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viernes, 31 de diciembre de 2010

Capítulo 14

“Voy a esperarte. Esta vez con paciencia”

Permaneció quieta, intentando evitar el más mínimo movimiento. Incluso contuvo la respiración. Vio cómo los pececillos empezaban a acercarse, nadando confiados alrededor de sus pies. Contó hasta tres, despacio, y después se abalanzó sobre ellos con toda la rapidez que le fue posible. Eran demasiado rápidos y en cuestión de un segundo habían desaparecido, así que se rindió y salió del agua, con el vestido empapado. Estaba muerta de hambre... Aunque no era ese el mayor de sus problemas. La sed empezaba a torturar su garganta, y eso sí era un motivo por el que preocuparse.
No veía a Lucas por ninguna parte. Seguramente todavía estaría buscando algo que comer. Decidió ir a buscarlo, adentrándose en la pequeña selva. No muy lejos, lo encontró agachado y totalmente inmóvil entre la hierba. Cuando él la vio, le hizo señas para que permaneciera en silencio, así que Ruth se acercó sigilosamente, procurando no hacer ruido.
-¿Qué haces? - Susurró, agachándose junto a él.
Lucas no dijo nada, se limitó a mover la cabeza indicando a su amiga que mirase hacia la izquierda. Ruth lo hizo y vio un conejo, que observaba a su alrededor con cierta inquietud, aunque parecía no haberse dado cuenta de que alguien lo estaba vigilando. Después de unos segundos, la chica comprendió qué era lo que pretendía Lucas. ¡Quería comérselo!
Ruth se puso en pie de repente y comenzó a gritar. El animal huyó despavorido y Lucas pegó un brinco, sobresaltado.
-¿Pero qué haces? - Exclamó mirando a su amiga con los ojos fuera de sus órbitas. - ¿Te has vuelto loca?
-¿No pensarías en serio que iba a permitir que matases a ese pobre conejito? - Respondió ella orgullosa.
-Perdóname por no querer morir de hambre.
-Perdóname tú por no querer ver cómo despellejas a un animal indefenso y te lo comes después. - Lucas se puso en pie y retiró de su pantalón pequeñas ramas que se le habían quedado pegadas. - Además, yo había venido a decirte que deberíamos preocuparnos más por encontrar agua que por llenar el estómago. No sé tú, pero yo me estoy muriendo de sed.
El chico asintió con la cabeza, dándole la razón.
-Todavía no hemos inspeccionado la parte derecha de la isla. A lo mejor allí encontramos agua por alguna parte.



Víctor, Javi y Lorena se encontraban en el puerto, acompañados por la policía y el dueño del barco. Habían llevado sus maletas a comisaría. Los padres de los desaparecidos ya estaban informados de todo y se dirigían hacia allá.
-Hace un rato una de las limpiadoras se dio cuenta de que faltaba un salvavidas. - Aclaró el dueño. Después miró a los chicos con cierta tristeza.
-Eso corrobora que cayeron del barco. - Dijo el policía más joven.
Lorena hundió la cabeza en el pecho de Víctor, como intentando protegerse de aquella horrible confirmación. El más viejo de los policías se colocó un radiotransmisor en la oreja y comunicó la nueva información a comisaría. Después permaneció en silencio, escuchando a quien le hablaba desde el otro lado. Asintió unas cuantas veces y finalmente colgó.
-Van a enviar un helicóptero para sobrevolar el recorrido del barco. En caso de que encuentren algo, avisarán a otros dos agentes que seguirán el camino en lancha. - Informó el policía. - Nos mantendrán informados de todo.
-¿No van a buscar en la isla? - Intervino Víctor.
-Ya te dije que había pocas posibilidades de que estuviesen allí. Y en ese caso, no es tan urgente encontrarlos. Primero vamos a inspeccionar el recorrido, porque es posible que se encuentren con vida en el agua.
-No os preocupéis, chicos. Los encontraremos. - Añadió el policía joven, dando una palmadita en el hombro de Víctor, intentando animarlos. - Ahora deberíais ir a dar una vuelta e intentar despejaros. Os llamaremos en cuanto sepamos algo.
-Ni hablar, yo me quedo aquí. - Dijo Víctor con voz áspera. - No voy a ir a dar una vuelta sin saber dónde está mi hermana, como si no pasara nada.
-Víctor, creo que deberíamos hacer lo que nos dice. - Susurró Lorena acariciando el rostro del chico. - Nos sentará bien. Además, nosotros aquí no podemos hacer nada... ahora todo depende de ellos.

Ruth se sentó en una piedra con la intención de descansar un rato. Llevaban caminando demasiado tiempo, y todavía no habían encontrado ni una sola gota de agua. Lucas se sentó frente a ella, en otra piedra, y suspiró.
-A lo mejor no estamos tan perdidos como pensamos. - Dijo Ruth con una nota de esperanza, utilizando su mano de abanico. - Puede que haya gente al otro lado de la isla. Una vez vi una película en la que pasaba algo así.
-Puede ser, pero ni siquiera sabemos cómo de grande es todo esto. - Lucas observó a su amiga, que tenía la mirada clavada en el suelo y garabateaba en la arena con un palito. - No te preocupes. Pronto nos encontrarán.
Ella levantó la cabeza y le dedicó una sonrisa, pero no parecía muy contenta. ¿Por qué iba a estarlo? Si no sabía dónde estaban, ni podía comer nada, y tampoco tenían agua. Desde luego, no existían motivos para que estuviese contenta. Sin embargo, Lucas veía las cosas de un modo diferente. No le importaba en absoluto estar allí con Ruth. De hecho, casi le parecia un regalo del destino. Incluso no estaba seguro que querer regresar tan pronto con los demás. Pero no podía contar con que a ella le pasara lo mismo. Ruth querría irse de allí cuanto antes, volver con sus amigos... Lo más seguro es que para ella no significara nada el hecho de estar allí con él, los dos solos. De hecho, había estado evitando todo contacto con él durante dos semanas, desde que descubrió que era Lmusic. Estaba enfadada. Por eso estaban allí, porque ella se había enfadado con él en el barco. Quizás cuando regresaran volvería a distanciarse... Estando en la isla no le quedaba otro remedio más que tratarlo con normalidad. Y aún así... notaba cierta tensión cuando se encontraban cerca. Se ponía nerviosa.
Ruth se sonrojó y agachó rápidamente su verde mirada, volviendo a su tarea de dibujar en la arena, al ver que Lucas la estaba mirando. Él también desvió sus ojos hacia otro lado, y muchas preguntas invadieron su cabeza. No era capaz de comprender por qué Ruth actuaba de esa forma con él. Por una parte intentaba evitarlo, y lo había rechazado sabiendo que estaba enamorado de ella. Pero, por otro lado, el hecho de sonrojarse cuando la miraba, o ponerse tan nerviosa cuando estaban cerca... todo eso parecía indicar que sentía algo por él. Y en ese caso, ¿por qué lo evitaba? Quizás prefería que siguieran siendo amigos. ¡Qué estupidez! Entonces nada hubiese cambiado entre ellos. Eso a él no le importaría en absoluto, seguir siendo amigos, igual que lo habían sido siempre. Podía conformarse con tenerla a su lado de esa forma, no necesitaba más. Su amiga... Tampoco sonaba tan mal. Siempre se ha dicho que un amigo es lo más importante. Claro... pensó Lucas, comprendiendo por fin qué era lo que ocurría. Volvió a mirar a Ruth. Ella se dio cuenta, pero prefirió seguir mirando al suelo.
Lucas sonrió amargamente. Natalia era la razón. Ruth se había enamorado de Lmusic y, posiblemente, el detalle de que éste no fuera otro que Lucas, no tendría tanta importancia de no ser por Natalia. Lo único que había conseguido él era hacer daño a Ruth, porque ella jamás permitiría ninguna clase de relación sentimental entre ellos dos, por tal de que Natalia no sufriera. Lucas sintió cierta impotencia al pensar que no iban a estar juntos hasta que Nat se olvidase de él, y quizás cuando esto pasara ya sería demasiado tarde. Suspiró. A lo mejor debía renunciar, rendirse... olvidarla. Se encontró con su mirada y justo después con su sonrisa. ¿Olvidarla? Lucas rió para sí. Eso no era tan fácil. Pero no insistiría más. Lo mejor era hacer como si Lmusic no hubiese existido nunca.
-Bueno, ¿seguimos buscando? - Dijo poniéndose en pie.
-Sí, vamos. - Respondió Ruth encogiéndose de hombros. No le apetecía demasiado seguir andando, pero la sed quemaba su garganta. - Como no encontremos agua pronto me voy a desmayar.
No exageraba, realmente estaba convencida de ello. Le dolía todo el cuerpo y no le resultaba fácil mantener los ojos abiertos. Era como si el aire pesara toneladas. No se veía con fuerzas para caminar al ritmo de Lucas durante mucho tiempo más. Todo empezaba a nublarse y también estaba perdiendo, poco a poco, la capacidad de oír. Se acercó a Lucas y lo agarró de la mano. Él se giró sorprendido y paró en seco al percatarse del estado en que se encontraba su amiga.
-¿Estás bien? - Le preguntó algo confuso.
-Necesito agua. - Balbuceó ella que, sin soltar la mano del chico, continuó caminando torpemente.
-¿Puedes andar? - Lucas colocó la mano libre tras la espalda de Ruth, para sujetarla si fuera necesario.
-Sí... Pero así voy más segura. Es que estoy un poco mareada.
Caminaron juntos durante un rato, pero finalmente tuvieron que volver a sentarse, viéndose Ruth incapaz de continuar.
-Estás sudando. - Dijo Lucas preocupado, al ver la frente empapada de su amiga. Empezó a abanicarla con la mano, sin saber qué otra cosa hacer. - ¿Así mejor?
-Tranquilo. - Susurró Ruth sonriendo. - Me pasa a veces... Solo necesito descansar un poco. Es que hace mucho calor... y tengo sed...
-Puedo seguir yo si quieres. - Sugirió Lucas.
-No, espera un momento, ya se me está pasando.
Lucas no dijo nada más. ¿Qué era ese sonido? Permaneció en silencio, intentando escuchar algo.
-¿Qué ocurre? - Preguntó Ruth al ver la extraña reacción de su amigo.
-¿No lo oyes? - Los ojos de Lucas parecieron iluminarse de repente. - ¡Escucha! Es el sonido del agua.
Ruth se esforzó por escucharlo también. Después de unos segundos, logró percibir lo que le pareció el sonido de un río. Se puso en pie de golpe. Lucas la sujetó al ver que se tambaleaba.
-¡Vamos! - Exclamó ella sonriente.
Los chicos continuaron su camino, dejando que el murmuro del agua los guiase. Se detuvieron en seco al encontrar lo que producía aquella melodía, asombrados. Frente a ellos había un pequeño lago rodeado por una espesa vegetación. Arbustos de hojas verdes y frescas, árboles majestuosos, flores de colores... Pero lo que consiguió dejarlos boquiabiertos fue la enorme cascada que había al otro lado del lago. No solo habían encontrado agua, la habían encontrado de la mejor manera posible.
-¡Madre mía! - Exclamó Ruth corriendo hacia la orilla.
Llenó sus manos de agua y la llevó a sus labios. Lo hizo varias veces, consiguiendo así apagar su sed. Después se mojó la cara y permaneció allí un rato más, esperando a que su cuerpo se recuperase.
-¡Eh, Ruth, mira! - Escuchó gritar a Lucas. Lo buscó con la mirada, pero no lo veía por ninguna parte. - ¡Aquí arriba!
Ruth alzó la vista y encontró a su amigo agarrado a una rama que atravesaba el lago casi en su totalidad, a una altura considerable. Estaba enlazada con la rama de otro árbol, de la orilla de enfrente, formando una especie de puente.
-¿Qué haces ahí? - Chilló sintiendo cómo todos los pelos de su cuerpo se erizaban.
De no ser por la enorme distancia a la que se encontraba del agua, aquella escena hubiese resultado graciosa. Pero teniendo en cuenta que podría matarse de un momento a otro, el parecido que en ese momento su amigo tenía con un simpático monito, no tenía ninguna gracia.
-¡Mira!, no te lo pierdas, ¿eh? Que no sé si querré hacerlo otra vez. - Exclamó Lucas desde la rama.
-¿Qué vas a hacer, loco? ¡Da igual, no lo hagas!
Lucas se echó a reír y se soltó de una mano para asustar a su amiga, que gritó aterrada. Después empezó a balancearse. Lo cierto es que estaba bastante alto, tendría que tener cuidado y caer de manera que el agua no le hiciera daño.
-¡Deja de hacer el tonto! - Suplicaba Ruth desde abajo.
Él seguía riendo, cuando notó un cosquilleo en la mano izquierda, con la que sujetaba la gruesa rama. Miró hacia arriba y descubrió una tarántula, negra y peluda, caminando tranquilamente sobre sus dedos. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y después se soltó de golpe, cayendo al agua entre gritos, tanto de Ruth, como suyos. Nadó rápidamente hacia la orilla y al salir echó un vistazo a su mano, para asegurarse de que la terrible araña había desaparecido. Suspiró aliviado al ver que no estaba.
-¿Qué ha pasado? - Preguntó Ruth alarmada. - ¿Por qué te has tirado de repente? ¡Podrías haberte matado!

