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lunes, 24 de enero de 2011

Capítulo 18

“Por un momento, me gustaría dejar de pensar... y sentir”

Abrió la ventana de su habitación y miró al cielo. Era como si las estrellas se hubiesen escondido... no podía ver ninguna. Apoyó la barbilla sobre las manos y siguió mirando hacia fuera, pero sin prestar demasiada atención. La noche anterior había visto más estrellas que nunca, junto a Lucas. Se le escapó una sonrisa, que desapareció casi al instante. Se preguntaba qué iba a pasar, cómo serían las cosas a partir de ahora entre ellos dos. Lo más sencillo sería volver a verlo como un buen amigo. Como si los sentimientos se pudiesen controlar... De todas formas, mantener una amistad normal con él tampoco sería algo tan difícil.
Ruth giró el cuello y dirigió la mirada hacia el ordenador. Echaba de menos hablar con él como lo habían hecho durante más de un año y medio. Quizás ya no volverían a mantener ninguna conversación más por MSN. Y, si lo hacían, no sería como en aquellas ocasiones. Nunca nadie le había hablado de esa manera antes, como lo hacía Lmusic. Como lo hacía Lucas. Él era diferente al resto de personas, de eso no cabía duda. Pero no era Lucas quien le había demostrado eso, sino Lmusic. Aunque fuesen la misma persona, su forma de ser cambiaba dependiendo del nombre bajo el que estuviera. Lucas era un chico que llamaba la atención por donde quiera que pasara, pero se debía sobre todo a su aspecto físico. Por lo demás, no exitía algo que lo diferenciara notablemente del resto de personas. Pero, al mirar bajo aquel pseudónimo con el que había ocultado su verdadero nombre, se encontraba un chico, sin duda, especial y de una sensibilidad poco común. No solo se cambiaba el nombre al conectarse desde esa cuenta del MSN, también trastocaba su personalidad. ¿Y por qué hacía eso? Si precisamente lo que intentaba camuflar bajo un comportamiento vulgar y poco llamativo, era, lo mejor de él, entre otras muchas cualidades, claro. Ruth se dio cuenta de que, a pesar de todos esos años de la infancia que había compartido con Lucas, no lo conocía tan bien como siempre había creído. Después de todo, se habían distanciado mucho desde que empezaron el instituto. A partir de entonces, Lorena, Natalia y ella habían tomado un camino diferente al de los chicos. Durante ese tiempo tan solo había sido para ella el amigo de su hermano, y de vez en cuando los encontraba en el salón jugando a la videoconsola, pero no más. Y, cuando Lorena y Víctor empezaron a salir, de nuevo retomaron el contacto que habían perdido durante aquellos años. Poco después apareció Lmusic... y le enseñó a ver el lado mágico de la vida, consiguiendo apartar el espíritu tan poco soñador que Ruth siempre había tenido.
Suspiró y caminó hacia el ordenador. Lo encendió y buscó en la carpeta de música. Hizo doble clic sobre una canción y subió un poco el volumen. Una canción envolvió la habitación... No una canción, su canción. La canción de ellos dos: With me. Después se acercó a la estantería que había encima de su cama y cogió una carpeta de colores algo gastada, bastante vieja. Se sentó en la cama y la abrió. Allí estaba... Ruth contempló aquel dibujo y sintió un cosquilleo en el estómago. Eran un chico y una chica, en blanco y negro, dibujados con un toque manga, cogidos de la mano y sonriendo. Contempló ensimismada aquel dibujo tan tierno. Se lo había enviado Lmusic hacía varios meses. Él había dicho que eran ellos, pero lo cierto es que no se parecían mucho. Sonriendo, volvió a cerrar la carpeta y regresó junto al ordenador para conectarse al MSN. Justo después de abrirse la ventanita con todos los contactos, se encendió una luz naranja parpadeante. ¡Era Nat! A penas había hablado con ella durante las dos últimas semanas.

Nat: ¡Ruth! ¿Por qué no has venido hoy a clase? O mejor dicho, ¿por qué ninguno habeis venido a clase?
Ruth: Puf... si te lo contara no te lo creerías... De todas formas, me sorprende que me preguntes eso.
Nat: ¿No vas a contármelo?

Ruth lo pensó un momento. ¿Le decía a Natalia que esa misma mañana se había despertado en una isla desierta con Lucas y que por eso no había podido ir al instituto? Resopló y, no muy convencida, empezó a escribir.

Ruth: Fuimos a pasar el fin de semana a la playa y el sábado por la noche acudimos a una fiesta en un barco. Cuando ya estaba amaneciendo, Lucas y yo nos caímos al agua y nadamos hasta una isla desierta. Los demás avisaron a la policía y hasta esta mañana no nos han encontrado. Por eso no hemos podido ir hoy a clase.

Natalia frunció el ceño enfadada. ¿Le estaba tomando el pelo? No tenía ninguna gracia. ¿Qué pretendía diciéndole eso? ¿Era porque estaba molesta con ella por lo de Gloria y las demás?

Nat: Ya. Qué graciosa.
Ruth: Esa es la verdad. Ya te dije que no me creerías.

A Ruth no le gustaba demasiado gastar ese tipo de bromas. ¿En serio habían estado perdidos en una isla desierta? No terminaba de creérselo, pero decidió no hablar más del asunto. Si lo que le decía era cierto, no tardaría en enterarse.

Nat: Bueno, te creo.
Ruth: Gracias.
Nat: Hoy he ido a buscarte a clase. Quería decirte una cosa que quizás debería haberte contado antes.
Ruth: Dime.
Nat: El día que conociste a Lmusic... vi a Lucas entrar en el baño detrás de ti... y cuando él salió de allí te vi poco después buscando a alguien. Después me contaste todo lo que había pasado y... Ruth, me parece que Lmusic es Lucas.

Ruth no podía creer lo que estaba leyendo. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Tenía que decirle que ya sabía todo eso y, aún así, se lo había estado ocultando? A lo mejor debería hacerse la sorprendida y fingir que no tenía ni idea... No... No iba a mentir más.

Ruth: Lo sé... Siento no habértelo contado antes. De todas formas no iba a pasar nada entre nosotros y no quería hacerte daño, Nat.

