¡Visita mis otros blogs!

jueves, 30 de diciembre de 2010

Capítulo 13

“I don't want this moment to ever end, where everything's nothing... without you”
“No quiero que termine este momento, donde todo es nada... sin ti”


El agua helada les golpeaba el rostro con fuerza. Lucas intentaba tranquilizar a Ruth, que lloraba desesperada. Desde luego, estar perdido en medio del océano es un buen motivo para hacerlo. Tenues rayos de sol advertían que se acercaba el amanecer, aunque el cielo aún estaba oscuro.
-Tengo miedo, Lucas. - Sollozó Ruth, agarrada al salvavidas.
Él también. Estaba muerto de miedo, pero prefirió no decir nada para no empeorar la situación. Miró a un lado, a otro. Solo había agua por todas partes.
-Vamos a morir. - Siguió ella, repitiendo lo mismo que había estado diciendo desde que perdieron el barco.
-Deja de decir eso, por favor. Estoy intentando pensar.
Ruth procuró calmarse, aunque sabía perfectamente que por mucho que su amigo pensara, no encontraría una solución. Pasó un buen rato hasta que Lucas volvió a hablar.
-¡Eh, Ruth, mira! - Gritó de repente, señalando hacia el horizonte.
La chica dirigió la vista hacia aquel lugar de inmediato, esperanzada. Pudo ver, muy lejos, el contorno de lo que parecía ser una isla. A pesar de la enorme distancia a la que debía estar, una sonrisa le iluminó el rostro.
Se soltó del salvavidas y comenzó a nadar lo más rápido que pudo. Lucas imitó a su amiga, pero prefirió llevar con él el flotador, pensando que posiblemente lo necesitarían, a pesar de que de esa manera avanzaba más despacio. No tardó en dejarlo atrás, viendo que más que una ayuda resultaba un estorbo.
Continuaron nadando, ignorando el hecho de que no parecían estar acercándose. El cielo había adoptado un color rosáceo y el sol comenzaba a asomarse por el horizonte, dando lugar a un nuevo día. Ruth sintió cómo sus brazos empezaban a fallarle debido al esfuerzo.
-No puedo más. - Suspiró, rendida.
Al ver que se detenía, Lucas la cogió del brazo y tiró de ella.
-Venga, vamos. No te rindas ahora, ya queda menos.
En realidad ella tenía la sensación de que la isla estaba igual de lejos que cuando la descubrieron. No obstante, después de unos segundos de descanso, reemprendió su nado, dispuesta a darlo todo por salvarse.
No sabía cuánto tiempo habría pasado hasta entonces. De lo que sí estaba segura es de que no había sido cuestión de minutos. Debían haber pasado muchas horas, porque ahora el sol brillaba con fuerza sobre sus cabezas. ¿Qué importaba? Ni siquiera podía asegurar que conservase las piernas. Su cuerpo ya no respondía. ¿Estaba Lucas con ella? Le parecía escuchar una voz... muy lejos, casi imperceptible. Todo empezaba a nublarse, hasta que no pudo ver nada, solo oscuridad. No le importaba morir, en absoluto. Lo único que deseaba con fuerza era rendirse, descansar por fin...
Ruth cerró los ojos, desfallecida, y dejó que fueran las olas quienes ahora se hicieran cargo de su cuerpo. No se dio cuenta de que, pocos segundos después, sus manos descansaban sobre tierra firme.
Lucas la cogió entre sus brazos y caminó con dificultad, alejándose de la orilla. No había avanzado mucho cuando se desplomó sobre la arena, incapaz de dar un paso más.

