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jueves, 30 de diciembre de 2010

Capítulo 12

“Preferí observar la Luna a tenerla en mis manos”

La luz de un nuevo día despertó a Ruth, acostada en la cama más cercana al balcón. Como sus amigos aún estaban dormidos, se dirigió con sigilo al cuarto de baño, procurando no despertarlos, y se dio una ducha de agua fría para liberarse del calor húmedo y pegajoso del que estaba cargado el aire.
Después salió al balcón y, apoyada en la barandilla, observó el mar, muy tranquilo aquella mañana,. Ya había mucha gente allí, con sus sombrillas colocadas en la arena, blanca y limpia. El agua era de una transparencia poco habitual, y dejaba al alcance de la vista lo que guardaba bajo su manto azul claro. El sol hacía brillar las tímidas olas que se formaban a lo lejos, en el horizonte. Las voces divertidas de los niños produjo en Ruth cierta melancolía. Sus padres aprovechaban para tomar el sol o dormir bajo la sombrilla, y algunos corrían detrás de sus hijos en un intento desesperado por impregnarlos de protector solar. A la izquierda había un chiringuito sin mucha clientela.
Ruth respiró profundamente, cerrando los ojos y disfrutando de ese agradable olor a mar. Era lo que más le gustaba de sus viajes a la playa. Se sentía tan agusto que podría haber permanecido allí durante el resto del día. Dedicó una sonrisa a aquel paisaje, agradeciendo los placenteros minutos que acababa de regalarle. Había empezado el día con optimismo, y estaba segura de que nada podría estropear su cumpleaños.
Sus amigos le habían hecho el regalo perfecto.
-¡¡Felicidadeees!!
Ruth se sobresaltó muchísimo al escuchar esto, tanto, que se llevó la mano al pecho mientras se daba la vuelta y descubría a Javi con los brazos extendidos y una sonrisa enorme. Estaba tan absorta contemplando el mar que no se dio cuenta de que su amigo también había salido al balcón.
Se acercó a él y dejó que sus brazos la rodearan.
-¡Gracias! Pero la próxima vez intenta no matarme del susto, por favor.
Entraron en la habitación, y Ruth vio a Lucas sentado en la cama, poniéndose unas zapatillas de deporte.
-Felicidades, Ruth. - Dijo dejando de prestarle atención a su tarea por un momento.
-Gracias. - Volvió a decir ella con voz alegre.
Escucharon cómo llamaban a la puerta y fue Ruth quien se apresuró a abrir. Sin tener tiempo para averiguar quién era, se vio de pronto estrujada entre unos brazos.
-¡Que te haces mayor, hermanita! - Tal y como había imaginado, era su hermano quien la había abrazado tan efusivamente. - Parece que fue ayer cuando...
-No... puedo... respirar... - Se esforzó por decir Ruth, que tenía la cara aplastada contra el pecho del chico.
Él la liberó inmediatamente y después le removió el pelo con cariño.
Lorena, que estaba junto a Víctor esperando su turno, también felicitó a la cumpleañera.
Los cinco amigos se acomodaron en las camas y empezaron a sugerir ideas sobre lo que iban a hacer durante el día.
-Podemos ir a la playa y echar allí la mañana. - Propuso Javi. - Después buscamos un supermercado, que supongo que habrá alguno cerca de aquí, nos hacemos unos bocadillos y nos ahorramos el dinero que nos costaría comer en cualquier restaurante. ¿Qué os parece?
-Por mi bien, pero, ¿dónde nos vamos a comer los bocadillos? - Preguntó Lorena mientras recogía sus rizos castaños en una coleta.
Ruth levantó la mano, pidiendo permiso para hablar del mismo modo que se hacía en clase.
-Propongo ir al parque en el que estuvimos anoche después del paseo por la playa. En cualquier otro sitio hará demasiado calor, a no ser que comamos aquí.
Los demás asintieron, de acuerdo con la idea de Ruth.
-Bueno, y por la cena no hay que preocuparse, viene incluida en el precio del barco. - Explicó Javi, que había sacado las entradas para el crucero. - Sale del puerto a las nueve y regresa aproximadamente a las doce de la mañana del día siguiente.
-¿Qué barco? - Preguntó Ruth arrancando de las manos de Javi una de las entradas. Se entusiasmó al leer el contenido. - ¡Un crucero! ¡Qué pasada!
-Pero, a ver. - Empezó a decir Lucas. - ¿Eso son quince horas de discoteca sin descanso?
-No hombre, la discoteca ocupa solo una parte del barco, pero tiene otras muchas salas. Si no recuerdo mal, tiene salón de juegos, restaurante y habitaciones con camas, aunque eso no lo incluyen estas entradas, porque las subía bastante de precio.
Al escuchar esto, Ruth fue consciente de la enorme suma de dinero que habrían pagado sus amigos por todo aquel viaje, mientras que ella no había aportado nada, así que decidió que a partir de entonces pagaría los demás gastos. Además, su madre le había dado una cantidad de dinero considerable como regalo de cumpleaños.