Sin responder a eso, Natalia se desconectó, haciendo que Ruth sintiera una enorme impotencia. Como si las cosas no estuvieran ya lo suficientemente mal entre ellas... Sus ojos se humedecieron. Se dio cuenta de que la amistad que siempre hubo entre ellas se estaba desvaneciendo como si nada. Natalia era su amiga, no podía dejar que Lucas las separase...
El sonido del MSN interrumpió sus pensamientos, y de nuevo centró su atención en el ordenador. Pensó que sería Nat de nuevo, diciéndole que le había fallado Internet, pero no era ella. Era Lucas. No, tampoco era Lucas. Era Lmusic. No pudo evitar una sonrisa... Desde aquel día en el parque de atrás del Golden River, no habían vuelto a hablar por MSN.

Lmusic: ¡Hola!
Ruth: ¡Hola! ¿Y esto?
Lmusic: ¿Esto? ¿El qué?
Ruth: ¿Por qué te conectas desde este MSN?
Lmusic: No tienes mi otra cuenta y tenía que decirte una cosa. Me ha llamado Rebeca hace un rato y me ha dicho que hoy en clase han mandado hacer un trabajo para Proyecto Integrado. No hay que entregarlo hasta dentro de un mes, pero mañana tenemos que decirle el tema del trabajo al profesor, y nos ha tocado hacerlo juntos. Ya sabes... voy detrás de ti en la lista. Puede ser del tema que queramos, siempre que esté relacionado con algún campo de la ciencia, y lo podemos hacer como queramos. Lo único que exige es que trabajemos y que aprendamos haciéndolo.
Ruth: ¿Y qué tema vamos a elegir?
Lmusic: He pensado una cosa. Podríamos hacer una excursión al Jardín Botánico un día de estos, y llevarnos la cámara para grabar un vídeo. Podemos hacer una especie de documental sobre las diferentes plantas y también profundizar un poco más en biología, comentando su forma de alimentación y todas esas cosas. ¿Qué te parece?
Ruth: ¿Un documental?
Lmusic: Sí. Explicaremos las cosas hablando, en vez de por escrito.
Ruth: ¡Es una buena idea, Lucas!
Lmusic: Entonces, ¿te parece que lo hagamos así?
Ruth: Claro que sí.

Se estiró un poco más sobre el taburete, que se tambaleaba bajo sus pies. Tiró de la gruesa enciclopedia que por fin había logrado alcanzar, arrastrando con ella uno de los tomos de Death Note que su hermano había colocado allí. Lorena sintió cómo se le erizaba el pelo de la nuca al escuchar un sonoro ¡Plof!
Mordiéndose el labio dirigió la mirada lentamente hacia abajo, descubriendo el cómic en el fondo del cubo de la fregona que había dejado allí después de fregar la leche que se le había derramado de la merienda. Se llevó la mano que le quedaba libre a la boca, muerta de miedo. No quería imaginar la reacción de Lucas al enterarse de lo ocurrido. Se bajó del taburete y rápidamente sacó el librito del cubo. Lo abrió con cuidado, para averiguar cuál era la gravedad del asunto y, desgraciadamente, comprobó que aquello no tenía fácil arreglo. Clavó la mirada en la puerta del salón para asegurarse de que nadie había presenciado el desafortunado accidente. Bueno, solo tenía que deshacerse de él y comprar otro antes de que su hermano lo echara de menos.
Justo en ese momento escuchó el sonido del timbre y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Si Lucas bajaba para abrir la puerta la descubriría. Así que, dejando el cómic mojado sobre la mesa, corrió para recibir a su visitante. Pero, al ver quién había llamado al timbre, olvidó por completo todo lo sucedido hacía pocos minutos.
-Hola, Lorena. - Dijo con la cabeza agachada, avergonzada.
Lorena permaneció en silencio, contemplando con hostilidad a aquella chica que ni siquiera era capaz de mirarle a la cara.
-¿Qué haces aquí, Gloria? - Preguntó tras unos segundos incómodos. Su voz delató la furia que guardaba dentro.
-Tengo que hablar con Lucas. - Respondió alzando por fin la mirada, retirando un mechón ondulado que le caía sobre el rostro.
-¿Para qué? ¿A qué viene esto ahora? ¿No crees que deberías haberlo hecho en su momento? - Conforme hablaba, Lorena iba subiendo poco a poco el tono de voz, mostrándose cada vez más enfadada. - Ya es demasiado tarde.
-Por favor, Lorena, déjame hablar con él. Ya no puedo más.
-Vete.
-¡Por favor!
Los ojos verdes de Gloria se llenaron de lágrimas que logró contener tras un suspiro. Sin embargo, eso no provocó compasión ninguna en Lorena, quizás todo lo contrario.
-Mi hermano no está aquí, ha ido a pasear a Sara. - Mintió deseando que aquella chica se marchara de allí de una vez.
Casi antes de terminar de hablar, Sara apareció junto a ella, asomándose por el hueco que quedaba entre Lorena y el marco de la puerta. Gloria le dedicó una mirada suplicante.
-Déjalo en paz. De todas formas, él no va a querer hablar contigo.
-Entonces dile que baje. Me iré cuando él me lo pida.
Lorena se sobresaltó cuando alguien abrió aún más la puerta que ella había estado sujetando todo el tiempo. Lucas estaba a su lado, observando a Gloria con aversión.
-Déjanos a solas. - Le indicó a su hermana, que obedeció sin mucho agrado, dedicándole a la otra chica una última mirada de odio.

sábado, 8 de enero de 2011

Capítulo 17

“Mientras menos necesitas, más feliz eres”

