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viernes, 26 de noviembre de 2010

Capítulo 4

“Silencio. Un latido rompe la calma. Suspira: algo queda de su corazón”

-¡Ya abre los ojos! – era la voz de Javi. ¿Dónde estaba? ¿Por qué todos la miraban así? El cuerpo le pesaba –. ¡Ey! ¿Cómo estás?
No pudo responder. Suficiente esfuerzo le suponía abrir los ojos. Todos sus amigos la rodeaban, Lucas también. Se inclinó hacia ella y le colocó una bolsa con hielo en la frente.
-Te has dado un buen golpe en la cabeza – parecía serio –. No entiendo por qué bebéis tanto.
-¿Pero dónde estoy?
Dio un bote al sentir el frío del hielo en la frente y observó a su alrededor. Mirando a través de la barrera que habían formado sus amigos reconoció su habitación.
-Estás en tu casa. Te caíste de repente cuando estábamos en Los Ángeles. Nos has dado un buen susto... – respondió Ruth con la cara descompuesta por la preocupación.
La puerta del dormitorio se abrió y entró la madre de Natalia con una bandeja llena de vasos. También llevaba una jarra que parecía contener leche. Se apresuró hacia la cama al ver que su hija había despertado, dejando la bandeja encima de la mesa, bastante desordenada.
-¡Hija! ¿Estás bien? – se detuvo un segundo para cambiar su expresión de preocupación a enojo –. ¡Ya sabía yo que no podíamos dejarte sola! ¡Me prometiste que ibas a comer! – hizo una pequeña pausa y cerró los ojos, intentando tranquilizarse –. Pero esto se acabó, vas a ir a un médico en cuanto sea posible. ¡Necesitas comer bien!
-Mamá, cállate, por favor. Delante de mis amigos no – suplicó Natalia, sin fuerzas para discutir con su madre.
Nadie comprendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero todo apuntaba a que Natalia se había desmayado porque llevaba más tiempo sin comer del que su cuerpo podía soportar. ¿Pero por qué?
Se miraban unos a otros, para descubrir la misma expresión de desconcierto en cada una de sus caras y sin hallar la respuesta por ninguna parte.
-Chicos, podéis iros si queréis. Son las cinco de la madrugada y necesitaréis descansar después de esto... Pero muchas gracias por todo.
La madre dedicó una sonrisa forzada a aquellos cinco jóvenes, que intentaban comprender qué ocurría, pero que realmente ya no pintaban nada allí.

Acurrucada en el sofá, abrazando sus rodillas, Ruth observó una luz tímida asomar por la ventana, como si pidiera permiso para entrar: estaba amaneciendo. No había dormido... no podía quitarse de la cabeza la conversación que había escuchado hacía unas horas en su habitación entre Natalia y Lorena. Había tenido que consolar a su amiga muchas veces antes cuando ella lloraba por Lucas, pero esta vez era diferente. Esta vez ella tenía algo que ver, aunque no sabía de qué se trataba. Intentando atar cabos recordó la noche del jueves, cuando habló con Nat por MSN. Porque se enamorará de ti, le había dicho. Quizás fuera eso, quizás pensaba que Lucas sentía algo por ella. ¡Pero qué absurdo! Suspiró. Tenía ganas de ver a su amiga y de saber cómo se encontraba.
De pronto escuchó el sonido de un móvil, que parecía proceder de la planta de arriba. Cada vez sonaba más alto, así que no le quedó más remedio que levantarse e ir corriendo a responder, o sus padres y Víctor se despertarían. Dejándose llevar por el oído, Ruth llegó hasta su habitación. ¡Anda! Pero si era el móvil nuevo, el regalo de su hermano. Justo cuando se acercó para cogerlo, dejó de sonar. Luchó por encontrar la manera de desbloquearlo y poder ver quién había llamado, extrañada, ya que aún no le había dado ese número a nadie. Finalmente lo consiguió. ¡Ella y sus prodigiosas habilidades tecnológicas!
No habían llamado, pero había un mensaje, y aquel número... Sí, lo conocía. Era de... ¿Lmusic? ¿Cómo había conseguido localizarla?

Siento enviarte esto a estas horas, pero hoy no puedo dormir. Espero no haberte despertado. Quería pedirte perdón por lo de esta noche, sé que no ha sido justo, pero te pido por favor que me perdones. Necesito más tiempo. Te quiero, princesa.

Lucas se dejó caer en la cama, con la cabeza apoyada en las manos. Más tiempo... Pensó, y soltó una risilla irónica. Llevaba enamorado de ella casi dos años, pero él le pedía más tiempo... Era un cobarde. Una tenue luz se colaba entre la persiana: estaba amaneciendo y a pesar de no haber dormido no tenía sueño. Solo pensaba en ella... Sorprendentemente, no había descubierto su identidad. Y eso era lo que más temía, que reconociera su voz. Pero bueno, Ruth era demasiado inocente como para darse cuenta de cómo la miraba, de que la amaba. Y ni se le había pasado por la cabeza que él pudiera ser el chico con quien llevaba hablando más de un año por Internet. Sonrió. Recordó el día en que la vio después de hablar por primera vez por MSN, cuando a él se le ocurrió esa estúpida idea de esconderse tras aquel nick tan poco original: Lmusic.
Ruth era una persona alegre, que parecía tener siempre una sonrisa preparada para cualquier circunstancia, pero aquel día, después de haber conocido a Lmusic, sonreía más que nunca. Incluso escuchó cómo le hablaba de ese tipo a sus amigas. Habían compartido momentos increíbles a través de Internet, pero cada día se arrepentía más de haber ocultado quién era, como un cobarde, en vez de plantarse frente a ella y sincerarse cara a cara. Suspiró. Sabía que eran muchas las chicas que darían cualquier cosa por salir con él, aunque no terminaba de entender por qué, pero Ruth... Ruth no. Ella jamás había mostrado ningún tipo de interés. Quizás por eso él jugaba a escondidas, haciendo trampas. Cobarde – se dijo de nuevo.
Pensó en lo que había ocurrido hacía tan solo unas horas. Nunca antes habían estado tan cerca. Por primera vez había podido acariciarla, sentirla, olerla... pero no de la manera en que le hubiese gustado, ni mucho menos. Porque mientras él había vivido aquel momento con Ruth, ella lo había hecho junto a Lmusic. Sentía impotencia: sabía que después de tanto tiempo enmascarado le resultaría mucho más difícil confesarle la verdad. Además... ¿cómo se sentiría ella? Ella que creía en la existencia de un personaje que se había sacado de la manga, un personaje ficticio inventado por él, por su imaginación. ¿Por su imaginación? No... Lmusic había surgido de su miedo... ¡de su cobardía!
Como cuando le dicen a un niño que los Reyes Magos son sus padres. ¡Menudo chasco! Por otro lado, cuando hablaba con Ruth escondido tras aquel seudónimo, se mostraba tal y cómo era, algo que no era tan fácil de hacer habitualmente, en el día a día. Si él no ocultase algunas de sus facetas... Sonrió, imaginando la reacción que tendrían sus amigos si conocieran el repertorio de cosas que solía hacer en la soledad. No es que se avergonzara de ello, pero desde luego a veces es mejor no exponer a un público todo aquello que haces o piensas.
Reinaba el silencio, a excepción de algunos pajarillos que habían empezado a cantar bajo la luz de un nuevo día. Lucas se levantó de la cama y cogió su guitarra. La necesitaba. Con ella colgada a la espalda subió las escaleras hasta la terraza y allí, contemplando el ya avanzado amanecer, comenzó a tocar. Acompañando el alegre canturreo de aquellas avecitas tan madrugadoras, perdiéndose en la inmensidad de la ciudad, las cuerdas de su tan batallada guitarra hacían sonar una canción: With me.