A pesar de ser veintisiete de septiembre, la playa estaba llena de gente, que aprovechaba las últimas oportunidades para disfrutar del mar y de un fin de semana soleado. Los chicos, que no se habían acordado de llevar sombrillas, tuvieron que comprar una en una tienda que había junto al hotel, y buscaban algún lugar donde acoplarse entre la multitud. La gente se había colocado de manera que resultaba muy difícil hallar un lugar con espacio suficiente para cinco personas, pero, después de un buen rato, pudieron acomodarse entre dos familias. Les costó un gran esfuerzo conseguir mantener en pie la sombrilla.
Ruth tenía planes de quedarse allí tomando el sol, pero todos los demás estaban deseando irse al agua. Cuando ya iban a marcharse, una señora entrada en años
y bastante voluminosa colocó su toalla junto a la de Ruth, aunque quizás sería más correcto decir que la puso encima. La señora se tumbó allí con toda la tranquilidad del mundo, ocupando parte del espacio de la joven, que no tardó en levantarse.
-¡Esperadme! - Gritó a sus amigos, corriendo hacia la orilla.

Pasó un buen rato hasta que regresaron a su sitio, donde seguía acomodada la enorme señora. Al ver la hora que era, no les quedó más remedio que recogerlo todo y marcharse. Se les había pasado la mañana casi sin darse cuenta.
Después de pasar por el hotel y dejar allí todas las cosas, fueron en busca de un supermercado para comprar la comida y se dirigieron al parque en el que habían estado la noche anterior. Aquel parque gozaba de una abundante vegetación, por lo que estaba a la sombra casi en su totalidad, algo que era de agradecer. Se sentaron en el césped cerca de una fuente que regalaba a sus oídos el agradable chapoteo del agua. Era el lugar perfecto para hacer un picnic.
-¡A ver! - Exclamó Víctor cogiendo una barra de pan. - ¿De qué queréis los bocadillos?
Habían comprado una gran variedad de embutidos en el supermercado, junto con refrescos y numerosas barras de pan. Estuvieron dudando si comprar también una tortilla, pero pensaron que quizás sería demasiado y que no iban a poder aprovechar la comida que sobrara, ya que en el crucero les darían cena y desayuno.
Entre Víctor y Ruth terminaron rápido de preparar los bocadillos para todos. Muy cerca de ellos, dentro del parque, había un restaurante con aspecto de ser bastante caro. Las personas que comían allí los miraban con caras extrañas, muchos de ellos incluso con desprecio, como si lo que estuvieran haciendo fuera algo atroz. Lo cierto es que a los chicos esto no les importó mucho. Estaban contentos de haberse ahorrado un buen dinero y, además, sabían que un picnic en el césped era la forma más divertida de comer, por lo que ignoraron toda mirada despectiva y disfrutaron de sus bocadillos.
Cuando terminaron, guardaron todos los envases en las bolsas donde lo habían llevado, para después tirarlo a un contenedor. El más mínimo resquicio de suciedad rompía el encanto de aquel parque.
-¡Uf...! - Se quejó Víctor, acariciándose la barriga. - Creo que voy a reventar.
Se tumbó junto a Lorena y ella colocó la cabeza en su hombro. Javi se dejó caer en el césped, con piernas y brazos abiertos, y suspiró complacido. Ruth estaba sentada a su lado, abrazando sus rodillas y Lucas dio el último sorbo a su Coca-Cola, para después meter la lata en una de las bolsas. A pesar de la belleza del parque, del sonido del agua y de lo bien que habían comido, había algo que Ruth echaba de menos.
-Falta Natalia... - Susurró con tristeza.
Nadie contestó, aunque ella sabía que todos estaban de acuerdo. No querían fastidiar aquel fin de semana, que hasta entonces había sido perfecto.
-Lo que sí hace falta aquí es una guitarra. - Dijo Javi intentando quitar importancia al comentario de Ruth.
-Ya te digo. - Coincidió Lucas, que acababa de acomodarse en el césped y jugueteaba con una pequeña rama.
Ruth lo observó en silencio, aceptando que el cosquilleo que estaba sintiendo en el estómago no iba a desaparecer. Poco a poco todo estaba volviendo a la normalidad, inevitablemente. Era imposible que las cosas ocurrieran de otra manera, puesto que tenían que verse a diario, tanto por el instituto, como por sus amigos. ¿Tan horrible sería que volvieran a llevarse tan bien como antes?