Natalia estaba sentada en su sitio, con la mirada clavada en el profesor de matemáticas. De vez en cuando asentía con la cabeza dando a entender que estaba comprendiendo la explicación, aunque eso no era cierto. Sus pensamientos estaban muy lejos de allí. Pensaba en Lucas. Y también en Ruth. No los había visto en los dos cambios de clase anteriores, cuando salió al pasillo. Seguramente se habrían quedado dentro de clase. Eso no podía saberlo, porque no se había atrevido a asomarse. La que seguro que no había ido era Lorena. ¿Estaría enferma? Seguro que todos sus amigos estaban molestos con ella por pasar últimamente más tiempo con Gloria y las demás, que con ellos. Pero no podía soportar estar cerca de Lucas y Ruth, sabiendo lo que él sentía. ¡Estaba enamorado de ella! Además, Gloria y sus amigas la trataban genial. No comprendía por qué la gente hablaba tan mal de ellas.
Pero... algo en su interior la hacía sentirse mal. Echaba de menos a sus amigos. Y se sentía culpable. Quizás debería contarle a Ruth quién es en realidad Lmusic. Si, de todas formas, ella jamás accedería a salir con él. Al contrario, seguro que decidiría distanciarse para así evitar malentendidos. Y, sorprendentemente, a Ruth nunca le había gustado Lucas. ¿Por qué iba a empezar a gustarle a estas alturas? Natalia lo pensó unos segundos. A lo mejor contárselo no causaba ningún problema, sino que lo solucionaría todo. Además, cuando Ruth lo rechazara, posiblemente él decidiría olvidarla. ¡Qué estúpida había sido queriendo ocultárselo! Dentro de cinco minutos, cuando la campana sonase anunciando el comienzo del recreo, la buscaría para hablar con ella y contárselo todo. Pero... ¿y si se enfadaba por no habérselo dicho antes? No. Ruth era muy comprensiva y seguro que no se lo tomaba a mal.
-Nat. - Susurró Gloria a su lado, acercándose a su oído. - ¿Vienes conmigo a la cafetería cuando toquen?
Natalia permaneció en silencio un instante, mirándola a los ojos.
-Lo siento, pero tengo que hacer una cosa. Después iré a buscaros.
Gloria asintió con cara de pocos amigos. Era la primera vez que Natalia le decía que no a algo. Había estado muy rara durante la mañana...

Cuando sonó la campana, Natalia salió disparada hacia la clase de Ruth y esperó a que saliera. La última en salir fue Rebeca Fernández, la chica rara del instituto, que se le quedó mirando.
-Tú eres Natalia, ¿no? - Le dijo, sin sonreír y con la expresión inmutable.
-Sí... - Respondió la chica intimidada por los ojos azul claro de Rebeca, con quien nunca antes había hablado.
-No han venido.
-¿Quién? - Preguntó Natalia algo confusa al ver que la chica hablaba en plural.
-Ruth, Javi y Lucas. Los buscas a ellos, ¿no? Pues no han venido. No queda nadie aquí dentro.
-Ah... Y tú... ¿Tú sabes dónde están?
-No.
Después de eso, Rebeca siguió caminando, sin decir nada más, dejando allí a Natalia, plantada junto a la puerta del aula.
-¡Perdona, Rebeca! - Gritó antes de que desapareciera. La aludida se dio la vuelta y la observó en silencio, esperando a que dijese algo. - ¿Si ves a Ruth, podrías...?
-Date por vencida, Natalia. Ríndete de una vez.
La chica no daba crédito a lo que estaba escuchando. ¿Que se rindiera? ¿A qué se refería exactamente? Si no había dicho nada fuera de lo normal. Por un momento tuvo miedo de que aquella chica tan rara tuviera la capacidad de leerle el pensamiento.
-¿Qué... Qué quieres decir?
Rebeca no dijo nada más y se dio la vuelta de nuevo para continuar su camino. Natalia se quedó unos segundos en blanco, aturdida, y después se dirigió hacia la escalera para bajar al patio y buscar a las chicas. Tenía sed, así que sacó una moneda del bolsillo de su pantalón para comprarse una Coca-Cola Light en la máquina de refrescos. Cuando llegó, un chico la estaba utilizando, así que esperó a que terminara para acercarse ella. El joven se agachó para recoger su refresco y después se marchó, dejando la máquina libre. Antes de irse, miró un momento a Nat, que permanecía apoyada en la pared de enfrente, con los brazos cruzados, y le dedicó una sonrisa. Ella lo ignoró por completo y se acercó a la máquina. Introdujo la moneda, pulsó el botón y... nada. Producto agotado. ¡Vaya! Qué mala suerte. Recogió de nuevo su dinero y se dio la vuelta, decepcionada. Se sobresaltó muchísimo al ver al chico de antes frente a ella, con una enorme sonrisa.
-¿Qué ocurre? - Le preguntó sin dejar de sonreír.
-Te has llevado la última. - Dijo ella en tono de reproche, descubriendo una lata de Coca-Cola Light que el chico sostenía en la mano.
-Ah, ¿esto? Para ti, a mí me da igual beber otra cosa.
Y extendió el brazo, ofreciéndosela. Ella agarró la lata, sonriendo por primera vez, y tiró de la chapita para abrirla. Después dio un sorbo.
-Gracias. - Dijo, a la vez que le entregaba la moneda al chico.
-No, no, invito yo. - Respondió él devolviéndosela.
-Pues mejor. - Natalia se encogió de hombros, haciendo amagos de marcharse. - Nos vemos.
-Pero, si quieres, - continuó él – puedes invitarme tú a algo esta tarde. O, también podría invitarte yo otra vez.
Natalia levantó la mano que tenía libre despidiéndose de él, sin responder a su proposición. No le apetecía tomar nada con ningún chico que no fuera Lucas. Era mono, pero aún así no le llamaba demasiado la atención. Aunque tenía que reconocer que ese tipo de cosas conseguían que se sintiera un poco mejor consigo misma.
Gloria y las demás estaban junto a la puerta de entrada, sentadas en un banco. Al llegar Natalia, todas la saludaron alegremente. Eva y Tamara se separaron, dejando un espacio para que se sentara la recién llegada. Gloria, que estaba sentada en el respaldo, colocó una enorme caña de chocolate delante de Nat.
-¿Quieres? - Le dijo con una amplia sonrisa.
Querer, quería. Pero no podía permitírselo. Con dolor, agitó la cabeza de un lado a otro, a modo de negación.
-No, gracias. ¿Cómo podeis comer esas cosas y estar así de delgadas? - Preguntó con cierta envidia, intentando no mirar más aquel dulce tan apetitoso.
Las chicas se echaron a reír al escuchar el comentario de su amiga, que las miró sorprendida. ¿De qué se reían?
-Bueno... - Dijo Eva encogiéndose de hombros. - Yo siempre he dicho que mejor fuera que dentro.
Soltó otra carcajada.
-¿Qué quieres decir? - Natalia no estaba segura de si había interpretado bien lo que acababa de escuchar. - Vosotras... - Abrió la boca y metió en ella los dedos índice y corazón, fingiendo dar una arcada.
Las demás se miraron unas a otras, sonriendo. Nat no daba crédito: ¿cómo podían hacer algo así y decirlo como si nada?
-Bueno, solo cuando es necesario. ¿Tú no lo haces? - Esta vez fue Elena la que habló, mirándola con sus maquillados ojos azules.
-No, y creo que vosotras tampoco deberíais hacerlo...
-Bah, no es tan malo como piensas. Peor es estar gorda. - Eva desvió la mirada hacia un grupo de chicas que había a su izquierda. Eran cinco. Cuatro de ellas tenían un cuerpo normal, unas más delgada que otras, pero todas en su peso. Sin embargo, entre ellas había una con bastantes kilos de más. - ¿Veis a esa? Se llama Anabel y tiene dieciocho años. Está en segundo de bachiller, repitiendo. Bueno, pues nunca ha besado a un chico. Y me da la impresión de que seguirá así mucho tiempo. - Soltó una carcajada y las demás la siguieron, riendo también.
-¿Porque está gorda? - Preguntó Natalia mirándola con frialdad. - Estás siendo un poco superficial, ¿no te parece?
-Llámame lo que quieras, pero sigo pensando que si esa bacaburra perdiera un poco de peso tendría novio. Mírala, ¿cómo se puede ir así por la vida? - Eva hizo una mueca de asco.
-Pero Lucas le hace más caso a ella que a ti. - Señaló Gloria sonriendo maliciosamente, sabiendo que eso enfadaría mucho a su amiga.
-Lucas nunca le ha hecho caso a esa foca. - Dijo Eva rápidamente, fulminando a su amiga con la mirada. Sus ojos brillaban de furia. - Eso es lo que ella quisiera. Lo que pasa es que él siempre ha sido muy...
-Siempre ha sido una buena persona, que no juzga a los demás por su aspecto físico. - Añadió Gloria elevando un poco el tono de voz, y borrando la sonrisa de sus labios.
Natalia escuchaba la conversación perpleja. ¿Estaban hablando de su Lucas? ¿De Lucas Ortiz? ¿Es que a Eva le gustaba? ¿Y desde cuando Gloria lo conocía tan bien?
-¿De qué estais hablando? - Quiso saber Elena, que las observaba divertida. - ¿Qué pasa con Lucas y esa chica?
-¿No lo sabes? - Sonrió Gloria enseñando sus blanquísimos dientes. - ¿Se lo cuento, Eva?
-Cállate de una vez. A lo mejor quieres que les cuente yo lo que pasó aquel día en el local de Iván. O mejor... lo que ocurrió tres días después.
Gloria agachó la mirada ante los ojos desafiantes de Eva, dando por zanjada aquella discusión. Natalia se dio cuenta de que su expresión había cambiado por completo. A pesar de que intentaba esconder el rostro mirando al suelo, ella pudo ver cómo se humedecían sus ojos y se esforzaba por contener el llanto delante de sus amigas, que habían quedado muy decepcionadas porque terminara así todo aquello. La conversación se había puesto muy interesante y querían saber más. Natalia, en cambio, ya había escuchado suficiente. No sabía muy bien de qué habían estado hablando, pero desde luego, tenía claro que, fuera lo que fuese, no le haría demasiada ilusión.
-¿Ya está? ¿Así nos vais a dejar? - Se quejó Tamara.
-Creo que deberías pensar las cosas antes de decirlas, Eva. - Dijo Gloria, ignorando a Tamara por completo, y alzando de nuevo la vista hacia su otra amiga.
Después de decir esto, se dio la vuelta y se fue. Natalia tiró la lata de Coca-Cola a la papelera más cercana y la siguió sin mirar a las demás que, sorprendentemente, estaban disfrutando con todo aquello.
-¿Estás bien, Gloria? - Preguntó Nat, preocupada, cuando le dio alcance.
La aludida se dio la vuelta, dejando ver su rostro empapado en lágrimas. Sin decir nada, se lanzó a los brazos de su amiga, que la acogió en un fuerte abrazo, sin comprender absolutamente nada.

