Así la voy conociendo.

Ruth soltó una risilla al decir esto: sabía que no iba a ser tarea fácil estrechar lazos con ella. Cuando llegó al sótano Rebeca estaba tocando la guitarra. Se detuvo al ver a Ruth entrar y la miró extrañada.

-¿Tú no te bañas?

Su expresión era seria.

-No. ¿Y tú?

Ruth, en cambio, respondió con una sonrisa amable.

-Pues ya ves que no – soltó la guitarra y se sentó en el sofá. Ruth se acomodó junto a ella –. No me he traído bañador.

-Si quieres te dejo el mío. Lo tengo en el bolso y no voy a utilizarlo. Creo que te servirá.

-No. No me lo he traído porque no pensaba bañarme.

Ruth estaba un poco cortada por la forma de hablar de Rebeca, algo borde. La verdad es que aquella chica le imponía cierto respeto. ¡No sabía de qué hablar con ella! No se le ocurría ninguna forma de empezar una conversación. Después de un largo silencio, se decidió a decir algo:

-Tocas muy bien.

-Gracias.

Otro silencio.

-¿Aprendiste sola o...?

-Escucha, no tienes por qué sentirte incómoda porque estemos en silencio. Me gusta el silencio.

Por primera vez Rebeca mostró una sonrisa que, aunque algo forzada, consiguió relajar bastante a Ruth.

-No... No me siento incómoda, mujer.

Era mentira.

-Sientes lástima por mí porque siempre estoy sola, ¿me equivoco? Todo el mundo me ve como el bicho raro del instituto – soltó una risotada que, con su voz, se convirtió en música –. Bueno, quizás tienen razón.

-Tampoco eres tan rara.

Las palabras de Ruth carecían de sinceridad, e hicieron reír de nuevo a Rebeca.

-No te preocupes, me gusta ser diferente, o rara, o como quieras llamarme. Si estoy sola es precisamente porque no soporto a aquellos que se consideran normales. Me deprimo al ver tanta estupidez.

Aunque ese comentario le sonó un tanto superficial, Ruth sabía más o menos a lo que se refería... No era que la gente la rechazara, sino que ella sola se había apartado evitando en lo posible el contacto con los demás, al parecer, gente estúpida.

-No me malinterpretes, no quiero decir que yo soy perfecta y quienes no son como yo son estúpidos. No llego a ser tan arrogante. Solo digo que abundan las personas simples, o como les llamo yo, automáticas, que actúan según lo hacen los demás, sin importarles si lo que hacen o dicen está bien o de acuerdo con lo que verdaderamente piensan. En otras palabras, sin personalidad ninguna. Y no solo eso, sino que rechazan cualquier cosa que alcance esos límites de lo que han establecido como normal, por miedo a lo que dirá el resto. Siempre preocupados por no hacer nada que se salga fuera de lo común, y para ello imitan al de al lado...

Ruth no respondió. Pensaba en lo que Rebeca acababa de decirle y lo cierto es que algo de razón tenía.

-Pero tampoco se trata de cerrarse y rechazar a cualquiera que intente acercarse a ti. Es verdad lo que dices, pero el ser “normales” no quiere decir que sean malos. Si no le das una oportunidad a nadie vas a perderte el conocer a personas estupendas, que las hay.

Rebeca clavó sus ojos azules en los de Ruth, que se puso algo nerviosa preguntándose si su opinión la habría ofendido.

-Supongo que tienes razón.

De nuevo se produjo un largo silencio, aunque esta vez no resultó incómodo.

-Voy a ir al baño un momento – dijo finalmente Rebeca, levantándose.

-Vale.

Cuando ya se había ido, Ruth siguió pensando en la conversación que acababan de tener. Ella ya había comentado algo parecido con Lmusic en alguna ocasión, ya que a él tampoco le gustaba el comportamiento que solía tener mucha gente “corriente”. Se quejaba muy a menudo de “ellos”, aunque se mostraba bastante más tolerante que Rebeca.