Pasaron casi toda la tarde en el parque, tumbados en el césped. Algunos incluso se habían echado una pequeña siesta, aprovechando la agradable temperatura que hacía bajo la sombra de aquellos árboles tan frondosos. A las siete y media decidieron regresar al hotel, ya que eran cinco personas y solo contaban con dos duchas, así que les llevaría un buen rato prepararse para el crucero. El puerto estaba lejos de allí, por lo que pensaron que lo mejor sería coger un autobús. Todavia no se habían familiarizado con la ciudad y corrían el riesgo de perderse y llegar más tarde de la hora prevista.
A las ocho y media ya lo tenían todo preparado, gracias a que los tres chicos habían presionado a Ruth y Lorena para que se dieran prisa. No se podían explicar que les resultara tan complicado decidir cómo iban a ir vestidas. Pero la verdad es que la espera había merecido la pena: estaban guapísimas.
Lorena había elegido un modelito quizás demasiado formal, más propio de una Nochevieja. Llevaba un vestido gris claro atado al cuello, con piedrecitas brillantes en los tirantes. Se ajustaba a su cuerpo hasta la cintura, para después abrirse en una voluminosa falda de organdí. Había calzado sus pies con unas preciosas sandalias negras, con un tacón que daba vértigo.
En cambio, Ruth iba mucho menos elegante que su amiga. Se había puesto un vestido turquesa de una tela muy fina, acampanado, que le daba un aire infantil, y unas sandalias planas atadas a los tobillos: la idea de pasar la noche entera encima de unos tacones ya hacía que le doliesen los pies.
Lucas la observó cuando entró a la habitación. ¡Qué guapa estaba! La había visto muchas veces con vestidos y zapatos de tacón impresionantes, pero lo cierto es que en aquellas ocasiones no tenía el mismo encanto. Estaba mucho más guapa cuando no se arreglaba tanto, cuando se mostraba tal y como era, sin maquillajes ni zapatos deslumbrantes.

Tuvieron que esperar un buen rato hasta que el autobús llegó y corrieron hacia el barco cuando llegaron al puerto, justamente a las nueve. Temían que se hubiera marchado sin ellos, pero tuvieron suerte.
Miraron asombrados el interior del barco, más grande de lo que habían imaginado. La decoración era muy moderna, seguramente porque aquellos cruceros estaban pensados para gente joven. La música sonaba a todo volumen, del mismo modo que una discoteca, y había platos con comida por todas partes. Al fondo de la sala había una barra, donde servían las bebidas.
-¿La entrada incluye también bebida? - Gritó Lorena, esforzándose porque Javi pudiese oírla.
-No. - Respondió él, también gritando. - Eso te lo tendrás que pagar tú.
-¡Vamos! ¡Yo te invito! - Intervino Ruth, contenta de poder pagar algo, por fin.
Las dos amigas caminaron juntas hasta la barra, esquivando la multitud de gente que llenaba la sala. Lucas las observó marcharse: muy pronto empezaban a beber.
-¡Eh, Lucas! - Exclamó Víctor, que se había alejado bastante. Javi estaba con él. - ¡Hay aquí un futbolín! ¿Juegas?
Después de señalar hacia dónde se dirigían, se dio la vuelta. Lucas se dispuso a seguirles, pero una mano lo agarró del brazo, impidiéndolo. Era una chica que lo miraba con picardía. Llevaba un vestido ajustado al cuerpo, excesivamente corto.
-¿Estás solo? - Preguntó, acercándose a él más de la cuenta, para que así pudiese oírla.
-¿Qué? No. En realidad... - Empezó a decir él, intentando guardar distancias.
-¿Quieres bailar conmigo? - Le interrumpió ella, agarrándolo del cuello y moviéndose pegada a él.

Desde la barra, Ruth lo observaba todo. Lorena se dio cuenta y sonrió.
-No te preocupes, verás qué pronto se deshace de ella. - Dijo colocando la mano en la pierna de Ruth. - ¿Ves? - Siguió, al comprobar que su hermano había conseguido librarse de la chica, y corría en busca de sus amigos.
-¿Qué? - Exclamó Ruth, retirando inmediatamente la mirada de Lucas, fingiendo no haber visto nada.
Lorena rió al ver lo nerviosa que se había puesto su amiga, pero no dijo nada más al respecto.

El tiempo avanzaba rápido dentro de aquel barco. Gran parte de la noche la pasaron jugando al futbolín, al que también se unieron Ruth y Lorena. De vez en cuando iban a la barra a pedir algo o salían a tomar el aire. Agotados, finalmente acabaron en otra sala, llena de cómodos y modernos sillones. Sus oídos pitaban ahora que la música no sonaba con tanta fuerza. Lorena se quitó las sandalias y se tumbó en un sofá, apoyando la cabeza en las piernas de Víctor. Por otro lado, Lucas y Javi ocuparon otro asiento, completamente rendidos.
-Pero bueno, ¿qué es esto? - Exclamó Ruth al ver de aquella manera a sus amigos. - ¡Todos arriba, que aún queda mucha noche por delante!
Los demás se quejaron como un niño a quien su madre intenta sacar de la cama para ir al colegio. Viendo esto, Ruth se dirigió hacia la popa del barco, para contemplar el mar. No le apetecía pasar el resto de la noche sentada en un sofá.
Una brisa muy agradable le acarició la cara al salir. Se acercó a la barandilla y contempló el horizonte. Una tímida luz empezaba a clarear el cielo, aunque aún pasaría un buen rato hasta el amanecer. Con cuidado, se sentó en la baranda, dejando los pies colgando sobre el mar. Cerró los ojos y sintió el aire en su rostro. Qué sensación tan agradable. Permaneció así un rato, hasta que escuchó una voz tras ella.
-Te vas a caer. - Le advirtió.
Miró hacia atrás: era Lucas. La chica se puso algo nerviosa al verse a solas con él y sin escapatoria.
-¿Qué haces aquí? - Preguntó Ruth, volviendo a mirar al horizonte.
-Se han dormido todos y he venido a buscarte.
Ella no respondió: no sabía qué decir. Lucas se colocó a su lado, apoyando los brazos sobre la barandilla.
-Ruth... Yo... Quería hablar contigo.
La chica lo miró, intentando disimular sus nervios.
-Sé que no he hecho bien las cosas, que debería haberte dicho la verdad desde el principio, pero no tiene sentido esto que estás haciendo. Además, me prometiste que nada cambiaría entre nosotros y ahora ni siquiera me diriges la palabra.
-¿Perdona? - Exclamó ella, ofendida. - En primer lugar, yo no llegué a prometerte nada. Y aunque lo hubiese hecho, no estarías en condiciones de reprocharme el no cumplir con mi palabra.
-No me refería a... - Intentó explicarse él.
-¡Me has estado mintiendo tranquilamente durante un año y medio, Lucas! - Al recordar esto, Ruth se puso furiosa. - Me has hecho creer en alguien que no existe, sin pensar en cómo me sentiría yo.
La chica se tambaleó en la barandilla, y estuvo a punto de caerse, pero consiguió mantener el equilibrio.
-Ruth, bájate de ahí, te vas a caer. - Dijo él tendiéndole la mano.
-¡No! - Gritó ella apartando la mano de su amigo de un manotazo.
Al hacer esto, de nuevo volvió a tambalearse. Intentó evitar la caída colocando el pie sobre el barco, pero la humedad hizo que se escurriera. Lucas reaccionó e intentó agarrarla, pero no le dio tiempo.
-¡Ruth! - Gritó, mirando hacia abajo desesperado. Sintió un enorme alivio al ver que su amiga había conseguido agarrarse a algo que parecía una barra de hierro, y estaba suspendida sobre el mar. - ¡Tranquila! ¡Voy a bajar!
¿Tranquila? Iba a perderse en mitad del océano, y él le decía que estuviera tranquila, que iba a bajar a morir con ella.
-¡Ni se te ocurra! - Su voz temblaba tanto que temió que no la entendiera. - ¡Ni se te ocurra bajar! - Repitió procurando ser más clara.
Pero era demasiado tarde. Lucas cogió uno de los salvavidas colocados en el borde de la popa, se agarró de la barandilla con la misma mano con que sujetaba la cuerda del flotador y apoyó los pies sobre el barco, quedando, como ella, suspendido sobre el mar.
-¡Imbécil! - Gritó Ruth viendo que su amigo iba a acabar peor que ella. - ¡Pero ve a avisar a alguien en vez de colgarte ahí como un mono!
-¡Cállate y dame la mano! - Exclamó él estirándose hacia ella. - ¡Para cuando consiga encontrar a alguien sobrio ya será demasiado tarde!
Estaba lo suficientemente cerca como para poder coger su mano, pero al hacerlo, Lucas no pudo soportar el peso y los dos cayeron al agua.
Gritaron desesperadamente, pidiendo ayuda, pero la música hacía imposible que pudiese oírlos alguien. Aún así, no se rindieron. Nadaron cuanto les fue posible, pero el barco los dejó atrás, solos, en medio del océano.
-¡Lucas, se han ido! - Lloró Ruth, que aún nadaba inútilmente hacia el barco.
Él fue tras ella y la agarró por la cintura, impidiendo que continuara avanzando, sabiendo que todo esfuerzo sería para nada.

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