jueves, 6 de enero de 2011

Capítulo 16

“Tú”

Encogió los pies al sentir el agua helada acariciando su piel. Cuando de nuevo una ola lo alcanzó, abrió sus ojos lentamente y bostezó. Era de día, pero parecía temprano. Miró a un lado, a otro. ¿Dónde estaba Ruth? Se puso en pie y decidió ir a buscarla. Probablemente estuviera en el lago del día anterior, habría ido de nuevo en busca de agua. Caminó por la arena blanca hasta la hierba, y se adentró en la pequeña selva, apartando con la mano todas las ramas que le impedían continuar. No estaba muy seguro de cómo llegar hasta el lago, pero no se detuvo, y se guió dejándose llevar por aquello que le resultaba más familiar. Escuchaba pájaros por todas partes, y también otros sonidos, quizás de algún insecto, pero un extraño vacío reinaba en la isla, y le ponía la piel de gallina. Tenía la sensación de que en cualquier momento aparecería un monstruo o algo parecido. Aceleró el paso, sentía que lo estaban persiguiendo, a pesar de no escuchar nada fuera de lo normal. Sus pies terminaron corriendo a toda velocidad, hasta que, por fin, dio con el lago, pero no era como lo recordaba. Estaba bañado por una niebla espesa que a penas le dejaba ver nada. Se abrió paso entre ella, caminando despacio, e intentando advertir algo entre aquella extraña masa de nubes que cada vez parecía hacerse más opaca. Como no sabía dónde pisaba, metió un pie en el agua, y lo volvió a sacar chasqueando la lengua, sintiendo empapadas las zapatillas de deporte. Escuchó algo, agua en movimiento, como si alguien se estuviera bañando en el lago, entre aquella tupida niebla.
-¿Ruth? - Preguntó el chico, sabiendo que no podía ser otra persona.
Intentó apartar la niebla con la mano, como si se tratase de humo, pero no le sirvió de nada. No sabía si adentrarse en el lago a buscar a su amiga, o salir corriendo de allí. Sin darle tiempo a decidirse, vio el contorno de una chica, que se estaba acercando a él. Era un contorno perfecto. Cuando estuvo cerca, pudo distinguir el rostro sonriente de Ruth. Estaba preciosa. Lucas no pudo evitar mirar su cuerpo, tan solo cubierto por un bikini negro. ¿De dónde lo había sacado? Qué más daba... estaba impresionante. Ella no dejó de sonreir, y tampoco de aproximarse a él. El corazón de Lucas latía con más fuerza conforme ella se acercaba. No sabía si decirle algo, pero tampoco se le ocurría nada que decir, así que la observó, hasta que, finalmente, estuvo frente a él. Sus cuerpos casi se rozaban. Ruth extendió los brazos y lo agarró por el cuello, sin borrar ni un segundo la sonrisa de sus labios. Sin decir nada, acercó su rostro al de Lucas lentamente, hasta unirse en un beso húmedo y lento. Él rodeó la cintura de la chica con los brazos y la acercó aún más a su cuerpo. No entendía nada de aquello, pero tampoco le importaba demasiado, cuando tenía los labios de Ruth sobre los suyos. Cerró los ojos y continuó besándola, sintiendo cómo la felicidad lo llenaba por completo. Cuando separaron sus labios, se volvieron a unir tras un breve instante, en otro beso, corto y muy tierno. La chica le acarició el rostro, mostrando de nuevo una sonrisa encantadora. Se miraron a los ojos, en silencio.
-Te quiero. - Susurró Ruth, con una dulzura que hizo que Lucas se estremeciera.
De pronto, la expresión de la chica cambió, y dejó de sonreir, sin apartar de él su mirada. Cuando iba a preguntarle qué ocurría, ella empezó a agitarlo, agarrándolo por los hombros.
-Lucas. - Dijo, sin dejar de menearlo. - ¡Lucas! - Esta vez su voz sonó más fuerte y diferente, y al escucharla fue como si viajara a otro lugar...
-¡Lucas, despierta! - Decía Ruth con efusividad, cuando él abrió los ojos, tremendamente aturdido. Pero qué... - ¡Ya era hora, hombre!
Tiró de su brazo, aunque no consiguió levantarlo, ya que él no puso de su parte: aún no estaba muy seguro de qué ocurría. Hacía tan solo un momento estaba en el lago, con ella. Estaban besándose. Tardó unos segundos en comprender que todo había sido un sueño. Un molesto ruido le inundaba los oídos, y eso lo aturdía aún más.
-¡Levántate, que vienen a buscarnos! - Exclamó ella con una enorme sonrisa, insistiendo en que su amigo se pusiera en pie.
Lucas balbuceó algo antes de encontrarle sentido a lo que acababa de decir su amiga. Aquel sueño había sido muy real y parte de él todavía se encontraba en el lago con la Ruth de su imaginación.
-¿Qué? - Logró decir tras varios intentos, y consiguiendo también ponerse de pie.
Una ráfaga de viento hizo que la arena se levantase, formando una enorme nube de polvo. Los chicos cerraron los ojos y la boca cuando la nube los alcanzó. Ruth tiró de él y empezaron a correr, alejándose de aquella polvareda. Cuando estuvieron a salvo, volvieron a abrir los ojos. Lucas quedó perplejo al ver ante ellos un helicóptero que descendía para aterrizar en la arena. El ruido taladraba sus oídos, y cada vez era más molesto, así que tuvieron que taparse las orejas con las manos, esperando a que aquel helicóptero terminase de aterrizar.

Había pasado bastante tiempo desde el amanecer, pero la luz del sol aún era tímida. La carretera estaba llena de coches; la acera de niños y adolescentes que cargaban con sus mochilas, caminando sin demasiada ilusión a la escuela, conscientes de la interminable mañana que les esperaba. Era lunes. Él debería estar de camino al instituto, también. Y Ruth. Y Lucas. Pero estaba allí, en el balcón de un hotel, apoyado en la barandilla. Y Ruth, y Lucas, estaban quién sabe dónde. Víctor respiró hondo. No había dormido en toda la noche, a pesar del cansancio y sufrimiento que estaba soportando su cuerpo. Lorena tampoco había podido pegar ojo, y estuvo allí con él durante casi toda la noche, aunque a penas habían hablado. Estaba seguro de que tampoco los demás habían dormido demasiado. Miró de nuevo su móvil, aunque sabía de sobra que no encontraría ninguna llamada, ningún mensaje, nada. No lo había soltado en toda la noche, manteniendo la esperanza de recibir alguna noticia. Apretó con fuerza el teléfono en su mano, sintiéndose impotente. Su hermana y su mejor amigo habían desaparecido, y él no estaba haciendo nada. Pero, ¿qué podía hacer más que confiar en la policía?
-Todavía estás aquí...
Víctor se dio la vuelta con desánimo y dedicó una débil sonrisa a Lorena, que lo abrazó con fuerza. Después le dio un beso fugaz en los labios. La chica vio cómo la esperanza se había desvanecido de los ojos de su novio, que se mantenía inexpresivo, como si su mente no se encontrase allí. Atrapó su rostro con las manos y retiró una lágrima con el pulgar. Le conmovió tanto ver a Víctor de aquella forma, que tuvo que contener sus ganas de echarse a llorar.
-No te rindas ahora. - Susurró intentando aparentar tranquilidad, sin éxito ninguno. Le temblaba la voz.
Víctor observó a Lorena, y sonrió abrazándola de nuevo. Sabía que ella estaba pasando por lo mismo que él. Una canción interrumpió el abrazo: King of the contradiction, de Sum 41. El chico rápidamente aceptó la llamada. Tras unos segundos escuchando con el móvil pegado a la oreja, Lorena vio cómo sus ojos recuperaban el brillo y la alegría que habían perdido desde la mañana del día anterior.

Ruth sentía cierta emoción por estar sobrevolando el mar dentro de un helicóptero que los había rescatado de una isla “desierta”. Jamás imaginó que podría ocurrirle algo así, algo que solo ocurría en las películas. Aunque, bueno, en una película hubiesen encontrado cocos.
Lucas iba sentado junto al piloto, en la parte delantera de la cabina, y ella iba detrás, mirando por la ventanilla con una sonrisa resplandeciente. Su estómago se quejaba constantemente, así que decidió que lo primero que haría al llegar a tierra firme, sería comer.
-¡Lucas! ¿No te parece emocionante todo esto? - Exclamó Ruth ilusionada, asomándose por encima del asiento de delante.
Él se echó a reír.
-Sí, lo es. Disfruta, que ya te queda poco.
Estaban llegando a la costa. Volaron por encima de la ciudad y, cuando estuvieron encima de un amplio descampado, el helicóptero comenzó a descender hasta detenerse en el suelo. Cuando salieron de él, los chicos vieron algunos coches de la policía y también a un grupo de personas correr hacia ellos. Se alegraron al descubrir que sus padres estaban allí. Cuando Ruth estuvo a punto de abrazar a su madre, alguien se interpuso entre ellas y la estrujó con fuerza, elevándola del suelo. Era Víctor. Permanecieron un rato abrazados y después él la contempló, como asegurándose de que realmente no eran imaginaciones suyas. Después volvió a abrazarla.
-No vuelvas a hacerme esto. Nunca.
Ruth se sintió conmovida por las palabras de su hermano. Con los ojos vidriosos, le dio un beso en la mejilla y después lo agarró por los hombros y clavó en él la mirada.
-Te he echado de menos. - Dijo, con la voz entrecortada.
El chico se apartó de ella, con el rostro iluminado por una enorme sonrisa, para dejar que su madre la abrazara, entre lágrimas.

Aún era temprano. El reloj marcaba la una del mediodía, pero, como los chicos habían estado en ayunas más de un día, entraron en un restaurante para comer. Además, con todo lo ocurrido, los demás a penas habían probado bocado el día anterior. Ruth sujetaba la carta ante su rostro, examinando cada uno de los menús. Su estómago le exigía que tomara pronto una decisión. Las fotografías de cada uno de los diferentes platos entre los que podía elegir le hacían la boca agua. Finalmente, y tras mucho meditar, se decidió por el solomillo en salsa, acompañado por una ración de patatas fritas. Desde el otro lado de la mesa, Lucas le dirigió una sonrisa entrañable, que ella correspondió con otra.
-¿Qué vas a pedir? - Le preguntó ella cerrando la carta y pasándosela a su hermano, que estaba sentado a su lado.
-Todavía no lo he decidido. Una pizza, quizás.
Lorena los observó, encantada de que de nuevo se llevasen bien. Incluso percibía algo que nunca había existido entre ellos dos. Sonrió, feliz de tenerlos por fin allí.


Durante la comida, Ruth y Lucas hablaron a los demás de su estancia en la isla. La chica se reía muchísimo cada vez que su amigo contaba algo, porque lo hacía exagerándolo todo y narrándolo de una manera que resultaba incluso emocionante. Después de comer permanecieron un rato más allí, descansando antes de ponerse en camino de vuelta a casa.
Regresaron a los coches, que previamente habían llenado con el equipaje. Javi iría en el mismo vehículo que Lucas y Lorena. Ruth abrió la puerta para subirse en el coche, pero sintió que alguien le tocaba el hombro por detrás. Se dio la vuelta y descubrió a Lucas.
-Toma. - Dijo, colocando la mano cerrada delante de su amiga.
La abrió, dejando ver una concha rosada con forma de flor.
-¡Ey! - Exclamó Ruth sorprendida, cogiéndola. - La había olvidado. ¡Gracias!
Él le sonrió y después, caminó hacia su coche. Antes de entrar en el suyo, Ruth echó una última mirada a Lucas y acarició la concha suavemente. Después la guardó en su puño, apretando con fuerza y, con una media sonrisa, pensó que ya no había nada que hacer: estaba perdida e irremediablemente enamorada de él.

domingo, 2 de enero de 2011

Capítulo 15

“Hoy es fácil ver las estrellas, libres de la luz contaminada de la ciudad. Debería aprovechar este momento tan fascinante y mirar al cielo, sabiendo que quizás sea una oportunidad única. Hoy es fácil estar a tu lado, sin miedo, sin nadie que me arrebate esta sensación tan maravillosa. Debería aprovechar este momento y quererte, quererte sin nadie más que mi corazón, sabiendo que quizás sea la única oportunidad para sonreir a mis sentimientos”