-Venga, chicos, ya habéis dormido bastante.
Javi abrió los ojos al notar cómo alguien lo zarandeaba. Descubrió a una chica que lo miraba con una sonrisa amable.
-¿Eh? - Balbuceó él, aturdido.
Cuando terminó de despertarse, echó un vistazo a su alrededor. Estaba en el barco, pero no vio a nadie más a parte de Lorena y Víctor, que dormían plácidamente en un sofá, ignorando la voz de la chica que intentaba sacarlos de su profundo sueño. Sostenía una escoba en las manos. Sería la encargada de la limpieza. Javi se acercó a sus amigos y los despertó con menos dulzura que la limpiadora.
-¿Dónde están todos? - Preguntó Víctor cuando hubo regresado al mundo real. - ¿Qué hora es?
Buscó torpemente el móvil dentro del bolsillo de su pantalón para averiguarlo por sí mismo.
-¡Las doce y media!
-¿Y Ruth y mi hermano? - Preguntó Lorena frotándose los ojos.
-No hay nadie más en el barco, solo personal de limpieza. – Aclaró la chica de la escoba. - Bueno, y el dueño.
Los chicos se miraron extrañados.
-¿Se habrán ido al hotel sin nosotros? - Supuso Javi, volviendo a echar un vistazo a su alrededor, como si esperase encontrar a sus amigos por alguna parte. - Aunque me extraña. Sobre todo sabiendo cómo se llevaban esos dos.
-Voy a llamar a Lucas, a ver qué se le ha ocurrido esta vez. - Intervino Víctor colocándose el móvil en la oreja.
Colgó después de unos segundos.
-Apagado.
-Llama a Ruth. - Dijo Lorena con voz preocupada.
Víctor hizo lo que le decía, pero un momento después la chica dio un salto y cogió un bolso sobre el que estaba sentada. Dentro de él estaba vibrando un móvil.
-¿Se ha dejado el bolso? - Exclamó nerviosa, buscando en su interior el teléfono de Ruth. - Pero, ¿dónde están?

El sol la cegó unos instantes y, torciendo el gesto, se colocó la mano en el rostro para proteger sus ojos de aquella luz tan molesta. Soltó un gemido de dolor al sentir unos pinchazos insoportables en el brazo, y lo dejó caer de nuevo sobre la arena. Permaneció un rato allí tumbada. Después se puso en pie intentando ignorar las tremendas agujetas que torturaban su cuerpo. Temblaba. Estaba algo aturdida, pero recordoba todo lo ocurrido hacía unas horas, no sabía cuántas. Miró a su alrededor: palmeras, arena, agua. A lo lejos había árboles y... ¿era aquello una casa? ¿Dónde estaba?
Se dirigió hacia allá, caminando despacio. A pesar de encontrarse en un lugar desconocido, se sentía aliviada por estar en tierra firme. Efectivamente, entre los árboles había una casa bastante grande. Eso la reconfortó aún más, pensando que encontrarían a alguien a quien pedir ayuda.
Vio a Lucas en el tejado, caminando cuidadosamente para no caerse. Cuando Ruth estuvo cerca, él se percató de su presencia.
-No hay nadie. - Dijo, antes de que la chica tuviese tiempo de hablar. - Detrás hay más casas, pero parecen estar vacías también.
Ruth sintió cómo de repente toda esperanza se desvanecía.
-Pero, ¿cómo no va a haber nadie? - Soltó una risilla irónica. - Eso es imposible.
-Te digo que no hay nadie.
Lucas se agarró con agilidad a una rama del árbol más cercano y aterrizó en el suelo, amortiguando la caída con las manos. La única prenda que llevaba eran unos pantalones vaqueros y en el cuerpo perfectamente formado del chico, Ruth descubrió varios arañazos.
-Me duele todo. - Se quejó él torciendo el gesto.
Ruth permaneció en silencio, observándolo y dedicándole una mirada de disculpa. Parecía tan cansado... Bajo sus ojos se marcaban unas terribles ojeras. Se preguntó si ella tendría el mismo aspecto. Lucas se acercó despacio. No parecía muy preocupado, a pesar de todo.
-Escucha, Lucas... - Empezó a decir ella. Los gritos y llantos de hacía unas horas habían dejado estragos en su voz. - Lo siento. Sé que estamos aquí por mi culpa. Me puse nerviosa y...
Él se acercó aún más. El corazón de Ruth se aceleró al ver su cuerpo semidesnudo tan próximo a ella.
-Así que te pongo nerviosa. - Dijo él, con una sonrisa torcida.
-¿Te estoy pidiendo perdón y eso es lo mejor que se te ocurre? - Exclamó Ruth en respuesta, apartando a su amigo algunos centímetros, de un empujón.
¿Cómo podía estar tan tranquilo? Estaban perdidos en una isla en medio del océano, sin manera de comunicarse con nadie, solos, y a él parecía no importarle en absoluto.
-Tranquila, Ruth. No tardarán en encontrarnos. Los demás ya se habrán dado cuenta de que no estamos y seguramente habrán llamado a la policía. Será cuestión de horas que veamos aparecer a alguien.
Bien pensado, tenía razón. Sus amigos ya habrían avisado a alguien y lo más probable es que los estuvieran buscando. Pero no era capaz de tranquilizarse. De pronto, el sonido de su estómago interrumpió sus pensamientos.
-Tienes hambre, ¿eh? - Rió Lucas.
-A penas comí anoche en el barco...
-Pensé que dentro de alguna casa encontraríamos algo que comer, pero he intentado entrar y es imposible. Las ventanas están protegidas con barrotes.
-Pero, ¿quién va a venir a robar aquí? - Se quejó Ruth. - Y además, ¿de quién son estas casas? Si viviera alguien aquí lo habríamos visto, ¿no?
-Seguramente los propietarios solo vengan a pasar aquí las vacaciones. Recuerda que ya estamos en septiembre. - Miró a su alrededor. - No creo que nadie viva aquí.

