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sábado, 30 de julio de 2011

Capítulo 42

No puedo elegir entre el Sol y el aire”


Se abrieron paso entre la multitud que rodeaba a Javi a golpes, hasta llegar a él. Lorena se arrodilló junto al sofá y se inclinó sobre su amigo, con los ojos llenos de lágrimas. Continuas convulsiones sacudían su cuerpo y el aire entraba y salía de su garganta de forma irregular y agitada, como si se estuviese ahogando. Le colocó la mano cuidadosamente en el cuello para comprobar el ritmo cardíaco. Su corazón se movía tan deprisa que casi no era capaz de distinguir unos latidos de otros.

-¡Que alguien llame a una ambulancia! – gritó hacia el público, una masa de gente en silencio y sin hacer otra cosa que mirar. Las primeras lágrimas se deslizaron por su rostro lleno de desesperación.

Víctor se agachó junto a ella haciendo lo posible por aparentar serenidad, y le apoyó la mano en el hombro.

-Ya he llamado yo. Están en camino.

-¡Haz algo, Víctor! Se va a morir.

-No sé qué hacer, Lorena. Creo que lo mejor es esperar a que llegue la ambulancia.

Vio que los ojos del chico estaban colmados de miedo, y le cogió la mano que descansaba sobre su hombro al darse cuenta de que estaba temblando.

-¿Dónde está Lucas? ¡Seguro que él sabe qué hacer!

Se levantó de golpe para ir a buscarlo.

-Iré yo – la detuvo Natalia. Y se perdió entre el bullicio.

Lorena se volvió a tirar al suelo junto a su amigo mientras Víctor intentaba echar de allí a todo el mundo. La mayoría se marchó, a regañadientes.

-¿Qué es lo que ha pasado? – preguntó entonces dirigiéndose a Claudia, que lloraba sentada en el brazo del sofá sobre el que estaba acostado Javi.

-No... no lo sé. – Le temblaban la voz y el labio inferior –. Todo iba bien... Bueno, llevaba un buen rato muy... fogoso, pero yo pensaba que era simplemente... De repente empezó a... y yo no supe cómo... qué...

Mientras hablaba, Lucas y Ruth habían entrado en el salón, y el primero estaba ahora colocado junto a su hermana.

-¿Qué habéis tomado? – quiso saber, mirando con urgencia a Claudia.

-Solo ha bebido un par de cubatas y el que te quitó a ti...

-Claudia, no me mientas, un poco de alcohol no lleva a nadie a esto.

-Te lo juro, Lucas. Tienes que creerme – sollozó desesperada.

-¡Ha sido Ismael! – gritó alguien. Todos se dieron la vuelta para averiguar de quién se trataba, y descubrieron a Elena acercándose a ellos –. Él trajo éxtasis a la fiesta. Por eso Eva tuvo que echarlo. Ese idiota le habrá puesto algo en la bebida... ¡Estoy segura!

Lucas negó con la cabeza, comprendiéndolo todo.

-¿Dónde está Eva?

-Arriba, con Gloria.

-No. Estamos aquí.

Las dos chicas acababan de aparecer por la puerta del salón. Eva miró horrorizada a Javi y no se atrevió a acercarse, así que permaneció donde estaba, sujetando a su amiga de la cintura.

-¿Qué es todo esto? – exclamó muy alarmada.

Lucas se puso en pie de golpe y caminó deprisa hacia ella, furioso. Ella retrocedió unos pasos, asustada, temiendo que lo habría descubierto todo.

-Eso, Eva... dime: ¿qué es todo esto?

-Obligué a Ismael a tirar todo el éxtasis... y después le dije que se marchara. Pero estoy segura de que no lo hizo. Y... ¡es posible que tuviera más!

-¡Eso es mentira! Tú tenías el éxtasis.

-¿Qué estás diciendo, Lucas? – La inquietud de la chica destrozó por completo su intento de aparentar una voz inocente, y reveló la mentira que se esforzaba por esconder.

-Tú querías... ¡querías drogarme! El vaso que me diste tenía éxtasis. Por eso me insististe tanto en que lo probara... Pero Javi se lo bebió prácticamente entero y de un solo trago... Tú querías llevarme a eso. – Y señaló hacia su amigo, que seguía retorciéndose en el sofá.

-No... Claro que no. ¿Cómo iba a querer hacerte algo así?

-Ya se lo contarás a la policía.

Eva le agarró el brazo cuando se dio media vuelta, con el fin de detenerlo y darle alguna falsa explicación, pero el chico se deshizo de ella para dirigirse de nuevo hacia Javi. Ignoró los gritos de Eva a su espalda (desesperados por justificar todo aquello), mientras se colocaba otra vez junto al sofá, con una rodilla en el suelo. Movió a su amigo con cuidado para situarlo de lado, por miedo a que pudiera ahogarse con su propia saliva, dejando extendido el brazo sobre el que lo había acostado para impedir que se hiciera daño. Agradeció esos pocos días en tercero de la ESO que el profesor de Educación Física dedicó a enseñarles lo más básico de Primeros Auxilios.

-Tío, aguanta... pronto llegará la ambulancia – le decía una y otra vez, recibiendo como respuesta el fuerte sonido de su respiración y los sollozos de Lorena, Ruth y Claudia.

No fue mucho más tarde cuando llegaron los paramédicos, un chico y una chica, y le inyectaron algo a Javi que consiguió ralentizar la respiración y las pulsaciones y detener los espasmos. Después lo metieron en la ambulancia con una camilla.

Lucas se acercó a Ruth y le secó las lágrimas.

-¿No podemos ir con ellos? – preguntó la chica.

-Iremos más tarde. No pueden llevarnos a todos.

-Yo voy a ir – informó Lorena cubriéndose con la rebeca –. Nos veremos luego en el hospital.


Ya era de día, y todo lo que quedaba de la fiesta eran los vasos vacíos amontonados en las mesas y una cantidad enorme de bandejas de comida y pastelillos tirados por el suelo, también cristales y manchas oscuras y pegajosas en el suelo y los sofás.

Víctor hablaba con Claudia, apartados de la poca gente que quedaba, seguramente intentando animarla, porque la chica estaba realmente conmocionada después de lo ocurrido. Ruth y Lucas se habían sentado en uno de los pocos sofás que quedaban más o menos limpios.

-Estará bien, ¿verdad? – preguntó ella. No sabía cuántas veces había dicho lo mismo, pero las palabras con que le respondía Lucas hacían que se sintiera mucho mejor.

-Claro que sí. Seguro que ya está haciendo bromas al respecto en el hospital, con Lorena.

-Sabía que nada bueno podía ocurrir si veníamos esta noche a casa de Eva.

-Bueno, yo no diría que nada bueno.

Ruth se estremeció al ver su sonrisa, y después le correspondió con otra. Sabía a qué se refería... Y era cierto... aquel momento había sido maravilloso. Recordó el beso y sintió un cosquilleo en el estómago.

-He dicho esta noche – susurró ella –. Y cuando eso ha ocurrido ya estaba amaneciendo.

Él le colocó un mechón de pelo tras la oreja, sin dejar de sonreír.

-Tienes razón.

-Lucas – el chico se giró cuando escuchó que una voz lo llamaba –. Eva quiere hablar contigo.

Ruth se apartó instintivamente de él cuando vio a Nat... cuando vio el dolor en sus ojos.

-No voy a hablar con ella.

-Me ha dicho que se avergüenza mucho de lo que ha hecho, y que solo pide que le des la oportunidad de explicarse, y bla, bla bla... ¡Ah! Y añadió un por favor melodramático al final de la frase – soltó una risilla –. Ve... Si no lo haces no te dejará en paz en lo que te queda de vida...