Aunque Ruth pretendía quedarse cerca del pequeño lago en vez de regresar a la playa, Lucas insistió en que volvieran, ya que sería mejor que estuvieran a la vista por si alguien iba a buscarlos. Debían de ser más de las ocho de la tarde, porque el cielo ya estaba adoptando unos tonos naranjas, anunciando el atardecer. Los chicos habían estado prácticamente todo el día caminando y se encontraban muy cansados.
Lucas decidió relajarse un poco dentro del agua, aprovechando los últimos rayos de luz que se reflejaban en el mar. Ruth, sentada en la arena, abrazaba sus rodillas, contemplando la preciosa imagen que tenía ante sus ojos: Lucas flotando en el mar, dejándose llevar por las tímidas olas que se rompían suavemente en la orilla, y el sol despidiéndose de ellos, cada vez más cerca del horizonte.
Se sentía agusto. En ese momento no le importaba estar perdida en una isla con Lucas. Estaba tan bien... El sonido y el olor del mar la tranquilizaban. Observó a su amigo tumbado en el agua y sintió un cosquilleo en el estómago. Llevaba dos semanas intentando evitar cualquier contacto con él, pero, ¿por qué? La verdad es que no recordaba muy bien cuál era el motivo. Para no enamorarse. ¡Qué tontería! Intentar dejar de ser su amiga había sido una estupidez.
Lucas salió del agua y, entonces, Ruth se dio cuenta de que llevaba un buen rato mirándolo y sonriendo embobada. Rápidamente dejó de hacerlo y desvió los ojos de él, pero sus mejillas no tardaron en tomar color. Sin darse cuenta, su mirada regresó al chico, que caminaba hacia ella. Era perfecto... Sintió una enorme tentación de salir corriendo hacia él y abrazarlo. Se estremeció al imaginarse entre sus brazos, y después intentó sacudir esa idea de su cabeza. Ella nunca se había sentido atraída por Lucas, seguramente porque su mejor amiga llevaba toda la vida enamorada de él. ¿Por qué sentía ese cosquilleo cuando lo tenía cerca? ¿Por qué, después de tantos años conociéndolo, de repente estaban cambiando sus sentimientos hacia él?
Lucas le dedicó una sonrisa cuando se encontró cerca. No una sonrisa cualquiera: su sonrisa, la sonrisa más maravillosa del mundo. De su pelo castaño claro cayeron algunas gotas, mojándole el rostro, y resbalando por su mejilla. Se abrazó a sí mismo y después se sentó junto a Ruth, que lo miraba como quien está a dieta y tiene ante sus ojos una bandeja de suculentos bombones de chocolate. Lucas parecía tener frío. ¿Tan terrible sería abrazarlo, estrujarlo en un inocente abrazo amistoso?
-¡Uf! - Exclamó él, frotándose los brazos, intentando entrar en calor. - Está refrescando.
-A quién se le ocurre bañarse con vaqueros. - Dijo Ruth observando los pantalones empapados de su amigo. Debía de estar muy incómodo con ellos.
-Yo me los quitaría, pero... - Rió él sacudiéndose el pelo con la mano.
Ruth vio un alga pegada a la espalda de Lucas y se acercó un poco para quitársela. Cuando rozó su piel, el chico pegó un brinco y soltó un leve gemido de dolor.
-¿Qué ocurre? - Preguntó ella retirando la mano rápidamente. - Solo iba a quitarte un alga...
-Tranquila, son estos arañazos. Me escuecen mucho con la sal del agua.
-¿Cómo te los has hecho?
Ruth vio que los arañazos se habían hinchado de la misma forma que si le hubiese arañado un gato. No se atrevió a intentar quitarle el alga de nuevo.
-Esta mañana, cuando estaba andando por los tejados de las casas, me he caído encima de un arbusto. Pero no es nada.
-Este no tiene muy buena pinta. - Advirtió ella señalando una herida que tenía el chico en el hombro. - Está hinchado y tiene un color muy feo. A ver, deja que lo vea.
-Da igual, ya se curará.
Ruth, haciendo caso omiso a lo que le decía su amigo, se acercó aún más para examinar el arañazo, y vio una pequeña astilla incrustada en la piel.
-Tienes una astillita. Te la puedo quitar si quieres, pero te va a doler.
-Déjalo, Ruth, no hace falta.
-Si no, se te va a infectar. Anda, ¡deja que te la quite!
Lucas suspiró y dejó su hombro en manos de Ruth. Después de un rato, la chica no había conseguido mover la astilla de su sitio. Estaba bastante profunda. Lucas se quejaba cada vez que su amiga tocaba la herida, pero lo cierto es que le agradaba aquella situación. Estaban tan cerca... más cerca de lo normal. De hecho, le extrañó mucho que Ruth permitiera estar a una distancia casi inexistente de él. Notó de pronto cómo su amiga conseguía sacar la astilla. Él se agarró a su brazo por el dolor.
-Lo siento. - Se disculpó ella.
Al levantar la cabeza se dio cuenta de que su rostro estaba a pocos centímetros del de Lucas. Se encontró con su mirada del color de la miel y se perdió en ella, sin intención de retirar sus ojos de allí. Él le acarició suavemente el pelo, y después la cara. Por un momento, la chica estuvo completamente convencida de que iba a besarla, pero no lo hizo. Solo la observó, con aquellos ojos tan inmensos, y paseó los dedos por sus mejillas, después por su cuello. Ruth colocó la mano en el hombro del chico, y sintió cómo lo estremecía, seguramente porque habría rozado alguno de los arañazos. La retiró al ver que le había hecho daño, pero él la agarró con suavidad y volvió a colocarla allí. Lucas sintió en sus labios el aliento de Ruth, que respiraba entrecortadamente, y temblaba. Quería besarla, pero algo dentro de él le decía que no debía hacerlo. Ignorando esa voz interior, rozó sus labios, pero ella reaccionó inmediatamente, alejándose de él.
Pero, ¿qué estaba haciendo? Ruth sintió cómo la culpabilidad la invadía por completo. ¿Cómo había podido llegar hasta tal punto? Por un momento había estado segura de corresponder ese beso. Menos mal que había entrado en razón a tiempo.
-Perdóname... - Susurró Lucas, algo avergonzado.
-Da igual. - Dijo Ruth sonriendo tímidamente, siendo consciente de que era ella quien había empezado todo aquello.
Permanecieron en silencio durante un minuto que se hizo eterno.
-Voy a... - Balbuceó Lucas poniéndose en pie y señalando hacia atrás con el pulgar. - Voy a por mi camisa. La dejé esta mañana en un árbol y...
Ella asintió y lo siguió con la mirada hasta que se hubo marchado. Después contempló el mar. Aunque el sol ya se había escondido tras el horizonte, el cielo no estaba oscuro del todo. Su tono, ahora de un rojo intenso, se reflejaba en el océano de la misma forma que si fuera un espejo.
Lucas se sentó bajo el árbol en el que había dejado su camisa y cubrió su cuerpo con la prenda. Después apoyó la cabeza sobre el tronco y observó a Ruth entre las ramas y arbustos que se enredaban en el pequeño tramo que los separaba. Ella no lo había visto y él tan solo podía verla de espaldas. No entendía qué había pasado hacía tan solo un momento... habían estado tan cerca. Había llegado a rozar sus labios. Y todo había ocurrido de repente. Suspiró. Pronto terminaría todo aquello. Alguien los encontraría y tendrían que regresar. Seguramente después de eso no tendría muchas más oportunidades de estar a solas con ella.
Ruth desenterró una concha con forma de flor. El paso del tiempo la había recortado de manera que parecía tener pétalos. La limpió con la mano, retirando la arena húmeda que la cubría, pero viendo que era imposible, se dirigió hacia la orilla y la metió en el agua. Al sacarla descubrió que la concha tenía un brillo rosado precioso. La contempló maravillada unos segundos, aprovechando la última luz del día.
-Es muy bonita. - Escuchó la voz de Lucas tras ella. - ¿Me la dejas?
Ruth se dio la vuelta y le entregó la concha. Ahora su torso estaba cubierto por la camisa que había llevado la noche anterior.
-Siento lo de antes. - Volvió a disculparse, después de mirar la concha con forma de flor y devolvérsela a la chica.
-Ya te he dicho que da igual.
-No quiero que las cosas empeoren entre nosotros. Bastante mal estaban ya...
-Todo está bien, Lucas. - Ruth sonrió al decir esto. - Además, ya no estoy enfadada. La verdad es que lo estoy pasando bien aquí contigo. Si no fuera porque me muero de hambre, querría quedarme aquí más tiempo. Pero bueno, cuando volvamos, tendrás que enseñarme a tocar la guitarra, que no te vas a librar tan fácilmente.
Lucas se echó a reir.
-Pues no sé de dónde piensas sacar tiempo. Te recuerdo que el jueves tenemos el primer examen de geología.
Ruth pensó proponerle estudiar juntos y, en un descanso, tocar la guitarra, pero no le pareció muy buena idea, así que prefirió callarse. Se sentó en la arena y dejó caer todo el peso del cuerpo sobre sus brazos.
-Cuando quedéis otra vez para ensayar, avisadme.
Lucas resopló.
-Eso será si ensayamos. No sé por qué de repente no soy capaz de cantar delante de la gente. Seguro que ya están buscando a alguien que me sustituya. - Soltó una carcajada. Después se sentó junto a Ruth.
-No seas tonto. Verás como con el tiempo superas eso. Además, tu hermana me ha dicho que cantas muy bien.
-Mi hermana me mira con muy buenos ojos. No canto tan bien.
-¿Por qué no dejas que lo juzgue yo misma? ¡Canta! - Ruth se incorporó de golpe y dio una palmada en el aire, intentando animar a su amigo a cantar.
-¿Qué dices? ¿Cómo voy a cantar ahora, así, de pronto?
En realidad era el momento perfecto para cantar. Estaba en la playa, a solas con la chica de la que estaba enamorado, envueltos por el anochecer. ¿Qué mejor momento para cantar que ese?
-Por favor. - Suplicó ella juntando las manos delante de su rostro, y poniendo cara de pena.
Lucas no respondió. Se dejó caer en la arena y se tumbó, apoyando la cabeza en las manos y cerrando los ojos. Ruth lo miró en silencio, esperando que empezase a cantar, hasta que se dio cuenta de que esto no iba a suceder. De pronto, escuchó un fuerte ronquido proveniente de Lucas, que fingía haberse quedado dormido.
-¡Serás! - Gritó Ruth riendo, y dando un empujoncito a su amigo, que seguía roncando, ahora con una sonrisa en los labios.