-¡No están! - Gritó Lorena con angustia al entrar en la habitación del hotel y no encontrar allí a sus amigos.
Víctor la abrazó al ver que una lágrima resbalaba por su mejilla.
-Voy a llamar a la policía. - Dijo, sacando su móvil del bolsillo del pantalón.
Le temblaban las manos. Con dificultad marcó un número y salió de la habitación.
-Todas sus cosas están aquí. - Señaló Javi. - No creo que hayan venido.
-Se han caído al agua. - Lloró Lorena, cubriendo su rostro con las manos. - Mi hermano...
Javi la miró con tristeza, sabiendo que lo más seguro era que tuviese razón. No podían explicar la desaparición de sus amigos de ninguna otra manera. Se acercó a ella y la agarró suavemente de los brazos.
-No digas eso. Además, de ser así los encontrarán.
Ni él mismo conseguía creer en sus palabras. Luchó por mantener la calma. Perder la esperanza de que sus amigos continuasen con vida solo empeoraría la situación. Sin embargo, el deseo de llorar lo derrotó por completo y, abrazado a Lorena, dejó que su rostro se empapara en lágrimas.

Ruth regresó a la playa tras haber inspeccionado la zona durante más de una hora y media. Llegó completamente destrozada, con gotas de sudor en la frente. Lucas, que estaba sentado en la orilla, se volvió para mirarla: parecía muy enfadada.
-¿Por qué no hay cocos? - Exclamó con desesperación. - ¡Siempre hay cocos!
Lucas soltó una carcajada al escuchar a su amiga. Ella se sentó junto a él, abrazándose las rodillas.
-Pero algo habrás encontrado, ¿no? Debe haber fruta por alguna parte.
-Sí, pero era un árbol demasiado alto y no he podido coger nada. Además, no había visto esa fruta en mi vida. Seguramente porque no será comestible.
-Si te subo en mis hombros, ¿llegarás?
Ruth lo pensó unos segundos.
-Creo que sí. Pero está bastante lejos de aquí.
-Bueno, así hacemos algo hasta que vengan a buscarnos. - Mientras decía esto, Lucas se levantó y se sacudió la arena de los pantalones.
Caminaban entre la frondosa vegetación. Aquello parecía una selva. Por desgracia, en ningún árbol encontraron nada que pudiese llenar sus estómagos.
-Creo que es por aquí. - Dijo Ruth retirando una rama que se interponía en su camino.
Tuvo que agacharse para poder continuar. Lucas la seguía, confiando en su memoria, aunque la chica no parecía del todo convencida. Después de un rato más caminando, se detuvieron frente a un enorme árbol del que colgaban unos frutos muy extraños, de un color anaranjado.
-¿Es este? - Preguntó Lucas acariciando el tronco. Ruth asintió. - Pues vamos, ¡me muero de hambre!
-¿Crees que se podrán comer?
-Vamos a averiguarlo. - Respondió él. Después se agachó, apoyando una mano en el árbol. - Venga, sube.
Ruth se acercó a él y, tras unos segundos de duda, se sentó sobre sus hombros. Lucas se levantó rápidamente, agarrando las piernas de su amiga, que se balanceó por el movimiento.
-¡Con cuidado, hombre, que me voy a caer! - Se quejó cuando hubo recuperado el equilibrio.
-Vale, perdona. - Rió él. Echó un vistazo hacia arriba. - ¿Llegas?
-Eso intento, pero está un poco lejos. - Ruth se estiró todo lo que pudo, pero lo único que consiguió fue rozar la fruta con los dedos. Parecía suave y tenía una piel dura. - A ver, vete un poco hacia la derecha.
El chico obedeció.
-¿Así está bien?
Ruth no respondió, volvió a estirar su cuerpo y consiguió agarrar el enorme fruto. Tuvo que esforzarse mucho para poder arrancarlo de su sitio, pero finalmente lo logró. Esto la impulsó hacia atrás e hizo que perdiera de nuevo el equilibrio. Tuvo que dejar caer la fruta para poder sujetarse a una rama y así no caer de espaldas al suelo.
-Pero, ¿qué haces? - Gritó mirando hacia abajo, al ver que Lucas se agachaba para recoger el extraño fruto que ahora rodaba por la hierba, alejándose de ellos. - ¡Bájame de aquí!
Lucas se echó a reir al verla allí colgada, tan asustada, a pesar de que sus pies no se encontraban muy lejos del suelo. Se acercó a ella y, agarrándola por la cintura, la ayudó a bajar. Ruth se sonrojó y le dedicó una sonrisa.
-Esto parece estar muy duro. - Dijo él alzando aquella fruta tan peculiar. - Necesitaremos algo para abrirla.
-¿Servirá esto? - Preguntó Ruth, que acababa de coger una piedra bastante afilada del suelo.
-Vamos a comprobarlo.
Lucas golpeó el fruto con la piedra varias veces, hasta que la corteza que lo envolvía se fracturó. Finalmente consiguió abrirlo y descubrió lo que guardaba en su interior. Era parecido a un aguacate, pero con la carne mucho más dura y seca, de color verde.
-No tiene muy buena pinta. - Comentó torciendo el gesto. - Si quieres probarlo...
Ruth, no muy convencida, utilizó la piedra para cortar un trozo. Estaba tan duro que tuvo que esforzarse muchísimo. Después se lo metió en la boca.
-¡Ahg! - Exclamó, escupiéndolo. - ¡Qué amargo! Eso no hay quien se lo coma...