Lucas resopló y se puso en pie, dispuesto a hacer lo que le pedían. Ruth se puso muy nerviosa al verse a solas con Natalia, sorprendida por ver que se sentaba a su lado, ocupando el sitio que el chico había dejado libre.

-Hola – dijo tímidamente la recién llegada.

-Hola...

-¿Cómo estás?

Ruth se encogió de hombros y agachó la mirada.

-Preocupada.

-Javi va a estar bien – intentó tranquilizarla Natalia, aunque ella compartía el mismo sentimiento, y su expresión la delató.

-¿Tú sabías que Eva...?

-No, no nos dijo nada a ninguna... Además, esta noche está un poco enfadada conmigo. – Permanecieron en silencio unos cuantos segundos, y al darse cuenta de que Ruth no iba hablar, continuó –. Me duele sentirme tan extraña cuando hablo contigo. Ya ves, hace algunos meses pasábamos el día juntas.

Vio cómo una lágrima, tan pequeña que casi era invisible, atravesaba su mejilla al recordar, y se perdía en la comisura de sus labios cuando éstos formaron una sonrisa. Pero entonces Natalia volvió a hablar, y sus palabras borraron la nostalgia y se incrustaron en su pecho de una forma muy dolorosa.

-Pero hace algunos meses no es ahora... Ahora las cosas han cambiado. Yo he cambiado... y tú también por lo que veo.

-¿Qué quieres decir?

-No puedo pedirte que no salgas con Lucas, Ruth... porque sé que no es justo. Pero no puedo ser vuestra amiga si vais a estar juntos.

-Tú ya habías decidido no ser mi amiga.

-No... No hay día que no recuerde cómo eran las cosas hace algún tiempo... Porque te echo de menos. Os echo de menos a todos. Por eso necesito que me perdones.

No sabía por qué, pero le daba la sensación de que no se estaba disculpando por ese tiempo que había estado ignorándola, ignorando todos los años durante los que había sido su mejor amiga... Más bien parecía estar pidiéndole perdón por alguna otra cosa. Vio en su cara que estaba sufriendo y se sintió tremendamente culpable.

-Perdóname tú, Nat... por haberme enamorado de él. Porque así es.

-Crees que es así, pero... han pasado poco más de dos meses...

-Sabes que llevo más de un año y medio sintiendo algo. – Se sorbió la nariz e intentó contener las lágrimas, consiguiendo únicamente que le temblara el labio inferior. Se sorprendió a sí misma por lo que estaba haciendo... Esta vez no se sentía con fuerzas para renunciar a Lucas.

-Ni siquiera sabías quién era.

-Pero ahora sí...

-Ruth, por favor. – Sintió las manos de Natalia aferrarse a sus brazos, y contempló un momento su mirada húmeda y suplicante, el tiempo suficiente como para sentirse fatal. Se le hizo un nudo en el estómago –. ¿Cuánto crees que duraría? Y eso... eso terminaría con vuestra amistad, lo sabes de sobra. Y la amistad es... La amistad... es...

Y fue entonces cuando Nat se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y se desmoronó en el hombro de Ruth, pidiéndole perdón una y otra vez.

-Perdóname... Soy una egoísta, una amiga horrible... Pero entiéndelo, yo le quiero... Y llevo tanto tiempo queriéndole...

-Lo sé...

Lucas las observaba apoyado en la pared. Era consciente de lo que aquello significaba: la misma historia de siempre. Otra vez empezaría a evitarlo, otra vez esa estúpida tensión entre los dos. Otra vez arreglarían las cosas y otra vez se volverían a fastidiar. Y en realidad era culpa suya, por intentar siempre ir más allá... Por no conformarse con ser su amigo.

Para su sorpresa, pronto las dos amigas se separaron. Natalia volvió con Eva, y Ruth caminó hacia él, con cierta indecisión, pero dibujando una sonrisa en su rostro, y lo abrazó.

-Hola – susurró ella, y su voz se quebró en la última sílaba.

-Hola.

miércoles, 27 de julio de 2011

Capítulo 41

Poderosa oscuridad que abraza cada rincón... No es suficiente para apagar tus ojos”


-¿Tienes hambre? Voy a por unos pastelillos – dijo Lorena escapándose de los brazos de su novio, acostado en el sofá.

Se habían ido a un salón más tranquilo, huyendo de la música, las luces y la gente. En aquella habitación, aparte de ellos dos, tan solo había un grupito de chicas. Charlaban tranquilamente, casi susurrando, todas ellas con los pies descalzos, liberadas por fin de los dolorosos zapatos que habían calzado durante toda la noche. La luz de la sala era muy suave, y azulada. Acogedora.

Víctor tiró de la muñeca de la chica y la arrastró hacia él, volviéndola a abrazar. Le retiró el pelo con delicadeza para besarle el cuello. Un cosquilleo recorrió el cuerpo de Lorena, y sonrió.

-¿Dónde crees que vas?

Ella le besó en los labios y luego en la nariz.

-Ya te lo he dicho, voy a por unos pastelillos.

-¿Y tiene que ser justo ahora?

Lorena se encogió de hombros y se levantó de nuevo.

-Tengo hambre.

-Tráeme uno de crema.

Llevaba tanto rato tumbada que caminó con torpeza, un poco aturdida, hasta llegar a la mesa donde antes había visto una bandeja llena de pastelillos. Ahora la bandeja la sostenía Anabel, y estaba prácticamente vacía. La chica, avergonzada, se la ofreció, y cuando Lorena abrió la boca para hablar, apareció Eva escoltada por Tamara y... Natalia. Agarró el hombro de Anabel y la miró con malicia. Al lado de Eva se le veía más gordita aún.

-Pero bueno, ¿es que no vas a dejar nada para el resto de mis invitados?

-No importa, Eva – intervino Lorena con tranquilidad, al ver que la pobre chica se sonrojaba –. En realidad no tengo mucha hambre.

-¿No crees que ya es hora de perder algo de peso? Si sigues así vas a salirte del vestido... – continuó ignorándola.

Lorena reparó en que, a pesar de la risilla que soltaron Eva y Tamara, Nat miraba al suelo con una mueca de disgusto.

-Fíjate... – esta vez fue Tamara quien habló, señalando los zapatos de Anabel con expresión burlona –. ¿Cómo pueden soportar todo eso unos tacones tan finos?

Los ojos de Anabel se llenaron de lágrimas y soltó la bandeja en la mesa. Lorena sentía impotencia... ¿es que no pensaba defenderse? ¿Tampoco Natalia tenía intención de pararle los pies? Eran sus amigas, después de todo.

-Va a llorar – continuó Eva, riendo.

-Cállate – pidió Lorena, cargando de aversión cada sílaba.

-¿Perdona? – escupió Eva con prepotencia.

-¿Sabes? Me das un poco de pena. Te obsesionas con tu aspecto porque estás vacía por dentro... Y necesitas humillar a los demás para sentirte mejor contigo misma. ¿Cómo de bajo has caído si tienes que hundir bajo tierra a otros para sentir que estás por encima? Sí... das mucha pena. ¿Y sabes otra cosa? Mi hermano piensa exactamente lo mismo que yo.

La aludida la miró furiosa, con los ojos desorbitados, y levantó la mano para abofetearla, pero Lorena la detuvo, agarrándole la muñeca. Pudo ver cómo Nat intentaba esconder una sonrisa mirando hacia otro lado.

-¿Qué pasa aquí?

Era Víctor, que había acudido al escuchar la discusión. Rápidamente separó a su novia de Eva y la rodeó por la cintura.

-Nada... vámonos – ordenó a sus dos acompañantes. Tamara obedeció de inmediato, pero Natalia dudó un instante.

-Nat – dijo el chico sujetándola del brazo –. No te entiendo. ¿Qué haces con ellas?

No respondió, pero permaneció inmóvil mientras sus amigas se alejaban. Eva la fulminó con la mirada y continuó caminando, golpeando con fuerza el suelo a cada paso, haciendo sonar los tacones.

-Se queda con la parejita feliz... – susurró Tamara con tono burlón –. Chaquetera.

-La parejita feliz, ¿eh? Ya veremos cuánto les dura ese título... Esa estúpida va a tragarse sus palabras...

Se sentaron en el sofá donde antes había estado con Víctor, pero él no las acompañaba. Se había encontrado con unos de sus compañeros de clase y ahora estaban las dos solas. Natalia parecía avergonzada, y Lorena no conseguía adivinar si la razón era haber trabado amistad con una persona como Eva o haber dado de lado a sus verdaderas amigas desde entonces. Era cierto que su comportamiento les había hecho daño... pero la seguía queriendo mucho, y le alegraba tener por fin una oportunidad para hablar con ella a solas.

-¿Qué me ha pasado, Lorena? – preguntó Natalia, más para sí misma que para su amiga. No esperó a obtener respuesta, y continuó hablando, cada vez más acongojada –. Ya no sé quién soy. No sé qué estoy haciendo – se detuvo y suspiró –. Lo siento. Ya no querrás escucharme.

Lorena le acarició el pelo.

-Claro que sí, Nat. Soy tu amiga... y nada puede cambiar eso.

-No me lo merezco.

-Todos cometemos errores, y todos merecemos nuevas oportunidades... Te has tomado un tiempo para pensar, y lo comprendo... Es normal.

-No, no lo es. He dado de lado a mis mejores amigas. A Ruth... ¿Y todo por qué?

-Por él.

-No. No por él.

-¿Por qué, entonces?

Las lágrimas bailaron en los ojos de Natalia, pero no llegaron a derramarse.

-Por miedo. Por cobardía... Sí, por él – una sonrisa amarga se dibujó en su rostro. Hizo un esfuerzo por no dar al llanto la oportunidad de vencer –. ¿Crees que Ruth me perdonará algún día?

-¿Vas a pedirle perdón?

-Llevo mucho tiempo haciéndome esa pregunta.

-¿A qué tienes miedo, Nat?

-A ver con mis propios ojos que está enamorado de ella.

Lorena cogió la mano de la chica queriendo reconfortarla. Veía el dolor en sus ojos, pero también el empeño por mantenerlo ahí... Y que no se daba cuenta de ello. No quería darse cuenta... Porque cuando un sentimiento ha convivido tanto tiempo con nosotros no es fácil desprenderse de él, por doloroso que éste sea. Quiso preguntarle si de verdad todavía amaba a Lucas, pero no lo hizo. Y al ver que no decía nada, Natalia siguió hablando.

-Porque está enamorado de ella... ¿verdad?

“Perdidamente” – pensó, aunque se limitó a responder con un suave y cálido “sí”, aunque no por ello menos doloroso. La acogió en sus brazos cuando no pudo soportarlo más, cuando se rindió dejando brotar las lágrimas.

-¿Y tú, Natalia? ¿Estás enamorada de él?

Aquella pregunta la aturdió tanto que deshizo el abrazo para mirarla, y un recuerdo acudió a su mente de pronto...

“Vuelve con nosotros, te echamos de menos” – la voz de Lucas pronunció esas palabras en su cabeza con tanta claridad que casi parecía encontrarse de nuevo en el patio del instituto, sentada en el banco junto a él.

“No puedo...” – la suya sonó tan débil como lo fue en el momento... y vio en su recuerdo cómo se separaba de él para mirarle a los ojos, y cómo Lucas le secaba las lágrimas que resbalaban por sus mejillas, se levantaba y hablaba de nuevo antes de marcharse:

“Te aferras a la idea de que no puedes, pero a mí me parece que eres tú la que no quiere”

Ignoró aquel momento del pasado que, por alguna extraña razón, había acudido ahora a ella, y miró a su amiga con la confusión en el rostro.

-¿Le quieres? – insistió ella manteniendo la expresión seria.

-Claro que le quiero.

Durante unos minutos permanecieron en silencio, hasta que Nat volvió a hablar con la voz entrecortada, aunque sin desviar los ojos de la alfombra.

-¿Y por qué no están juntos? Por mí, ¿verdad?

Dudó un instante.

-Hace poco te habría dicho que sí.

-¿Y ahora no?

-Ya no estoy tan segura – sonrió –. Ya no sé si Ruth se comporta de esa forma tan extraña por ti o por ella.

-¿Por ella?

-Parece que le tenga miedo. ¿Recuerdas cuando ella y David rompieron?

Natalia alzó una ceja.

-Lo llevó bastante bien. La verdad es que no pareció importarle demasiado... No lloró ni una sola vez.

-Cuando eso ocurrió algo empezaba a cocerse entre tú y Alex, ¿te acuerdas?

-Entre Alex y yo nunca pasó nada...

-Ya... pero Ruth tenía la esperanza de que sí, y como te veía contenta, y pensaba que por fin ibas a sacarte de la cabeza a mi hermano, decidió no molestarte con... “sus tonterías”, o eso me dijo ella.

-¿Cómo?

-Sí que lloró, Nat, pero solo cuando tú no estabas. Le encantaba verte sonreír... decía que Alex te sentaba genial, y que no quería estropear eso. Pero en realidad lo pasó fatal. Muy, muy mal.

Natalia se llevó una mano a la boca, conmovida, y más lágrimas rodaron por sus pómulos.

-¿Ella hizo eso por mí?

Lorena asintió, con una leve sonrisa.

-Solía hablar conmigo, y una de las veces recuerdo que me dijo: “¡Te juro que nunca me volveré a enamorar! Al principio todo parece perfecto... y piensas que es imposible que termine, que no puede existir nada que acabe con algo tan... inmenso. Pero ocurre. Termina. No es perfecto... sino una gran mentira”. Nunca olvidaré esas palabras. De hecho... muchas veces me pregunto si algún día me servirán a mí...

-¿Entonces Ruth no quiere salir con Lucas... – esa idea hizo que las palabras se le atragantaran –... porque tiene miedo de que acabe mal?

-No lo sé. Pero podría ser, ¿no?

-No debería desperdiciar la oportunidad...

-¿Y por qué no se lo dices?

Natalia miró al suelo, avergonzada.

-Porque no quiero que la aproveche... Soy una egoísta, lo sé... Pero no quiero que esté con él, Lorena. Una parte de mí la odiaría si eso pasara, y no precisamente una pequeña parte.

-¿Por qué no le das una oportunidad a Ángel?

-Porque no le quiero.

-Parece una buena persona... es de esa gente que parece tener el corazón abierto a todo el mundo... un corazón visible y bueno... Y he visto cómo te mira, Nat...

-Es mi amigo, eso es todo.

-Y está buenísimo.

-Sí – soltó una carcajada –. Pero eso no cambia nada. Hablando del rey de Roma...

Ángel acababa de aparecer, y su rostro mostraba una desesperación que alarmó mucho a las chicas. Rápidamente se pusieron en pie, al mismo tiempo.

-¿Qué ocurre? – preguntó Natalia con un nudo en la garganta.

-Vuestro amigo... Javi: le pasa algo.

sábado, 23 de julio de 2011

Capítulo 40

"Cuando el tiempo se para, y no oigo más que tus latidos, mi corazón se estremece. Por fin contigo, por fin. Para siempre"

Escrita por: @IreSerano


No sabía cuánto rato había estado bailando, pero lo suficiente como para que sus pies se lo reprocharan. Esos zapatos... Se los quitó en cuanto estuvo sentada en el sofá, y el dolor fue más intenso durante un momento, pero después sintió un gran alivio.

Lucas se dejó caer a su lado, agotado también, y un suspiro escapó de sus labios. Él tampoco había parado, e incluso había bebido un poco de Vodka.

Los dos estaban cansados de la música, de las lucecitas de colores y los flashes, y agobiados por la multitud porque, aunque mucha gente se había marchado ya de la fiesta, el salón seguía estando bastante lleno. Ruth comprobó la hora en su móvil.

-Ya son las seis y media... Estoy un poco cansada del ruido...

-Si quieres podemos buscar a Javi... para irnos.

-¿Dónde está, por cierto? Hace mucho rato que no lo veo.

-Ni idea, pero la última vez que lo vi estaba con Claudia, y por el aspecto que tenía... me parece que ha bebido demasiado.

-¿Javi? Me extraña... él no suele beber hasta emborracharse.

-Lo sé... Espero que sepa lo que hace. – Cerró los ojos y se acarició las sienes –. Creo que voy a salir un momento a tomar el aire.

-Voy contigo.

-Coge algo de abrigo... como salgas así te vas a morir de frío.

El chico echó un vistazo al vestido de su amiga, que dejaba al descubierto los hombros, las piernas y parte de la espalda.

-He perdido mi rebeca... la dejé aquí, pero ha debido de cogerla alguien.

-Yo antes llevé arriba mi chaqueta. ¿Me esperas aquí mientras voy a buscarla?

-Claro... pero no tardes mucho, por favor. Parece que toda la gente que conocemos se ha marchado ya.

-Volveré enseguida, te lo prometo.

La sonrisa cálida de Ruth le hizo estremecerse... Era cierto que aquella chica lo tenía hecho un lío, pero lo que sentía cada vez que estaba con ella, cada vez que se dejaba tratar, compensaba cualquier otra cosa.

Subió las escaleras muy apresurado, saltando escalones de dos en dos, y cuando llegó arriba se dio cuenta de que no recordaba dónde había dejado su chaqueta... ¿quinta puerta a la derecha, tal vez? ¡Qué pasillo tan largo! Caminó hacia esa puerta, la penúltima del pasillo, confiando en su memoria, pero se detuvo al escuchar un llanto procedente del cuarto de baño, aunque más que un llanto parecían gemidos de dolor. Instintivamente agarró el pomo de la puerta, decidido a entrar y ayudar a la chica que había dentro y que daba la impresión de estar sufriendo mucho, pero frenó su impulso y dudó... hasta que escuchó una tos terrible y varias arcadas. Entonces entró, y mil sentimientos se mezclaron en su interior... sentimientos que se contradecían entre sí y que en conjunto era incapaz de comprender.

-Gloria... ¿qué... qué te pasa?

La miró desde la puerta, tirada en el suelo y dejada caer sobre el retrete, pálida y ojerosa. Tenía el rostro empapado en lágrimas y sudor, y con un brazo se abrazaba el vientre. Su gesto era una mueca de dolor. Levantó la mirada hacia él, y más lágrimas brotaron de sus ojos.

-Vete, Lucas – le ordenó con una voz débil, ahogada, e interrumpida por la tos.

Por un momento estuvo a punto de obedecer y dejarla allí... pero fue incapaz cuando la vio inclinarse hacia el váter para vomitar, y entonces, ignorando por completo su petición, se agachó junto a ella y acercó la mano a su rostro, pero Gloria giró la cabeza para evitar que pudiera tocarla.

-Vete, por favor – suplicó con un hilo de voz, y más lágrimas se deslizaron por sus mejillas.

-¿Qué te pasa? – insistió él, aunque con un tono bastante frío y hostil –. Has bebido mucho, ¿verdad?

-Sí, pero no es eso...

-¿Entonces?

La chica se retorció, esta vez utilizando las dos manos para rodear su estómago, y de nuevo se inclinó hacia el retrete, aunque no llegó a vomitar. Tosió más fuerte que antes.

-Me duele... me arde el estómago, y también la garganta.

-¿Pero qué has hecho?

No respondió, pero su llanto se volvió más intenso. Él paseó la mirada por el enorme baño, como buscando allí la respuesta. Halló un vaso encima del lavabo. Contenía un líquido turbio y blanquecino que, prácticamente, tan solo bañaba el fondo. Se levantó para cogerlo, deshaciéndose de la mano de Gloria, que había agarrado la manga de su camisa en un intento de detenerlo.

-¿Tú has bebido esto?

No supo interpretar muy bien la mirada de la chica: ¿Avergonzada? ¿Agradecida? Ambas cosas se reflejaban en aquellos ojos enrojecidos e hinchados. Por fin asintió, escondiendo después el rostro en la sombra de su sudado flequillo.

-¿Y qué es?

Dudoso, puso los labios sobre el cristal e inclinó el vaso para averiguarlo él mismo. Estaba caliente. Dejó de nuevo el recipiente sobre el lavabo y saboreó aquella mezcla de tan mal aspecto. Hizo una mueca de asco... Era lo más salado que había probado jamás. Agua con sal. Eso era lo que Gloria había bebido, y lo que la había llevado a un estado tan deplorable.

-¿Has hecho esto para vomitar? ¿Por qué?

-Lucas, yo... yo no sabía que era tan doloroso. Solo quería...

Se dio media vuelta con la clara intención de salir de allí. Le había prometido a Ruth regresar cuanto antes, y lo estaría esperando en el salón. Intentó ignorar los sollozos de Gloria, que pudo escuchar mientras se dirigía a la escalera, pero fue inútil. Aunque ella misma se hubiese provocado aquello, no podía dejarla, así que volvió.

-Espérame... aunque no sé para qué, si no tengo ni idea de cómo... parar eso.

Y corrió escaleras abajo para avisar a Ruth... Pero no estaba. Tampoco había tardado tanto... ¿y ya se había ido? Recorrió la estancia con la mirada, pero no la encontró por ninguna parte. Pensó que sería mejor avisar a alguna de las amigas de Gloria para que se ocuparan de ella... pero tampoco vio allí a ninguna. ¿Pero por qué tenía que pasarle esto a él?

“Justo ahora...”


Recorrió la planta de abajo con los tacones torturando sus pies. Pensó en quitárselos, pero la idea de andar descalza por ese suelo tan pegajoso no le resultaba muy tentadora.

¿Por qué Lucas no había vuelto? No es que lo hubiera esperado mucho, porque dos chicos se habían sentado junto a ella, cada uno a un lado, y borrachos... y encima apestaban a alcohol. Uno de ellos incluso había intentado besarla... Menos mal que consiguió salir de allí.

Ahora buscaba a sus amigos, pero no estaban por ninguna parte... No pensaba volver a aquel salón... Seguro que Lucas iría a buscarla al descubrir que ya no se encontraba allí. Entró en uno de los baños, el único lugar de la casa libre de gente, y se sentó en el váter después de cerrar la puerta con pestillo. El agobio le había formado un nudo en la garganta. Respiró hondo para tranquilizarse... seguro que pronto encontraría a sus amigos. La vibrante música apenas alcanzaba ese baño, y la verdad es que fue un alivio. La cabeza le daba vueltas y le pitaban los oídos... Cerró los ojos intentando calmar el mareo, y escuchó unas voces al otro lado de la puerta. No les habría prestado atención de no ser porque le pareció que hablaban de Lucas. Sigilosamente, pegó la oreja a la fría madera. ¡Qué cotilla se había vuelto! ¿Desde cuándo hacía ella esas cosas? Reconoció las voces al instante... Eran Elena y Tamara quienes hablaban.

-Si Eva se enterase...

Soltaron una carcajada.

-Ya te lo he dicho muchas veces... Gloria no pierde el tiempo, lo que pasa es que es muy discreta... Y no nos cuenta nada.

-Pero ella ya estuvo saliendo con Lucas, o eso me ha contado Eva.

-¿En serio?

-Sí... al parecer no lo han superado todavía.

Volvieron a reír. Ruth no entendía nada... o no quería entender lo que estaba oyendo...

-Pero tampoco estamos seguras... En realidad no estaban haciendo nada.

-Los hemos visto entrar juntos a una habitación... creo que eso lo dice todo, ¿no?

El corazón le dio un vuelco... No podía creerlo. ¿Lucas? Así que por eso no había aparecido... Estaba demasiado ocupado con Gloria... A solas con ella en una habitación.

No. No. ¡No! Tenía que haber otra explicación para todo. Pero... ¿cuál?

Se dio cuenta de que estaba llorando. Ya no prestaba atención a lo que decían Elena y Tamara... Las lágrimas brotaban sin parar mientras los imaginaba juntos. ¿Así se sentía Natalia? Entonces le había hecho mucho más daño del que había imaginado...

Estuvo llorando tanto rato que le escocían los ojos, e incluso tenía los pómulos irritados por las lágrimas. Ya no se oían voces fuera, pero se repetían una y otra vez en su cabeza... Se frotó los ojos... No quería llorar más... ya era suficiente. Necesitaba tomar el aire, así que se lavó las manos para borrar la mancha de lápiz de ojos y salió.

Vio a Javi al pasar por delante de uno de los salones... y también a Claudia. Estaban tumbados en el sofá más cercano a la puerta, abrazados, y besándose. Al menos para algunos había sido una buena noche...

Estaban tan concentrados que no se percataron de que Ruth se acercaba para coger la chaqueta del chico, sobre el brazo del sofá. No la necesitaría... De hecho, estaba segura de que si hubiera esperado un poco más, se podría haber llevado también su camisa.

Salió de la casa por una puerta, pero no le llevó a la puerta de entrada. Había llegado a un enorme patio, y como no había nadie decidió quedarse allí. Se puso la chaqueta de su amigo y se sentó en el suelo, formado por infinidad de piedrecitas. Estaba muy frío. Apoyó la espalda en la pared y cerró los ojos... Un aire gélido golpeó su rostro, pero no le importó, incluso le pareció agradable... Lo necesitaba.

Agarró su bolso, que descansaba en el suelo junto a ella, y buscó el MP4. Seguro que Sum41 la haría sentir mejor... Algo alegre... del primer disco. Fat Lip, Motivation, Nothing On My Back, In Too Deep... No... No era eso lo que le apetecía escuchar. Buscó en otro disco, en Chuck... Observó unos segundos el título de la canción y... play.

Slipping Away envolvió sus pensamientos. La guitarra que introduce la canción la invitó a llorar de nuevo, y no pudo ni quiso resistirse... El dolor que latía punzante en su corazón se volvió más suave y las imágenes que reproducía su cabeza más cálidas... Comprendió, sumergida en aquella melodía, que Lucas ya no era la causa de que estuviese llorando... Porque algo en su interior le aseguró que no existía un motivo por el que preocuparse... Supo que aquella noche no había pasado nada entre él y Gloria...

Una gota cayó sobre su muñeca y resbaló por su piel. Miró al cielo y tras las lágrimas pudo ver un conjunto de nubes que oscurecía el amanecer. La lluvia cayó sobre su rostro, pero no le importó. Un recuerdo acudió a su mente...

¿Nunca te has puesto bajo la lluvia y has abierto los brazos hasta quedar completamente empapada?”.

Esas habían sido las palabras de Lucas unos meses atrás... el día que visitaron el jardín botánico, y poco antes de encontrar a Kahlúa.

¡Vaya! Debo de ser una tía muy rara, pero no, nunca he hecho eso”.

Y esa había sido su respuesta...

Dejó caer el MP4 en el bolsillo de la chaqueta y se puso en pie, dejando a un lado los zapatos. Las gotas de lluvia se mezclaban con sus lágrimas, y juntas recorrían la piel de las mejillas hasta llegar a la barbilla. Y una vez allí se desprendían para alcanzar las piedrecitas del suelo.

No le importaba el frío. Ni el dolor de sus pies descalzos... Y casi había olvidado las palabras que hacía un rato había escuchado a hurtadillas en el cuarto de baño... Se sentía bien, como si la lluvia se llevase consigo todo el dolor y al mismo tiempo le ofreciera todas las respuestas, muchas de ellas a preguntas que ni siquiera conocía. El agua ahora le acariciaba, ahora su camino había coincidido con el de ella, pero tiempo atrás habría viajado por mares... por ríos... Quizás incluso había arrastrado a su paso otras lágrimas y limpiado de dolor otro corazón...

Conforme avanzaba el amanecer la luz se hacía más intensa, pero ella no reparó en esto, porque sus ojos permanecían cerrados. Escuchaba la lluvia cada vez que terminaba la canción. Después volvía a empezar. Y no sabía cuántas veces había oído ya ese solo de guitarra con el que comienza, pero nunca podría cansarse de hacerlo...

Lucas la observaba apoyado en la pared... y sonreía... Conocía bien la sensación que Ruth estaba experimentando.

Cuando la chica abrió los ojos y regresó a la realidad permaneció inmóvil y desconcertada, como si acabara de despertar de un sueño, contemplando a Lucas, y sin saber muy bien qué hacer... Fue él quien se acercó, dejándose empapar también mientras sus ojos le pedían perdón. Le envolvió la mejilla con la mano y la acarició hasta que sus dedos alcanzaron uno de los auriculares y tiró de él suavemente. Después hizo lo mismo con el otro.

Ruth no se movió... Le empezó a temblar el labio inferior y sus ojos se empañaron.

-Fui a buscarte... Pero ya no estabas – susurró él.

-No tienes que darme explicaciones – su voz sonó más dura de lo que en realidad pretendía.

-¿Por qué te fuiste?

-Unos chicos que habían bebido más de la cuenta me rodearon. No tenían intención de hablar, precisamente...

-Perdóname.

Ahora fue ella quien le acarició la cara, empapada por la lluvia. Recordó aquella vez que se encontraron en el baño de Los Ángeles, cuando él vendó sus ojos y ella recorrió su rostro con las manos... a ciegas, sin saber siquiera de quién se trataba. Recordó lo que sintió cuando sus labios se unieron.

Sumergió suavemente los dedos en el pelo mojado del chico, desde el flequillo hasta la nuca, y apreció cómo un leve escalofrío lo atravesaba. Los latidos de su corazón se aceleraron cuando se inclinó despacio hacia ella y besó su frente, con dulzura. Acarició sus labios con el pulgar y, finalmente, con los suyos. Ruth lo rodeó con los brazos y lo acercó aún más.

Y se fundieron en un largo y ardiente beso, envueltos por la lluvia. Cuando se separaron ella lo buscó de nuevo, sin abrir los ojos. No quería apartarse de él... Y después de otro beso se miraron a los ojos, los dos preguntándose si de verdad había sucedido o solo era un sueño... otro sueño más.

-Estamos empapados – dijo Lucas sonriendo.

-Qué importa...

“Me quedaría aquí para siempre” – pensó. Aunque sabía que eso no era posible...

-¡Lucas, Ruth! – un grito los sobresaltó. Buscaron su procedencia, aún agarrados de la mano, y encontraron a Natalia asomada por la puerta, con el rostro colmado de preocupación –. ¡A Javi le pasa algo!

miércoles, 20 de julio de 2011

Capítulo 39

"Me gustaría poder volar... Volar al sitio que solo tú y yo conocemos y desaparecer"

Escrita por: Porque Tu Feliz


Salió de la ducha, aún furiosa, y caminó hacia su habitación envuelta en una toalla. Le había llevado un buen rato conseguir que desapareciera por completo de su pelo el asqueroso olor a cerveza. ¡Y todo por culpa de esa estúpida! Ya podría haberse preocupado un poco más de por dónde pisaba...

Sacó un vestido limpio del armario y se lo puso. ¡Menos mal que tenía ropa allí! Además, estaba casi segura de que no lo había estrenado todavía, y la verdad es que no le quedaba nada mal...

Se contempló a sí misma en el enorme espejo unos minutos más, cogió algo del primer cajón de la cómoda y bajó las escaleras, preparada para llevar a cabo su plan... Cuando entró en la cocina y encendió la luz vio a una pareja besándose con bastante entusiasmo, que habrían considerado que aquel era un buen lugar para tener un poco más de intimidad.

-Venga, fuera – ordenó Eva señalando hacia la puerta.

Ellos obedecieron y abandonaron la cocina, aunque bastante decepcionados. Cerró la puerta y respiró hondo. Esperaba que nadie hubiese encontrado la botella de Legendario que había escondido previamente dentro del lavavajillas... y una sonrisa se formó en sus labios al comprobar que seguía allí. Todo iba bien... pero el corazón le latía con fuerza, quizás porque era consciente de que lo que iba a hacer era jugar sucio.

Cogió un vaso del armario y vertió en él una cantidad importante de la bebida. Después sacó de la copa del sujetador lo que había cogido en su habitación. Podía oír los latidos inquietos en sus oídos mientras contemplaba aquel pequeño tarrito lleno de pastillas. Sacó una y dejó el recipiente sobre la encimera. Le temblaba el pulso, así que le supuso un gran esfuerzo triturarla entre dos cucharas hasta convertirla en polvo.

Tuvo que contener un grito cuando escuchó a alguien entrar... Su reacción fue rápida y acertada: volcó la cuchara en el vaso y removió hasta disolver los polvos. Después se giró para descubrir al fisgón que había estado a punto de echarlo todo a perder.

-¿Ismael? – exclamó con recelo –. ¿Qué haces aquí?

-¿Qué haces tú?

-Nada que sea asunto tuyo. Lárgate.

-Me ha parecido ver cómo echabas algo extraño en ese vaso. ¿Me dejas verlo?

-Quizás has bebido más de la cuenta y te estás imaginando cosas. No he echado nada raro en ese vaso.

Ismael soltó una carcajada y caminó hacia ella, despacio. Cuando estuvo tan cerca como para percibir el olor a jabón que desprendía la chica, su expresión se tornó seria.

-¿Para quién es?

-Es para mí, ¿para quién si no?

-Mentira. Te conozco y sé que tú no tomas éxtasis.

Eva palideció.

-¿Cómo lo has sabido?

No fue necesaria una respuesta... ella misma recordó que había dejado el tarrito con las pastillas a la vista del chico, en la encimera. Se dio la vuelta para cogerlo, pero él se adelantó.

-¿Para quién es? – repitió.

-Para Lucas.

Se sentía avergonzada, pero no bajó la mirada en ningún momento, soportando el peso de los ojos amenazantes de Ismael sobre los suyos. Suspiró de alivio cuando el chico retrocedió, dejando entre ellos una distancia que resultaba mucho menos incómoda.

-¿No te basta con “tus propios medios”? – empleó un tono irónico que consiguió irritar aún más a Eva.

-Le parezco atractiva, Ismael. Lo que pasa es que se hace el duro...

-Y por eso vas a drogarlo.

-¿Qué más te da a ti? Así tendrás vía libre para ir a por Ruth, ¿no? Deberías agradecérmelo... Así que lárgate y déjame en paz de una vez. Pero antes devuélveme eso... Te daré una si quieres.

Él se echó a reír.

-Yo no necesito esta mierda.

-¿Estás seguro? Porque yo no diría lo mismo... Cada vez que intentas algo pasa de ti por completo, ¿o acaso no te das cuenta? Nunca vas a gustarle. Ingenuo...

-¿Ingenuo yo? ¿Crees que acostarte con él esta noche a base de éxtasis servirá de algo? Te diré lo único que vas a conseguir... hacerte daño a ti, y también a él. No lo hagas, Eva.

-¿Qué te importa? ¡Tú odias a Lucas! Ruth no se fija en ti porque está enamorada de él. ¡Debería ser tu enemigo!

-¿Pero te estás oyendo? ¡Estás mal de la cabeza! – hizo una pausa y procuró calmarse –. No voy a dejar que le des eso, Eva. Tíralo y te prometo que nada de lo que ha pasado saldrá de aquí.

La chica dio un manotazo al vaso, enfurecida, estrellándolo a los pies de Ismael. A pesar de la distancia, varios cristales llegaron hasta ella, haciéndole pequeños cortes en una pierna.

-¿Contento?

-Me pregunto si madurarás algún día.

-Devuélveme eso y vete de mi casa.

-Sí, me voy a ir... Pero no antes voy a deshacerme de esto. Creo que no eres consciente del daño que podría hacer.

Se dio la vuelta, dispuesto a salir de la cocina, pero Eva se abalanzó sobre él y cayeron al suelo. Intentó arrebatarle el bote, pero fue inútil.

-¿Te has vuelto loca?

-¿Sabes lo que me ha costado ese tarrito? No voy a dejar que lo tires.

No tuvo que esforzarse mucho para quitársela de encima y salir corriendo de allí. Ella lo siguió, cada vez más enojada. Pero era muy rápido y los tacones no le permitían seguir su ritmo, así que cuando lo alcanzó era demasiado tarde: había vaciado el contenido del recipiente en el váter y tirado de la cadena.

-¡Maldito seas! ¡Fuera de mi casa!

La gente que había alrededor miraba la escena con curiosidad, y vieron cómo Ismael se marchaba de allí, dando un golpe en el hombro de la chica al pasar por su lado.

-¿Qué ha pasado? – le preguntó Tamara con gesto de preocupación, saliendo de entre la multitud y corriendo hacia ella.

Eva pensó rápido... no podía contarle la verdad, y mucho menos delante de toda esa gente.

-El muy idiota... podría haberme metido en un buen lío de no haberlo descubierto.

-¿Descubierto? ¿El qué?

-Lo he pillado con éxtasis y le he dicho que...

Un agitado llanto interrumpió sus palabras. Su amiga le acarició el pelo en un intento de consolarla.

-Tranquila, Eva. ¿Qué le has dicho? – la invitó a continuar con voz dulce, algo poco habitual en Tamara.

-Le he dicho que si no se deshacía de la droga llamaría a la policía y...

Se sorbió la nariz. Las lágrimas salían sin cesar de sus ojos. Iba a hacer lo posible por que Ismael saliera mal parado de todo aquello. Su amiga la envolvió en un abrazo y le pidió que siguiera explicándole lo ocurrido, mientras los demás se acercaban para enterarse también. Todos parecían muy preocupados por la chica.

-Estaba muy enfadado y... me arrojó su vaso a los pies, estalló y... me hizo esto.

Mostró a todos los cortes que tenía en la pierna y, a pesar de que no eran nada grave, todos se alarmaron muchísimo.

-Pero... estoy bien. No es mucho. Lo importante es que ya se ha ido, y se ha deshecho de la droga...

-¿Seguro que estás bien? – Su amiga no parecía muy convencida. Eva siempre había sido una excelente actriz...

-Sí... me voy un rato a mi habitación a ver si así me tranquilizo.

-De acuerdo, ¿quieres que te acompañe?

-No, no te preocupes. De verdad que estoy bien.

Y se marchó de allí abriéndose paso entre la multitud. Subió a la planta de arriba y se encerró en su cuarto, sonriendo una vez estuvo segura de que nadie podría verla. La sonrisa terminó convirtiéndose en una carcajada. Y siguió riendo mientras se secaba las lágrimas y abría el mismo cajón de antes. Dentro había otro tarrito lleno de éxtasis. Esta vez iba a asegurarse de que nadie fastidiara sus planes... No le iba a servir la misma excusa dos veces y, además, ese era el último bote.

Así que bajó a la cocina y preparó de nuevo la mezcla, esta vez con una silla apoyada en la puerta. Esto impediría la entrada a cualquier cotilla. Cuando estuvo todo preparado, salió de allí dispuesta a encontrar a Lucas y hacer que se bebiera aquello. No fue complicado: el chico llevaba toda la noche en el mismo sitio. Por desgracia, Ruth y Víctor lo acompañaban... Tenía que pensar en una forma de deshacerse de ellos.

Esperó apoyada contra una pared, observando con disimulo. No se le ocurría nada. Fue una suerte que Ruth recibiera un llamada por teléfono y saliera corriendo de allí, en busca de un lugar un poco más silencioso. Ella era el único obstáculo... Víctor no le importaba en absoluto.

Se acercó a ellos y se sentó en el sillón que la chica acababa de dejar libre.

-¿Puedo sentarme?

-¿No lo has hecho ya? – le espetó Víctor, claramente molesto por su presencia. Lo ignoró por completo y centró toda su atención en Lucas.

-Te he traído esto – le dijo con dulzura, ofreciéndole el vaso.

El corazón le saltó a la boca cuando el chico lo cogió, de mala gana. “Paciencia” – se dijo.

-Ah... gracias. ¿Qué es?

-Legendario.

-Hum... Lo siento. No bebo.

-¡Venga ya! Es Nochevieja... ¿no has oído nunca eso de... “una vez al año no hace daño”? – soltó una risilla nerviosa.

Lucas alzó una ceja.

-Lo siento, es que no me gusta... pero gracias de todas formas...

Le dolía darse cuenta de que intentaba librarse de ella. Pero no iba a irse. Ni pensarlo. Iba a beberse aquello como que ella se llamaba Eva.

-Venga, pruébalo... si está muy rico...

-¿Pero no te ha dicho que no quiere? ¿No había más mesas donde molestar?

Fulminó a Víctor con la mirada.

-¿Por qué no te vas con tu novia?

-Buena pregunta.

Se levantó e, ignorando la mirada suplicante de su amigo, los dejó allí solos. No estaba dispuesto a soportar a esa engreída...

-Te estás aburriendo, ¿verdad?

-No, no... esto está bien. Está genial.

Eva se levantó para sentarse en el sofá, junto a él.

-Si bebes te lo pasarás mejor. Lo he preparado para ti, ¿ni siquiera vas a probarlo?

-Eva, ya te he dicho que...

Pero entonces apareció Javi, agarró el vaso con brusquedad y se lo llevó a la boca. Antes de que pudiera vaciarlo por completo Claudia se lo quitó de las manos y se bebió hasta la última gota, con la misma impaciencia que él. Eva contempló la escena, horrorizada.

-¡Aaagh! – gritó Javi con una mueca de asco. No esperaba encontrar ese sabor en la bebida de Lucas –. Tío, ¿desde cuándo bebes alcohol?

Claudia tosió y paseó de un lado a otro la mirada, seguramente buscando algo con lo que quitarse ese sabor de la boca. Fue en vano.

-¿Se puede saber qué hacéis? – chilló Eva, colérica.

-¿Se puede saber qué le echas tú a esos pastelillos? ¡Pican una barbaridad!

lunes, 18 de julio de 2011

Capítulo 38

Muchas veces cerrar los ojos ayuda a ver con mayor claridad”


-¿Qué te pasa, Ruth?

La voz de Lorena la obligó a retirar la vista de la ventanilla. Se dio cuenta de que Javi la miraba a través del retrovisor, haciéndole con los ojos la misma pregunta. Víctor y Lucas, en cambio, continuaron charlando al otro lado del vehículo.

Suspiró y dejó de mover las piernas, que no habían parado desde hacía rato. Estaba muy nerviosa... tenía el presentimiento de que algo iba a salir mal. No es que ella tuviera mucho acierto con sus predicciones, pero no podía evitar sentirse inquieta... Miró a Lorena, a Javi, y de nuevo a la chica con un gesto de preocupación.

-Creo que una noche en casa de Eva no puede salir bien. Seguro que pasa algo.

Su amiga le sonrió con cariño y cogió su mano.

-¿Desde cuándo eres tan negativa? – dijo Javi desde el asiento de delante, dedicándole otra mirada a través del espejo.

-No te preocupes, no va a pasar nada. Entiendo que pienses así... yo tampoco me fío mucho de ella, y menos sabiendo que no le caemos especialmente bien, pero dudo que tenga intenciones de hacer nada malo. Estará demasiado ocupada.

Ruth no dijo nada más, aunque de nuevo empezó a dar golpecitos en el suelo con el tacón. Observó a Lucas, que había dejado de hablar con Víctor y ahora prestaba atención a la ciudad mirando por la ventanilla. La luz de las farolas envolvía su piel con tonos anaranjados y hacía brillar sus ojos. Estaba muy guapo vestido de traje. Y, a pesar de que su aspecto era mucho más formal por la ropa, llevaba el pelo desordenado como siempre.

-¿Tenéis frío? – preguntó Javi dirigiéndose a las chicas y subiendo un poco la calefacción.

Quizás ellos con sus trajes tenían suficiente abrigo, pero Ruth y Lorena no llevaban más que una fina rebeca encima de sus vestidos.


Cuando llegaron había ya mucha gente en la fiesta, a pesar de que el reloj todavía no marcaba las dos. Como Javi conocía el camino a casa de Eva no fue necesario esperar a esa hora para que Elena los guiara. La puerta estaba abierta, y el ritmo de la música retumbaba haciendo vibrar el suelo. Entraron despacio, algo cortados.

Aquello parecía más una discoteca que una casa, con altavoces por todas partes y luces de colores en casi todas las habitaciones. Había también multitud de mesas con comida. Caras conocidas se cruzaban constantemente con ellos.

¿Cómo podía haber ya tanta gente, y cómo habían llegado hasta allí sin indicaciones de nadie? No era posible que todas esas personas conocieran esa dirección antes de la fiesta. ¿O sí? Probablemente ya habrían estado allí antes, en alguna otra fiesta.

Descubrieron una larga barra de bar en lo que posiblemente era el salón, aunque no había muchos muebles, solo algunos sofás y mesas de café colocados de manera que el centro de la estancia quedara libre como pista de baile. Aquello era enorme, mucho más de lo que habían imaginado.

