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sábado, 12 de febrero de 2011

Capítulo 20

“He comprendido el silencio y he silenciado el ruido”

El corazón golpeaba su pecho con tal fuerza que casi le dolía. Hacía tanto tiempo que no estaban a solas... y no hablaban desde hacía semanas. Últimamente incluso hubiera podido decir que sus sentimientos por Lucas se habían... relajado un poco, pero en aquel momento parecían ser más intensos que nunca. Después de tantos años, ¿no debería haberse acostumbrado a eso? A quererle. ¿Por qué no desaparecía ese cosquilleo en el estómago cuando estaba cerca de él? Ese calor en las mejillas. Y después de aquellas semanas tan extrañas, ni siquiera era capaz de alzar la mirada para poder ver de nuevo sus ojos. Del color y la dulzura de la miel. Conteniendo aire en el pecho, se armó de valor y levantó la cabeza. Él no la estaba mirando, pero cuando se percató de que había apartado del suelo la concentración, inmediatamente buscó sus ojos y cobijó allí la mirada. Bajo la mirada de Lucas, Natalia se sentía insegura, pero aguantó a pesar de que le ardían las mejillas y se sentía incapaz de articular palabra. Pero es que hacía tanto tiempo que no le miraba a la cara. Hasta entonces se había tenido que conformar con un recuerdo que ni de lejos hacía sombra al Lucas de carne y hueso. Le había crecido el pelo. No lo tenía muy largo, pero sí más de lo habitual. Estaba muy guapo, como siempre. Natalia temió estar temblando como una gelatina. Intentó serenarse, pero para eso tuvo que devolver su atención al asfalto. Ahí se sentía más segura.
Lucas no dejó de mirarla. Se sentía aliviado por haber encontrado en ella a la Nat de siempre. Había ido a buscarla con el temor de que su nueva compañía la hubiese convertido en una persona distinta. Pero no, allí, junto a él, estaba la chica que Natalia siempre había sido. Sintió el deseo de abrazarla. Abrazarla con fuerza. Pero debía guardar las distancias, como había hecho desde hacía tantos años, desde que fue consciente de lo que su amiga sentía por él. Sabía que ciertos comportamientos podían convertirse fácilmente en malentendidos. De hecho, eso ya le había pasado varias veces años atrás, y no quería volver a hacerle daño, porque, aunque no lo mostrara muy a menudo, la apreciaba mucho. Era alguien muy importante para él y la había echado de menos desde que decidió apartarse de ellos. Quizás que fuera precisamente él quien la había buscado para hablar, no fuera del todo justo, pero quería que entrase en razón y que volviera, que todo fuese como antes. Bueno, no del todo como antes.
Vio cómo Nat hundía la mirada en el suelo cada vez más, en silencio. Estaban sentados en un banco del patio de atrás, en el que no solía haber mucha gente. Esto les permitiría mantener una conversación tranquilos.
-Bueno, ¿cómo te va? - Empezó diciendo Lucas.
-¿Me has traído aquí para preguntarme cómo me va? - Respondió Natalia volviendo a levantar la vista hacia su amigo, algo sorprendida por la pregunta.