-Nada. - Mintió él, dedicándole una amplia sonrisa. - Solo quería asustarte.
-¡Idiota! - Gritó ella enfadada, golpeando el brazo del chico. Después miró fijamente su pantalón empapado y señaló algo. - ¿Qué es eso?
Lucas miró horrorizado lo que su amiga había señalado y empezó a gritar de nuevo, dando saltitos, intentando deshacerse de la tarántula, que se había agarrado a sus vaqueros. Ruth lo observó divertida, y después le dio un manotazo a la araña, que huyó de allí, escondiéndose entre la hierba.
-Así que querías asustarme...

jueves, 30 de diciembre de 2010

Capítulo 13

“I don't want this moment to ever end, where everything's nothing... without you”
“No quiero que termine este momento, donde todo es nada... sin ti”


El agua helada les golpeaba el rostro con fuerza. Lucas intentaba tranquilizar a Ruth, que lloraba desesperada. Desde luego, estar perdido en medio del océano es un buen motivo para hacerlo. Tenues rayos de sol advertían que se acercaba el amanecer, aunque el cielo aún estaba oscuro.
-Tengo miedo, Lucas. - Sollozó Ruth, agarrada al salvavidas.
Él también. Estaba muerto de miedo, pero prefirió no decir nada para no empeorar la situación. Miró a un lado, a otro. Solo había agua por todas partes.
-Vamos a morir. - Siguió ella, repitiendo lo mismo que había estado diciendo desde que perdieron el barco.
-Deja de decir eso, por favor. Estoy intentando pensar.
Ruth procuró calmarse, aunque sabía perfectamente que por mucho que su amigo pensara, no encontraría una solución. Pasó un buen rato hasta que Lucas volvió a hablar.
-¡Eh, Ruth, mira! - Gritó de repente, señalando hacia el horizonte.
La chica dirigió la vista hacia aquel lugar de inmediato, esperanzada. Pudo ver, muy lejos, el contorno de lo que parecía ser una isla. A pesar de la enorme distancia a la que debía estar, una sonrisa le iluminó el rostro.
Se soltó del salvavidas y comenzó a nadar lo más rápido que pudo. Lucas imitó a su amiga, pero prefirió llevar con él el flotador, pensando que posiblemente lo necesitarían, a pesar de que de esa manera avanzaba más despacio. No tardó en dejarlo atrás, viendo que más que una ayuda resultaba un estorbo.
Continuaron nadando, ignorando el hecho de que no parecían estar acercándose. El cielo había adoptado un color rosáceo y el sol comenzaba a asomarse por el horizonte, dando lugar a un nuevo día. Ruth sintió cómo sus brazos empezaban a fallarle debido al esfuerzo.
-No puedo más. - Suspiró, rendida.
Al ver que se detenía, Lucas la cogió del brazo y tiró de ella.
-Venga, vamos. No te rindas ahora, ya queda menos.
En realidad ella tenía la sensación de que la isla estaba igual de lejos que cuando la descubrieron. No obstante, después de unos segundos de descanso, reemprendió su nado, dispuesta a darlo todo por salvarse.
No sabía cuánto tiempo habría pasado hasta entonces. De lo que sí estaba segura es de que no había sido cuestión de minutos. Debían haber pasado muchas horas, porque ahora el sol brillaba con fuerza sobre sus cabezas. ¿Qué importaba? Ni siquiera podía asegurar que conservase las piernas. Su cuerpo ya no respondía. ¿Estaba Lucas con ella? Le parecía escuchar una voz... muy lejos, casi imperceptible. Todo empezaba a nublarse, hasta que no pudo ver nada, solo oscuridad. No le importaba morir, en absoluto. Lo único que deseaba con fuerza era rendirse, descansar por fin...
Ruth cerró los ojos, desfallecida, y dejó que fueran las olas quienes ahora se hicieran cargo de su cuerpo. No se dio cuenta de que, pocos segundos después, sus manos descansaban sobre tierra firme.
Lucas la cogió entre sus brazos y caminó con dificultad, alejándose de la orilla. No había avanzado mucho cuando se desplomó sobre la arena, incapaz de dar un paso más.

-Venga, chicos, ya habéis dormido bastante.
Javi abrió los ojos al notar cómo alguien lo zarandeaba. Descubrió a una chica que lo miraba con una sonrisa amable.
-¿Eh? - Balbuceó él, aturdido.
Cuando terminó de despertarse, echó un vistazo a su alrededor. Estaba en el barco, pero no vio a nadie más a parte de Lorena y Víctor, que dormían plácidamente en un sofá, ignorando la voz de la chica que intentaba sacarlos de su profundo sueño. Sostenía una escoba en las manos. Sería la encargada de la limpieza. Javi se acercó a sus amigos y los despertó con menos dulzura que la limpiadora.
-¿Dónde están todos? - Preguntó Víctor cuando hubo regresado al mundo real. - ¿Qué hora es?
Buscó torpemente el móvil dentro del bolsillo de su pantalón para averiguarlo por sí mismo.
-¡Las doce y media!
-¿Y Ruth y mi hermano? - Preguntó Lorena frotándose los ojos.
-No hay nadie más en el barco, solo personal de limpieza. – Aclaró la chica de la escoba. - Bueno, y el dueño.
Los chicos se miraron extrañados.
-¿Se habrán ido al hotel sin nosotros? - Supuso Javi, volviendo a echar un vistazo a su alrededor, como si esperase encontrar a sus amigos por alguna parte. - Aunque me extraña. Sobre todo sabiendo cómo se llevaban esos dos.
-Voy a llamar a Lucas, a ver qué se le ha ocurrido esta vez. - Intervino Víctor colocándose el móvil en la oreja.
Colgó después de unos segundos.
-Apagado.
-Llama a Ruth. - Dijo Lorena con voz preocupada.
Víctor hizo lo que le decía, pero un momento después la chica dio un salto y cogió un bolso sobre el que estaba sentada. Dentro de él estaba vibrando un móvil.
-¿Se ha dejado el bolso? - Exclamó nerviosa, buscando en su interior el teléfono de Ruth. - Pero, ¿dónde están?

El sol la cegó unos instantes y, torciendo el gesto, se colocó la mano en el rostro para proteger sus ojos de aquella luz tan molesta. Soltó un gemido de dolor al sentir unos pinchazos insoportables en el brazo, y lo dejó caer de nuevo sobre la arena. Permaneció un rato allí tumbada. Después se puso en pie intentando ignorar las tremendas agujetas que torturaban su cuerpo. Temblaba. Estaba algo aturdida, pero recordoba todo lo ocurrido hacía unas horas, no sabía cuántas. Miró a su alrededor: palmeras, arena, agua. A lo lejos había árboles y... ¿era aquello una casa? ¿Dónde estaba?
Se dirigió hacia allá, caminando despacio. A pesar de encontrarse en un lugar desconocido, se sentía aliviada por estar en tierra firme. Efectivamente, entre los árboles había una casa bastante grande. Eso la reconfortó aún más, pensando que encontrarían a alguien a quien pedir ayuda.
Vio a Lucas en el tejado, caminando cuidadosamente para no caerse. Cuando Ruth estuvo cerca, él se percató de su presencia.
-No hay nadie. - Dijo, antes de que la chica tuviese tiempo de hablar. - Detrás hay más casas, pero parecen estar vacías también.
Ruth sintió cómo de repente toda esperanza se desvanecía.
-Pero, ¿cómo no va a haber nadie? - Soltó una risilla irónica. - Eso es imposible.
-Te digo que no hay nadie.
Lucas se agarró con agilidad a una rama del árbol más cercano y aterrizó en el suelo, amortiguando la caída con las manos. La única prenda que llevaba eran unos pantalones vaqueros y en el cuerpo perfectamente formado del chico, Ruth descubrió varios arañazos.
-Me duele todo. - Se quejó él torciendo el gesto.
Ruth permaneció en silencio, observándolo y dedicándole una mirada de disculpa. Parecía tan cansado... Bajo sus ojos se marcaban unas terribles ojeras. Se preguntó si ella tendría el mismo aspecto. Lucas se acercó despacio. No parecía muy preocupado, a pesar de todo.
-Escucha, Lucas... - Empezó a decir ella. Los gritos y llantos de hacía unas horas habían dejado estragos en su voz. - Lo siento. Sé que estamos aquí por mi culpa. Me puse nerviosa y...
Él se acercó aún más. El corazón de Ruth se aceleró al ver su cuerpo semidesnudo tan próximo a ella.
-Así que te pongo nerviosa. - Dijo él, con una sonrisa torcida.
-¿Te estoy pidiendo perdón y eso es lo mejor que se te ocurre? - Exclamó Ruth en respuesta, apartando a su amigo algunos centímetros, de un empujón.
¿Cómo podía estar tan tranquilo? Estaban perdidos en una isla en medio del océano, sin manera de comunicarse con nadie, solos, y a él parecía no importarle en absoluto.
-Tranquila, Ruth. No tardarán en encontrarnos. Los demás ya se habrán dado cuenta de que no estamos y seguramente habrán llamado a la policía. Será cuestión de horas que veamos aparecer a alguien.
Bien pensado, tenía razón. Sus amigos ya habrían avisado a alguien y lo más probable es que los estuvieran buscando. Pero no era capaz de tranquilizarse. De pronto, el sonido de su estómago interrumpió sus pensamientos.
-Tienes hambre, ¿eh? - Rió Lucas.
-A penas comí anoche en el barco...
-Pensé que dentro de alguna casa encontraríamos algo que comer, pero he intentado entrar y es imposible. Las ventanas están protegidas con barrotes.
-Pero, ¿quién va a venir a robar aquí? - Se quejó Ruth. - Y además, ¿de quién son estas casas? Si viviera alguien aquí lo habríamos visto, ¿no?
-Seguramente los propietarios solo vengan a pasar aquí las vacaciones. Recuerda que ya estamos en septiembre. - Miró a su alrededor. - No creo que nadie viva aquí.

-¡No están! - Gritó Lorena con angustia al entrar en la habitación del hotel y no encontrar allí a sus amigos.
Víctor la abrazó al ver que una lágrima resbalaba por su mejilla.
-Voy a llamar a la policía. - Dijo, sacando su móvil del bolsillo del pantalón.
Le temblaban las manos. Con dificultad marcó un número y salió de la habitación.
-Todas sus cosas están aquí. - Señaló Javi. - No creo que hayan venido.
-Se han caído al agua. - Lloró Lorena, cubriendo su rostro con las manos. - Mi hermano...
Javi la miró con tristeza, sabiendo que lo más seguro era que tuviese razón. No podían explicar la desaparición de sus amigos de ninguna otra manera. Se acercó a ella y la agarró suavemente de los brazos.
-No digas eso. Además, de ser así los encontrarán.
Ni él mismo conseguía creer en sus palabras. Luchó por mantener la calma. Perder la esperanza de que sus amigos continuasen con vida solo empeoraría la situación. Sin embargo, el deseo de llorar lo derrotó por completo y, abrazado a Lorena, dejó que su rostro se empapara en lágrimas.

Ruth regresó a la playa tras haber inspeccionado la zona durante más de una hora y media. Llegó completamente destrozada, con gotas de sudor en la frente. Lucas, que estaba sentado en la orilla, se volvió para mirarla: parecía muy enfadada.
-¿Por qué no hay cocos? - Exclamó con desesperación. - ¡Siempre hay cocos!
Lucas soltó una carcajada al escuchar a su amiga. Ella se sentó junto a él, abrazándose las rodillas.
-Pero algo habrás encontrado, ¿no? Debe haber fruta por alguna parte.
-Sí, pero era un árbol demasiado alto y no he podido coger nada. Además, no había visto esa fruta en mi vida. Seguramente porque no será comestible.
-Si te subo en mis hombros, ¿llegarás?
Ruth lo pensó unos segundos.
-Creo que sí. Pero está bastante lejos de aquí.
-Bueno, así hacemos algo hasta que vengan a buscarnos. - Mientras decía esto, Lucas se levantó y se sacudió la arena de los pantalones.
Caminaban entre la frondosa vegetación. Aquello parecía una selva. Por desgracia, en ningún árbol encontraron nada que pudiese llenar sus estómagos.
-Creo que es por aquí. - Dijo Ruth retirando una rama que se interponía en su camino.
Tuvo que agacharse para poder continuar. Lucas la seguía, confiando en su memoria, aunque la chica no parecía del todo convencida. Después de un rato más caminando, se detuvieron frente a un enorme árbol del que colgaban unos frutos muy extraños, de un color anaranjado.
-¿Es este? - Preguntó Lucas acariciando el tronco. Ruth asintió. - Pues vamos, ¡me muero de hambre!
-¿Crees que se podrán comer?
-Vamos a averiguarlo. - Respondió él. Después se agachó, apoyando una mano en el árbol. - Venga, sube.
Ruth se acercó a él y, tras unos segundos de duda, se sentó sobre sus hombros. Lucas se levantó rápidamente, agarrando las piernas de su amiga, que se balanceó por el movimiento.
-¡Con cuidado, hombre, que me voy a caer! - Se quejó cuando hubo recuperado el equilibrio.
-Vale, perdona. - Rió él. Echó un vistazo hacia arriba. - ¿Llegas?
-Eso intento, pero está un poco lejos. - Ruth se estiró todo lo que pudo, pero lo único que consiguió fue rozar la fruta con los dedos. Parecía suave y tenía una piel dura. - A ver, vete un poco hacia la derecha.
El chico obedeció.
-¿Así está bien?
Ruth no respondió, volvió a estirar su cuerpo y consiguió agarrar el enorme fruto. Tuvo que esforzarse mucho para poder arrancarlo de su sitio, pero finalmente lo logró. Esto la impulsó hacia atrás e hizo que perdiera de nuevo el equilibrio. Tuvo que dejar caer la fruta para poder sujetarse a una rama y así no caer de espaldas al suelo.
-Pero, ¿qué haces? - Gritó mirando hacia abajo, al ver que Lucas se agachaba para recoger el extraño fruto que ahora rodaba por la hierba, alejándose de ellos. - ¡Bájame de aquí!
Lucas se echó a reir al verla allí colgada, tan asustada, a pesar de que sus pies no se encontraban muy lejos del suelo. Se acercó a ella y, agarrándola por la cintura, la ayudó a bajar. Ruth se sonrojó y le dedicó una sonrisa.
-Esto parece estar muy duro. - Dijo él alzando aquella fruta tan peculiar. - Necesitaremos algo para abrirla.
-¿Servirá esto? - Preguntó Ruth, que acababa de coger una piedra bastante afilada del suelo.
-Vamos a comprobarlo.
Lucas golpeó el fruto con la piedra varias veces, hasta que la corteza que lo envolvía se fracturó. Finalmente consiguió abrirlo y descubrió lo que guardaba en su interior. Era parecido a un aguacate, pero con la carne mucho más dura y seca, de color verde.
-No tiene muy buena pinta. - Comentó torciendo el gesto. - Si quieres probarlo...
Ruth, no muy convencida, utilizó la piedra para cortar un trozo. Estaba tan duro que tuvo que esforzarse muchísimo. Después se lo metió en la boca.
-¡Ahg! - Exclamó, escupiéndolo. - ¡Qué amargo! Eso no hay quien se lo coma...