También eran alumnos los que estaban detrás de la barra sirviendo bebidas. Eva se encontraba entre ellos, supervisando. Salió de allí en cuanto sus ojos se toparon con Lucas, y caminó hacia él esquivando gente, con una sonrisa maliciosa y retorciendo un tirabuzón suelto, independiente del elaborado recogido que se había hecho el pelo.

Ruth observó boquiabierta su vestido: el escote era palabra de honor, y se ceñía a la cintura para después abrirse, adoptando una forma acampanada. De color negro y blanco. Anduvo hacia ellos contoneándose, dando unos pasos firmes y seguros. Cuando llegó hasta ellos miró a Ruth de arriba a abajo, con una sonrisilla de medio lado que no mostraba precisamente simpatía.

-Vaya, vaya... – exclamó, aunque sin mucho entusiasmo, molesta –. Pero si llevamos el mismo vestido. Qué casualidad. Aunque... – soltó una risilla de burla –. Veo que has tenido que meterle un poco de aquí...

La miró con malicia mientras agarraba suavemente el borde del escote de Ruth. Esta se ruborizó. Era cierto, le quedaba un poco ancho de pecho, así que su madre había tenido arreglarlo y quitarle algunos centímetros. ¿Cómo se había dado cuenta?

-No te preocupes... simplemente no has escogido el vestido adecuado para ti. Cada una luce lo que puede.

Le devolvió una mirada llena de odio e impotencia, porque no sabía qué decir... era absurdo negar que el pecho de Eva lucía mucho más ese vestido. En ella quedaba sexy... en Ruth un tanto infantil.

Y de repente, como por obra del destino, una chica tropezó junto a ellos, derramando su vaso de cerveza encima de la anfitriona. Ella cogió una gran bocanada de aire, abriendo mucho los ojos y la boca, y después sacudió las manos. Los demás se apartaron para que no les alcanzaran las gotitas que salieron despedidas. Todos los que ocupaban la sala la observaban. Una ola de risas hizo enrojecer a Eva, no sabían muy bien si de rabia o de vergüenza... o de las dos cosas. El pelo había quedado empapado, estropeando el precioso peinado que posiblemente le habría llevado varias horas de peluquería, y también del vestido caían restos de bebida. Quiso erguirse, porque del impacto tenía el cuerpo un poco encorvado, pero al hacerlo uno de sus tobillos no fue capaz de mantener el equilibrio sobre los exagerados tacones que calzaba, y cayó al suelo. Se llevó una mano a la cara. Ruth se preguntó si estaría llorando. Quizás “el destino” se estaba pasando de la raya, así que se agachó y le ofreció la mano, pero ella la obligó a apartarla de un golpe y se puso en pie sin su ayuda.

-Lo siento mucho, Eva – se disculpó la muchacha causante de todo, aterrada.

La mirada de Eva, desde luego, le daba motivos para estarlo.

-¡Fuera de mi vista, estúpida!

Estaba furiosa, así que la chica salió corriendo de allí para reunirse de nuevo con sus amigos. Eva hizo lo mismo sin decir nada más, y abandonó el enorme salón dejando tras ella un rastro de cerveza.

-Ha sido sublime – dijo Víctor cuando se hubo marchado –. Solo por esto ya ha merecido la pena venir. Y tú... no tendrías que haber intentado ayudarla... sabes que no lo merecía.

Abrazó por el hombro a su hermana y le dio un beso en la cabeza.

-Tendría que haber venido Rebeca. Seguro que lo habría pasado en grande viendo esta escena... – añadió Javi.

-Rebeca le habría aplastado la bandeja de pastelillos contra la cabeza antes de que esto pasara – fue Lorena quien habló –. Por cierto, ¿alguien tiene sed?

Señaló la barra y Víctor se acercó a ella, agarrándola de la cintura.

-Voy contigo. ¿Vosotros queréis algo?

Lucas y Javi negaron con la cabeza, y Ruth les encargó Vodka con fanta de limón. Les indicaron que estarían sentados en unos sillones que había al fondo de la sala, y que los esperarían allí.

Ruth se quitó la rebeca: empezaba a tener un poco de calor, y después se hundió en aquel asiento tan cómodo. Javi se alejó de allí antes de sentarse.

-Voy a saludar a alguien, ahora vuelvo – fue lo único que les dijo.

La expresión de la chica se torció en una mueca de desagrado al verse envuelta en una espesa humareda que la obligó a cerrar los ojos. Poco a poco se desvaneció. No podía soportar el olor a tabaco. Procedía de su derecha, y hacia allá desvió la vista para descubrir a Tamara, una de las amigas de Eva, que se reía mirando en su dirección.

-Lo ha hecho a propósito – se quejó irritada.

-Ignórala. Lo que quiere es enfadarte, así que no le des esa satisfacción – la voz de Lucas consiguió relajarla un poco, y sonrió.

Aunque rodeados por la multitud, se había quedado a solas con él.

-No sé si me siento muy cómoda aquí... en su casa.

-Lo sé... Pero intenta pasártelo bien ya que estás aquí. Y si no... podemos salir un rato a dar una vuelta. Si quieres.

-Estamos prácticamente en medio del campo.

-Más divertido, ¿no?

-Sí – rió Ruth.

Pues no era mala idea...

Otra nube de humo la rodeó. Cerró los ojos e intentó calmarse. Cuando se hubo disipado, respiró hondo.

-¿Sabes qué? – dijo Lucas, con una sonrisa muy dulce. Ella esperó, sin decir nada, a que continuase –. El vestido... te queda genial.

Pero la música sonaba muy alta y su tono de voz no fue suficiente.

-¿Qué? No te oigo bien con tanto ruido...

Antes de recibir respuesta, alguien se sentó en uno de los sillones. Era Ismael.

-¡Feliz año nuevo! – saludó alzando su vaso con la intención de brindar, pero al ver que sus acompañantes no estaban bebiendo nada, dio un sorbo y lo dejó sobre la mesa –. Os veo un poco aburridos. ¿Quieres bailar? – Esta vez se dirigió solo a ella, al mismo tiempo que le tendía la mano.

-Puede que luego.

Un coro de voces femeninas llamó a Ismael muy cerca de ellos y los tres miraron hacia allá. Un grupito de chicas lo esperaba en la pista.

-Creo que te reclaman – observó Lucas.

-Déjalas...

Pero lo volvieron a llamar, y no le quedó más remedio que ponerse en pie. Antes de irse añadió unas palabras...

-Ruth, ese vestido... te queda genial.

Ella le dedicó una amplia sonrisa, agradecida. La verdad es que el comentario de Eva le había provocado cierta inseguridad y eso consiguió que se sintiera mejor. Ismael le guiñó un ojo, cogió de nuevo su vaso y después se marchó.

Lucas respiró hondo.

Pocos minutos más tarde aparecieron Víctor y Lorena con las bebidas.

-¿Dónde se ha metido Javi? – quiso saber la chica, tomando asiento junto a su hermano.

-Míralo, allí está – respondió Víctor, que se había sentado entre ella y Ruth. Señalaba hacia otro grupo de sillones. Allí, de pie, estaba Javi –. Está... ¿está hablando con Claudia Cáliz?

Lorena buscó rápidamente a su amigo con la mirada.

-Sí, y ella parece tener bastante interés. ¿Ha intentado cogerle la mano o es cosa mía?

-La pregunta es... ¿En serio él la ha retirado?

-¿Queréis dejar que haga lo que quiera...? Parecéis de esos programas del corazón – se quejó Ruth riendo. Aunque no podía negar que ella también sentía curiosidad.

Lorena la ignoró y siguió hablando con su chico.

-¡Claro que la ha retirado...! Parece mentira que no lo sepas: Javi está enamorado de otra persona.