Tras leer tres veces más el mensaje, Ruth dejó el móvil a un lado y se dirigió al ordenador. Quizás Lmusic estuviera conectado. Le apetecía hablar con él. Lo necesitaba después de todo lo sucedido aquella noche. Esperó a que se abriera el MSN e inició sesión. Solo tres contactos estaban conectados, en estado no disponible, y ninguno de ellos era quien ella esperaba. Qué decepción. Impulsando la silla hacia atrás agarró de nuevo el móvil y comenzó a escribir un SMS:

¿Cómo es que no puedes dormir? Por cierto, me muero por saber de dónde has sacado este número. ¡Si acabo de estrenar el móvil! Bueno, estoy conectada, por si quieres hablar. Un beso, tramposo.

Enviar.
Sintió un cosquilleo en el estómago al recordar lo que había ocurrido aquella noche con Lmusic. No había sido el encuentro que ella siempre había imaginado, pero sin duda, todo había ocurrido de la manera más original.
Envuelta en la tenue luz violácea del amanecer una sonrisa llenó de alegría el rostro de Ruth, tan apagado durante aquellas últimas horas. Alguna vez se dejaría ver, y ella esperaba con ansia aquel momento: el momento en que su chico cibernauta dejase a un lado la máscara que había ocultado su identidad durante tanto tiempo. ¿Cómo sería? Lo que ya conocía de él es que era alto y que su piel era tan suave como cálida, y que olía muy bien... Jamás podría olvidar ese olor. ¿Pero por qué le había pedido más tiempo? No tenía sentido. Se sintió abatida al pensar que si no se atrevía a mostrarse ante ella, sería porque algo tenía que ocultar. Algo que él sabía que no resultaría de su agrado. ¿Por qué iba a esconderse si no?
En ese momento, interrumpiendo los pensamientos de Ruth, el sonido del MSN la avisó de que alguien le había hablado. Su corazón comenzó a latir con fuerza, imaginando de quién se trataba. Y, efectivamente, era Lmusic.

Lmusic: ¿sigues ahí?
Ruth: sí, aquí estoy. Yo tampoco puedo dormir...
Lmusic: ¿y eso? ¿Qué te preocupa?
Ruth: muchas cosas. Esta noche mi amiga se ha desmayado... No está bien, y no sé muy bien qué hacer. Creo que tengo algo de culpa.
Sin dejarle responder, siguió escribiendo.
Ruth: pero ahora mismo no pensaba en eso.
Lmusic: ¿y en qué pensabas?
Ruth: pues estaba pensando en ti. En lo de esta noche. ¡En lo injusto que has sido!

Lmusic, Lucas, en su habitación, a la que había regresado de inmediato tras recibir el SMS de Ruth, sintió una enorme impotencia. A pesar de que ella no parecía estar enfadada, sabía que no debía ni podía alargar esa mentira durante mucho más tiempo. Pero, ¿qué hacía? ¿Le confesaba así sin más su verdadera identidad? No era tan sencillo, esa decisión podría cambiar muchas cosas. Cosas que él prefería conservar tal y como estaban. Pero... ¿y ella? ¿También lo prefería así? Tenía derecho a saber la verdad. Quizás haberla besado esa noche había sido un error. Un tremendo error. Si él no le había sido sincero a estas alturas, era precisamente por miedo a ser rechazado. Entonces, ¿con qué derecho la había besado? Si sabía que ella probablemente al descubrir la verdad no habría correspondido ese beso. Se sintió culpable. Lo que había hecho no estaba bien.

Lmusic: quería pedirte perdón.
Ruth: ¿otra vez? ¡Ya he perdido la cuenta!
Lmusic: es que no es eso, Ruth. No puedo explicártelo, pero tienes que saber que para mí todo esto es muy complicado. Más de lo que puedas imaginar... Y de verdad que lo siento.
Ruth: pues compénsame. Déjate ver. No entiendo de qué tienes miedo, si seas como seas, nada va a cambiar entre nosotros.
Lmusic: sabrás quién soy. Te lo prometo. Pero prométeme tú a cambio que, por mucho que todo esto pueda llegar a sorprenderte, nada cambiará entre nosotros. Sea quien sea... al fin y al cabo sigo siendo yo.
Ruth: ¡me estás asustando! Esta noche no he notado nada raro, si dejamos a un lado tus trampas. Parecías bastante normal. Por eso no sé qué es lo que podría sorprenderme tanto.
Lmusic: bueno, digamos que sí soy una persona normal. Para ti quizás más normal de lo que crees.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Capítulo 3

“Darte cuenta en un momento de que todo tu esfuerzo, tu lucha, tu esperanza... todo ha sido en vano... no es cuestión de perseverancia... alguien puede arrebatarte tu sueño en un momento”

Eran las once de la noche y Ruth había ido al baño, dejando a Nat y Lorena en su habitación. Estaba terminando de arreglarse para salir. El lápiz de ojos negro temblaba en su mano. Qué nervios... Por fin, después de tanto tiempo hablando por MSN iba a conocerle... No paraba de preguntarse cómo sería. Lo cierto es que no se habían dado muchos detalles acerca de su aspecto físico, y se moría por saberlo. Tampoco tenía ni idea de lo que podía ocurrir a partir de aquella noche. ¿Qué clase de relación llevarían después de hablar cara a cara? Tenía miedo de que la decisión de quedar rompiera la magia que había entre ellos desde el principio, aunque fuera a través de un ordenador.
Se dio por vencida con el lápiz, después de varios intentos fallidos en los que había conseguido pintar todo menos el ojo, y se dirigió de nuevo a su habitación, en busca de ayuda: Lorena no tenía nada que envidiar a un maquillador profesional.
La puerta estaba semiabierta, y justo cuando iba a empujarla para entrar escuchó la voz de Natalia, que parecía estar llorando.
-Nat... deja de llorar, por favor – suplicaba Lorena, intentando en vano tranquilizar a su amiga –. Va a venir Ruth. ¿Y qué le vas a decir cuando te vea de esta manera...?
-Sabía que pensarías que soy una cría, que no me comprenderías. ¿Cómo vas a comprenderme? – al hacer la pregunta, Natalia subió mucho el tono de voz, tanto que Ruth, que estaba observando detrás de la puerta, dio un respingo –. ¿Cómo vas a comprenderme tú?
Soltó una risilla irónica acompañando ese punzante “tú”, que pareció ofender bastante a Lorena, ya que se retiró de inmediato del lado de su amiga, sentada en la cama.
-¡La que no comprende nada eres tú, Natalia! – exclamó, furiosa –. Ruth te quiere, y sabes que siempre está a tu lado cuando la necesitas. ¡Y está preocupada por ti! Y tú en cambio te obsesionas con hacerle sombra. ¿Para qué?
Ruth se sorprendió al escuchar su nombre. ¿Qué tenía que ver ella en todo ese embrollo? Decidió entrar, pero justo cuando iba a hacerlo, Natalia comenzó a hablar. Sus palabras estaban impregnadas en lágrimas, pero ya no gritaba.
-Para que él me quiera a mí.
Rompió a llorar y Lorena de nuevo se acercó para abrazarla. Y entonces Ruth decidió intervenir, conmovida por aquella escena, fingiendo no haber escuchado nada de lo anterior. Las dos chicas se sobresaltaron cuando entró en la habitación.
-¡Ey! ¿Qué te pasa? – exclamó corriendo hacia Natalia. Le dio un beso en la frente –. ¿Cómo es que estás llorando un viernes por la noche?
-No es nada – sonrió ella secándose las lágrimas con la mano –. Es que hoy estoy penosa.
-Pero no te preocupes, ya verás como aprobar física no es tan difícil como parece – intentó disimular Lorena sin saber que Ruth había presenciado la discusión de hacía un momento.
-Bueno, vámonos, que no es momento ni de llorar ni de hablar de física – exclamó Nat poniéndose en pie.
Llevaba unos shorts vaqueros y una camisa blanca que se había ajustado con un cinturón debajo del pecho. Calzaba unas sandalias con mucho tacón que hicieron que la chica se tambaleara al levantarse.
-Pero antes... – añadió Ruth ofreciendo el lápiz de ojos a Lorena, que se había levantado a la vez que Natalia –. Arregla este desastre.
Señaló su rostro, que mostraba una expresión exagerada de desesperación, de una forma un poco teatral.

La música sonaba a un volumen excesivo dentro del pub, que empezaba a abarrotarse de gente. Ruth buscaba nerviosa entre la multitud, sentada en un taburete colocado frente a la barra. Movía las piernas sin parar, inconscientemente, preguntándose si Lmusic sería este o aquel. Sus amigas se encontraban a ambos lados de ella, esperando impacientes a que el camarero encontrara un momento para atenderlas: estaba muy atareado sirviendo bebidas sin parar. Aquello nunca había estado tan lleno. Por fin, tras una larga espera, se acercó a preguntar qué es lo que iban a tomar.
-Ruth, ¿tú qué quieres? – preguntó Nat elevando la voz por encima de la música para que su amiga pudiese oírla –. Vamos a pedir chupitos. Esta noche promete.
-¿Qué? – preguntó Ruth desconcertada, puesto que había estado más pendiente de la gente que entraba que de su amiga. Era absurdo, por mucho que quisiera, no iba a poder reconocerlo –. Vale, pídeme uno a mí también – respondió al fin, ante la mirada de sus amigas y del agobiado camarero.
-Muy bien. Tres absentas, por favor. ¿Queréis algo más? – sus dos acompañantes negaron con la cabeza –. Tres absentas.
-¡Ruth! Tranquila, que te va a dar algo – rió Lorena observando la inquietud de su amiga –. Ya verás como viene.
-Sí, pero de qué sirve eso si no voy a saber quién es. No sé cómo piensa hacerlo para que podamos reconocernos.
-No te preocupes, si él te ha dicho eso es por algo – intentó tranquilizarla colocándole la mano en la pierna, que no había dejado de zarandear ni un segundo –. ¡Mira, ahí está Víctor!
Lorena salió disparada al encuentro de su novio y lo abrazó en cuanto le dio alcance. Tras él estaban Javi y Lucas... Lucas. ¡Qué guapo estaba! Natalia y Ruth lo observaron acercarse, casi boquiabiertas, sin perder detalle de cada paso que daba. Como si lo hubiesen planeado, ambas se bebieron sus chupitos al mismo tiempo, sin dejar de mirar a su amigo. Vestía una camisa negra, abierta, y debajo de ella llevaba puesta una camiseta blanca. Tenía las manos metidas en los bolsillos de los pantalones, unos vaqueros rotos, y sus brazos... unos brazos fuertes, pero no de gimnasio. Y lo que de verdad le hacía resplandecer: su sonrisa. Existen muchos tipos de sonrisas pero, sin duda alguna, la sonrisa de Lucas pertenecía a un género diferente.
El corazón de Natalia latía más fuerte cuanto más cerca de ellas se encontraba el chico y cuando estuvo allí, delante, cuando pudo oler su perfume, un escalofrío recorrió el interior de su cuerpo, haciendo que hasta sus pensamientos temblasen.
-¡Hola, chicas! – exclamó él acariciando el pelo de Ruth y agitando cariñosamente el de Natalia –. ¿Ya estáis bebiendo? No os paséis, ¿eh?
Ellas se limitaron a sonreír, sintiendo aún el fuego del absenta en sus gargantas. Y antes de que pudieran decir nada, Lucas se dio la vuelta para encontrarse de nuevo con sus amigos. Cuando ya se había alejado un poco, miró hacia atrás y guiñó un ojo a Ruth, que quedó atónita ante el gesto. Natalia, en cambio, la fulminó con la mirada.
-Uf... – se quejó Ruth, colocando su mano en el estómago –. Voy a ir al baño un momento, ¿eh? Necesito beber agua y si espero al camarero mi intestino ya se habrá derretido cuando llegue. Enseguida vuelvo.
Natalia observó cómo se marchaba, esquivando gente. Entonces clavó su mirada en el chupito de Lorena, que permanecía intacto sobre la barra. Bueno, solo quedamos tú y yo. Pensó. Acto seguido se lo llevó a los labios, pero justo entonces vio a Lucas correr tras Ruth y entrar en el cuarto de baño de chicas. Por la sorpresa, el absenta se atragantó en su garganta y comenzó a toser. No quería creer lo que había visto...

La canción 3, de Britney Spears, envolvía el ambiente del pub. En el baño el volumen era menos molesto, soportable. Ruth se agachó para beber agua del grifo y aliviar la quemazón de su garganta y del estómago. Se sobresaltó muchísimo cuando alguien, a quien no había oído entrar, colocó una mano en sus ojos, dejando invidente a la chica. Comenzó a gritar y a luchar por liberarse, pero dejó de hacerlo cuando escuchó una voz en su oído. Una voz dulce y extrañamente familiar.
-Shh... Tranquila, Ruth, soy yo... ¿recuerdas que te dije que sabrías quién soy?
¡Era él! ¡Era Lmusic!
Cuando consiguió calmarse, él utilizó un pañuelo para cubrir sus ojos, sustituyendo las manos, que ahora se deslizaban por los brazos temblorosos de la chica.
-Deja que te vea – pidió Ruth haciendo amagos de retirar el pañuelo para poder contemplar por fin a aquel chico. Pero él cogió su mano, suavemente, impidiéndoselo. Sus dedos la acariciaron. Eran suaves. Sintió un escalofrío –. No es justo. No era este el trato.
-Por favor, Ruth – suplicó él en un susurro –. Dame más tiempo. Solo un poco más.
-No – respondió ella con rotundidad –. Quiero verte. No puedes hacerme esto.
Sintió cómo Lmusic acercaba a su oído los labios, y de nuevo un escalofrío la hizo estremecer. Olía muy bien. A pesar de aquel juego en el que ella no podía ganar, no estaba enfadada. Algo tan romántico era propio de él. Así que, aprovechando los cuatro sentidos que aún podía utilizar, respiró su aroma, y dejó que sus manos se abrieran paso, que descubrieran aquello que sus ojos no eran capaces de ver. Él no mostró resistencia, y retiró un poco su rostro del de ella para que pudiera tocarlo. Las manos de Ruth viajaron por su pelo, liso, suave, corto, y continuaron su camino hacia la cara. Sus dedos encontraron los ojos y, más abajo, acarició dulcemente los pómulos. Tenía una piel joven, limpia. Pudo sentir cómo temblaba, al igual que ella. Los dedos de la chica hallaron entonces sus labios, y allí se detuvo.
La música no sonaba para sus oídos. En cambio, podía oír perfectamente la respiración de Lmusic, agitada, nerviosa. Tanto como la suya.
-Deja que te vea – insistió sin retirar los dedos de aquellos labios.
-Perdóname – le acarició el cuello –. De verdad que no puedo.
Sin darle oportunidad de responder se inclinó hacia ella, sus manos cayeron hasta los hombros del chico. Y la besó. Ruth no se opuso, a pesar todo. Porque ella también quería besarlo.
Después de un beso largo, que consiguió paralizar todo lo ajeno a ellos, la soltó.
-Te quiero, princesa.
Ella retiró la venda de sus ojos lo más rápido que pudo, pero él ya no estaba. Se había ido, y la música volvía a sonar. Miró el pañuelo, negro, fino, suave. Lo acercó a su rostro y respiró profundamente. Ese olor... Su olor.

Natalia no quitó ojo a la puerta del cuarto de baño, a lo lejos. ¿Qué estaba ocurriendo allí dentro? ¿Por qué ninguno de los dos salía? Había pedido otro chupito y el alcohol empezaba a hacer efecto en ella. La cabeza le daba vueltas. Pasaron varios minutos, pero Lucas no salía. Se estaba desesperando. Quizás tan solo hablaban... Y entonces lo vio, vio cómo corría abriéndose paso entre la multitud. Parecía tener mucha prisa...Y Ruth salió poco después, y miró a un lado y a otro, como si estuviera buscando a alguien. ¿A Lucas? Sin dejar de observar a su alrededor se dirigió rápidamente hacia Natalia. Llevaba un pañuelo negro en la mano y parecía alterada. Lorena se reunió con ellas en ese momento. Llegaron prácticamente a la vez.
-¡Ha venido! – exclamó Ruth, gesticulando de forma exagerada –. ¡Ha venido! – volvió a decir.
Natalia no daba crédito a lo que estaba oyendo.
-¿Tu amor cibernauta? – preguntó Lorena, algo confusa.
-¿Quién si no?
-¡Por fin lo has visto! – Lorena agarró las manos de su amiga, eufórica. Se moría de ganas por saber más –. ¿Y cómo es? ¿Dónde está? ¿Qué ha pasado? ¿Y esto? – señaló el pañuelo negro que Ruth sostenía en sus manos.
-No lo he visto – respondió mostrando decepción –. ¡Esto...! – agitó el pañuelo –. Me ha vendado los ojos. ¡No me ha dejado verlo!
-¿No lo has visto en ningún momento? – quiso saber Natalia.
-Ya te he dicho que no me ha dejado.
Así que Lucas era Lmusic, el misterioso chico con el que Ruth hablaba por MSN. Este pensamiento le provocó tal dolor que quiso echarse a llorar allí mismo, pero logró contener las lágrimas: no quería dar un espectáculo. Y sobre todo, de ningún modo se enteraría su amiga de todo aquello. Nunca iba a saberlo.
-¿Qué me dices? – exclamó incrédula Lorena –. ¿Pero qué es lo que ha pasado?
-¡Nos hemos besado!
Y entonces Nat, al escuchar eso, no pudo soportarlo. Se sentía débil. ¿Cuánto tiempo llevaba sin comer? No podía recordarlo. Desde la noche anterior, quizás. Sí. Sintió nauseas. Todo empezaba a oscurecerse. Poco a poco, también la música, las voces... todo se fue apagando. Intentó alzar el brazo para agarrar a Lorena, que estaba de pie justo a su lado, pero los músculos no respondían. En un segundo intento de levantarse, se desplomó.

Capítulo 2

“La realidad no es la misma para alguien que está enamorado y para quien no lo está”


-Bueno, pues al final todo ha salido bien – suspiró Víctor satisfecho, dejándose caer en la cama de su hermana.
-Claro que sí. No entiendo por qué estabais los dos tan nerviosos. Como si hubieseis hecho algo malo – rió Ruth encendiendo el ordenador.
-Cambiando de tema, te he llamado varias veces antes, porque llegabas tarde. Pero tenías el móvil apagado.
-Se me ha perdido.
Se encogió de hombros y golpeó después el ordenador, que estaba tardando más de la cuenta en encenderse.
-¿Que lo has perdido? ¿Pero dónde tienes la cabeza, hermanita? – Víctor parecía muy divertido con todo el asunto y se revolcaba en la cama partiéndose de la risa. La verdad es que cuando quería podía ser un verdadero incordio –. Bueno, tampoco es una gran pérdida. Total, era un móvil prehistórico.
-Déjame en paz, Víctor. Y vete a tu cuarto, anda – Ruth se había ofendido, porque le tenía mucho apego a ese viejo aparato. Y siempre había funcionado perfectamente.
-Vale, vale. No te pongas así, peque. Ya me voy.
Y cerrando la puerta tras él, se marchó a su habitación, aún con una sonrisa en la cara. Se agachó para buscar bajo su cama, hasta que finalmente lo encontró y se detuvo a contemplarlo unos instantes, ilusionado. El cumpleaños de Ruth no era hasta dentro de dos semanas, pero no le vendría mal su regalo por adelantado. Así que se dirigió de nuevo hacia el dormitorio de enfrente, ahora con el paquete envuelto en papel morado entre las manos.
Aporreó la puerta con ese ritmillo de siete golpes con el que siempre pedía permiso para entrar. Ruth suspiró y, sin poder evitar una sonrisa, permitió la entrada a su hermano mayor, quien pegando saltitos se dirigió hacia ella.
-Toma, enana, tu regalo de cumpleaños – le dijo canturreando y ofreciéndole el paquete –. Te lo compré el otro día, pero creo que no hace falta que esperes dos semanas.
La chica se temió lo peor. Podía imaginarse que bajo el envoltorio morado se escondía la caja de un móvil. Y conociendo a su hermano no sería un aparato cualquiera. Miró a Víctor y después comenzó a rasgar el papel de regalo. Suspiró.
-Víctor, sabes que no me gusta que te gastes tanto dinero en mi cumpleaños. Y esto es una pasada. Devuélvelo.
-¿Pero qué dices? Tía, que tienes ante ti un Sony Ericsson Aino. Mira, mira – rápidamente arrancó la caja de las manos de Ruth y sacó de ella el móvil –. Tiene pantalla táctil – empujó hacia arriba la enorme pantalla del teléfono, dejando ver un teclado que había escondido debajo –. Y también teclado.
-Pero Víctor, ese cacharro cuesta un pastón – se quejó Ruth esforzándose por no caer en las redes de aquel Sony Ericsson último modelo.
En ese momento el sonido del MSN insistió repetidas veces desde el ordenador, captando la atención de ambos. Alguien le había hablado.
-¿Con quién hablas, peque?
Se asomó por el hombro de su hermana para descubrirlo él mismo. Entonces vio una pestaña de color naranja, parpadeando. Leyó el nick del hablante
-¿Lmusic? ¿Y ese quién es?
-Un amigo.
Ruth se mordió el labio inferior y empezó a encogerse en la silla. ¡Por fin iba a hablar con él! Lo había echado de menos durante todo el día. Y de una vez por todas, después de tanto tiempo, iba a pedirle una cita cara a cara.
-Bueno, me voy ya. No hagas tonterías con la web-cam – exclamó su hermano en una carcajada mientras salía por la puerta.
-Descuida...
Empujó la silla hacia la mesa y clicó sobre la pestañita naranja para comenzar una interesante conversación con su amigo internauta.

Lmusic: Hola, princesa. ¿Qué tal ha ido el día? ¿Recibiste mi mensaje?
Leyó un par de veces aquel comienzo y se dispuso a escribir.

Ruth: ¡Sí! Pero he sufrido un percance justo después… ¡Mi móvil está en búsqueda y captura! Por eso no te he respondido.

Lmusic: Qué desastre eres. Cualquier día pierdes la cabeza.

Ruth: Demasiado tarde para advertirlo… Por cierto, quería comentarte una cosa...

Lmusic: Soy todo oídos.

Ruth pensó unos minutos, inmóvil frente al ordenador, preguntándose tantas cosas… Le daba un poco de vergüenza pedirle una cita. Pero, por otro lado, después de tanto tiempo… Finalmente se decidió, tras haber recibido un par de zumbidos.

Ruth: He pensado que no sé nada de ti. No sé cómo te llamas, y tampoco te he visto nunca. Por eso, me ha parecido una buena idea que un día de estos nos veamos. En persona.
Leyó tres veces lo que había escrito y borró la última frase, para sustituirla por otra: “Por eso, me ha parecido una buena idea que nos veamos mañana. En persona”.
Esta vez sin pensarlo, le dio a enviar. No tardó mucho en recibir la respuesta de su amigo. Una respuesta que en realidad no esperaba.

Lmusic: De acuerdo. Creo que va siendo hora de tener un encuentro cara a cara.

Ruth: ¿En serio?

Lmusic: Sí. ¿Vas mañana al pub Los Ángeles? Me has contado que sueles ir por allí los viernes. Creo que sería un buen lugar.

Ruth: Ok. Pues entonces, sobre las doce allí mañana. Pero… ¿cómo nos reconoceremos?

Lmusic: Tranquila, sabrás que soy yo. Bueno, me voy a dar una vuelta. Si estás conectada cuando vuelva, hablaremos entonces. Te quiero.

Se despidió de él sin poderse creer aún la conversación que acababan de tener, ni la cantidad de cosas que podrían ocurrir en poco más de veinticuatro horas.
En ese momento se abrió otra pestaña del MSN y comenzó a parpadear. Era Natalia.

Natalia: Hola, guapa. Voy a cambiarme a letras.

Ruth: Lo siento… aunque en realidad es lo mejor para ti. Además yo puedo ayudarte con Lucas si quieres. Será más fácil ahora que estamos en la misma clase. ¿Quieres que haga de Celestina?

Natalia: Ni se te ocurra, Ruth. Tú no. Prométeme que no lo harás, por favor.

Aquella respuesta extrañó mucho a la chica, incluso se sintió un poco dolida.

Ruth: ¿Pero por qué? ¿Qué pierdes por intentarlo?

Natalia: Porque terminará enamorándose de ti, Ruth. No lo hagas, POR FAVOR.

Ruth: ¿Enamorarse de mí? ¿Pero qué tonterías dices? Eso no va a pasar, Nat, ¡es imposible! Pero si no quieres mi ayuda no voy a insistir más...

Natalia: Gracias… Bueno, me voy a meter un rato en la piscina. ¿Te vienes?

Ruth: Puf… No, aunque creo que saldré a dar una vuelta. ¿Hablamos mañana? ¡Te quiero!

-¡Sara! – gritó Lucas desde la entrada. Pocos segundos después Sara acudió, con la lengua colgando graciosamente, y agitando la cola con frenesí. ¡Le encantaba pasear de noche!
Ya se encontraban cerca del parque. Lucas intentaba seguir el ritmo de la perrita, que parecía más inquieta que nunca y tiraba de la correa con ímpetu.
La desató para que paseara libremente una vez llegaron al parque, y se sentó en el césped a contemplar aquel hermoso animal corretear e investigar cada rincón del lugar, a pesar de conocerlo ya a la perfección.
De pronto escuchó un grito, seguido de unas palabras que no logró entender. Era una voz femenina y musical y para su sorpresa absolutamente conocida. Desvió la mirada al lugar de donde procedía aquella voz. Vio a Ruth tirada en el suelo y a Sara encima de ella, moviendo la cola y lamiendo la cara de la chica. A Lucas se le escapó una sonrisa, bajo la luz anaranjada de la farola, y después silbó con fuerza para liberar a su amiga del travieso Golden Retriever, que acudió de inmediato a la llamada de su amo.
Ruth se levantó desconcertada. Se había asustado un poco cuando aquel enorme perro se le abalanzó encima, pero pronto se dio cuenta de que era Sara. Aunque más bien reconoció a su dueño, que había silbado desde pocos metros más allá, sentado en el césped bajo una farola... Aquella luz anaranjada hacía aún más bonita su sonrisa, la sonrisa maravillosa de Lucas.
-¿Estás bien?
Se levantó para recibir a su amiga.
-Sí… - respondió Ruth algo desconcertada y sacudiéndose la arena de la ropa –. Pero me ha dado un buen susto – soltó una carcajada –. ¿Qué hacéis por aquí?
Se dieron dos besos cuando estuvieron lo suficientemente cerca y después Lucas se encogió de hombros, con una media sonrisa en la cara.
-Me apetecía venir aquí... a tumbarme en el césped. ¿Te apuntas?
Ruth lo pensó durante un momento para finalmente acceder, así que se sentaron donde antes había estado Lucas. Esta vez Sara los acompañó. Se tumbó junto a Ruth apoyando la cabeza sobre sus piernas. Ella acarició al animal, sonriendo.
-Así que Natalia al final se ha decidido por ciencias – comentó Lucas, girando levemente el cuello para mirar a Ruth.
Ella se puso un poco nerviosa, porque no podía contarle los motivos reales que habían empujado a Nat a matricularse en el bachillerato científico. ¡Él era el motivo!
-Ha sido un error. Pero todavía está a tiempo de matricularse en letras.
No soportaba mentir, así que quedó bastante satisfecha con su respuesta. En teoría era verdad: había sido un error, un gran error.
-¿Un error? – sus cejas se curvaron –. ¿Se equivocó al rellenar la matrícula? – soltó una carcajada –. Pues fíjate que me parecía imposible.
Ruth se limitó a reír también, dejando el tema zanjado.
-¿Te importa que ponga música? - preguntó Lucas sacando el móvil del bolsillo de su pantalón.
-No, claro. ¿Qué escuchas? – Lucas no contestó, pero una canción conocida lo hizo por él: with me, de Sum41 –. ¿Te gusta Sum41?
A pesar de que llevaba prácticamente toda su vida conociéndolo, hacía muchos años que perdieron el contacto casi por completo. Poco antes del comienzo del verano volvieron a salir todos juntos... la relación de Víctor y Lorena fue quien los unió de nuevo. Aunque como Lucas se había pasado por ahí las vacaciones, no había tenido la oportunidad de conocerlo. La verdad es que había cambiado bastante en los últimos años.
Él sonrió mirando al césped y después desvió la mirada hacia su amiga. Cerró los ojos y echó hacia atrás la cabeza, encogiéndose de hombros.
-Son los mejores – dijo sin borrar la sonrisa de sus labios –. Y esta canción…
Volvió a abrir los ojos y Ruth pudo percibir una nota de esperanza en ellos. Era como si llevaran palabras escritas, como si le hablasen. Supo entonces que aquella canción le recordaba a alguien. No a alguien, sino a la persona a la que amaba. También supo que su amiga no tenía absolutamente nada que hacer con ese chico.
-Es mi canción favorita – señaló Ruth, sabiendo que él no terminaría la frase que había empezado.
Lucas volvió a sonreír de la misma forma que antes, casi con ironía, y acercó unos centímetros más su rostro al de ella, que sintió cómo los latidos de su corazón se habían convertido en un tiroteo, sin poder evitarlo. No estaban tan cerca, pero aquella sonrisa podía conseguir convertir en gelatina a la piedra más dura.
-Lo sé – susurró.
-Ah, ¿sí?
Rió con la voz nerviosa y lo empujó con suavidad para alejarlo un poco, presionando en su pecho. Le incomodaba tener su sonrisa a menos de treinta centímetros de la cabeza.
-¿Y cómo lo sabes?
-Porque la tienes como tono de llamada.
-¡No la tengo como tono de llamada!
Él apretó los labios mientras asentía con la cabeza. Después alzó las cejas y, encogiéndose de hombros, dijo:
-Lo sé.
No entendía nada... Durante unos segundos sus miradas permanecieron una frente a otra, como en una lucha en la que era imposible saber quién caería primero, quién sería el que antes agacharía la cabeza. Sus risas, sorprendentemente sincronizadas, rompieron el breve silencio.

Ruth se despertó sobresaltada cuando Víctor la sacudió de manera un poco brusca, sabiendo lo difícil que resultaba sacar a su hermana de un sueño profundo.
-¡Joder, Víctor! ¡Mira que eres burro! Cualquier día me quedo en el sitio – se quejó ella sujetándose el pecho como si se le fuera a salir el corazón.
-He intentado despertarte de mil maneras, pero eres dura de pelar. Agradece que no te haya tirado encima un cubo de agua – la sonrisa de Víctor, siempre presente en su rostro, calmó de inmediato a Ruth, que curvó los labios respondiendo con otra sonrisa –. Lorena te está esperando abajo, ¡date prisa y os acercamos al instituto en coche!
-¿Os acercamos? – preguntó ella mientras salía de la cama, algo desconcertada. La cabeza le dio mil vueltas al ponerse en pie –. Dios mío, es como si hubiera estado dos días bebiendo vodka sin parar.
-Javi y su maravilloso Ford. Es como nuestro chófer privado – una carcajada acompañó las dos últimas palabras –. ¿Vodka? ¿A eso te dedicas los fines de semana?
-Tener un hermano como tú lo requiere – le sonrió cariñosamente mientras lo empujaba fuera del dormitorio –. Esperadme abajo, tardo cinco minutos.
Aunque fueron más de cinco, pocos minutos después Ruth se encontraba abajo junto a la pareja, a quienes sorprendió en mitad de un fogoso beso.
-¡Puaj... amor! – bromeó haciendo que se percataran de su presencia.
-¡Eh, Ruth!
Giró la cabeza en busca de aquella voz tan familiar y vio a Javi asomado por la ventanilla de su coche, llamándola con la mano. Ella acudió caminando despacio, y sonriendo de oreja a oreja –. Hemos quedado mañana para ir a mi casa, ¿vas a venir? – sin dejar tiempo a que respondiera, sacudiendo la cabeza de un lado a otro, corrigió aquella interrogación –. ¡Vas a venir!
-¡Claro que sí! – exclamó Ruth –. ¿Quién más va?
-Yo – era la voz de Lucas, que estaba sentado en el asiento de atrás –. Y mi hermana creo que también se apunta.
-¿Pero qué hacen estos? – Javi sacó medio cuerpo por la ventanilla –. ¡Que nos vamos! ¡Ahí os quedáis!

Cuando Ruth salió del coche pudo ver a Natalia apoyada junto a la puerta del instituto, con los brazos cruzados y la mirada perdida. Parecía totalmente ausente. Desvió la vista hacia sus amigos cuando los escuchó desde lejos, pero no le llevó mucho tiempo volver a mirar hacia el suelo. Ruth se adelantó, dejando a los demás a sus espaldas, para averiguar qué le ocurría a su amiga, aunque probablemente ya conocía de sobra el motivo.
-¡Hola, Nat! – saludó una vez estuvo junto a ella –. ¿Y esa cara? ¿Llevas mucho rato esperando?
-Es que he venido más temprano para matricularme en letras antes de que esto se llenara de gente, que sino te pasas la mañana aquí hasta que te atiendan... – su voz no reflejaba la expresión de su cara, mucho más apagada.
-¿Y has llegado a tiempo?
-A secretaría sí – sonrió irónicamente antes de seguir hablando –. Al bachiller de letras, no.
-¿Cómo? – exclamó Ruth sorprendida –. ¿Ya no hay plazas?
Natalia no respondió. Alzó la cabeza para mirar a Lucas que, junto con los demás, ya les había alcanzado.
-Bueno, ¿qué? ¿Vamos a ver ya las listas o pensáis quedaros aquí todo el día? – preguntó Javi.
-No sé por qué tienes tanta prisa, si ya las viste ayer en Internet - intervino Lorena –. Por suerte este año no te tengo en clase – soltó una risilla y después le sacó la lengua, haciéndole ver que solo bromeaba.
Así que Javi estaba en la clase de Ruth y Lucas, puesto que él también había decidido matricularse en ciencias. Realmente la idea de compartir clase con aquellos dos chicos no le importaba en absoluto. Además, así Javi podría echarle un cable con los exámenes de física...
Nat se dio la vuelta para entrar en el instituto por segunda vez aquella mañana. Ruth observó su rostro. Estaba tan pálida, ojerosa... parecía cansada. No era solo el hecho de tener que enfrentarse a un bachiller de ciencias lo que le producía aquel malestar. Era como si estuviera enferma. ¿Estaba más delgada?


Después de ver las listas, algunos por segunda vez, entraron en un bar cercano para tomarse unas cervezas, aprovechando lo poco que quedaba de las vacaciones de verano. Siempre les había gustado mucho aquel barecillo, con una terraza amplia y decoración tradicional, aunque con un toque moderno. Cuando ya llevaban allí un buen rato (y dos rondas), Javi volvió a preguntar sobre el plan de ir a su casa el sábado. Parecía muy ilusionado.
-Yo no sé si voy a poder ir – comentó Natalia después de dar un buen sorbo a su vaso, lleno de Nestea –. No puedo gastar más dinero...
Aunque a Ruth aquello le parecía más una excusa barata que cualquier otra cosa – puesto que ella nunca había tenido problemas con el dinero – no dijo nada al respecto. Y no porque no le resultara extraño el comportamiento de su amiga.
-No importa – se apresuró a añadir Javi, ansioso por pasar ese día con sus amigos –. Te podemos pagar la comida entre todos. ¡Pero tienes que venir!
-Ni lo sueñes, no voy a endeudarme.
-No es endeudarte, no hace falta que devuelvas nada. Además, tampoco tendremos que pagar mucho más. ¡Venga, Nat! – esta vez fue Lucas quien habló.
El estómago de la chica se encogió como un pobre conejito atrapado en las zarpas afiladas de un gato feroz y hambriento. Se lo había pedido él, precisamente. ¿Cuándo, a lo largo de aquellos diez años, le había dado un no por respuesta? Nunca. ¿Quién podía negarle algo a Lucas? Ella no, desde luego... Pero esta vez iba a hacerlo, y estaba tan convencida, que incluso clavó su mirada en el rostro del chico, sentado justo en frente.
-Está bien – sus palabras le traicionaron irremediablemente –. Iré. Pero no me pagáis nada. Ya me las apañaré...
Todos mostraron alegría al escuchar aquella respuesta, pero ella tan solo vio la sonrisa de Lucas... La sonrisa más perfecta del mundo.

Capítulo 1

No sabría explicar lo que sentí al verte allí, sonriendo como siempre, después de tanto tiempo... Me pregunto si sabrías tú explicar lo que sentiste al verla allí, sonriendo como siempre, después de tanto tiempo”


Ruth pasó la toalla por su frente para secar el sudor y después vació de un golpe la botellita de agua que llevaba en la mochila. Estaba agotada. Natalia también.

Cuando salieron del gimnasio eran las ocho y media de la tarde y el sol aún brillaba con fuerza sobre sus cabezas.

-Puf... Vaya tardecita que hemos pasado. No vuelvas a pedirme que haga spinning, por favor. No me siento las piernas... – se quejó Ruth con una mueca de dolor. Su amiga soltó una carcajada y después resopló dándole la razón –. Por cierto, Nat, ¿hoy no tenías una cena o algo de eso?

-Sí, a las diez. Tengo que pasar por mi casa para ducharme. Puedes venir conmigo y, si quieres, acompañarme a la cena. Dúchate en mi casa y te presto algo.

-No... Yo también tengo una especie de cena familiar. Mi hermano va a llevar a Lorena a casa para presentársela a mis padres – Ruth rió mientras pronunciaba las últimas palabras –. Será divertido, mi hermano está muy nervioso.

-Pero si la conocen desde que era una niña.

-Bueno, para presentársela como tal... para, digamos, darles la noticia.

-¿Crees que también irá su hermano?

-¿Lucas? No – Ruth la miró alzando una ceja –. Ya me extrañaba a mí... que llevaras tanto tiempo sin mencionarle. Ya lo daba por olvidado.

-Ruth, por Dios, si llevo por él desde los seis años – exclamó poniendo los ojos en blanco de forma teatral –. Y mañana es el momento decisivo.

-¿El momento decisivo? ¿De qué hablas?

-Mañana por fin podremos ver las listas. Y este año sí caerá en mi clase, ya lo verás – se mordió el labio con ilusión y una sonrisa iluminó su rostro –. Eché la matrícula en ciencias solo para poder estar todo el curso junto a él.

-¡¡¿Que has hecho qué?!! – Ruth se detuvo, quedándose atrás. Un poco más adelante, su amiga hizo lo mismo y se volvió para mirarla –. ¿Se te ha ido la cabeza? ¿Ahora en vez de periodista quieres ser médico?

-No, yo no. Pero Lucas sí. Era la única manera de estar por fin en su clase.

-¿Y cómo estás tan segura de que este año será así?

-Una corazonada.

Ruth rió con ironía y enfado. No podía creer que su amiga tirase su futuro por la borda por un chico. Un chico que jamás había visto en ella algo más que amistad. Un chico que, aunque guapo, simpático e inteligente, solo era eso, un chico. Comenzaron a caminar de nuevo. Ahora Natalia parecía un poco avergonzada. Quizás aún estuviera a tiempo de arrepentirse.

-Pues es la corazonada más estúpida que has tenido nunca. Y ya es decir – dijo al fin Ruth –. De todas formas, probablemente todavía tenga solución todo este asunto.

-No voy a cambiar de idea. Comprendo que suena un poco… estúpido. Pero de verdad creo que esta vez todo va a salir bien.

Sus ojos negros brillaban llenos de esperanza. Al parecer estaba totalmente convencida, así que Ruth no quiso insistir más, le parecía inútil y se limitó a resoplar.

-La cena a la que vas es cerca de mi casa, ¿no? – preguntó cambiando de tema.

Ya estaban cerca del piso de Natalia.

-Sí, en el restaurante Fuente de Oro, o algo así. Es por el ascenso de mi padre, así que no será muy… divertida.

-Pues se me ocurre una cosa. Mientras te duchas puedo ir a meterle saldo al móvil, que no tengo un duro, y después paso a por ti para ir juntas a mi barrio.

-Me parece bien.

-Pues no te entretengas mucho, que nos conocemos. Ahora nos vemos – se despidió Ruth alzando la voz conforme terminaba la frase, porque cada vez se encontraba más lejos.

Se dirigía hacia la papelería más cercana cuando sonó dentro de su mochila un sonoro beso. Era su móvil, indicando que acababa de llegar un mensaje. Buscó hasta encontrarlo y lo leyó:


¿Dónde estás, princesa cibernauta? Hoy no te he visto conectada. Tengo ganas de hablar contigo. Te echo de menos. Un beso.


Ruth sonrió, parada en mitad de la calle, mirando embobada el móvil. El mensaje era de un chico con el que hablaba a través de Internet desde hacía poco menos de año y medio. Se conocieron en un foro de Sum41, el grupo preferido de ambos. Ella lo conocía por su nombre en la red: Lmusic, pero él nunca había querido confesarle su verdadera identidad. Desde entonces no hubo un solo día en el que no hablaran. Aunque nunca se habían visto, sus conversaciones eran muy divertidas y entre ellos había una confianza plena. Era un consejero estupendo y sabía escuchar. Bueno, en este caso leer. La verdad era que Ruth sentía algo por él. Se podría decir que estaba “un poco enamorada”, aunque era algo que no iba más allá de la pantalla del ordenador y, de vez en cuando, el móvil. Quería responderle, pero para ello tenía que cargar el saldo, así que siguió su camino hacia la papelería.


-¿Pero cómo se puede ser tan lenta? Vas a llegar tarde... ¡y yo también! – se quejaba Ruth desde el dormitorio de Natalia, que se estaba peinando en el cuarto de baño.

-¡No te enfades conmigo! No es mi culpa que se te haya perdido el móvil... – exclamó Nat mientras deslizaba el cepillo entre los mechones de su pelo marrón chocolate.

Ruth había perdido el móvil durante el trayecto hacia la papelería y, para colmo, no se había dado cuenta hasta después de haberle metido saldo. Diez euros de saldo. Diez euros perdidos junto con el móvil. Y encima no había podido responder a Lmusic. Vaya día.

-¡Pero sí tendrás la culpa de que llegue tarde! Te recuerdo que aún tengo que ducharme – gritó desesperada en respuesta a su amiga.

-¡Ya voooy! – Ruth se imaginó a Natalia poniendo los ojos en blanco mientras decía esto y sonrió.

Inconscientemente, agarró una goma del pelo que había encima de la cama de Nat, donde estaba tumbada, y empezó a juguetear con ella, dándole vueltas y más vueltas con los dedos. Pensaba en su cibernauta, que ahora mismo estaría esperando una respuesta al SMS. Una respuesta que no iba a llegar. Ruth suspiró y se preguntó, no por primera vez, cuál sería la razón por la que Lmusic siempre había rechazado la idea de mandarle fotos o, simplemente, decirle su nombre. Una parte de ella tenía miedo. Porque todo el mundo miente por Internet. Y él podría ser una de esas personas. Podría ser cualquiera. Según le había dicho, tenía dieciséis años, igual que ella, pero... ¿y si no era así? Podría ser un psicópata, un pervertido… ¡O peor aún! Pero era tan… encantador. Muchas veces había estado a punto de proponerle una cita. Conocerse en persona. No le importaba si era feo o guapo. Porque seguiría siendo su amigo cibernauta. Su mejor amigo. Pero, a pesar de todo, nunca había llegado a hacer esa proposición. Eso iba a cambiar. Le iba a pedir explicaciones. Después de tanto tiempo hablando se merecía saber su nombre o ver una foto, ¿no? Ruth se prometió a sí misma sacar el tema a relucir en cuanto hablara de nuevo con él.

-Bueno, ya estoy. ¿Nos vamos? – preguntó Natalia asomándose a su dormitorio, sobresaltando a su amiga e interrumpiendo sus pensamientos.

Ésta desvió la mirada hacia Nat. Llevaba un vestido rojo ceñido al cuerpo, que pronunciaba sus bonitas curvas y dejaba a la vista las largas y delgadas piernas de la chica. Unos taconazos de aguja remataban el modelito, tal vez un poco exagerado.

-Mm… ¡Qué sexy! – señaló Ruth mordiéndose el labio y riendo –. ¿Vas a ligarte a algún compañero de trabajo de tu padre, o qué?

-Ahora que lo dices… Hay un morenazo de ojos verdes que, si no fuera porque es calvo y tiene barriga cervecera…

Ambas rieron mientras salían a la calle, juntas, disfrutando, tal y como siempre había sido entre ellas. Quizás esto, como casi todo en esta vida, tuviera un final.


Mientras se acercaban al barrio de Ruth, Natalia la observaba. Siempre tan alegre, siempre tan radiante, siempre tan perfecta. Incluso en chándal, despeinada y con el maquillaje en todas partes menos donde debía estar, su aspecto era sobresaliente. Nadie era mejor que Ruth, mirándolo desde cualquier perspectiva. Todos los chicos que se cruzaban con ellas por la calle miraban, sin excepción. Pero, a pesar del vestido, de los tacones y del peinado, sabía que no la miraban a ella porque, aunque fuera desnuda, ellos seguirían mirando a Ruth. Esto siempre le había hecho sentirse inferior. Natalia no era fea, en absoluto, pero al lado de su amiga su belleza quedaba eclipsada. Y eso siempre se lo había puesto todo más difícil. Todo. Ella quería a Ruth, era su amiga, pero no le gustaba tener que conformarse con estar siempre por debajo, con ser siempre la segunda. Sus ojos se clavaron en la melena rubia de la chica, recogida en una cola alta, un poco desecha por el esfuerzo del gimnasio. Después miró su rostro. Su piel era rosada y suave. Tenía unos ojos verdes y brillantes, adornados por unas pestañas inmensas; nariz recta y pequeña, labios simétricos y rojizos. Sus pómulos siempre tenían color y cada vez que reía dejaba ver unos dientes tan blancos y perfectos… Contempló ahora su cuerpo. Tenía poco pecho, aunque eso en Ruth no era ningún defecto. Delgada, aparentemente frágil. Delicada. Como la porcelana. Sus piernas eran largas, en perfecta proporción con el tronco. Tenía muy marcados los huesos de la cadera y su cintura era estrecha. Pero lo mejor de Ruth no era el físico, que, sin lugar a dudas, rebosaba de poder, sino lo fácil que era estar con ella. Era una persona optimista, que siempre tenía una sonrisa preparada para cualquier circunstancia. Sabía escuchar y confiaba en casi todo el mundo. Era una buena persona. Y, a pesar de su belleza, de la que, inevitablemente tenía que ser consciente, no se lo tenía creído, ni utilizaba su atractivo físico como arma.

Natalia sonrió. Era normal que envidiara a su amiga, pero la quería y no la cambiaría por nada, por nadie. Era de las personas más importantes que había en su vida.

-… Y me ha dicho que me cortará el agua caliente cuando lleve diez minutos duchándome. Ya sabes cómo es mi madre – al parecer llevaba hablando ya un buen rato.

-Ah... – respondió Natalia, que se había perdido el resto de la historia.

-Oye, ¿no es ese el coche de Javi?

Natalia desvió la mirada hacia el lugar al que señalaba su amiga. Sí, efectivamente, aquel era el coche de Javi, el mejor amigo de Lucas. Una puerta trasera del vehículo se abrió y vieron salir a Lorena. Alcanzaron el coche, situado frente a la casa de Ruth, acelerando el paso. El corazón de Nat comenzó a latir con fuerza. ¿Y si…?

-¡Eh, rubia! – gritó alguien desde el interior del Ford Focus. Un segundo después las dos chicas vieron asomar por la ventanilla del conductor la cabeza de Lucas, que se había estirado desde el asiento del copiloto por encima de su amigo. Aquella llamada iba dirigida a Ruth. Natalia sintió una punzada en el pecho, como si una bala se incrustara de lleno en los pulmones y no le permitiese respirar.

-¡Hola, Lucas! ¿Tú también vienes a cenar? – preguntó la aludida, un poco extrañada, pero con una sonrisa en la cara.

Una sonrisa maravillosa.

-No. Solo hemos venido a traer a mi hermana. Ya sabes lo poco que le gusta andar – el muchacho observó riendo a Lorena que, desde la puerta de la casa de su novio, donde se encontraba apoyada a la espera de Ruth, le sacó la lengua –. Por cierto – continuó, volviendo de nuevo la cabeza y sacando aún más el cuerpo por la ventanilla –. ¿Sabes que este año estamos en la misma clase?

Al escuchar eso último, Ruth miró a Natalia casi sin darse cuenta, y detectó una nota de furia en su rostro, que en ningún momento le devolvió la mirada.

-Pero si las listas no las ponen hasta mañana – añadió Ruth haciendo que aquella frase sonara como una queja, casi como un reproche.

-Ya están publicadas en Internet – Lucas mostró una sonrisa estupenda, saboreando sus palabras.

Lorena observó entonces a Natalia, mientras se le escapaba un suspiro. Pobre chica. Tampoco aquel año iba a tener suerte, aunque nada habría cambiado de haber compartido clase con su hermano. Él nunca se fijaría en ella. Nunca. El corazón de Lucas ya tenía un nombre tatuado, imborrable, para siempre. Lo conocía, lo había visto en sus ojos... Casi pudo sentir la sensación que en ese instante recorría el cuerpo de Natalia. No era muy difícil de imaginar.

-Tú y yo estamos en otra clase, Nat – exclamó entonces Lorena sonriendo amargamente, consciente de que aquella confirmación no causaría más que daño en la pobre enamorada, de pie, pálida, rígida, con lágrimas contenidas presionando su cabeza, con aquel vestido alucinante, con aquellos zapatos vertiginosos, frente al chico al que siempre había amado, quien ahora dedicaba su mejor sonrisa a la causante de todos y cada uno de sus complejos: su mejor amiga.

Introduucción

Ruth es una chica de dieciséis años, afortunada por contar con un físico envidiable que siempre ha hecho sentirse inferior a Natalia, su mejor amiga, y quien está perdidamente enamorada de Lucas. Este chico ha sido su primer y único amor desde que tenía seis años.
Ruth ha estado hablando durante mucho tiempo con un chico por Internet, ¡del que incluso ha llegado a enamorarse un poco! Pero de quien no conoce ni su aspecto ni su nombre. Pero con él comparte momentos increíbles a través del ordenador y también su grupo favorito: Sum 41.

Ruth, cansada de vivir con la incertidumbre, decide echarle valor al asunto y pedirle a su chico cibernauta una cita en persona. ¡Quiere averiguar de una vez su verdadera identidad! El chico acepta, pero se las ingeniará para que ella no pueda reconocerlo en el encuentro. ¡Si supiera quién es! Sin embargo, Natalia lo descubre, e incapaz de soportar el dolor, se lo ocultará a su mejor amiga y se apartará de ella, intentando combatir el sentimiento de odio que le provocan los celos... ¡El chico cibernauta no es otro que Lucas!

Pero él comete un error que lo delatará ante Ruth, y ella se verá enfrentada a una difícil situación a la que posiblemente todos nosotros hayamos vivido alguna vez... ¿Qué es m

ás importante? ¿La amistad? ¿El amor? La amistad es algo muy valioso, así que hará lo que esté en su mano por no caer en los brazos de Lucas, el mismo chico que le enseñó a soñar a través del MSN, y el mismo chico de quien está enamorada su mejor amiga. Pero siempre se ha dicho que la fuerza del amor, la fuerza más poderosa de todas las fuerzas... no tiene medida, y Ruth se dará cuenta de eso a lo largo de la historia.Esta novela, dirigida en especial a
adolescentes, pretende, sobretodo, entretener. Pero a la vez muestra cómo es la vida real a estas edades. Es una historia sencilla, escrita con un lenguaje actual, que plasma aquello que sucede en el día a día, a miles de personas que podrían indentificarse con los personajes.Os invito a leerla y a
ofrecer opiniones. Espero de corazón que os guste. Un beso.

P.D.: quiero dedicarle este libro a Blue Jeans, quien con su cercana y maravillosa novela: Canciones Para Paula, me animó a escribir y a publicar mi historia en Internet. Gracias.

Podéis seguir la historia en Tuenti: "With Me El Libro", seguirme en Twitter: @Withme_el_libro o escribir a withme.el.libro@gmail.com