Sonrió recordando aquella vez que le contó que había visto a una chica con una camiseta de los Rolling Stones y que había anudado para que pareciera más corta. La chica en cuestión era una fanática de los Jonas Brothers, por lo que a Lmusic le extrañó muchísimo verla con aquella camiseta, así que le preguntó si le gustaba ese tipo de música. Le respondió que no los había escuchado nunca, pero que la camiseta era “súper chula” y estaba muy de moda ahora. Eso, evidentemente, fastidió bastante a Lmusic.

Lmusic... Ruth sintió el familiar cosquilleo que le producía pensar en él. Sacó su móvil del bolsillo del pantalón para enviarle un SMS. Ya se estaba acostumbrando al nuevo aparato y lo manejaba bastante bien.


Me acuerdo de ti. No sabes cómo me gustaría que estuvieras aquí. Tendrías que haberme escuchado tocar la guitarra eléctrica. Mi amigo tiene una igual que la de Deryck Whibley, ¡te encantaría! Un beso.

Pocos segundos después de darle a enviar, un móvil sonó en la mochila que había junto a ella, en el sofá. El estómago le dio un vuelco. ¡Era la mochila de Lucas! No podía ser que...

Aunque no le gustaba meterse en los asuntos de los demás, no pudo evitar buscar el móvil que había sonado y, para su sorpresa, encontró dos teléfonos. Uno de ellos tenía la pantalla encendida y fue por el que se decidió, pero justo en ese momento, sin darle tiempo a mirar nada, alguien lo arrancó de sus manos, dándole un susto de muerte. Miró hacia atrás y vio a Lucas.

-¡Qué cotilla eres, Ruth! – exclamó sonriendo.

Pero esa no era la sonrisa que solía mostrar... Era una sonrisa forzada que pretendía ocultar sin éxito un enorme nerviosismo. Al parecer él también se había asustado.

-Lo siento, no he podido evitarlo – se disculpó Ruth algo avergonzada, aunque fue incapaz de contener su curiosidad –. ¿Por qué tienes dos móviles?

Esa pregunta puso más nervioso aún a Lucas. La mano con que sostenía el móvil le temblaba de forma exagerada, y viendo que era imposible evitarlo, la escondió en el bolsillo empapado del bañador. Al darse cuenta de ello volvió a sacarlo y lo guardó en la mochila. Cada vez estaba más nervioso. Ruth sabía que lo estaba pasando mal, y lo peor es que tenía una ligera sospecha de por qué.

-Pues... – la voz del chico también temblaba. ¿Qué le decía ahora? –. Uno es de contrato y otro de tarjeta...

Aunque era mentira, no se le ocurrió nada mejor. Sin embargo, Ruth no quedó nada satisfecha con aquella respuesta. Quizás estaba sacando conclusiones precipitadas, pero tenía que comprobarlo... Había visto cómo Lucas apagaba el móvil sin tan siquiera leer el SMS.

La chica puso la atención de nuevo en su propio teléfono y buscó un número en la agenda: Lmusic. Pulsó el botón de llamada y esperó. Cada segundo que pasaba hacía que su corazón latiera con más fuerza, hasta que finalmente una voz femenina le indicó que el número al que había llamado se encontraba apagado o fuera de cobertura.

Sintió una tentación enorme de decirlo ella misma en voz alta, pero permaneció en silencio, limitándose a observar a Lucas, que todavía luchaba por disimular la sensación que lo invadía en ese momento, esa sensación que se apodera de nuestro cuerpo cuando descubren, sin poder evitarlo, algo que queremos ocultar a toda costa.

3 comentarios:

  1. Increible, como siempre. Quiero leer más! Yo estoy "de vacaciones" Jajajaja

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  2. Dios que lo sabe! que lo sabeee...uuf me estoy poniendo de los nervioss! a por el siguiente capítuloo...YA!

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  3. WOOOOOO!!! y con lo que me gustan a mi los musicos!

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