-¿Y cómo querías que lo hiciera, si no? Nunca estás con nosotros. ¿Cómo se supone que tengo que hablar contigo si no es buscándote?
“¿Por qué tú, Lucas?” Pensó Natalia con tristeza. Quiso decirlo en voz alta, pero logró contenerse. A cambio guardó silencio, incapaz de encontrar algo coherente que decir.
-A veces, - continuó Lucas cuando supo que Nat no iba a responder. - Las cosas no nos salen como nos gustaría. Bastante a menudo, diría yo. El miedo a enfrentarnos a algo puede empujarnos a huir de la situación... Con frecuencia esa tentación de escapar viene pintada de un color que no es, y nos hace creer que es ese el camino más fácil. Echamos a correr, huimos, sin pensar en lo que estamos haciendo. A veces no solo dejamos atrás el problema, que tarde o temprano nos alcanzará y no tendremos más remedio que plantarle cara... también dejamos atrás muchas más cosas. Cosas que posiblemente no merece la pena abandonar. Y quizás en ese momento no nos damos cuenta porque no somos capaces de ver más allá de aquello de lo que queremos huir.
Su voz se quebró al pronunciar la última palabra. Nat sentía una presión terrible en las sienes, provocada por querer contener las lágrimas, que amenazaban con dispararse de un momento a otro. Huir, eso es precisamente lo que ella estaba haciendo. Y sabía que no era eso lo que debía hacer, porque suponía separarse de sus amigos.
-Y cuando nos enfrentamos a ese problema, - continuó Lucas. - Puede ser que descubramos que no es tan horrible como habíamos esperado. No se puede huir, Nat... tarde o temprano, hay que enfrentarse a ello. Y si esperas demasiado, quizás pierdas por el camino cosas que te importan de verdad.
Natalia se dio por vencida y rompió a llorar. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano, pero fue inútil, porque sus mejillas enseguida volvieron a empaparse. Lucas la observó un instante, conmovido, y después la abrazó. La abrazó con fuerza. No pretendía hacerla llorar, pero pensó que aquello era buena señal.
-¿Por qué te has ido, Nat? - Susurró acariciándole el pelo, sin deshacer el abrazo.
Ella hundió aún más la cabeza en el pecho de Lucas, intentando apaciguar el llanto. Olía tan bien... Abrazarlo la animaba, pero, por otro lado, sabía que para él ese abrazo tenía un significado totalmente diferente que para ella, y eso le dolía.
-Vuelve con nosotros, te echamos de menos. - Siguió el chico.
-No puedo...
Natalia habló con voz débil, como si las palabras le hicieran daño en la garganta. Se separaró de él para mirarle a los ojos. A pesar de que los suyos estaban llenos de lágrimas, esta vez no sintió la necesidad de desviar la mirada hacia el suelo. Él le secó las mejillas con la mano y después se levantó.
-Te aferras a la idea de que no puedes, pero a mi me parece que eres tú la que no quiere.
Ella observó cómo se marchaba, pero no dijo nada. ¿A qué se refería con que era ella la que no quería? ¿Pensaba que no quería volver con sus amigos? No... No era eso lo que había querido decirle.

Eran las seis menos cuarto de la tarde, y habían quedado a las seis. Era de las pocas veces que Ruth llegaba antes de la hora acordada. Subió al aula de dibujo pensando que sería la primera en llegar, pero encontró allí a Javi, sentado sobre una mesa junto a la ventana, escuchando música. Al ver entrar a su amiga, se quitó los auriculares y le sonrió. -¡Qué pronto has llegado! - Exclamó.
-Tú también. ¿Cómo es que estás ya aquí? - Javi se encogió de hombros. - ¿No ha llegado Ángeles todavía? - Preguntó Ruth revisando el aula con la mirada, como si esperase encontrarla en alguna parte.
-Ha ido a por el mural y a mi me ha encargado sacar todas las pinturas y pinceles del armario. - Respondió él señalando una mesa abarrotada de latas de pintura.
-Ah... - Musitó Ruth. - Pues a ver si viene y vamos haciendo algo.
-El que no se si va a venir es Lucas. Me ha dicho antes por MSN que le había prometido a Lorena ayudarla con Filosofía, que tiene mañana el examen.
Al escuchar esto, Ruth sintió una enorme desilusión. La verdad es que llevaba toda la tarde esperando que llegasen las seis, quizás por eso había llegado antes de tiempo. Y ahora Lucas no iba a ir...
-Por cierto, ¿dónde se ha metido hoy en el recreo? - Preguntó intentando disimular su decepción. Al parecer su actuación no fue suficiente para Javi, que soltó una risilla.
-No comprendo tu empeño en negar lo que sientes por Lucas. Sabes que él también siente algo por ti.
Ruth se sonrojó y soltó una carcajada que, por desgracia, no sonó como a ella le hubiese gustado.
-Solo somos amigos.
-Ya. - Dijo Javi con tono irónico.
-Eres un tío. Vosotros no podeis comprenderlo...
-¿El qué? ¿Que Nat lleve toda su vida enamorada de él? Todos sabemos, ella también, que Lucas no va a corresponder nunca esos sentimientos.
-Eso no cambia lo que siente ella.
-A lo mejor lo que Natalia necesita es verse obligada a abandonar esa lucha estúpida. No tiene sentido que siga empeñada en quererle.
-Quererle no es algo que ella haya decidido.
-¿Estás segura? - Esa pregunta sorprendió a Ruth, que no tuvo tiempo de contestar. - Piénsalo. Y piensa también si merece la pena dejar pasar esta oportunidad para que tu amiga siga persiguiendo algo que sabes que no va a alcanzar.
-No quiero perderla.
Al decir esto, ella misma se dio cuenta de la situación. Aún habiendo rechazado a Lucas, Natalia se había ido. Iba a perderla de todas formas. Sacudió esa idea de su cabeza inmediatamente. Solo estaba buscando una excusa para dejarse llevar por lo que sentía por Lucas.
-¿Te acuerdas de Angie? - La expresión de Javi adoptó un tono serio y frío al decir esto, que llamó mucho la atención de Ruth.
-¿Angie? ¿La chica inglesa que estuvo en mi clase en tercero?
-Sí. - El chico suspiró con tristeza. - Durante los dos años que estuvo aquí, nos hicimos muy amigos.
-¿Cómo de amigos? - Preguntó Ruth imaginando por dónde iba.
-Estaba loco por ella.
Los dos guardaron silencio durante unos segundos, recordando la imagen de Angie y su larguísimo pelo rubio. Era alegre y jovial. Aunque Ruth no llegó a intimar demasiado con ella, sintió mucho que regresara a Inglaterra. La había visto varias veces con Javi, pero nunca llegó a plantearse que sintiera eso por ella.
-Estuve dos años pensando cómo decírselo, pero dejé pasar el tiempo por miedo a que me rechazara, hasta que un día por fin me decidí. Me habían dicho que yo le gustaba, así que no podía esperar más. Quedé para hablar con ella, pero antes de que pudiera declararme, empezó a llorar, y me dijo que volvía a Inglaterra. Y se fue, sin escuchar lo que aquel día me hubiese gustado decirle. Pero ya era demasiado tarde, y eso lo hubiera empeorado todo.
“Ya era demasiado tarde” Pensó Ruth, repitiendo las palabras de Javi en su mente. Demasiado tarde...
-¿No habéis vuelto a hablar?
-Sí, hablamos bastante a menudo por MSN. Me pregunto si volveré a verla.
-¿Todavía sigues enamorado de ella?
Javi clavó sus ojos en los de Ruth y, con gesto de inseguridad, abrió la boca para contestar. En ese momento Lucas y Rebeca entraron en el aula, salvando a Javi de dar una respuesta.
-¡Ey! - Exclamó tras dedicar una sonrisa a Ruth. Después chocó la mano de Lucas. - ¿No decías que no ibas a venir?
-Ha ido Víctor a mi casa para ayudar a mi hermana. Aunque no se yo si van a estudiar mucho esos dos...
Ruth no pudo evitar sonreír cuando vio aparecer a Lucas. Se acercó a ella y le revolvió el pelo como solía hacer. “Ya era demasiado tarde”... Las palabras de Javi resonaron en su cabeza de nuevo. ¿Qué iba a hacer cuando ya fuera demasiado tarde para ella y Lucas? Porque él no la iba a querer siempre... ¿iba a dejar pasar el tiempo para no hacerle daño a alguien que ya ni siquiera le dirigía la palabra? Pero es que era Natalia. Ante todo, su mejor amiga... ¿Cómo iba a hacerle eso? La conversación que acababa de tener con Javi la llenaba de dudas porque, por mucho que no quisiera hacerle daño a Nat, a su amigo no le faltaba razón...

sábado, 5 de febrero de 2011

Capítulo 19

“Aunque sople el viento y se lleve el mundo entero, no podría arrancarme lo que siento”

La luz de las farolas coloreaba de naranja la calle y la temperatura que envolvía el ambiente advertía que la llegada del otoño estaba cerca. Lucas se estremeció al sentir cómo una brisa fresca le acariciaba los brazos. Sus ojos la contemplaron, cabizbaja, avergonzada. ¿Qué hacía ella allí? Ya había pasado tanto tiempo desde que... desde aquello. ¿Qué era lo que pretendía? Seguramente ni ella misma lo tenía claro, podía percibir mucha inseguridad en sus ojos, que quedaban medio escondidos en la sombra de su flequillo. No llevaba flequillo la última vez que la había mirado tan de cerca. Lo cierto es que había cambiado mucho, pero eso no importaba. No podía comprender qué era lo que la había llevado allí después de tanto tiempo pero, fuera lo que fuese, ya era demasiado tarde, y eso tanto ella como él lo sabían. ¿Qué podía decir a esas alturas? Sentía rabia, tanto por los recuerdos que sin querer acudían a él, como por que aquello no hubiese sucedido antes. A pesar de todo, verla allí delante, temblando, con la cabeza agachada, consiguió conmoverle. Se preguntó si sería tan complicado revolverle el pelo como en aquel entonces y decirle que no pasaba nada, que todo estaba olvidado. Contuvo un suspiro. Sí que lo era, era muy difícil. Como dice el dicho, podría perdonarla pero no olvidar lo que ocurrió. Y una amistad con alguien a quien guardas rencor de manera irremediable no era lo que él quería. En realidad, lo que pasó, el hecho en sí, ya no le importaba. Él comprendió por qué hizo aquello, y la hubiese perdonado. Lo que no podía comprender es que jamás se acercara a él para disculparse o para dar una explicación. Por lo visto, había necesitado casi dos años y medio para decidirse a aparecer. Sabía perfectamente que Gloria estaba allí porque le debía una disculpa. Su expresión hablaba por ella. Y también sabía de sobra que no obtendría el perdón que había ido a buscar.
-Sea lo que sea lo que quieres decirme... no va a cambiar nada. - Dijo Lucas con una voz fría y llena de hostilidad, que la chica recibió con un suspiro débil, camuflado entre el pelo que le ensombrecía buena parte del rostro.
No contestó, acertando en la expresión del chico que no había terminado de hablar. Esperó con nerviosismo hasta que él decidió seguir y, mirándola a los ojos, sus labios pronunciaron unas palabras afiladas, fulminantes:
-Márchate, Gloria.

Ruth se acurrucó envuelta entre las sábanas intentando protegerse del desagradable sonido del móvil, que la avisaba de que ya era hora de levantarse. Todavía tenía agujetas de aquel fin de semana y no le apetecía nada ir al instituto. ¡Con lo bien que se está en la cama! Pero ya había dejado sonar cinco veces la alarma, así que, resoplando, se destapó y se dirigió a la ventana para cerrarla: había bajado mucho la temperatura. No disponía de tanto tiempo como para recrearse en elegir la ropa, así que se puso los primeros vaqueros que encontró en el armario y una camiseta negra de manga corta. Se estiró hacia atrás para mirar por la ventana. El cielo animaba a abrigarse un poco más, de modo que agarró una sudadera del mismo color que la camiseta y corrió escaleras abajo. Le extrañó no encontrar a Víctor en la cocina: solía madrugar más que ella. ¿Se habría quedado dormido? Quizás debería subir para despertarlo.
-¡Buenos días, peque! - Exclamó alegremente al entrar por la puerta, quitándole de la cabeza aquella idea.
Ruth se sobresaltó tanto que derramó la leche con que estaba llenando su taza. Después sonrió a su hermano y limpió la mesa con una balleta. A pesar de ser temprano y día de clase, Víctor no perdía la sonrisa, y lo cierto es que empezar el día viendo a alguien tan alegre es una buena forma de empezar. Le encantaba verlo siempre tan contento. Así como las personas tristes transmiten una especie de oscuridad y sensación deprimente, Víctor iluminaba allá por donde iba, tenía luz propia. Era como si le sobrara optimismo y saliera de él contagiando a los demás. Lorena le había contado lo triste que estuvo cuando ella y Lucas desaparecieron, y la verdad es que solo de imaginárselo se le formaba un nudo en la garganta. Solo había visto a su hermano pasarlo mal en una ocasión: cuando murió su abuelo. Incluso lo vio llorar. Entonces ella era muy pequeña, pero aquel recuerdo se había grabado en su memoria como algo muy doloroso. No podría soportar que Víctor volviera a sufrir así. Por suerte, era una persona muy fuerte con una cantidad de sonrisas ilimitada, para vencer a la tristeza tantas veces como fuera necesario.
-Pásame las galletas, anda. - Dijo él. Después se llevó el tetrabrick de leche a la boca y comenzó a beber.
Ruth hizo una mueca de asco.
-¡No hagas eso, Víctor! - Le gritó, lanzando un paquete de galletas que él consiguió atrapar al vuelo. - No seas guarro.
-No tengo nada contagioso. - Rió colgándose la mochila y abriendo la bolsa de galletas. - Vámonos ya, que llegamos tarde.

Efectivamente, llegaron tarde. No pudieron coger el autobús porque Ruth se negó a correr tras él, así que ahora estaba frente a la puerta cerrada de su clase, cinco minutos más tarde de lo debido. Suspiró profundamente y dio tres golpecitos antes de abrir. Por lo menos no tenía clase con Francisco Jiménez. Al entrar, todas las personas que se encontraban en el aula se giraron para observar a Ruth, que se disculpó tímidamente y se sentó en su sitio. Ángeles, su profesora de Geología, se golpeó la muñeca con el dedo indicándole que llegaba tarde, pero sin perder su simpatía. Después se dio la vuelta para seguir escribiendo en la pizarra.
-Hoy no tienes excusa. - Susurró Javi alzando las cejas, sonriente.
-Los autobuses se han compinchado contra mí. Todavía no he usado mi bonobús. No es culpa mía.
-Pobrecita. - Intervino Lucas, sentado delante de ella, con tono irónico.
-Oye, esta tarde ensayamos en mi casa. ¿Vas a venir? - Preguntó Javi elevando la voz más de la cuenta. Ángeles le dirigió una mirada de advertencia.
-¿Y cuándo pensáis estudiar? - Dijo Ruth cuando la profesora dejó de mirarles. - El jueves hay examen.
-Lo ha cambiado a la semana que viene. - Añadió Rebeca a su lado.
Ruth miró a Javi.
-Si voy, ¿me echarás una mano con Física?
-Claro, después del ensayo lo vemos.
-Los cuatro fantásticos de atrás me van a hacer una visita en el recreo. - Exclamó Ángeles girándose de nuevo, con la mano puesta en la cintura de una manera muy graciosa. - Os quiero ver en el departamento a las once y media.
Los chicos asintieron con la cabeza gacha y permanecieron callados durante el resto de la clase.

A la hora del recreo, se dirigieron al departamento de Biología y Geología, tal y como les había indicado la profesora.
-Tranquilos, Ángeles es muy buena. Nos echará un poco la bronca y ya está. - Dijo Lucas encogiéndose de hombros.
-Eso espero, no quiero que me coja manía desde principio de curso. - Añadió Ruth mordiéndose el labio. Después llamó a la puerta, pidiendo permiso para entrar, y abrió.
-¡Hola chicos! - Exclamó Ángeles al verlos allí. No parecía enfadada. - Pasad, pasad.
Ellos, obedientes, ocuparon la pequeña aula, llena de estanterías abarrotadas de libros. En la mesa, colocada en el centro, había multitud de carpetas y papeles desordenados.
-En realidad, - continuó la profesora, dedicando una sonrisa amable a sus alumnos. - No voy a castigaros, quería pediros un favor. - Al decir esto, su mirada se dirigió a Lucas, a quien ya conocía de otros cursos. - Me he comprometido a hacer el mural de las ciencias de este año, pero últimamente no he tenido mucho tiempo y los días han pasado volando. Total, que a penas lo he empezado, y ya sabeis que la exposición es mañana. - Hizo una breve pausa y miró a los chicos con un gesto de disculpa. - Me da vergüenza pediros esto, sobre todo cuando el mural que teníais que hacer los alumnos está terminado desde la semana pasada, pero la verdad es que me vendría muy bien algo de ayuda esta tarde.
-Puedes contar conmigo. - Dijo Ruth, aún sabiendo que aquello destrozaría sus planes de ir a ver tocar a sus amigos.
-Conmigo también. - Se ofreció Lucas.
Javi y Rebeca asintieron, indicando que ellos también echarían una mano. De todas formas, sin Lucas no iban a poder ensayar.

¿Pero dónde se metía esta chica? Natalia bajó las escaleras al ver que Ruth no estaba ya en clase. Tenía que hablar con ella. La noche anterior se le había desconectado Internet y no pudieron terminar la conversación. Sabía que no debía enfadarse con ella por haberle querido ocultar lo de Lucas. Después de todo, ella había hecho exactamente lo mismo. Bueno, no, en su caso era peor, porque no lo había hecho por el bien de su amiga, sino en beneficio propio. Se sentía mal por ello. Le dolía estar perdiendo a Ruth, pero no sabía cómo evitar la distancia que había entre ellas, y que cada vez era más grande. Desde lejos, la vio en el pasillo de la biblioteca. Acababa de salir del departamento de Biología y Lucas iba con ella. Sintió un nudo en el estómago al verlos juntos... y además parecían muy contentos, porque se reían a carcajadas...
Se marchó de allí antes de que pudiesen verla y cruzó la cafetería para llegar a uno de los dos patios que tenía el instituto, este en la parte de atrás. Gloria y las demás no solían estar allí en los recreos, pero no le apetecía demasiado estar con ellas después de lo del día anterior.
Como iba despistada, inmersa en sus pensamientos, no vio al chico que tenía delante y chocó contra él.
-Lo siento. - Exclamó ella sin prestar demasiada atención, dispuesta a continuar.
Pero él la agarró del brazo, impidiéndolo.
-¿No te acuerdas de mí? - Preguntó con una sonrisa.
A Natalia le llevó unos segundos recordar de quién se trataba, pero haciendo un poco de memoria, reconoció al chico de la Coca-Cola.
-Perdona, no me había dado cuenta. - Se disculpó.
-Ya veo, ibas en tu mundo. - El chico soltó una carcajada. - ¿Hoy no bebes Coca-Cola?
-Pues ya ves.
Natalia le dedicó una sonrisa. No había sido muy agradable con él el día anterior, pero la verdad es que el chico era simpático. Y muy guapo.
-Todavía no me has dicho cómo te llamas. - Dijo él sin apartar la mirada de sus ojos. - ¡Después de que te invité y todo!
Antes de poder contestar, Natalia sintió la mano de alguien en su hombro y se dio la vuelta para comprobar de quién se trataba. El corazón le dio un vuelco cuando descubrió tras ella a la última persona que esperaba encontrar. Tragó saliva y sus mejillas empezaron a arder.
-¿Puedo hablar contigo, Nat? - Preguntó Lucas.