Víctor, Javi y Lorena estaban sentados en un banco que había frente al hotel, con las maletas. Habían tenido que dejar la habitación. Ya habían pagado dos noches y no podían permitirse una más. Víctor, con la cabeza agachada y la mirada perdida, estaba totalmente ausente. ¿Dónde estaba su hermana? Fuera cual fuese la respuesta, era el único que aún conservaba algo de esperanza, aunque le resultaba complicado mantener la calma cuando Lorena no había dejado de llorar ni un momento.
-Pero, ¿cuándo piensa venir la policía? - Dijo exasperado, poniéndose en pie.
Pocos segundos después, un coche con luces en el techo apareció doblando la esquina, respondiendo a su pregunta. Casi antes de aparcar, dos hombres vestidos con uniforme salieron de él y se dirigieron hacia los chicos.
-¿Alguno de vosotros es Víctor Ortega? - Preguntó uno de ellos.
-Soy yo. - Respondió el aludido con expresión seria.
-Bien. Por teléfono nos has informado de la desaparición de dos chicos, durante un crucero que había organizado Travel's Partner, ayer noche. - Siguió el policía leyendo unos papeles que sostenía en la mano. - Por lo que nos has dicho vuestros amigos cayeron al agua entre las cuatro y las doce de la mañana, mientras vosotros dormíais en el barco. ¿Correcto?
Las palabras de aquel hombre se clavaron en el pecho de Víctor como puñales. Si ellos no se hubiesen dormido, posiblemente Ruth y Lucas estarían aún con ellos.
-Correcto.
-¿Puedes decirme el nombre y la edad de los desaparecidos?
-Ruth Ortega y Lucas Ortiz, de dieciséis años.
-Menores de edad, entonces. Eso puede suponer un problema para la compañía Travel's Partner. - Dijo el policía tras apuntar los nombres. - Bien. Tengo aquí el trayecto que realizó el barco desde que partió a las nueve y siete de la noche, hasta su regreso, a las doce y dieciséis de esta mañana. - Ojeó el mapa y después continuó. - Siento ser yo quien os diga esto, pero las posibilidades de que vuestros amigos sigan con vida son muy escasas.
Era evidente que aquel policía carecía de sensibilidad, ya que al decir esto su expresión permaneció inmutable, de la misma manera que si les estuviera contando lo que había desayunado esa mañana. Al ver que los chicos no contestaban, decidió explicar por qué pensaba de aquella forma.
-Como podéis ver, - dijo, mostrando el mapa a los jóvenes, - durante los doscientos kilómetros que recorrió el barco, en todo momento permaneció lejos de la costa . Si cayeron al agua, es imposible que ahora estén en tierra firme.
-Aquí hay una isla. - Señaló Víctor, indicando con el dedo sobre el mapa.
-Lo más cerca que el barco ha estado de allí ha sido a unos quince kilómetros. Es prácticamente imposible que cayeran justamente en ese momento, y de ser así, dudo mucho que hayan logrado llegar hasta allí.

Capítulo 12

“Preferí observar la Luna a tenerla en mis manos”

La luz de un nuevo día despertó a Ruth, acostada en la cama más cercana al balcón. Como sus amigos aún estaban dormidos, se dirigió con sigilo al cuarto de baño, procurando no despertarlos, y se dio una ducha de agua fría para liberarse del calor húmedo y pegajoso del que estaba cargado el aire.
Después salió al balcón y, apoyada en la barandilla, observó el mar, muy tranquilo aquella mañana,. Ya había mucha gente allí, con sus sombrillas colocadas en la arena, blanca y limpia. El agua era de una transparencia poco habitual, y dejaba al alcance de la vista lo que guardaba bajo su manto azul claro. El sol hacía brillar las tímidas olas que se formaban a lo lejos, en el horizonte. Las voces divertidas de los niños produjo en Ruth cierta melancolía. Sus padres aprovechaban para tomar el sol o dormir bajo la sombrilla, y algunos corrían detrás de sus hijos en un intento desesperado por impregnarlos de protector solar. A la izquierda había un chiringuito sin mucha clientela.
Ruth respiró profundamente, cerrando los ojos y disfrutando de ese agradable olor a mar. Era lo que más le gustaba de sus viajes a la playa. Se sentía tan agusto que podría haber permanecido allí durante el resto del día. Dedicó una sonrisa a aquel paisaje, agradeciendo los placenteros minutos que acababa de regalarle. Había empezado el día con optimismo, y estaba segura de que nada podría estropear su cumpleaños.
Sus amigos le habían hecho el regalo perfecto.
-¡¡Felicidadeees!!
Ruth se sobresaltó muchísimo al escuchar esto, tanto, que se llevó la mano al pecho mientras se daba la vuelta y descubría a Javi con los brazos extendidos y una sonrisa enorme. Estaba tan absorta contemplando el mar que no se dio cuenta de que su amigo también había salido al balcón.
Se acercó a él y dejó que sus brazos la rodearan.
-¡Gracias! Pero la próxima vez intenta no matarme del susto, por favor.
Entraron en la habitación, y Ruth vio a Lucas sentado en la cama, poniéndose unas zapatillas de deporte.
-Felicidades, Ruth. - Dijo dejando de prestarle atención a su tarea por un momento.
-Gracias. - Volvió a decir ella con voz alegre.
Escucharon cómo llamaban a la puerta y fue Ruth quien se apresuró a abrir. Sin tener tiempo para averiguar quién era, se vio de pronto estrujada entre unos brazos.
-¡Que te haces mayor, hermanita! - Tal y como había imaginado, era su hermano quien la había abrazado tan efusivamente. - Parece que fue ayer cuando...
-No... puedo... respirar... - Se esforzó por decir Ruth, que tenía la cara aplastada contra el pecho del chico.
Él la liberó inmediatamente y después le removió el pelo con cariño.
Lorena, que estaba junto a Víctor esperando su turno, también felicitó a la cumpleañera.
Los cinco amigos se acomodaron en las camas y empezaron a sugerir ideas sobre lo que iban a hacer durante el día.
-Podemos ir a la playa y echar allí la mañana. - Propuso Javi. - Después buscamos un supermercado, que supongo que habrá alguno cerca de aquí, nos hacemos unos bocadillos y nos ahorramos el dinero que nos costaría comer en cualquier restaurante. ¿Qué os parece?
-Por mi bien, pero, ¿dónde nos vamos a comer los bocadillos? - Preguntó Lorena mientras recogía sus rizos castaños en una coleta.
Ruth levantó la mano, pidiendo permiso para hablar del mismo modo que se hacía en clase.
-Propongo ir al parque en el que estuvimos anoche después del paseo por la playa. En cualquier otro sitio hará demasiado calor, a no ser que comamos aquí.
Los demás asintieron, de acuerdo con la idea de Ruth.
-Bueno, y por la cena no hay que preocuparse, viene incluida en el precio del barco. - Explicó Javi, que había sacado las entradas para el crucero. - Sale del puerto a las nueve y regresa aproximadamente a las doce de la mañana del día siguiente.
-¿Qué barco? - Preguntó Ruth arrancando de las manos de Javi una de las entradas. Se entusiasmó al leer el contenido. - ¡Un crucero! ¡Qué pasada!
-Pero, a ver. - Empezó a decir Lucas. - ¿Eso son quince horas de discoteca sin descanso?
-No hombre, la discoteca ocupa solo una parte del barco, pero tiene otras muchas salas. Si no recuerdo mal, tiene salón de juegos, restaurante y habitaciones con camas, aunque eso no lo incluyen estas entradas, porque las subía bastante de precio.
Al escuchar esto, Ruth fue consciente de la enorme suma de dinero que habrían pagado sus amigos por todo aquel viaje, mientras que ella no había aportado nada, así que decidió que a partir de entonces pagaría los demás gastos. Además, su madre le había dado una cantidad de dinero considerable como regalo de cumpleaños.

A pesar de ser veintisiete de septiembre, la playa estaba llena de gente, que aprovechaba las últimas oportunidades para disfrutar del mar y de un fin de semana soleado. Los chicos, que no se habían acordado de llevar sombrillas, tuvieron que comprar una en una tienda que había junto al hotel, y buscaban algún lugar donde acoplarse entre la multitud. La gente se había colocado de manera que resultaba muy difícil hallar un lugar con espacio suficiente para cinco personas, pero, después de un buen rato, pudieron acomodarse entre dos familias. Les costó un gran esfuerzo conseguir mantener en pie la sombrilla.
Ruth tenía planes de quedarse allí tomando el sol, pero todos los demás estaban deseando irse al agua. Cuando ya iban a marcharse, una señora entrada en años
y bastante voluminosa colocó su toalla junto a la de Ruth, aunque quizás sería más correcto decir que la puso encima. La señora se tumbó allí con toda la tranquilidad del mundo, ocupando parte del espacio de la joven, que no tardó en levantarse.
-¡Esperadme! - Gritó a sus amigos, corriendo hacia la orilla.

Pasó un buen rato hasta que regresaron a su sitio, donde seguía acomodada la enorme señora. Al ver la hora que era, no les quedó más remedio que recogerlo todo y marcharse. Se les había pasado la mañana casi sin darse cuenta.
Después de pasar por el hotel y dejar allí todas las cosas, fueron en busca de un supermercado para comprar la comida y se dirigieron al parque en el que habían estado la noche anterior. Aquel parque gozaba de una abundante vegetación, por lo que estaba a la sombra casi en su totalidad, algo que era de agradecer. Se sentaron en el césped cerca de una fuente que regalaba a sus oídos el agradable chapoteo del agua. Era el lugar perfecto para hacer un picnic.
-¡A ver! - Exclamó Víctor cogiendo una barra de pan. - ¿De qué queréis los bocadillos?
Habían comprado una gran variedad de embutidos en el supermercado, junto con refrescos y numerosas barras de pan. Estuvieron dudando si comprar también una tortilla, pero pensaron que quizás sería demasiado y que no iban a poder aprovechar la comida que sobrara, ya que en el crucero les darían cena y desayuno.
Entre Víctor y Ruth terminaron rápido de preparar los bocadillos para todos. Muy cerca de ellos, dentro del parque, había un restaurante con aspecto de ser bastante caro. Las personas que comían allí los miraban con caras extrañas, muchos de ellos incluso con desprecio, como si lo que estuvieran haciendo fuera algo atroz. Lo cierto es que a los chicos esto no les importó mucho. Estaban contentos de haberse ahorrado un buen dinero y, además, sabían que un picnic en el césped era la forma más divertida de comer, por lo que ignoraron toda mirada despectiva y disfrutaron de sus bocadillos.
Cuando terminaron, guardaron todos los envases en las bolsas donde lo habían llevado, para después tirarlo a un contenedor. El más mínimo resquicio de suciedad rompía el encanto de aquel parque.
-¡Uf...! - Se quejó Víctor, acariciándose la barriga. - Creo que voy a reventar.
Se tumbó junto a Lorena y ella colocó la cabeza en su hombro. Javi se dejó caer en el césped, con piernas y brazos abiertos, y suspiró complacido. Ruth estaba sentada a su lado, abrazando sus rodillas y Lucas dio el último sorbo a su Coca-Cola, para después meter la lata en una de las bolsas. A pesar de la belleza del parque, del sonido del agua y de lo bien que habían comido, había algo que Ruth echaba de menos.
-Falta Natalia... - Susurró con tristeza.
Nadie contestó, aunque ella sabía que todos estaban de acuerdo. No querían fastidiar aquel fin de semana, que hasta entonces había sido perfecto.
-Lo que sí hace falta aquí es una guitarra. - Dijo Javi intentando quitar importancia al comentario de Ruth.
-Ya te digo. - Coincidió Lucas, que acababa de acomodarse en el césped y jugueteaba con una pequeña rama.
Ruth lo observó en silencio, aceptando que el cosquilleo que estaba sintiendo en el estómago no iba a desaparecer. Poco a poco todo estaba volviendo a la normalidad, inevitablemente. Era imposible que las cosas ocurrieran de otra manera, puesto que tenían que verse a diario, tanto por el instituto, como por sus amigos. ¿Tan horrible sería que volvieran a llevarse tan bien como antes?

Pasaron casi toda la tarde en el parque, tumbados en el césped. Algunos incluso se habían echado una pequeña siesta, aprovechando la agradable temperatura que hacía bajo la sombra de aquellos árboles tan frondosos. A las siete y media decidieron regresar al hotel, ya que eran cinco personas y solo contaban con dos duchas, así que les llevaría un buen rato prepararse para el crucero. El puerto estaba lejos de allí, por lo que pensaron que lo mejor sería coger un autobús. Todavia no se habían familiarizado con la ciudad y corrían el riesgo de perderse y llegar más tarde de la hora prevista.
A las ocho y media ya lo tenían todo preparado, gracias a que los tres chicos habían presionado a Ruth y Lorena para que se dieran prisa. No se podían explicar que les resultara tan complicado decidir cómo iban a ir vestidas. Pero la verdad es que la espera había merecido la pena: estaban guapísimas.
Lorena había elegido un modelito quizás demasiado formal, más propio de una Nochevieja. Llevaba un vestido gris claro atado al cuello, con piedrecitas brillantes en los tirantes. Se ajustaba a su cuerpo hasta la cintura, para después abrirse en una voluminosa falda de organdí. Había calzado sus pies con unas preciosas sandalias negras, con un tacón que daba vértigo.
En cambio, Ruth iba mucho menos elegante que su amiga. Se había puesto un vestido turquesa de una tela muy fina, acampanado, que le daba un aire infantil, y unas sandalias planas atadas a los tobillos: la idea de pasar la noche entera encima de unos tacones ya hacía que le doliesen los pies.
Lucas la observó cuando entró a la habitación. ¡Qué guapa estaba! La había visto muchas veces con vestidos y zapatos de tacón impresionantes, pero lo cierto es que en aquellas ocasiones no tenía el mismo encanto. Estaba mucho más guapa cuando no se arreglaba tanto, cuando se mostraba tal y como era, sin maquillajes ni zapatos deslumbrantes.

Tuvieron que esperar un buen rato hasta que el autobús llegó y corrieron hacia el barco cuando llegaron al puerto, justamente a las nueve. Temían que se hubiera marchado sin ellos, pero tuvieron suerte.
Miraron asombrados el interior del barco, más grande de lo que habían imaginado. La decoración era muy moderna, seguramente porque aquellos cruceros estaban pensados para gente joven. La música sonaba a todo volumen, del mismo modo que una discoteca, y había platos con comida por todas partes. Al fondo de la sala había una barra, donde servían las bebidas.
-¿La entrada incluye también bebida? - Gritó Lorena, esforzándose porque Javi pudiese oírla.
-No. - Respondió él, también gritando. - Eso te lo tendrás que pagar tú.
-¡Vamos! ¡Yo te invito! - Intervino Ruth, contenta de poder pagar algo, por fin.
Las dos amigas caminaron juntas hasta la barra, esquivando la multitud de gente que llenaba la sala. Lucas las observó marcharse: muy pronto empezaban a beber.
-¡Eh, Lucas! - Exclamó Víctor, que se había alejado bastante. Javi estaba con él. - ¡Hay aquí un futbolín! ¿Juegas?
Después de señalar hacia dónde se dirigían, se dio la vuelta. Lucas se dispuso a seguirles, pero una mano lo agarró del brazo, impidiéndolo. Era una chica que lo miraba con picardía. Llevaba un vestido ajustado al cuerpo, excesivamente corto.
-¿Estás solo? - Preguntó, acercándose a él más de la cuenta, para que así pudiese oírla.
-¿Qué? No. En realidad... - Empezó a decir él, intentando guardar distancias.
-¿Quieres bailar conmigo? - Le interrumpió ella, agarrándolo del cuello y moviéndose pegada a él.

Desde la barra, Ruth lo observaba todo. Lorena se dio cuenta y sonrió.
-No te preocupes, verás qué pronto se deshace de ella. - Dijo colocando la mano en la pierna de Ruth. - ¿Ves? - Siguió, al comprobar que su hermano había conseguido librarse de la chica, y corría en busca de sus amigos.
-¿Qué? - Exclamó Ruth, retirando inmediatamente la mirada de Lucas, fingiendo no haber visto nada.
Lorena rió al ver lo nerviosa que se había puesto su amiga, pero no dijo nada más al respecto.

El tiempo avanzaba rápido dentro de aquel barco. Gran parte de la noche la pasaron jugando al futbolín, al que también se unieron Ruth y Lorena. De vez en cuando iban a la barra a pedir algo o salían a tomar el aire. Agotados, finalmente acabaron en otra sala, llena de cómodos y modernos sillones. Sus oídos pitaban ahora que la música no sonaba con tanta fuerza. Lorena se quitó las sandalias y se tumbó en un sofá, apoyando la cabeza en las piernas de Víctor. Por otro lado, Lucas y Javi ocuparon otro asiento, completamente rendidos.
-Pero bueno, ¿qué es esto? - Exclamó Ruth al ver de aquella manera a sus amigos. - ¡Todos arriba, que aún queda mucha noche por delante!
Los demás se quejaron como un niño a quien su madre intenta sacar de la cama para ir al colegio. Viendo esto, Ruth se dirigió hacia la popa del barco, para contemplar el mar. No le apetecía pasar el resto de la noche sentada en un sofá.
Una brisa muy agradable le acarició la cara al salir. Se acercó a la barandilla y contempló el horizonte. Una tímida luz empezaba a clarear el cielo, aunque aún pasaría un buen rato hasta el amanecer. Con cuidado, se sentó en la baranda, dejando los pies colgando sobre el mar. Cerró los ojos y sintió el aire en su rostro. Qué sensación tan agradable. Permaneció así un rato, hasta que escuchó una voz tras ella.
-Te vas a caer. - Le advirtió.
Miró hacia atrás: era Lucas. La chica se puso algo nerviosa al verse a solas con él y sin escapatoria.
-¿Qué haces aquí? - Preguntó Ruth, volviendo a mirar al horizonte.
-Se han dormido todos y he venido a buscarte.
Ella no respondió: no sabía qué decir. Lucas se colocó a su lado, apoyando los brazos sobre la barandilla.
-Ruth... Yo... Quería hablar contigo.
La chica lo miró, intentando disimular sus nervios.
-Sé que no he hecho bien las cosas, que debería haberte dicho la verdad desde el principio, pero no tiene sentido esto que estás haciendo. Además, me prometiste que nada cambiaría entre nosotros y ahora ni siquiera me diriges la palabra.
-¿Perdona? - Exclamó ella, ofendida. - En primer lugar, yo no llegué a prometerte nada. Y aunque lo hubiese hecho, no estarías en condiciones de reprocharme el no cumplir con mi palabra.
-No me refería a... - Intentó explicarse él.
-¡Me has estado mintiendo tranquilamente durante un año y medio, Lucas! - Al recordar esto, Ruth se puso furiosa. - Me has hecho creer en alguien que no existe, sin pensar en cómo me sentiría yo.
La chica se tambaleó en la barandilla, y estuvo a punto de caerse, pero consiguió mantener el equilibrio.
-Ruth, bájate de ahí, te vas a caer. - Dijo él tendiéndole la mano.
-¡No! - Gritó ella apartando la mano de su amigo de un manotazo.
Al hacer esto, de nuevo volvió a tambalearse. Intentó evitar la caída colocando el pie sobre el barco, pero la humedad hizo que se escurriera. Lucas reaccionó e intentó agarrarla, pero no le dio tiempo.
-¡Ruth! - Gritó, mirando hacia abajo desesperado. Sintió un enorme alivio al ver que su amiga había conseguido agarrarse a algo que parecía una barra de hierro, y estaba suspendida sobre el mar. - ¡Tranquila! ¡Voy a bajar!
¿Tranquila? Iba a perderse en mitad del océano, y él le decía que estuviera tranquila, que iba a bajar a morir con ella.
-¡Ni se te ocurra! - Su voz temblaba tanto que temió que no la entendiera. - ¡Ni se te ocurra bajar! - Repitió procurando ser más clara.
Pero era demasiado tarde. Lucas cogió uno de los salvavidas colocados en el borde de la popa, se agarró de la barandilla con la misma mano con que sujetaba la cuerda del flotador y apoyó los pies sobre el barco, quedando, como ella, suspendido sobre el mar.
-¡Imbécil! - Gritó Ruth viendo que su amigo iba a acabar peor que ella. - ¡Pero ve a avisar a alguien en vez de colgarte ahí como un mono!
-¡Cállate y dame la mano! - Exclamó él estirándose hacia ella. - ¡Para cuando consiga encontrar a alguien sobrio ya será demasiado tarde!
Estaba lo suficientemente cerca como para poder coger su mano, pero al hacerlo, Lucas no pudo soportar el peso y los dos cayeron al agua.
Gritaron desesperadamente, pidiendo ayuda, pero la música hacía imposible que pudiese oírlos alguien. Aún así, no se rindieron. Nadaron cuanto les fue posible, pero el barco los dejó atrás, solos, en medio del océano.
-¡Lucas, se han ido! - Lloró Ruth, que aún nadaba inútilmente hacia el barco.
Él fue tras ella y la agarró por la cintura, impidiendo que continuara avanzando, sabiendo que todo esfuerzo sería para nada.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Capítulo 11

“I wait here forever, just to, to see your smile... cause is true, I am nothing without you”
“Esperaría aquí para siempre solo para ver tu sonrisa... porque es cierto, no soy nada sin ti”


Las dos semanas siguientes parecían no terminar nunca. Las clases eran eternas y lo único que transcurrió a más velocidad fue el fin de semana.
Víctor y Javi ya habían organizado todo lo referente al cumpleaños de Ruth y Lucas había accedido a ir, a pesar de la incómoda situación en la que se encontraban. Javi se encargó de reservar un hotel en primera línea de playa, que encontró a muy buen precio. No era un hotel de lujo, pero prometía estar bien. También había comprado por Internet las entradas para el crucero y los billetes de autobús, puesto que la playa estaba lejos y no le apetecía demasiado pasar tantas horas conduciendo. Le había tocado todo el trabajo por tener la mayoría de edad, pero la verdad es que no le importaba en absoluto. Todos habían arrimado dinero para aquel regalo de cumpleaños tan original.
Por otro lado, Víctor se había encargado de que su hermana no sospechara nada y poder darle así una sorpresa, y de informar a sus padres sobre el asunto. No se tuvo que molestar en convencerla para que no celebrase su cumpleaños de ninguna manera, ya que ella misma decidió no hacerlo. Natalia se disculpó por no poder ir, porque sus padres tenían pensado pasar ese fin de semana en casa de sus abuelos, en un pueblo bastante lejos de allí, aunque esto parecía más bien una excusa barata. Ahora dedicaba más tiempo a sus nuevas amigas: Eva y Gloria.
Los chicos empezaban a acostumbrarse al comportamiento distante entre Ruth y Lucas, aceptando que no iban a conseguir ninguna explicación al respecto. De todas formas, últimamente el ambiente se había calmado un poco entre ellos dos, a pesar de que a penas se dirigían la palabra.
Por fin llegó el viernes. Al contrario que Ruth, que esperaba un fin de semana normal sin demasiada ilusión, sus amigos estaban impacientes porque llegase aquella tarde. A las cinco salía el autobús hacia la playa y esperaban ansiosos ese momento. Las clases fueron más aburridas que de costumbre y la última hora fue la más pesada con diferencia. Los alumnos estaban contando los segundos que faltaban para que las agujas de reloj marcasen las tres y poder salir corriendo de allí. Y por fin sonó el timbre.
La puerta del instituto estaba abarrotada. La gente hablaba como si hubieran pasado años desde la última vez que se habían visto, y se oían carcajadas por todas partes. Se notaba en el ambiente que era viernes.
-Bueno, nos vemos a las cinco menos cuarto en la estación de autobuses. - Gritó Javi a lo lejos, despidiéndose de sus amigos con la mano.
Para desconsuelo de todos, Javi nunca iba en coche al instituto.
-¿A las cinco menos cuarto en la estación de autobuses? - Repitió Ruth algo confusa, ya que a ella nadie le había informado de nada.
-Sí, bueno, hemos quedado para un asuntillo. - Rió Víctor.
Después de despedirse de Lucas y Lorena un poco más adelante, los hermanos continuaron juntos el camino hacia su casa. Ruth resopló, elevando un mechón de pelo que le caía sobre la cara.
-¿Habéis pensado algo interesante para este fin de semana?
-Me temo que no. - Mintió Víctor chasqueando la lengua. - Te recuerdo que eres tú quien no ha querido organizar nada por tu cumpleaños.
-Ya. - Se lamentó ella.
Cuando llegaron a su casa, se encontraron una suculenta comida encima de la mesa. Sus padres parecían muy contentos también. A todo el mundo le gustaban los viernes, sin duda, el mejor día de la semana. Después de comer, Ruth se levantó para subir a su habitación y aburrirse allí durante el resto de la tarde, hasta que se decidiera qué plan había para esa noche.
-Espera, espera. - Pidió la madre al ver que su hija se levantaba.
Corrió hacia la cocina y regresó rápidamente con una enorme tarta de chocolate en las manos. Dos velas, un uno y un seis, adornaban el pastel. A ella le extrañó que su madre hubiese confundido el día de su cumpleaños.
-Pero, mamá, mi cumpleaños es mañana. - Dijo sonriendo, sin darle mucha importancia al error de su madre, que tantas cosas tenía en la cabeza.
-Mañana tú no estarás aquí. - Explicó Víctor ilusionado. Llevaba casi dos semanas resistiendo la tentación de contarle los planes que habían hecho a sus espaldas.
Ruth no comprendía nada. ¿Cómo que no estaría allí?
-Creo que me he perdido algo.
Víctor se echó a reír al escuchar el comentario de su hermana, lleno de razón.
-Anda, cómete un trozo de tarta y prepara tu equipaje: ¡nos vamos a la playa!

Víctor iba por delante con las dos maletas, ya que su hermana había decidido llevarse su armario completo al viaje, y si dejaba que fuera ella quien cargara con la enorme bolsa, perderían el autobús.
-Mira que vivimos cerca de la estación, no me puedo creer que lleguemos tarde. - Se quejó Víctor. - ¿Cómo se puede tardar tanto en preparar una maleta para un fin de semana?
-Venga, que ya llegamos. - Lo animó Ruth, que intentaba arrancarle la bolsa a su hermano de las manos, viendo que el pobre no daba para más.
Cuando llegaron, los demás ya estaban allí esperando. Por suerte, el autobús todavía no había aparecido. Javi se dio pequeños golpecitos con el dedo en la muñeca, como haciendo ver a los recién llegados que ya era tarde.
-Parece mentira, siendo los que vivís más cerca y sois los que llegáis más tarde.
Tanto él como Lucas y Lorena empezaron a reír cuando Víctor soltó el equipaje en el suelo, agotado, y vieron la enorme diferencia que había de una maleta a otra. La de Víctor ni siquiera era una maleta, sino una mochila que normalmente utilizaba para ir a la piscina. En cambio, no parecía que Ruth fuera a pasar un fin de semana a la playa, más bien que se iba allí a vivir.
-Espero que en esa maleta haya suficiente para todos. - Señaló Javi adoptando una expresión preocupada. - Porque no va a quedar espacio para nuestro equipaje en el autobús.
-Voy preparada, eso es todo. - Se defendió ella algo avergonzada, viendo el escaso equipaje de sus amigos. - Seguro que os pasáis el fin de semana pidiéndome cosas...
Mientras decía esto, el autobús había aparcado en su andén. Después de colocar el equipaje en el maletero (no hubo ningún problema con ello), buscaron su sitio en el vehículo. Javi había pedido expresamente los asientos de atrás porque de lo contrario, al ser cinco, uno de ellos se tendría que haber sentado solo y, de esta forma, eso no ocurriría.
Ruth subió la última y cuando llegó al fondo del autobús, vio que sus amigos le habían reservado un sitio: el del centro, que estaba frente al pasillo. Pero eso no le importaba demasiado, lo que no le gustaba nada era que a un lado y a otro estuvieran sentados Víctor y Lucas. Genial. Tendría que viajar a su lado durante más de cuatro horas. Sería un viaje largo e incómodo. Aunque siempre quedaba la posibilidad de hablar con él y dejar a un lado ese comportamiento tan infantil.
Por si fuera poco, Lorena y Víctor estaban más cariñosos que de costumbre y se pasaron el trayecto abrazados, diciéndose cosas que Ruth nunca hubiera podido imaginar que alguien dijese en la vida real, y Javi decidió echarse la siesta. Daba gusto tener amigos así. Era como si la hubiesen dejado a solas con Lucas.
Ruth ya no sabía qué hacer. El corazón le latía con tanta fuerza que temía que se saliese del pecho de un momento a otro, y no dejaba de preguntarse qué sería mejor para acabar con aquella situación, si hablar con él, o fingir que estaba dormida. Lo segundo le pareció una falta de educación, así que terminó decidiéndose por la primera opción. Bueno, ¿y qué le decía? Empezó a pensar en distintas posibilidades, pero ninguna le convencía demasiado. Cuando por fin se le ocurrió algo interesante, preguntarle de quién había sido la idea de ir a la playa, empezó a contar números en su cabeza, con la intención de comenzar la conversación a la de tres. Una, dos, y ¡tres!... Una, dos, y...¡tres! Lo hizo unas cuantas veces, hasta que se dio por vencida, viéndose incapaz de articular palabra. Aquello era completamente absurdo. Miró con disimulo a Víctor, que parecía no darse cuenta de que su hermana estaba en apuros.
Y entonces Lucas la observó con curiosidad. Debía estar poniendo una cara muy rara para que la mirase de aquella forma, alzando una ceja. Una ola de calor le subió por el cuello hasta llegar a sus mejillas, que tomaron color rápidamente. Lucas soltó una risilla al ver el mal rato que estaba pasando su amiga sin necesidad y después le ofreció un chicle.
-Toma. Se te ve mala cara, no estarás mareada... - Dijo sin borrar la sonrisa de sus labios.
¿Estaba de broma? ¿Se estaba burlando de ella? Sabía que no estaba mareada. Aunque, para la sorpresa de Ruth, aquel gesto la tranquilizó bastante, y entonces comprendió que él lo había hecho precisamente con la intención de calmar la situación.
Le devolvió la sonrisa.
-No, estoy bien, gracias.
Él se guardó el chicle en el bolsillo del pantalón, encogiéndose de hombros. Después de eso no volvieron a hablar, pero porque no fue necesario: Ruth estaba mucho más relajada. Además, Javi no tardó en despertar, y con lo hablador que era, el viaje resultó más ameno.
Cuatro horas y media más tarde, el autobús se detuvo en una pequeña estación y los chicos se apresuraron a recoger sus maletas. Estaban impacientes por llegar al hotel.
-A ver. - Pensó Javi en voz alta, examinando el mapa que tenía en las manos. - El hotel no está lejos de aquí, pero ir cargando con todo esto... - Al decir la última frase miró a Ruth y a su enorme maleta. - Podemos coger otro autobús, que nos dejará muy cerca de allí. Creo que será lo mejor, porque en taxi el viaje saldría demasiado caro.
-Pues vamos. - Dijo Lorena colgándose su maleta al hombro.

Después de otro viaje en autobús, este mucho más corto, llegaron al hotel. No era gran cosa, pero suficiente para lo poco que habían pagado por él, estando además en primera línea de playa.
-Bueno, son estas habitaciones, ciento dieciocho y ciento diecinueve. - Explicó Javi, que era quien estaba al mando de la excursión, una vez encontraron las puertas siguiendo las indicaciones del recepcionista. - ¿Cómo nos vamos a distribuir? Una es para tres personas, y otra para dos, con cama de matrimonio.
-Pues creo que es evidente. - Comentó Víctor. - Lorena y yo en la de matrimonio y vosotros tres en la otra. Bueno, ¿dónde está mi llave?
Javi le ofreció una tarjeta, aunque no demasiado convencido. En realidad, él había pensado que compartieran habitación chicos y chicas por separado, ya que quizás la idea de dormir con ellos dos no ilusionara demasiado a Ruth. Y estaba en lo cierto.
-Ciento diecinueve... - Leyó Víctor en la tarjeta.
Ruth dedicó una mirada de súplica a Javi.
-A lo mejor deberías dejarle a ellas esa habitación... - Empezó a decir.
-No, no. Confío en que cuidéis bien de mi hermana. - La sonrisa de Víctor dejó claro que no cambiaría de idea. Además, Lorena parecía estar tan contenta como él. - Si de todas formas terminaremos todos en la misma habitación, ¿qué más os da?
Víctor se salió con la suya, y los demás se conformaron, aceptando su decisión. Cuando terminaron de instalarse, se reunieron todos en la habitación ciento dieciocho, la de Ruth, Lucas y Javi, para decidir qué iban a hacer. Eran pasadas las diez de la noche, y eso limitaba mucho sus posibilidades, así que pensaron que lo mejor sería ir a dar un paseo por la playa: ya tendrían tiempo para fiestas al día siguiente.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Capítulo 10

“Si existe la más remota posibilidad de que algo pueda salir mal, saldrá mal. Ley de Murphy”

La gente correteaba por los pasillos alegremente, a pesar de que un nuevo curso estaba a punto de empezar. Se contaban, algunos emocionados, otros no, sus batallitas de ese verano. Los de primero paseaban por los pasillos en grupitos, desconcertados.
A Ruth no le resultó muy difícil encontrar su clase, después de despedirse de su hermano en el pasillo de segundo de bachiller: conocía perfectamente el edificio. Su aula estaba en la segunda planta, en el pasillo de la izquierda, junto con el resto de clases de primero de bachillerato. Su curso era el A. Se asomó al aula y encontró allí a muchos compañeros del año anterior, y también algunas caras nuevas. En el fondo de la clase vio a Rebeca, sola, mirando por la ventana. Era la única que estaba sentada. Recibiendo y respondiendo saludos de sus compañeros, Ruth llegó hasta ella. Se había propuesto sentarse en primera fila, pero el ver a Rebeca tan al margen, decidió sentarse con ella. Los demás observaron con asombro cómo tomaba asiento junto a la chica más rara del instituto.
-¡Hola! - Exclamó Ruth con una sonrisa, colocando su mochila a los pies de la mesa. - No sabía que estábamos en la misma clase. No te importa que me siente aquí, ¿no?
Rebeca le respondió con otra sonrisa. Hoy no llevaba los labios pintados, pero iba vestida como era habitual en ella. El flequillo, cortado a un lado, le tapaba un ojo.
-No me importa.
Después siguió mirando por la ventana.
La clase se iba llenando poco a poco y los alumnos fueron tomando asiento. Las mesas estaban colocadas de dos en dos. Casi todos los que entraban en el aula saludaban a Ruth desde lejos, ya que les asustaba acercarse más de la cuenta al ver que Rebeca estaba con ella. Tres filas delante de las chicas se sentó Eva Sánchez, una de las personas más despreciables que Ruth había conocido nunca. Ninguna sentía mucha simpatía por la otra, pero habían intentado llevarse medianamente bien, puesto que desde que entraron en el instituto, no les quedó más remedio que compartir clase, y nunca viene bien buscarse enemigos.
Era muy guapa, y rebosaba sensualidad. Pero sus ojos verdes tenían tanta maldad que dolía mirarle a la cara. Otra chica, Gemma Castillo, fue decidida a sentarse a su lado, pero Eva colocó sus manos en la silla para impedirlo, y le sonrió con malicia.
-Lo siento, guapa, pero este sitio está reservado. - Dijo con desdén.
Gemma, poniéndose colorada, buscó otro sitio donde sentarse y eligió el más alejado de Eva, que jugueteaba con sus rizos negros, sin quitar ojo a la puerta del aula. Entonces Ruth, después de presenciar la escena, vio a Javi entrar en clase y, tras él, a Lucas. Sintió cómo le ardían las mejillas. Al ver a sus amigas, Javi alzó la mano, saludándolas, y después corrió hacia ellas. Lucas lo siguió, caminando con paso más lento. Todas las chicas lo miraban, sonriendo. Algunas se mordían el labio, sin retirar en ningún momento la mirada del chico, el más guapo del instituto. Él se dio cuenta de que todas estaban pendientes de él, y sonrió. Estaba acostumbrado a ser el centro de las miradas.
Cuando pasó por al lado de Eva, ésta sonrió adoptando una expresión de inocencia que no iba nada con ella.
-Lucas, ¿te sientas conmigo? - Dijo apartando un poco la silla de la mesa, invitándolo a sentarse.
Al igual que Ruth, Lucas nunca había podido soportar a aquella chica. En realidad, a pocas personas caía bien. La miró con indiferencia, sin esforzarse por aparentar simpatía.
-Yo voy con Javi.
El resto de chicas rieron con disimulo al ver cómo Eva no se salía con la suya, algo que no ocurría con mucha frecuencia. Quien parecía más satisfecha era Gemma, que le dedicó una mirada de regocijo.
Javi se sentó justo delante de Rebeca y se giró hacia atrás, y Lucas tomó asiento junto a su amigo, delante de Ruth. Estaba algo cortado.
-Qué, ¿cómo va el primer día de clase? - Preguntó Javi, que parecía muy animado.
-Pues...
-¡Bueno días, señores! - Una voz grave y áspera interrumpió a Ruth.
Era un profesor que ella conocía de vista, pero que nunca le había dado clase. Todos los alumnos que aún estaban de pie se dieron prisa en sentarse mientras el profesor colocaba un maletín de cuero en su mesa.
-Para quienes no hayan tenido el placer de conocerme, me llamo Francisco Jiménez y me ha tocado ser vuestro tutor este año. Os impartiré clases de física y química. Como ya he dicho, me llamo Francisco Jiménez. Ni Profesor, ni Francis, ni Paco. Si me llamáis por mi nombre nos llevaremos bien.
El aula se llenó de risas tímidas ante el comentario del profesor, que dirigió la mirada a la parte de atrás, donde estaban sentados Ruth y los demás. Mostraba una sonrisa reluciente.
-Vaya, vaya. - Dijo sin retirar los ojos de allí. - Pero si está aquí mi amigo Javier, ¡qué grata sorpresa!
Ruth percibió una nota de furia en los ojos de Javi, que mantuvo la expresión seria, sin apartar la vista de Francisco Jiménez.
-Y yo que me había decidido por Bachillerato huyendo de usted. ¡Inocente de mí por pensar que no lograría pasar usted de tercero de la ESO!
-No va a tener esa suerte. - Javi escupió sus palabras, sin poder guardar silencio ante las burlas del profesor.
-Veo que sigue tan gracioso como siempre. Tal y como imaginaba, usted no ha cambiado nada.
Javi no volvió a articular palabra, aunque su rostro evidenciaba que se moría de ganas por contestar. Durante el resto de la hora, el tutor explicó a sus alumnos la organización del curso y les dio el horario. De vez en cuando dedicaba un comentario ofensivo a Javi, que permaneció en silencio intentando evitar dentro de lo posible cualquier enfrentamiento con aquel hombre tan prepotente. Cuando sonó la campana abandonó la clase despidiéndose de sus alumnos.
-¿Pero de qué va este tío? - Exclamó Lucas cuando ya se había marchado. Después miró a Javi. - No me puedo creer que no le hayas dicho nada.
-Ya le dije bastante en su momento.
-¿En su momento? - Preguntó Ruth, que no se enteraba de nada.
-Ya os conté que hace algunos años yo no era lo que se dice un alumno ejemplar. Lo único que me importaba era salir y cuando venía a clase, porque no tenía más remedio, me dedicaba a perder el tiempo y contestar de la mala manera a los profesores. Repetí dos cursos, pero después me di cuenta del error que estaba cometiendo. Da la casualidad de que Francisco Jiménez fue mi tutor durante esos dos años. - Javi rió tras decir esto. - Recuerdo que le llamaba Paquito, porque sabía que no podía soportarlo. Reconozco que el hombre tiene motivos para odiarme, pero lo que ha hecho hoy ha sido demasiado...
-Se ha pasado. Además, el hecho de que te hayas enmendado ya dice mucho a tu favor, ¿no? - Añadió Ruth, que había escuchado atentamente la historia de su amigo.
Una mujer bajita y regordeta entró en el aula, caminando de una forma muy graciosa. Llevaba una montaña de folios en los brazos, que soltó en la mesa en cuanto le fue posible.
-¡Buenos días! - Exclamó con efusividad, dando una palmada en el aire. - Hace una mañana estupenda, ¿verdad?
Los alumnos se quejaron entre ellos, completamente en desacuerdo con su profesora.
-Es Ángeles, de biología. - Susurró Lucas al oído de Javi. - La mejor profesora que he tenido nunca.
Ruth pudo escuchar a Lucas a pesar del poco volumen con que decía sus palabras. No era capaz de apartar la vista de él. Estaba tan guapo... Supuso que no le había dado tiempo a peinarse aquella mañana, ya que tenía el pelo muy desordenado. Pero lo cierto es que le sentaba genial.

A la hora del recreo, Ruth, Javi y Lucas se reunieron con Víctor y Lorena en la puerta de gimnasio, donde normalmente iban cuando sonaba la campana. Rebeca había preferido irse sola a la cafetería, y Natalia no aparecía por ninguna parte.
-He ido un momento al baño y cuando he salido había desaparecido. - Explicó Lorena refiriéndose a Natalia. Besó a Víctor en la mejilla. - Supongo que vendrá ahora. Sabe donde estamos.
-No lo creo. - Dijo Javi. - Mirad.
Los demás miraron hacia donde señalaba su amigo, y descubrieron a Natalia entre el grupito liderado por Eva Sánchez.
-¿Qué hace con esas? - Exclamó Ruth muy sorprendida.
-Ni idea, pero hace tiempo que la veo muy rara. - Opinó Lorena, abrazada a su novio. - Ya se podría haber buscado mejor compañía que nos sustituya.
-¿Pero qué estás diciendo? - A Ruth le había dolido el comentario de Lorena. - Natalia no nos ha sustituido por nadie. Tendría que hablar de algo con ellas, o vete tú a saber.
-Gloria se ha arrimado mucho a ella durante estas tres horas. - Añadió Lorena. - La verdad es que no me ha hecho ningún caso.
Gloria era la mejor amiga de Eva. Aunque la relación que tenían no estaba muy claro que fuera de amistad, porque a la espalda decían verdaderas barbaridades la una de la otra.
-¿Gloria Espejo? - Lucas habló por primera vez desde que habían salido de la clase. - Esa es peor aún que Eva.
-Pues se lo están pasando bastante bien. - Comentó Víctor, viendo cómo Natalia reía junto a sus nuevas amigas. Parecía una más. - En fin, ¿qué hora es?
-Menos cinco. - Contestaron Ruth y Lucas al unísono.
También a la vez se miraron, y agacharon la cabeza inmediatamente. Los demás no tardaron en darse cuenta de que sucedía algo.
-¿Y a vosotros dos qué os pasa? Ahora que lo pienso, no os he visto hablar en todo el día. - Dijo Javi alzando una ceja.
-Nada. - Respondieron los dos automáticamente, de nuevo al mismo tiempo.
-Uuh... - Canturreó Víctor con una sonrisilla. - ¿Nos hemos perdido algo?
Ruth decidió no contestar, porque estaba convencida de que, si lo hacía, otra vez Lucas diría lo mismo y a la vez que ella. Por desgracia, él pareció pensar lo mismo, y el silencio fue aún peor.
Víctor y Javi se miraron mutuamente, sonrientes. Pero Lorena observó a su hermano con un gesto de preocupación en el rostro. El timbre sonó avisando a los alumnos de que debían regresar a clase. El recreo había terminado. ¡Salvados por la campana!

sábado, 18 de diciembre de 2010

Capítulo 9

“Tengo que suplicar tranquilidad a mi corazón. Mis labios enmudecen. Brillan mis ojos. ¿Es esto el amor?”

El reloj parecía tener más prisa que nunca aquella tarde. ¿Por qué las cosas siempre ocurren fastidiándonos lo máximo posible? Es como si la vida se burlase de nosotros. Siempre llevándonos la contraria. Desafortunadamente, contra eso no se puede hacer nada.
Ruth estaba en su habitación, consultando la hora en el móvil cada minuto, sentada en la silla y moviendo las piernas sin parar, por los nervios. Llevaba allí más de dos horas, sin hacer otra cosa que mirar el reloj. Quizás estaba exagerando un poco y lo mejor era tranquilizarse. Ni siquiera se había puesto así la primera vez que quedó con Lmusic. Pero claro, entonces no sabía que era Lucas quien estaba tras todo aquello. Lucas... ¿quién iba a imaginarlo? Quizás todos menos ella, que nunca se enteraba de nada. Ya se lo había dicho Lorena. ¿Lo sabría ella? Era su hermano, quizás se lo había contado. No, porque no le habría ocultado algo así a Ruth, que tanto le había hablado de su chico cibernauta.
Las cinco y cuarto. Ruth se puso en pie de un salto. Ya casi era la hora de irse. Buscó en su armario algo que ponerse, pero finalmente prefirió ir con la ropa que había elegido aquella mañana: unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta sencilla de tirantes. Respiró profundamente, agarró su bolso y, armándose de valor, salió de su habitación. Justo al salir, se encontró de frente a su hermano, que la observaba con curiosidad. Ella dio un respingo, sobresaltada: no se lo esperaba.
-¿Y a dónde vas tú? - Preguntó. - ¿Estás loca? Son las cinco de la tarde.
-Las cinco y veintiséis. - Rectificó Ruth, más para sí misma que para Víctor. - Voy a casa de Natalia. No sé si te habías dado cuenta de que vive en un ático con piscina.
-Gracias por invitarme. - Dijo él con sarcasmo.
-Es que tenemos muchas cosas de que hablar. - Se defendió ella sonriendo, sabiendo que eso quitaría a su hermano las ganas de acompañarla.
-Bueno, pues que lo paséis bien. Yo estaré aquí solo y muriéndome de calor. Pero no te sientas mal por eso, hermanita, que tenéis muchas cosas de que hablar.
Ruth soltó una carcajada al ver la cara de cordero degollado que había puesto Víctor.
-No, por eso no te preocupes, tengo la conciencia tranquila. - Miró el reloj del pasillo y se dio cuenta de lo tarde que era. - Bueno, me voy ya.
Víctor se fue a su habitación y Ruth bajó las escaleras, continuando su camino. Eran más de las cinco y media, y yendo a paso tranquilo, el Golden River estaba a unos tres cuartos de hora, así que aceleró el paso. Media hora. Media hora era lo que faltaba para verse cara a cara con Lmusic, con Lucas. ¿Y si no aparecía? Eso era imposible, ¿cómo no iba a aparecer? Ruth comenzó a caminar aún más rápido, viendo que no iba a llegar a tiempo. Cerca había una parada de autobús. El vehículo se encontraba allí, esperando a que terminasen de subir los pasajeros y, milagrosamente, era el autobús trece, que paraba justo delante del Golden River. Ruth se dio prisa, pero no pudo llegar a tiempo. Podría haber echado a correr, y posiblemente lo hubiera alcanzado, pero siempre le había dado mucha vergüenza eso de parar a un autobús que ya estaba en marcha, así que se rindió y observó cómo se iba sin ella. Sin perder más tiempo, Ruth siguió su camino, acelerando el paso cada vez más hasta que, finalmente, empezó a correr.
Llegó cinco minutos tarde, jadeando y sintiendo el sudor en su frente, pero allí no había nadie. El parque estaba completamente vacío, algo razonable teniendo en cuenta el calor insoportable que hacía a aquellas horas de la tarde, cuando el sol aún brillaba con fuerza en el cielo. Buscó con la mirada un banco que estuviera a la sombra, pero fue inútil. Miró a un lado, a otro. Nadie. No había nadie. Se sintió estúpida allí plantada, bajo los abrasadores rayos del sol, esperando a que llegara alguien que ni siquiera sabía si iba a llegar. La rabia reemplazó los nervios con los que había vivido esas últimas horas: no solo le había estado mintiendo durante un año y medio, y la había besado aprovechando que tenía los ojos vendados, sino que ahora se tomaba la libertad de llegar tarde, haciéndole esperar, soportando un calor horroroso, y eso en el mejor de los casos, si es que se dignaba a aparecer.
Justo cuando había decidido darse la vuelta y marcharse, sin importarle si Lucas había decidido acudir o, por el contrario, quedarse en su casa tumbado frente al aire acondicionado, vio a alguien doblar la esquina de enfrente. Parecía tener bastante prisa. Era él. Ruth sintió cosas en su interior que ni siquiera sabía que podía sentir. Cuando él la vio, empezó a caminar más despacio, y por un momento a ella le dio la sensación de que retrocedía en vez de avanzar, como si no quisiera llegar nunca. Pero llegó.
El rostro del chico mostraba un gesto de disculpa, a la vez que de vergüenza y de miedo. Tal vez por llegar tarde, tal vez por haberse comportado como un mentiroso y un cobarde, o tal vez por ambas cosas. Ruth intentó mantener la compostura, preocupada porque sus piernas temblaban tanto, que temió caerse en cualquier momento.
Sus miradas se encontraron cuando estuvieron uno frente al otro, pero ninguno parecía atreverse a decir nada. Después de una pausa larga e incómoda, Ruth decidió hablar.
-Lucas, ¿qué haces aquí? - No se esforzó por mostrar sorpresa ninguna. La verdad es que la pregunta no tenía mucho sentido, puesto que ella conocía de sobra la respuesta.
El aludido la observó en silencio, aunque daba la sensación de que en su mente había un ruido espantoso. Estaba intentando hallar la mejor manera de contestar.
-Habíamos quedado. - Respondió al fin. - Siento llegar tarde...
¡Qué sentía llegar tarde! ¿Y todo lo demás? ¿No se disculpaba por haber jugado alegremente con sus sentimientos? ¿Eso no importaba? Ruth necesitaba algo más para perdonarlo... estaba enfadada... muy enfadada... Pero... ¿era con él con quien lo estaba, o con ella misma, por sentir ese conocido cosquilleo que siempre sentía cuando pensaba en Lmusic, pero que esta vez había aparecido al ver a Lucas? Era absurdo negar que le gustaba... Y por eso la rabia que sentía, no hacia él, si no hacia ella misma, porque le atraía el chico a quien quería su mejor amiga. Quizás solo estaba buscando una excusa para alejarse de él, y así impedir que esos sentimientos que habían empezado a crecer en ella fueran a más. Y, claro, enfadarse con él era el camino más fácil. O no... Lo único que intentaba evitar era hacerle daño a Natalia, pero si rompía la amistad que tenía con Lucas, serían ellos dos quienes saldrían mal parados de todo esto. Hiciera lo que hiciese, haría daño a alguien.
Ruth era consciente de que Lucas jamás había actuado con intención de jugar con ella y que, simplemente, no le habían salido bien las cosas. Se preguntó qué hubiese pasado en el caso de que Natalia no estuviera enamorada de él... Quizás ahora estarían felizmente cogidos de la mano, en vez de estar allí plantados, uno frente al otro, sin saber qué decir. Ruth quería solucionarlo todo y seguir siendo su amiga, como siempre. De todas formas iban a tener que verse todos los días en el instituto.
Clavó su mirada en los ojos color miel de su amigo, unos ojos llenos de bondad. Le daba miedo enamorarse de él, y sabía que si seguían compartiendo una relación de amistad como la que habían tenido hasta entonces, eso sería inevitable, y que si eso pasaba ella no tendría la fuerza de voluntad que requiere el dejar escapar a un chico como él. Porque su amistad con Natalia era fuerte, pero no estaba muy segura de que lo fuera tanto como para ganar una batalla contra el amor. Ese pensamiento le hizo sentir mal, como si estuviera traicionando a su amiga. Pero era cierto, pocas personas son capaces de resistirse al amor. Al menos ella intentaba encontrar la manera de evitar ese sentimiento, que la llevaría a una lucha de la que era imposible salir victorioso.
Se dio la vuelta sin decir nada más, dispuesta a marcharse. Pero Lucas la agarró del brazo, impidiendo que se fuera. Ruth miró hacia atrás, preguntándole con la mirada qué era lo que iba a decir, intentando hacer que comprendiera que toda palabra sería en vano, que ella ya había tomado una decisión.
-Ruth. - Dijo, procurando que su voz sonase tranquila. - Prometiste que nada cambiaría entre nosotros.
La chica recordó la conversación por MSN del sábado por la mañana, después de haber estado toda la noche sin dormir. En realidad ella no le había llegado a prometer nada.
-Pero es que esto lo cambia todo. - Respondió, deseando que su amigo comprendiera su situación.
Después de unos segundos, soltó su brazo, dejando que se marchara, sin pronunciar una palabra más. Y observó cómo se alejaba hasta desaparecer, mientras él permanecía allí plantado, bajo el sol, maldiciendo el día en que inventó toda aquella mentira que ahora lo había estropeado todo.

Capítulo 8

“Cuando mentimos, independientemente de nuestras intenciones, vivimos bajo el miedo constante de ser descubiertos, siendo conscientes de que el más mínimo error podría delatarnos”

Ruth seguía sumergida en sus pensamientos cuando Víctor entró sin llamar a su habitación, que se sorprendió al ver a su hermana echada en la cama a oscuras y se preguntó si no estaría durmiendo. Intentando percibir algo en la negrura del dormitorio, vio que Ruth tenía los ojos abiertos y clavados en él.
-Voy a salir. - Dijo al fin, sin preguntar por qué tenía la luz apagada. Algo bueno de Víctor es que no acostumbraba a meterse en asuntos ajenos.
Es verdad, pensó Ruth, hoy es sábado.
-¿Con quién?
Aquella pregunta sorprendió enormemente a Víctor, que enarcó una ceja.
-¿Cómo que con quién voy a salir? Pues con Javi y Lucas, ¿con quién si no? - Respondió. - Porque Lorena ya dijo antes que no iba a salir, que estaba cansada. De todas formas, ahora cuando vaya a casa de Lucas la veré un rato. Si quieres que le diga algo... - Sugirió pensando que quizás su hermana se refería a Lorena cuando le había hecho la pregunta.
-No.
-Bueno, pues me voy. - Antes de irse echó un vistazo a Ruth. Qué rara estaba. - Si quieres venir... Pero tienes que darte prisa que ya me estarán esperando.
-No me apetece.
-Como quieras. - Señaló Víctor, que no había quedado muy convencido. - Adiós, y alegra esa cara.
Ruth le enseñó los dientes forzando una amplia sonrisa, lo que provocó una carcajada a Víctor, que salió de la habitación cerrando la puerta tras él.
Volvía a estar sola. Sola con sus pensamientos. Así que Lucas iba a salir... Eso le ofrecía una buena oportunidad de comprobar si verdaderamente él era Lmusic o no. Si más tarde se conectaba al MSN y lo encontraba entre sus contactos, quedaría libre de toda sospecha y todo volvería a la normalidad.

Víctor y Javi iban en el coche, de camino a casa de Lucas. No sonaba ninguna canción dentro del vehículo, lo cual era muy extraño. Desde luego, aquella noche más rara no podía ser.
-¿Sabes algo de Nat? - Preguntó Javi sin dejar de mirar a la carretera. - Quería llamarla antes, pero se me ha pasado.
-Qué va. Podemos pasarnos a verla cuando recojamos a Lucas.
-Es un poco tarde, ¿no? - Dijo Javi mirando el reloj. Era casi media noche. - Pero mañana sí que podríamos hacerle una visita, que la pobre estará aburrida en su casa.
-Pues sí.
Javi paró el coche: habían llegado a casa de Lucas. Los dos amigos se bajaron y caminaron juntos hasta la puerta. Después de tocar el timbre, tuvieron que esperar casi un minuto hasta que su madre les recibió.
-Hola, chicos. - Saludó dedicándoles una enorme sonrisa. Después giró la cabeza y gritó a las escaleras. - ¡Lucas, hijo, baja, que ya han venido tus amigos! - Tras decir esto, de nuevo se dirigió a los dos jóvenes. - Pasad si queréis.
Pero antes de que pudieran responder, vieron cómo Lucas bajaba las escaleras, vestido únicamente con unos pantalones de chándal. No parecía muy animado para tratarse de un sábado noche. Su madre se marchó cuando su hijo llegó a la puerta.
-Pero tío, ¿qué haces así? - Exclamó Víctor, muy sorprendido por ver a su amigo vestido de aquella forma.
-No voy a salir. - Respondió Lucas encongiéndose de hombros.
-¿Y eso por qué? - Intervino Javi, tan sorprendido como Víctor.
-No me apetece.
-¿Pero qué le pasa hoy a todo el mundo? - Víctor soltó una carcajada irónica. Primero Lorena, después Ruth, y ahora Lucas.
-¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos con él? - Preguntó Javi, actuando como si Lucas no estuviese delante.
-Yo me iba a acostar ya. - Mintió él, que no tenía muchas ganas de pasar la noche con sus amigos. - Si quieres que avise a Lorena para que baje un rato. - Esta vez se dirigió solo a Víctor.
-No, déjala. Ya vendré a verla mañana.
Lucas volvió a encogerse de hombros y se despidió de sus amigos. Subió de nuevo a su habitación, ignorando las miradas preocupadas de su madre y su hermana. Casi de forma automática, se sentó en la silla, la acercó al ordenador y se conectó al MSN. Repasó un par de veces los contactos que estaban conectados. No había nadie interesante. Cerró sesión y se conectó de nuevo, esta vez con una cuenta diferente: la que había creado expresamente para hablar con Ruth, la de Lmusic. No supo muy bien por qué, quizás porque no esperaba encontrarla conectada, porque lo cierto es que le daba miedo enfrentarse a ella, volver a mantener una conversación después de lo que había ocurrido aquella tarde. Para su sorpresa, pocos segundos después de que se abriera la ventana con la lista de contactos, una lucecita naranja empezó a parpadear en la parte de abajo de la pantalla: era Ruth.
RUTH: Hola.
¿Hola? Jamás, en ninguna ocasión a lo largo de ese año y medio que llevaban hablando por Internet, le había saludado de aquella manera. Con un simple “hola”. Eso le provocó unas ganas enormes de apagar el ordenador sin decirle nada, pero no podía seguir comportándose de una forma tan cobarde. Tenía que dar la cara de una vez.
LMUSIC: ¡Hola! ¿Qué tal?
RUTH: Bien. Voy a proponerte una cosa.
Eso asustó mucho a Lucas. Desde luego, no era normal la seriedad que Ruth estaba mostrando, pero eso de que iba a proponerle una cosa consiguió ponerlo nervioso del todo.
LMUSIC: Tú me dirás.
RUTH: Mañana. A las seis en el Golden River, en el parque de atrás.
¡Qué directa! Ya no cabía ninguna duda de que sabía con quién estaba hablando. Además, el Golden River, un enorme hotel del centro de la ciudad, se encontraba en un punto intermedio entre la casa de Lucas y la de Ruth. Seguramente ella había escogido ese lugar precisamente por ese motivo. El corazón de Lucas latía con fuerza y sus manos temblaban, por lo que le costó bastante pulsar las teclas adecuadas para responder.
LMUSIC: ¿Y eso?
Quería ganar tiempo para así poder pensar alguna excusa que impidiera aquella cita. Aunque quizás lo mejor sería terminar con todo aquello de una vez por todas...
RUTH: Me lo debes por lo del otro día. ¿Qué me dices? Si no te parece bien a esa hora, puedes proponer otra. A mí no me importa.
LMUSIC: De acuerdo. A las seis en el Golden River, en el parque de atrás.
Acababa de firmar su sentencia... al día siguiente, a las seis de la tarde, en el parque de atrás del Golden River...

Ruth se sentía mal por la forma en que lo había tratado, pero si no hubiese actuado así, seguramente él no habría accedido a quedar con ella. Y si Lorena no hubiese tenido el detalle de contarle por MSN, muy preocupada, pocos minutos antes de que Lmusic se conectara, que su hermano iba a quedarse en casa aquel sábado noche, toda sospecha hacia Lucas habría desaparecido.
Todavía no se podía creer que todo esto estuviera pasando. Jamás habría podido imaginar que Lucas fuera Lmusic. No quería perder su amistad con él, pero estaba muy enfadada porque la hubiese estado engañando durante tanto tiempo. Quizás más adelante todo volvería a la normalidad...

Víctor y Javi, viéndose los dos solos un sábado por la noche, decidieron ir a un bar cercano a tomarse una cerveza. Tuvieron suerte al encontrar una mesa libre en la terraza, ya que el bar estaba atestado de gente. Se sentaron rodeados por gritos y risas de personas que disfrutaban la agradable noche de verano. Todos parecían tan alegres... Pero Víctor y Javi, bebiendo cerveza en silencio, parecían haberse contagiado del extraño humor de sus amigos, que se mostraban tan apagados de repente.
-Vaya aburrimiento de noche, tío. - Se quejó Javi. - No sé qué le pasa a esta gente. Creo que nos hemos perdido algo...
-Bueno, piensa que el lunes empezamos las clases. Eso deprime a cualquiera. - Respondió Víctor intentando quitarle importancia al asunto, a pesar de que a él también le preocupaba. - Además, llevamos todo el verano haciendo lo mismo. Ya resulta cansino. Deberíamos proponer algo diferente, ¿no crees?
Javi lo pensó un momento, y después sonrió.
-Dentro de dos semanas es el cumpleaños de Ruth, ¿no? Podríamos hacerle algo así como una fiesta sorpresa. Pero no un botellón cualquiera: algo nuevo.
-Pues no es mala idea. Podríamos pasar el fin de semana en la playa. Reservar algún hotelito o irnos a un albergue. - Sugirió Víctor, a quien había entusiasmado la idea de su amigo.
-¡Sí! He oído que hacen pequeños cruceros a muy buen precio, durante una noche. Es como una discoteca dentro de un barco.
-¡Pues decidido! Lo hablaremos con los demás, a ver qué opinan. - Exclamó Víctor con una enorme sonrisa. - Pero no podemos decirle nada a mi hermana, que es una sorpresa.
-Pues entonces habrá que conseguir que no haga otros planes para celebrar su cumpleaños.
-No te preocupes, de eso ya me encargo yo. Espero que a los demás les parezca bien.
-Seguro que Lucas está dispuesto. - Rió Javi. - Siempre se apunta a todo.


El ruido de las puertas al cerrarse, el olor del café y de las tostadas recién hechas, el sonido del agua en la bañera. Ruth se despertó aquel domingo por la mañana y decidió disfrutar un rato más de su cama, recordando que al día siguiente no tendría la misma suerte, aunque no tardó mucho en levantarse, después de dar vueltas y más vueltas entre las sábanas. A pesar de los nervios por la cita con Lmusic, que tendría lugar esa misma tarde, había dormido bastante bien.
Cuando bajó a la cocina sus padres estaban allí, disfrutando del desayuno. Después de darles los buenos días, Ruth se sirvió con desgana un vaso de zumo de piña y se lo bebió de un trago.
-¿Quieres una tostada, hija? - Preguntó su madre que, sin darle tiempo a contestar, ya había cortado una rebanada de pan.
-Vale. - Contestó Ruth encogiéndose de hombros. Ella había hecho planes de desayunar un croissant de chocolate, pero viendo que su madre ya le estaba preparando la tostada, no tuvo otra alternativa más que aceptar. - Pero no le pongas nada, que me la voy a comer con mermelada. - Se sirvió otro vaso de zumo. - Me apetece algo dulce. ¿Dónde está Víctor? ¿Todavía está durmiendo?
-Estoy aquí. - Dijo una voz respondiendo a la pregunta de Ruth. Víctor había entrado en la cocina, terminando de colocarse la camiseta y con el pelo mojado. - Bueno, ¿y mi desayuno?
-¿Quieres una tostada? - Volvió a ofrecer su madre, que ya se había hecho con el cuchillo y se disponía a cortar otra rebanada de pan.
-Mejor no. Creo que quedaba algún bollo de esos rellenos de chocolate. - Víctor buscaba en el armario mientras hablaba. Una enorme sonrisa iluminó su rostro cuando dio con una bolsa de plástico que envolvía un croissant. - Aquí está. ¡Qué suerte, me voy a comer el último!
Ruth observó sin mucho entusiasmo la tostada que su madre le acaba de colocar delante. Se había quedado sin croissant.
-¡Ah, Ruth! - Continuó su hermano, mojando el bollo en una taza de leche con Colacao. - Ayer Javi y yo quedamos en ir a ver a Natalia ahora por la mañana.
¡Natalia! Ruth sintió una enorme culpabilidad al darse cuenta de que había olvidado a su amiga por completo.
-Genial, tengo ganas de verla.
-He llamado a Lucas y me ha dicho que él y Lorena se irán para allá por su cuenta. Como son vecinos...
El corazón de Ruth dio un vuelco al escuchar el nombre de Lucas. Iban a verse antes de lo previsto. Se imaginó la situación: ambos sabiendo que se encontrarían esa misma tarde y que todo cambiaría a partir de entonces, pero actuando como si no pasara nada. ¿Cómo reaccionaría él al verla? Porque era evidente que se había dado cuenta de que ella lo había descubierto todo.
-Dadle recuerdos a Nati de mi parte. - Dijo la madre con cara de preocupación. Para ella, Natalia era como de la familia. -Y decidle que se pase un día por aquí, que hace tiempo que no la vemos.

Después de desayunar, cerca de las once y media de la mañana, Javi pasó a recoger a Ruth y Víctor para ir a casa de Nat. Los chicos hablaron bastante por el camino, pero Ruth estaba totalmente sumergida en sus pensamientos, nerviosa, asustada. No solo iba a ver a Lucas y a fingir que no sabía nada, que no estaba enfadada con él, que seguían siendo tan amigos, sino que iba a tener que hacer todo eso delante de Natalia, que no debía notar nada extraño entre ellos. Pero, ¿realmente tenía sentido ocultárselo a ella? A Ruth le dolía el hecho de que Lucas le hubiese hecho vivir una mentira, ¿iba ella a mentirle a su amiga del mismo modo? No, no era lo mismo. No iba a mentirle, solo a guardar bajo llave pequeños detalles para evitar hacerle daño de manera innecesaria. ¿Pequeños detalles? ¿Que el chico al que Natalia había querido siempre ahora sintiera algo por Ruth era un pequeño detalle?
Cuando se bajaron del coche, Ruth sintió unas ganas enormes de salir corriendo y encerrararse en su habitación de por vida, para no tener que enfrertarse a lo que le esperaba en casa de Natalia. Contuvo ese cobarde deseo y respiró hondo antes de entrar en el enorme bloque de pisos, que en ese momento le parecía el mismo infierno.
Sintió un gran alivio al comprobar que Natalia se encontraba sola y que parecía estar mucho mejor que la última vez que la vio. A pesar de eso, se le veía algo débil.
-Creía que os habíais olvidado de mí. - Dijo poniendo cara de pena, sentándose en el sofá.
-Y así es. - Bromeó Víctor tomando asiento en el sillón situado frente a ella. - Lo que pasa es que no teníamos nada interesante que hacer y nos hemos acordado de ti.
Natalia le lanzó un cojín fingiendo estar muy dolida, aunque sabía perfectamente que su amigo no hablaba en serio. Éste lo cogió antes de que le impactara en la cara y después lo colocó bajo su cabeza, acomodándose en el sillón.
-Gracias. - Le dijo, y ella le sacó la lengua.
-Bueno, ¿cómo estás? - Preguntó Ruth, que se había sentado junto a ella y Javi. - Se te ve mucho mejor.
-Sí, estoy bien. Algo deprimida porque mañana empiezan las clases.
Antes de que Natalia terminase de hablar alguien llamó al portero automático. La anfitriona se levantó para abrir.
-¿Quién es? - Preguntó Javi cuando su amiga regresó al salón.
-Lorena y Lucas.
El corazón de Ruth se aceleró al escuchar las palabras de Natalia y un calor sofocante empezó a invadir su cuerpo. En a penas unos minutos Lucas estaría allí y ella aún no tenía ni idea de cómo iba a comportarse cuando esto pasara. No pudo despegar la mirada de la puerta, que Nat había dejado abierta, hasta que alguien entró. Antes de comprobar de quién se trataba, Ruth no pudo evitar bajar la mirada, y entonces se dio cuenta de que llevaba un buen rato apretando sus rodillas con las manos, como queriendo apaciguar su deseo de echar a correr.
Quien había entrado era Lorena, y tras ella apareció Lucas, con la mirada clavada en el suelo. Cuando Ruth descubrió esto, sonrió al pensar que seguramente él también estaba luchando contra la enorme tentación de huir de allí. Para su sorpresa, el ver de esta manera a su amigo la tranquilizó bastante, lo cual era una gran ayuda a la hora de actuar con naturalidad. Después de todo tampoco era para tanto.
-¡Hola, Nat! - Exclamó Lorena abrazándola. - Tienes mejor cara.
Le conmovió el ver a su amiga después de la conversación que había tenido con su hermano la noche anterior. Y pensar que ella no sabía nada...
-¡Hola! - Saludó Lucas, que esperó a que Lorena se separase de Natalia para poder darle dos besos.
Saludó a Víctor. Después a Javi. Ruth esperó su turno, viendo la expresión de terror que iba adoptando el rostro de Lucas conforme se acercaba a ella. No obstante, él consiguió disimular bastante bien este gesto con una maravillosa sonrisa que logró que Ruth se estremeciera. Como si hubiera pasado una vida entera hasta entonces, se dieron dos besos, con tanta timidez que resultaron casi imperceptibles.
A partir de ese momento, la mañana transcurrió rápido. Aunque ambos se sentían algo incómodos en aquella situación, fue más ameno de lo que había esperado. A pesar de esto, los dos sabían perfectamente que ese insignificante encuentro en el que contaban con la agradecida presencia de sus amigos, no era nada al lado de la cita a la que deberían enfrentarse esa misma tarde. A las 6, en el parque de atrás del Golden River.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Capítulo 7

“Siempre he oído que es preferible conocer la verdad por mucho dolor que ésta pueda causar en nosotros. Pues eso... es mentira.”

Volvió a mirar el móvil, para descubrir que aún no había recibido respuesta. Eso reforzaba sus sospechas. Cada vez estaba más convencida de que Lucas era Lmusic. La verdad es que si eso era cierto, todas las piezas encajaban. Lmusic era un gran admirador de Sum 41, y Lucas también. Lmusic... “L”, de Lucas. Ambos tocaban la guitarra, y lo poco que había podido descubrir del aspecto físico de Lmusic en el encuentro en Los Ángeles, coincidía con la apariencia de Lucas hasta tal punto que ella misma se sorprendió de no haber caído antes en algo así. Además, ahora que lo pensaba, era evidente que Lmusic, fuera quien fuese, sabía quién era ella antes del encuentro, porque de lo contrario, no hubiese podido reconocerla tan fácilmente. Si se trataba de Lucas, no resultaba muy difícil explicar ese hecho, ni tampoco el por qué había mostrado siempre tanto empeño en esconder su identidad, por qué había rechazado siempre la idea de decirle su nombre o enviarle una foto. Otra cosa que le hacía estar cada vez más segura de su teoría, era lo nervioso que se había puesto su amigo cuando ella le cogió el móvil.
Aunque Ruth no se dio cuenta, ya había anochecido y se encontraba prácticamente en una absoluta oscuridad. Estaba demasiado ocupada dándole vueltas a la cabeza como para preocuparse por eso.
A pesar de que todo apuntaba a que Lucas llevaba más de un año haciéndose pasar por Lmusic, aquello no tenía mucho sentido. ¿Por qué iba a ocultárselo durante tanto tiempo? Además, se había tomado la molestia de obtener un teléfono y un correo electrónico exclusivamente para ella. Y todo eso, ¿para qué? ¿Para que no descubriera la verdad? ¿Y no era más fácil plantarse ante ella y decirle directamente que la quería? La verdad es que no sabía qué pensar, porque en cierto modo, lo que Lucas había estado haciendo le parecía que era burlarse de ella. Aunque si fuera eso, una broma pesada, no tenía sentido que se hubiese esforzado tanto por no ser descubierto. Y no era propio de Lucas reírse así de la gente.
También podía ocurrir que él no fuera el chico con quien hablaba por Internet. Se estaba precipitando mucho sacando tantas conclusiones. Pero, ¿por qué se había puesto tan nervioso entonces cuando cogió su móvil? Quizás simplemente no quería que ella viera el mensaje, pero no porque fuera Lmusic, sino porque eran sus asuntos y no le parecía bien que nadie hurgara en ellos. No estaba muy convencida de eso, pero bueno. Además, después de desconectar el móvil ella llamó y comprobó que, efectivamente, estaba apagado. Había muchos más argumentos a favor que en contra de su teoría. Pero si estaba en lo cierto, y Lucas era su chico cibernauta... ¿Qué iba a hacer? ¿Seguir comportándose con él como si nada hubiera pasado? Eso era imposible... ninguno de los dos actuaría con normalidad después de eso. ¿Y qué iba a decirle a Natalia? Bastante mal lo estaba pasando. Pero bueno... tampoco era necesario que ella supiera eso, ¿no? Podía ahorrarse el mal rato. Si, de todas maneras, entre ella y Lucas nunca iba a pasar nada, ¿verdad? No, por supuesto que no.
Ruth suspiró en la oscuridad y el silencio de su habitación. Tampoco era seguro que Lucas fuera Lmusic. ¿Qué debía hacer? Quizás lo mejor fuera dejar las cosas como estaban y quedarse con la duda... Aunque una parte de ella le decía que no, que debía comprobarlo y asegurarse de que estaba en lo cierto. Podía exigirle una cita a Lmusic. Él le había prometido que le revelaría su identidad. Pero, ¿qué iba a hacer cuando Lucas se presentara ante ella como Lmusic? No tenía ni idea de cómo reaccionaría en ese momento, pero al menos ahora no le pillaría por sorpresa. Se sintió muy abatida al comprender que desde ese momento ya no habría más conversaciones por MSN, ni más SMS, todo habría terminado. Todo había sido una mentira... Lucas la había estado engañando durante más de un año y ella se lo había creído todo como una estúpida. ¿Cómo había podido ser tan cruel? Le había hecho creer en la existencia de alguien que él mismo había inventado. Y no solo eso, sino que había conseguido que se enamorase de él. Sintió unas ganas inmensas de llorar. Lmusic no existía. ¿Y lo que sentía por él? ¿También era una mentira? No, eso era real. Pero, siendo así, ¿era por Lucas por quien sentía todo aquello? Porque, en realidad, era con él con quien había compartido todas esas conversaciones y de quien había llegado a enamorarse un poco... ¿Enamorarse? ¿De Lucas? Aunque tras un pseudónimo que él había inventado, todo lo que había dicho, todo lo que había compartido con ella era real, la personalidad que le había mostrado, todo eso era real. Sí, era de Lucas de quien se había enamorado, aunque quisiera negarlo. Pero lo que él había hecho no estaba bien, se había portado como un completo cobarde y había jugado con sus sentimientos. Pero, por otro lado... había hecho todo aquello para poder hablar con ella sin tapujos, sin que nada ni nadie pudiera estropearlo ni entrometerse. Se preguntó si Víctor y Javi sabrían algo de todo aquello... Lo más seguro era que no. Se habrían burlado de él de ser así.
Ruth cogió de nuevo su móvil. Nada. Sintió tentaciones de llamar para ver si aún no había encendido el teléfono, pero volvió a dejarlo sobre la cama, donde ella estaba tumbada, con la cabeza apoyada en las manos y mirando al techo. Se dio cuenta entonces de que había anochecido. No tenía ni idea de la hora que podía ser, pero la verdad es que no le importaba mucho. Llevaba allí desde que volvió de casa de Javi y ni siquiera se paró a llamar a Natalia, tal y como tenía pensado. Se limitó a encerrarse en su habitación y tirarse en la cama, como hacía siempre que necesitaba estar sola y pensar. Pensar... quizás estaba pensando más de la cuenta y después Lmusic resultaba ser otra persona. Ese pensamiento produjo en ella una extraña sensación, un pequeño temor. Eso le sorprendió, pero tuvo que reconocer que no estaba muy segura de lo que ella misma quería y, muy a su pesar, se dio cuenta de que su corazón se inclinaba sin dudarlo hacia la posibilidad de que Lmusic fuera Lucas.

¿Qué podía hacer? Había leído el SMS más de treinta veces. Estaba de los nervios. Seguro que Ruth ya se había dado cuenta de todo, de que él era Lmusic. ¡Maldita sea! ¿Por qué tuvo que llevarse el móvil a casa de Javi? Cogió el aparato y lo estrelló contra la pared, arrepintiéndose justo después, cuando ya era demasiado tarde. Fue recogiendo todas las piezas que se habían separado por el impacto y habían quedado desperdigadas por la hacitación y volvió a unirlas. La pantalla se había partido por la mitad. Intentó encenderlo, pero fue en vano.
-¡Bah! - Exclamó furioso, después de intentarlo varias veces más, y lanzó el móvil a la cama. ¿Qué importancia tenía un estúpido móvil cuando Ruth acababa de descubrirle?
Alguien llamó a la puerta y Lucas, que estaba de pie dando vueltas por su habitación, se detuvo, mirando hacia allá como si quien estaba llamando fuese el mismísimo diablo. Quería estar solo y no iba a dejar que nadie entrara en su cuarto a molestarle. Además, seguro que era Lorena que, aunque no sabía cómo, siempre conseguía descubrir qué le pasaba. A veces pensaba que podía leerle la mente a las personas.
-Lucas, ¡abre la puerta! - Era su madre, que luchaba con el pomo inútilmente, ya que su hijo había echado el pestillo. - He oído un ruido, ¿estás bien, hijo?
-Sí, mamá. - Respondió él. - Estoy bien.
-¿Y entonces por qué echas el pestillo? - Su madre parecía preocupada.
-Te he dicho que estoy bien, déjame solo, por favor.
Su madre debió irse después de eso, porque dejó de luchar con el pomo. Genial, ahora avisaría a Lorena, su espía particular e implacable. Bueno, qué más le daba a él, si no iba a abrirle la puerta.
Efectivamente, no tardó en llegar. Dio unos suaves golpecitos y esperó a que su hermano le abriera, algo que él no tenía intención de hacer. ¿Por qué todo el mundo se empeñaba en molestarle cuando necesitaba estar solo? No volvió a tocar, seguía esperando pacientemente, no quería presionar para que así él terminara abriéndole la puerta. Pero ese truco ya lo conocía. Y mientras más tranquila llegaba, más dispuesta estaba a sonsacarle información. Ella podía decir lo que quisiera, pero lo que pasaba es que era una cotilla y le encantaba meterse en la vida de los demás.
-Lucas, sé que estás así por Ruth. - Dijo al fin Lorena, que se había dado cuenta de que su hermano no iba a abrirle la puerta.
Pero cómo era posible que siempre lo supiese todo. Definitivamente, tenía el poder de leer el pensamiento.
-Yo no estoy de ninguna forma, así que ya te puedes ir, aquí no hay nada interesante que puedas investigar.
-¿Qué dices de investigar? Además, si no te pasa nada, ¿qué problema tienes con abrirme la puerta?
Durante un momento, Lucas permaneció en silencio. Desde luego, su hermana no tenía un pelo de tonta, siempre conseguía lo que quería. Se acercó a la puerta y retiró el pestillo, dejando que Lorena entrara a la habitación. Él le dedicó una mirada fulminante, que ella respondió con una sonrisa. Sin pedir permiso se sentó en la cama de su hermano y agarró el móvil que antes había estrellado contra la pared.
-Madre mía. - Dijo, examinando el aparato. - Lo siento, pero no me creo que se te haya caído. Esto es ensañamiento.
-No se encendía y me he enfadado. - Explicó Lucas con indiferencia, sentándose en la silla que había frente a su escritorio.
-Y no será que...
-No empieces, Lorena. No busques cosas donde no las hay. - Exclamó él interrumpiendo a su hermana. - Si estás aburrida dale el coñazo a tus amigas, pero a mí déjame en paz.
Pues sí que está enfadado, pensó Lorena viendo la reacción de su hermano. Se preguntaba qué habría pasado. Sabía que él lo interpretaría como simple curiosidad, pero estaba preocupada, e iba a averiguar qué era lo que ocurría, fuera lo que fuese.
-Pues sí, quizás debería llamar a Ruth, por ejemplo. - Se encargó de resaltar el nombre de su amiga.
-Bueno, ya está bien. Fuera de mi habitación. - Dijo Lucas, que estaba muy enfadado por el comentario con segundas intenciones de Lorena. Ella hizo caso omiso a lo que él le había dicho. - He dicho que te vayas.
-Sé que sigues enamorado de Ruth. - La voz de su hermana era tranquila.
Lucas no respondió. No tenía sentido negarlo, ya que eso no haría cambiar de opinión a Lorena. Aquel silencio lo decía todo.
-He notado muy rara a Ruth cuando volvimos de la piscina esta tarde. Y tú habías llegado mucho antes que nosotros. ¿Ha pasado algo?
Que había notado muy rara a Ruth... ya no cabía duda de que lo había descubierto.
-Lo que haya pasado no es asunto tuyo.
Lorena se levantó y se colocó frente a su hermano, se agachó, apoyándose en su rodilla.
-Aunque te cueste creerlo, me preocupo por ti. Y tú en cambio, me tratas con la punta del pie. Déjame ayudarte, Lucas.
Eso era chantage emocional, pero lo cierto es que sus palabras sonaban sinceras. Sentía la necesidad de contarle todo a alguien, necesitaba desahogarse. ¿Y quién mejor que su hermana para hacerlo? Lo pensó durante unos segundos, y después se lo contó todo. Todo.