Tanto los padres de Ruth como los de Lucas habían llegado ya a la playa, al encuentro de sus otros hijos, y esperando noticias de los desaparecidos. La policía no había dado señales de vida durante todo el día y Víctor, desesperado, tiró el café al suelo de un golpe. Se encontraban en una plaza, sentados en un banco. Ya estaba anocheciendo y todavía no habían encontrado a Ruth y Lucas.
-Deberíamos buscar un lugar donde dormir. - Sugirió Miguel, el padre de Víctor y Ruth, ignorando el gesto que acaba de tener su hijo, a pesar de no haberle hecho demasiada gracia. - No podemos estar aquí toda la noche.
Nadie hablaba desde hacía mucho rato, pero ninguno parecía preocuparse demasiado por eso. Cada uno estaba inmerso en sus pensamientos. El silencio se mantuvo aún después de hablar Miguel. Antes de que alguien se decidiera a hablar, en el móvil de Víctor comenzó a sonar King of the Contradiction, de Sum 41. Casi antes de escucharlo, el chico agarró el teléfono y descolgó. Todos estaban atentos, intentando averiguar algo de la conversación que estaba manteniendo con la persona al otro lado de la línea. Cuando finalmente colgó, se percató de las miradas impacientes y desesperadas que lo observaban, esperando a que dijese algo.
-Han abandonado la expedición por hoy, porque ya ha anochecido.
La voz de Víctor se quebró antes de terminar la frase y, por primera vez en todo el día, las ganas de llorar pudieron con él, y dos lágrimas mojaron sus mejillas. No podía soportarlo más, necesitaba expulsar la impotencia, la rabia, la tristeza que sentía. No era capaz de imaginar su vida sin Ruth, sin su hermana. Su madre lo abrazó con fuerza, llorando ella también, empezando a pensar que no volvería a ver a su hija.

Lucas seguía tumbado, bajo aquel cielo tan limpio, sin una sola nube que le impidiera ver las estrellas. Ruth estaba sentada junto a él. Ambos observaban el cielo maravillados. Pocas veces tenían ocasión de ver estrellas en el cielo. Las luces de la ciudad eran una cortina que lo hacía imposible.
-Es asombroso...- Susurró Lucas con la voz llena de emoción.
Ruth lo miró y sonrió. Él ya le había dicho eso antes, muchas veces antes, cuando hablaban por MSN. A Lmusic siempre le había impresionado mucho la inmensidad del universo, y hablaba a menudo de todas las cosas inexplicables que ocurren más allá de nuestro planeta.
-Lo pequeñitos que somos, y lo inmensamente grande que es todo lo demás. - Dijo Ruth, terminando la frase que tantas veces había leído en su ordenador.
Lucas le dirigió una mirada, algo sorprendido por escuchar sus palabras en otros labios, en aquellos labios, y sonrió. Ella se dio cuenta y empezó a reir.
-Tengo un amigo que me lo dice a menudo. - Explicó. - También me dijo que no soporta... la luz contaminada de la ciudad...
-Pero que podía conformarse con la estrella más brillante de todas.
Ruth recordó aquella conversación con Lmusic. Cuando le había dicho eso, había añadido que era ella la estrella más brillante de todas. A ella tampoco le hacían falta todas esas estrellas para estar disfrutando de aquel momento. Por primera vez desde que sabía que Lucas era Lmusic, se sentía relajada a su lado. No conseguía recordar cuándo había sido la última vez que se sentía tan feliz. Tampoco estaba allí esa culpabilidad que la invadía a menudo últimamente. ¿Por qué iba a sentirse culpable? ¿Acaso estaba haciendo algo malo? Era consciente de que no tendría muchas más oportunidades de sentirse así junto a Lucas, pero no quiso pensar en ello. No quería que ese momento perdiera la belleza.
Corría una brisa que, aunque leve, fue suficiente para procurar un escalofrío a Ruth. El verano advertía que estaba ya en sus últimos días.
Se tumbó en la arena, quedando su cabeza pegada a la de Lucas.
-¡Mira! - Exclamó ella levantando el brazo y señalando algo en el cielo.
-¿Que mire qué? - Preguntó el chico un poco aturdido, ya que por mucho que buscaba, no encontraba lo que su amiga había señalado.
-Ya nada. - Dijo Ruth decepcionada, dejando caer de nuevo el brazo. - Era una estrella fugaz. Es la primera que veo esta noche.
-¿Has pedido algún deseo?
-Qué va, no me ha dado tiempo. - Se encogió de hombros. - De todas formas, no creo en esas cosas.
-¿Ah, no? Pues quizás deberías.
-¿Por qué? ¿A ti se te ha cumplido alguna vez un deseo que hayas pedido a una estrella fugaz?
-Nunca me ha dado tiempo a pedirlo.
El aire acarició de nuevo la piel de Ruth, que se encogió de frío. Sin preocuparse por lo que, posiblemente, aquello conllevaría, bajó la cabeza hasta el pecho de Lucas y se acurrucó allí, con cuidado de no hacerle daño al rozar algún arañazo. Después cerró los ojos y, al poco rato, sintió la mano de Lucas sobre su hombro, abrazándola.
-Espera a que me duerma, hombre. - Murmuró Ruth, sin abrir los ojos.
El chico soltó una risilla ante el comentario, y después retiró la mano, sin decir nada.
-Lucas, era una broma.
Y él, tras rodearla con el brazo de nuevo, también cerró los ojos, sin borrar la sonrisa de sus labios.