Víctor, Javi y Lorena estaban sentados en un banco que había frente al hotel, con las maletas. Habían tenido que dejar la habitación. Ya habían pagado dos noches y no podían permitirse una más. Víctor, con la cabeza agachada y la mirada perdida, estaba totalmente ausente. ¿Dónde estaba su hermana? Fuera cual fuese la respuesta, era el único que aún conservaba algo de esperanza, aunque le resultaba complicado mantener la calma cuando Lorena no había dejado de llorar ni un momento.
-Pero, ¿cuándo piensa venir la policía? - Dijo exasperado, poniéndose en pie.
Pocos segundos después, un coche con luces en el techo apareció doblando la esquina, respondiendo a su pregunta. Casi antes de aparcar, dos hombres vestidos con uniforme salieron de él y se dirigieron hacia los chicos.
-¿Alguno de vosotros es Víctor Ortega? - Preguntó uno de ellos.
-Soy yo. - Respondió el aludido con expresión seria.
-Bien. Por teléfono nos has informado de la desaparición de dos chicos, durante un crucero que había organizado Travel's Partner, ayer noche. - Siguió el policía leyendo unos papeles que sostenía en la mano. - Por lo que nos has dicho vuestros amigos cayeron al agua entre las cuatro y las doce de la mañana, mientras vosotros dormíais en el barco. ¿Correcto?
Las palabras de aquel hombre se clavaron en el pecho de Víctor como puñales. Si ellos no se hubiesen dormido, posiblemente Ruth y Lucas estarían aún con ellos.
-Correcto.
-¿Puedes decirme el nombre y la edad de los desaparecidos?
-Ruth Ortega y Lucas Ortiz, de dieciséis años.
-Menores de edad, entonces. Eso puede suponer un problema para la compañía Travel's Partner. - Dijo el policía tras apuntar los nombres. - Bien. Tengo aquí el trayecto que realizó el barco desde que partió a las nueve y siete de la noche, hasta su regreso, a las doce y dieciséis de esta mañana. - Ojeó el mapa y después continuó. - Siento ser yo quien os diga esto, pero las posibilidades de que vuestros amigos sigan con vida son muy escasas.
Era evidente que aquel policía carecía de sensibilidad, ya que al decir esto su expresión permaneció inmutable, de la misma manera que si les estuviera contando lo que había desayunado esa mañana. Al ver que los chicos no contestaban, decidió explicar por qué pensaba de aquella forma.
-Como podéis ver, - dijo, mostrando el mapa a los jóvenes, - durante los doscientos kilómetros que recorrió el barco, en todo momento permaneció lejos de la costa . Si cayeron al agua, es imposible que ahora estén en tierra firme.
-Aquí hay una isla. - Señaló Víctor, indicando con el dedo sobre el mapa.
-Lo más cerca que el barco ha estado de allí ha sido a unos quince kilómetros. Es prácticamente imposible que cayeran justamente en ese momento, y de ser así, dudo mucho que hayan logrado llegar hasta allí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario