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miércoles, 31 de agosto de 2011

Capítulo 48

Cada huella en tus recuerdos te dirá qué hacer”


Eran las diez y media cuando se detuvieron en la puerta de casa de Ruth. Tenía miedo... menuda bronca le esperaba. Suspiró profundamente y Lucas la miró preocupado.

-Nos veremos mañana en el instituto.

-Espero seguir viva para entonces.

Los dos sonrieron, y después él le colocó una mano en la mejilla. La retiró y la guardó en el bolsillo de su pantalón.

-¿Quieres que te eche una mano con francés?

-No te preocupes... creo que puedo apañármelas sola.

No lo creía. Y sí que quería que le echara una mano. Pero bastante tenía que estudiar él, y quitarle parte de su tiempo libre le haría sentir muy mal.

-No me importa. Quiero hacerlo. Quiero ayudarte. Además, estudiando dos se pasa mejor. ¿Qué me dices? ¿Me invitas mañana a tu casa como profesor particular?

Ruth soltó una risilla.

-¿Estás seguro? Soy un completo desastre en francés. Conseguiré que quieras matarme en menos de diez minutos.

-Creo que podré soportarlo.

“Estando a tu lado podría soportar cualquier cosa” pensó.

El sonido de la puerta al abrirse desvió la atención de los dos, y posaron su mirada en el padre de Ruth, que se había asomado y contemplaba a la pareja con los ojos ardiendo de furia. Se centró sobre todo en Lucas, fulminándolo con la mirada de un modo que el pobre chico retrocedió un paso, temiendo que se le echase encima en cualquier momento.

-Entra en casa – ordenó, con la voz crispada.

Ruth asintió aterrada y caminó despacio hacia él, quien la acogió colocándole una de sus enormes manos en la espalda. Eso destrozó por completo la idea que había empezado a formar en su cabeza de echar a correr en dirección contraria. Dedicó una última mirada a su amigo, que ya había llegado a la acera, y formó una sonrisa en los labios. Recibió otra en respuesta.

-Hasta mañana – dijo Ruth antes de entrar.

-Buenas noches – se despidió él alzando la mano y agitándola levemente.

-Buenas noches, Lucas – respondió el hombre de forma severa, cerrando la puerta tras él.

Ruth observó a su padre con cautela cuando estuvieron a solas en el recibidor, e intentó hablar con serenidad.

-Papá, lo siento...

-¿Dónde has estado?

-Solo hemos dado una vuelta. Necesitaba despejarme un poco...

Se dio cuenta de que el rostro de su padre adoptaba un tenue color rojizo.

-¿Es tu novio?

Abrió la boca para responder, pero le llevó unos cuantos segundos.

-No. Somos buenos amigos.

-¿Quién? – Era su madre, que acababa de reunirse con ellos. Le dio un beso a su hija en la mejilla.

-Lucas – respondió él.

-No me digas.

-No es mi novio – repitió Ruth exasperada.

-Pues es muy majo. Y muy guapo. – Estaba completamente de acuerdo con las palabras de su madre –. Y siempre te ha mirado de una forma...

Ruth puso los ojos en blanco. Pero se sentía mucho más relajada ahora que su padre no parecía tan enfadado.

-¿Me puedo ir a mi habitación? Estoy un poco cansada...

-Ve. Ya hablaremos tú y yo.


Después de darse una buena ducha, cenar y echar por segunda vez a Kahlúa de encima de su portátil (había cogido la mala costumbre de dormir ahí, algo incomprensible, ya que no tenía pinta de ser muy cómodo), lo encendió y se conectó al MSN mientras revisaba su Tuenti. No estaría mucho rato, porque tenía pensado hacer los deberes de matemáticas, ya que, aunque no tenía que entregarlos hasta dentro de unos cuantos días, le vendría bien quitarse eso de en medio.

Una lucecita naranja parpadeó en la parte inferior de la pantalla. No sonó, porque había puesto el MSN en “no disponible”. Alguien le había hablado.

Sonrió mientras llevaba el cursor hasta la pestaña, donde se leía aquel pseudónimo que tantas veces le había producido mariposas en el estómago.

Lmusic estaba conectado.

Clic.


“Hola, princesa...”


Una masa grisácea de nubes dificultaba el paso de luz por la mañana. Solo hacía cuatro horas que se había acostado y casi se echó a llorar cuando el despertador redujo su sueño a la realidad: tenía que ir al instituto.

Pero quería dormir. Quería dormir todo el día.

No. Todo el día no... porque por la tarde Lucas iría a echarle una mano con francés. Pero no estaría nada mal dormir toda la mañana.

Sonrió bajo las sábanas, y se hizo un ovillo mientras recordaba la noche anterior. Y la conversación de hacía tan solo unas pocas horas.

Después de tanto tiempo, Lmusic había regresado. Ahora recordaba lo perjudicial que era para sus horas de descanso estar hablando con él hasta las tres de la madrugada. Pero no le importaba... Había echado eso tanto de menos que todo lo demás le daba igual.

Todo, excepto tener que levantarse para ir a clase.

“Qué frío hace...” pensó cuando sacó un pie de debajo de las mantas. Buscó su móvil y vio que allí estaba la diaria llamada perdida de Lucas... Le respondió y, pensando que lo vería en el instituto, consiguió reunir el valor suficiente para salir de la cama.


Cuando llegó a clase, Lucas, Javi y Rebeca discutían sobre algo. Rebeca se cruzó de brazos y se dejó caer sobre el respaldo de su silla, poniendo los ojos en blanco y dejando escapar un resoplido entre los labios. Ruth dejó la mochila en el suelo junto a la mesa, y mientras sacaba el libro y el cuaderno de matemáticas preguntó:

-¿De qué habláis?

-Intentamos decidir con qué canción empezar el concierto del festival. – Fue Javi quien respondió.

-Yo creo que Skumfuk sería perfecta – opinó Ruth sin pensárselo.

-¡Eso mismo he dicho yo!

-Quiere que cante yo la introducción. Pero no pienso hacerlo. No me gusta admitirlo, pero mi voz es más apropiada para el pop – dijo Rebeca.

-Nunca te he oído cantar.

-Canta genial. En el ensayo del otro día cantó ella la introducción de Skumfuk y nos dejó a todos pasmados. En serio, tiene voz de ángel. No le pega nada.

Rebeca sonrió durante un segundo, pero después le dirigió a Javi una mirada asesina.

-No lo haré.

-Pues yo creo que estaría bien – propuso Lucas. Después miró a Ruth con una sonrisa que ella le devolvió.

-¿Ves?

-Qué pesados. Podemos tocar Skumfuk sin intro. ¿Qué problema hay con eso?

-Deberías esforzarte un poco más por el grupo.

-Deberías cerrar el pico de vez en cuando.

-Y tú ser un poco más simpática.

-Contigo cerca es imposible. Me pones de mal humor.

-Tú siempre estás de mal humor.

-Porque siempre estás tú ahí dando por saco.

-Borde.

-Idiota.

-¿Queréis parar de una vez? – se quejó Lucas alzando los brazos, desesperado.

Los dos respondieron al mismo tiempo:

-Díselo a él.

-Díselo a ella.

Ruth se echó a reír mientras escribía una parte de la letra de With me en el cuaderno y lo adornaba con algunas notas musicales flotando a su alrededor, coloreadas de verde.

Through it all I've made my mistakes, I've stumble and fall...

Había escuchado tantas veces esa canción la noche anterior, que todavía la tenía metida en la cabeza.

Al ver lo que hacía, Lucas inclinó hacia atrás la silla y le dio la vuelta al cuaderno. Después le quitó el bolígrafo de las manos y empezó a escribir. Cuando se lo devolvió leyó la continuación de la letra, con esa caligrafía desordenada que tanto le gustaba.

But I mean these words... I want you to know, with everything, I won't let this go. These words are my heart and soul...

Se mordió el labio y vio que Lucas colocaba bien su silla, antes de hacerle un gesto con las cejas para que mirase hacia arriba. Cuando lo hizo se encontró con la cara del profesor de matemáticas.

-Buenos días, señor Gálvez.

-Buenos días, Ruth. Muy bonito, aunque el inglés no es lo mío, y las funciones de arriba me hacen suponer que ese cuaderno es el de matemáticas.

Ruth sonrió amablemente.

-Es para darle un poco de color.

lunes, 29 de agosto de 2011

Capítulo 47

Un susurro sin palabras me dio la voz”


El timbre sonó, por fin, después de mucho hacerse esperar, y los alumnos salieron a toda prisa, amontonándose en los pasillos y en la escalera. Ruth se dio la vuelta cuando una mano la agarró suavemente por el hombro, y descubrió a Lucas detrás de ella, con una sonrisa, tan radiante como siempre, dibujándose en su rostro. No pudo evitar sonreír ella también.

-¿Adónde vas con tanta prisa? – quiso saber él, viéndose obligado a alzar un poco la voz por el griterío que se había formado a su alrededor.

-A salir de aquí cuanto antes.

Lucas apretó un momento los labios mientras asentía.

-¿Tienes algo que hacer esta tarde?

Aquella pregunta la pilló por sorpresa, y permaneció unos segundos en blanco, con los labios separados unos centímetros, pero sin decir nada, como si responder algo tan sencillo como un “sí” o un “no” se hubiese convertido de repente en el desafío más difícil del mundo.

-Bueno, había pensado repasar francés.

Casi no había terminado de hablar cuando se mordió el labio, preguntándose si se tendría que arrepentir de haber dicho eso. Porque iba a proponerle algo, ¿no?

-Ah, bueno... entonces...

-Pero no creo que me lleve mucho rato – se apresuró a añadir, atropellando unas palabras con otras. Lucas sonrió de nuevo, esta vez mostrándole su dentadura impecable –. ¿Por qué lo preguntas?

Él se encogió de hombros al mismo tiempo que elevaba la mirada al techo, adoptando una expresión un tanto teatral. Ruth soltó una risilla silenciosa. No pudo evitarlo.

-Se me había ocurrido que a lo mejor querías venir a dar una vuelta, a esto de las ocho o así. Pero si ya habías hecho planes...

La miró con picardía y ella le devolvió la misma mirada, y alzando una ceja se encogió de hombros del mismo modo que él lo había hecho un momento antes, y se dio media vuelta. No supo muy bien de dónde sacó el valor para llevar a cabo esa broma, porque el corazón se le había alojado en la garganta y palpitaba descontrolado.

Tal y como había imaginado que haría, Lucas la volvió a agarrar del hombro, y ella de nuevo lo miró cara a cara.

-¿Sí?

-Dicen que para conseguir eficacia en el estudio son necesarias unas horas de descanso. De lo contrario la cabeza se sobrecarga y resulta imposible asimilar lo que se estudia. No me gustaría que dedicaras tanto esfuerzo para nada.

Ruth fingió una expresión pensativa durante un momento.

-Bueno, creo que tienes razón. Todo sea por mi futuro académico.

Él se echó a reír con ganas.

-¿A las ocho en el parque de detrás del Golden River?

-Allí estaré.

-Genial.

Se miraron durante unos segundos, antes de que Natalia llegara hasta ellos arrastrando a Javi del brazo.

-¿Nos vamos?


La noche prometía, desde luego. Y estaba nerviosa. Muy nerviosa. Pero las cosas no salieron tan bien desde que llegó a su casa. Después de comer dedicó dos horas seguidas a estudiar francés, y terminó con una angustia insoportable en su interior. Porque no había manera de meterse el vocabulario en la cabeza. Ni los verbos. Quizás porque le resultaba imposible concentrarse.

Por si fuera poco, se peleó con su padre. Y no fue una pelea habitual. Hubo gritos, lágrimas, e incluso alguna que otra frase ofensiva. Y se echaron mil cosas en cara que en un principio nada tenían que ver, porque todo comenzó cuando Ruth rechazó la idea de ir con ellos a cenar (había quedado con Lucas y no tenía intención alguna de cancelar su “cita”). Al parecer su padre tampoco había tenido un buen día, porque aquella aparente tontería desembocó en la discusión más terrible que habían tenido desde hacía mucho, mucho tiempo.

Y a las siete y media, cuando ella se disponía a salir de casa para acudir al parque de detrás del Golden River, su padre se lo prohibió rotundamente. Pero Ruth, haciendo caso omiso a sus gritos y amenazas, abrió la puerta, salió, y cerró con un portazo que hizo retumbar la casa entera. Caminó deprisa, temiendo que su padre corriera tras ella. Pero no lo hizo. Aún así, sabía que su huida no iba a ser de gran ayuda a la hora de calmar las cosas, y que cuando regresara le esperaba otra buena bronca.

Pero ahora necesitaba despejarse. Necesitaba ver a Lucas.

Cuando llegó al parque con los ojos enrojecidos y los pómulos irritados por las lágrimas, el chico dio un brinco del banco en el que estaba sentado y corrió hacia ella, preocupado.

-¿Qué te ha pasado? – le dijo mientras le envolvía la cara con las manos, tan cálidas y reconfortantes que le robaron una sonrisa. Eso pareció calmarlos a los dos.

Se sentaron en el banco donde él la había estado esperando y se lo contó todo. Él escuchó atentamente cada palabra, sin interrumpir ni una sola vez.

-No puedo más – decía ella, con el llanto torturando su voz –. De verdad que no puedo más. Tengo ganas de gritar... y de olvidarme de todo aunque sea por un minuto. Tengo la sensación de que me va a explotar la cabeza.

Lucas no dijo nada, pero se agarró la barbilla, pensando, y después asintió para sí mismo. Recogió las lágrimas de su amiga con el pulgar, aunque su aspecto no mejoró demasiado. Se puso en pie y le ofreció la mano.

-Sé muy bien lo que necesitas. Ven conmigo. Voy a enseñarte algo.

Ruth se dejó llevar sin decir nada, hasta que llegaron a la puerta del Golden River. Miró hacia arriba, contemplando las lucecitas que brillaban como estrellas a lo largo del enorme hotel, y después miró a Lucas extrañada.

-¿El Golden River? ¿Qué hay aquí?

-Ya lo verás...

Y diciendo esto entraron en el edificio, atravesando la reluciente puerta automática que les invitó a adentrarse en él, deslizándose para abrirles paso. La decoración del hotel era muy moderna y sofisticada. Ruth se sintió fuera de lugar. Se sorprendió mucho cuando la chica que los recibió, sonriendo al otro lado del largo mostrador, se dirigió a su amigo con una confianza absoluta.

-Hola, Lucas. ¿Vienes a ver a tu tío?

Él respondió con simpatía:

-La verdad es que no. Vengo a lo de siempre...

Esta vez la recepcionista se mostró dudosa.

-¿Has hablado con él?

-No...

-Pues espera un segundo.

La chica descolgó el teléfono negro que había sobre el mostrador y, después de pulsar tres teclas, mantuvo una corta conversación con alguien.

-Ya está. Toma.

Y le ofreció a Lucas una llavecita que él se guardó en el bolsillo.

-Gracias, Bea.

-¿Qué es todo esto? – preguntó Ruth cuando estuvieron de nuevo a solas, dentro del ascensor. Lucas apretó el botón que los llevaría a la última planta.

-Qué impaciente. ¿Quieres esperar un poco?

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, lo siguió hasta el final del pasillo, conteniendo un montón de preguntas. Las luces se encendían a su paso, iluminando aquel interminable corredor. Al ver que Lucas introducía la llave que Bea le había dado en el cerrojo de una pequeña puerta que había escondida en el rincón donde terminaba el pasillo, no pudo aguantar más:

-¿Qué es todo esto? – repitió, esta vez con desesperación –. ¿Por qué la recepcionista te ha dado esa llave?

Esta vez no obtuvo respuesta. La agarró de la mano y tiró de ella pasando a través de la puerta. Una especie de almacén en el que solo pudo encontrar oscuridad era lo que había al otro lado. Por un momento se le erizó el vello de la nuca. ¿Qué pretendía Lucas? No pensaría, tal vez... No. Se sintió fatal por los pensamientos que habían ocupado su mente durante un instante.

Su amigo pulsó un interruptor que dio luz a aquel pequeño espacio, y luego elevó el brazo hasta dar con el pomo de una puerta cuadrada que había en el techo, lo suficientemente bajo como para que alguien con claustrofobia no hubiese sido capaz de permanecer allí mucho rato. Tiró del pomo y unas escaleras se desplegaron hacia abajo, invitándoles a subir por la trampilla.

No preguntó más, a sabiendas de que de nuevo no recibiría ninguna explicación, y se limitó a seguirle por la escaleras.

El viento le azotó la cara cuando llegaron arriba, y tardó unos cuantos segundos en descubrir que estaban en la parte más alta del Golden River. Algo así como una azotea sin valla que les protegiera de una terrible caída de treinta y seis pisos.

-Mi tío es el dueño del hotel.

Ruth lo miró perpleja.

-No lo sabía.

-Suelo venir aquí desde pequeño... cada vez que algo no va bien. Cada vez que siento ganas de gritar y olvidarme de todo... aunque sea por un minuto.

No supo bien por qué, pero aquellas palabras (que eran las mismas que ella había pronunciado un rato atrás) consiguieron conmoverla hasta tal punto que las lágrimas se acumularon de nuevo en sus ojos, con tanta rapidez, que al momento se deslizaron por sus mejillas. Le escocían los pómulos.

Se imaginó al niño que Lucas había sido, llorando, sentado en aquel suelo de losas y con el viento removiéndole el pelo rubio, y llevándose consigo las lágrimas. Y el dolor.

-Nunca le había contado esto a nadie... y, mucho menos, compartido. Era un secreto entre mi tío y yo...

-Y la recepcionista.

Lucas sonrió.

-Y la recepcionista. – Hizo una pausa y después continuó –. Cada vez que subo aquí es como si el dolor se esfumara... o al menos parte de él. Como si los problemas se volvieran de pronto insignificantes. Ven.

Dieron algunos pasos para acercarse al borde, y el viento los golpeó con fuerza. El pelo de Ruth se agitaba enfurecido, dando latigazos en su cazadora. Una sensación extraña y al mismo tiempo sorprendentemente agradable la invadió por completo cuando vio la ciudad extenderse ante ella como una enorme maqueta parecida a las que a menudo la retenían durante largos ratos, contemplando maravillada un escaparate.

Un millón de luces de todos los colores dibujaba un universo en miniatura hasta toparse con el horizonte.

Se sintió libre.

Se sintió fuerte.

Se sintió tan feliz que comenzó a reír por encima de la voz del viento helado.

Extendió los brazos, como si pretendiera acoger en ellos toda la libertad posible, o como si fuera a echar a volar.

Y después de saborear durante un rato esa sensación tan placentera, se volvió hacia Lucas, que la contemplaba unos pasos por detrás, y movió los labios formando en ellos una palabra: Gracias.

Se acercaron el uno al otro, y como si pudieran leerse la mente se fundieron en un abrazo que tenía tanta fuerza que podría haber detenido el tiempo y el mundo entero... y así fue, porque en aquel momento solo existían ellos dos...

Ruth hundió la cara en el cuello del chico, respirando su olor... y visualizando de golpe todos los recuerdos que vivían intactos en su memoria... recuerdos junto a Lucas y junto a Lmusic. Palabras. Miradas. Un beso y un pañuelo negro. Una isla perdida en el mar. Su piel entre los dedos. Su sonrisa. Y su olor... Y el mismo cosquilleo que sentía en el estómago cada vez que hablaba con Lmusic, cada vez que recibía un SMS suyo, regresó junto con los recuerdos. Y una gotita de felicidad trazó un sendero plateado en su mejilla, y se perdió en el cuello de Lucas.

El viento congeló en su rostro el trazo que la lágrima había dibujado en su camino cuando deshicieron el abrazo y se miraron a los ojos con tanta intensidad que las pupilas hablaban por sí solas.

Te quiero, decían...

domingo, 28 de agosto de 2011

Capítulo 46

A veces el corazón huye donde el tiempo no le sigue... Y se esconde donde no lo encuentre la razón”


-¿Te preocupa algo, Ruth? – preguntó Lorena al ver que su amiga estaba absorta mirando el batido de vainilla que sostenía entre las manos, pero del que aún no había bebido ni un sorbo.

Hacía mucho tiempo que no estaba a solas con ella, así que no había tenido la ocasión de preguntarle esto antes.

-No.

-Vamos, sabes que puedes contármelo, ¿verdad?

Permaneció en silencio unos segundos, sin cambiar el objetivo de su mirada, y respondió después de beber por primera vez un trago de batido, refugiada en su abrigo.

-En Nochevieja... Bueno... escuché sin querer a Elena y Tamara hablar... Hablaban de Gloria... y de Lucas.

Lorena palideció, pero Ruth no se percató de ello.

-¿Qué decían?

-Dijeron que los habían visto entrar juntos en una habitación. Y que ellos salieron juntos hace algún tiempo.

-Así es...

-No lo sabía. – El sonido de la fuente fue lo único que se escuchó durante casi un minuto –. Se lo dije... A tu hermano. Y él me explicó que la había encontrado en el baño, vomitando, y que no había podido dejarla allí. Que tuvo que ayudarle.

-Es propio de él.

-Me besó.

El vaso que Lorena tenía atrapado entre los dedos se escurrió, cayendo en el suelo, y llenándolo todo de batido de chocolate. El olor dulzón subió como una nube.

-Ay, madre. Javi me va a matar cuando vea esto. – Como si olvidase de repente que acababa de poner perdido el suelo del patio de su amigo, preguntó –: ¿Pero cuándo fue eso?

-En la fiesta.

-¿Y por qué me entero ahora?

Ruth se encogió de hombros.

-No sé por qué no te lo he dicho. Supongo que no ha habido un momento para hacerlo.

-¿Pero estáis juntos?

-¿A ti te lo parece?

-¿Pero tú quieres estar con él?

-Es complicado. ¿No crees que está un poco raro?

Lorena se detuvo a pensar, e intentó analizar todo lo que había sucedido desde la fiesta hasta entonces. Y llegó a la conclusión de que no, que no le parecía que estuviera raro en absoluto.

-Pues no. La verdad es que sigue exactamente igual que antes. Te sigue mirando sin que te des cuenta y sonríe cada vez que apareces.

Una sonrisa se formó en los labios de Ruth.

-¿Eso hace?

-Constantemente.

-Pero ya no ha... ya no ha vuelto a besarme.

Fue entonces cuando Lorena lo vio todo muy claro.

-Porque Natalia no se ha despegado de ti en todo este tiempo. ¿O no te das cuenta?

-Pero si casi no me habla...

-Lo sé. Pero siempre está ahí cuando Lucas y tú coincidís.

-Bueno, ¿y qué tiene eso que ver?

-Perdona que te diga esto, pero llevas mareando a mi hermano unos cuantos meses... Y sabe, o cree, que tu indecisión se debe a Natalia... Yo no estoy tan segura de eso, pero él sí. Yo creo que no se atreve a acercarse más de la cuenta, y menos aún estando ella... Porque no sabe cuál será tu reacción. ¿Entiendes lo que quiero decir?

-Sí...

-Y me parece que tiene sus razones. ¿O acaso tú tienes claro lo que quieres?

-Todo esto... todo esto me supera, Lorena. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Natalia y yo ya no somos amigas, por mucho que queramos fingir que sí. Aún así, me siento mal todo el tiempo por...

-Porque sientes algo por mi hermano.

-Me he portado fatal con ella. Me he portado fatal con él. Y no sé si estoy sacando algo bueno de todo esto. Yo... todos los días me acuerdo de cómo eran las cosas antes... Nat venía a mi casa, o yo iba a la suya, y se pasaba horas y horas hablando de Lucas. Tenía la esperanza de que algún día sus sentimientos hacia ella cambiarían. ¿Y sabes una cosa? Yo también. Y nunca... NUNCA, había podido ver a tu hermano del mismo modo en el que lo veía ella... Y pensé que nunca podría pasar. No. No lo pensé. Porque era algo tan remoto que ni siquiera se me pasó por la cabeza. Porque a mí Lucas nunca me ha gustado.

>Siempre ha sido el chico que le gustaba a mi amiga. El chico con el que yo quería que estuviera mi amiga.

>¿Sabes... sabes lo que me dijo Nat poco antes de que empezara el curso? Me dijo que él se enamoraría de mí... ¿Y sabes por qué me dijo eso? Porque yo me ofrecí para echarle una mano con él. Y ella no quiso... no quiso mi ayuda. ¡Y con razón! Mira lo que le he hecho...

>¿Por qué tenía que ser él? ¿Por qué Lmusic tuvo que ser él? Echo de menos a mi amiga, Lorena... la echo mucho de menos. Y no puedes imaginar la impotencia que siento sabiendo que no volverá... Ya no es ella. Y ya no soy yo. Y me merezco que me odie. Me lo merezco...

Lorena no supo qué hacer cuando vio un río de lágrimas correr por las mejillas de su amiga. Le colocó una mano en la espalda, pero no se decidió a abrazarla, porque sabía que todavía le quedaban cosas que decir, y que si lo hacía, lo único que quedaría de ella sería un montón de lágrimas. Y quería que expulsara fuera de ella todo lo que llevaba dentro... lo que llevaba guardando los últimos meses. Nunca se había soltado tanto a la hora de hablar. Era la primera vez que se desahogaba a fondo en todo ese tiempo. Y ella estaría ahí para escucharla.

-Yo no me enamoré de Lucas... si a él no se le hubiese ocurrido disfrazarse de Lmusic yo nunca me habría enamorado de él. Y ya ni siquiera me queda eso... Lmusic ya no existe. Ya no llego tarde al instituto por haberme pasado la noche entera hablando con él. Ni me envía SMS. Ya no tengo que insistirle para que se haga una cuenta en Tuenti y poder ver sus fotos. Porque siempre ha estado entre mis amigos en Tuenti. Siempre... solo que yo no lo sabía. Ya no fantaseamos con la idea de ir juntos a un concierto de Sum41, ni imaginamos cómo sería nuestro primer encuentro en persona... Porque Lmusic no existe. Era una mentira. Y yo me enamoré de esa mentira... Él me ocultó la verdad durante más de un año y medio... Y yo fui tan estúpida que no me di cuenta de lo que ocurría... Y cuando lo hice ya era demasiado tarde... porque ya me había enamorado de él... del mismo chico con el que mi ex-mejor amiga lleva soñando toda su vida... Y yo tengo la culpa de que Nat haya cambiado... y de que se fuera, y de que esté sufriendo. Porque lo está haciendo. Y tú lo sabes, ¿verdad? Tú te das cuenta de esas cosas...

-Ruth... – susurró Lorena, sin saber qué otra cosa decir. Aún estaba asimilando todas esas palabras que le habían llegado de golpe.

-No... Espera. Lo que me convierte en un monstruo es que gran parte de mí... el ochenta por ciento de lo que soy se siente feliz cada vez que estoy con él, se alegra de que sea él y no cualquier otro... Lorena, Lmusic me enseñó a ver la vida de otro modo... gracias a él he descubierto la magia que se esconde en todas las cosas... y en nosotros... y que existe por encima, o quizás oculta debajo de lo que somos y de lo que vemos... Yo nunca he sido especial... pero desde que lo conocí... a Lmusic, puedo decir que hay algo en mí que es diferente... Y me gusta... Me encanta...

Otro silencio. Largo y lleno de pensamientos que casi podían escucharse. Después de un rato, Ruth añadió algo más.

-Si en este momento me dijeran que Lmusic es otra persona... Yo me quedaría con Lucas. Y eso no lo dice ese ochenta por ciento del que te he hablado antes... de eso estoy segura al cien por cien.

No supo entonces que Lucas estaba sentado al otro lado de la puerta que se elevaba sobre los tres escalones en los que ellas estaban sentadas, y que lo había escuchado todo. Permaneció allí unos minutos más, repitiendo en su cabeza lo que acababa de escuchar a escondidas, aunque sin pretenderlo, con la espalda apoyada en la pared fría y los brazos dejados caer sobre las rodillas.

Después salió e hizo lo que había ido a hacer.

-Ya ha terminado el ensayo. Vamos a pedir pizza.

-Ahora vamos – respondieron al unísono, antes de que Lucas volviera a entrar.

-Habrá que limpiar esto – dijo Lorena señalando la enorme mancha de batido de chocolate que se dibujaba sobre el suelo.


Y, después de eso, cenaron pizza todos juntos. Todos excepto Natalia, que se excusó diciendo que no tenía hambre.

Últimamente se reunían más a menudo de lo normal en casa de Javi, puesto que el Festival de Abril cada día estaba más cerca y tenían que ensayar duro.

El rumor que Gemma había extendido por el instituto bajo las amenazas de Eva desapareció rápido, dejando lugar a la verdad, aunque no porque ella la confesara, sino porque Eva lo contó todo como venganza por haber roto la promesa.

Pero, después de todo, eso era lo justo.

Capítulo 45

Una mirada contempla las huellas que unos pasos han dibujado en el camino. Un sendero de marcas profundas, o a veces olvidadas, porque el tiempo se las ha llevado de un soplo. Tu mirada. Tus pasos. Ya las lágrimas de los recuerdos quedaron atrás”


Las tres primeras horas se le hicieron eternas, y en ningún momento dejó de tener la sensación de que el murmullo que escuchaba continuamente tenía mucho que ver con ella y Sergio. Aunque quizás eran solo imaginaciones suyas. Quizás fuera ella quien le estaba dando más importancia de la que tenía. Después de todo... ¿de verdad la gente se interesa tanto por la vida de los demás, sea verdad o mentira lo que se dice de ellos? Claro que no...

El sonido del timbre anunciando el recreo le pareció la melodía más hermosa que había escuchado jamás. Necesitaba reunirse con sus amigos. Le extrañaba mucho no haberlos visto aún, porque sabía de sobra que el rumor también habría llegado ya a sus oídos.

Lucas. Necesitaba a Lucas. Su hermano siempre hacía que se sintiera mejor, simplemente estando presente.

Quiso marcharse con tanta prisa que, al salir corriendo, dio un golpe al estuche que lo arrastró al suelo, desparramándose todos los bolígrafos y rotuladores que había dentro. Chasqueó la lengua de fastidio y se agachó para recogerlo. Antes de que hubiese terminado todos se marcharon de clase, dejándola sola en el aula, y cuando se puso en pie vio que Lucas entraba por la puerta, con paso ligero. Su expresión crispada le provocó una enorme confusión.

Sin darle tiempo a decir nada, estrelló un puño contra su mesa, una vez llegó a su lado. Lorena dio un brinco y abrió mucho los ojos, sobresaltada. Jamás había visto hacer algo así a su hermano.

-¿Qué diablos te ocurre? – intentó gritar, aunque su voz se quebró, convirtiendo su intención en un absoluto fracaso.

-¿Qué te ocurre a ti, Lorena? Te vi en la fiesta con Sergio. Te pasaste la noche con él, bailando...

-Bailando – repitió ella, esta vez con más firmeza. Sentía unas ganas tremendas de echarse a llorar. Y también de darle una buena bofetada a su hermano... ¿Pero ese era su hermano? No parecía él. Él nunca habría dudado de ella. Nunca...

-¿Cómo...?

Vio que un montón de lágrimas se agolpaban en los ojos de Lucas, y eso hizo que el corazón le diera un vuelco y sus propias lágrimas se derramaran por sus mejillas. Ver un solo atisbo de tristeza en su hermano le resultaba insoportable. El dolor más terrible que jamás había sentido. Y nada más importaba.

-¿Cómo has podido hacerle eso a Víctor, sabiendo por lo que pasé yo?

Al escuchar estas palabras le parecieron lo más lógico que jamás había oído... Y comprendió que se comportase así, y que dudase de ella. No lo culpaba... Quizás porque no era capaz de culpar de nada a su hermano, y menos cuando lo tenía delante a punto de deshacerse en lágrimas. Después de todo él también se equivocaba. Después de todo él no siempre era fuerte... Estaba en su derecho. Aunque esta vez había metido la pata hasta el fondo. Y lo perdonaba, claro. Pero le hacía mucho daño que de verdad la creyera capaz de hacerle a Víctor algo así.

Como si de pronto se diera cuenta del error atroz que acababa de cometer, de la estupidez que había sido desconfiar de su propia hermana, cuando en realidad sabía de sobra que ella nunca le sería infiel a Víctor, su mirada se volvió un gesto de disculpa y entre sus labios se escuchó un suspiro. Sin que ella respondiese, porque no pensaba contestar a la pregunta que acababa de escuchar, como si lo hubiese hecho él volvió a hablar:

-¿Y por qué todo el mundo dice eso?

-Eso, Lucas, es lo único que tendrías que haberte preguntado.

Esperó en silencio a que llegara el “lo siento” que tanto necesitaba escuchar, y lo recibió no una vez, por lo menos diez, al mismo tiempo que un fuerte abrazo con el que la capturó, dando la sensación de que no pensaba soltarla nunca.

Todos nos equivocamos.

Y quien sabe pedir perdón con el corazón merece ser perdonado.


-¡Eh! – gritó Lorena por el pasillo de camino al recreo, agarrando a Gemma del hombro. La aludida se giró y dio un brinco al verla detrás de ella –. Tenemos que hablar. – Después se dirigió a su hermano –: Lucas, ahora voy con vosotros...

-Yo tengo que ir a darle una cosa a... – empezó a balbucear Gemma, claramente nerviosa.

-Me da igual. Vas a hablar conmigo. Y si no quieres hacerlo en privado empezaré aquí mismo. Tú decides.

Sonrió al ver la mirada fulminante de Gemma, concediéndole lo que pedía. Eligieron para ello un rincón del patio vacío de gente, junto a unas escalerillas que bajaban al almacén del gimnasio.

-Tú me dirás.

-Sabes bien lo que quiero decirte... así que espero que no te hagas la tonta. Sé muy bien lo que has hecho.

-No tengo ni idea de lo que me estás hablando.

-No me jodas, Gemma. ¿Eh? Que bastante bien me estoy portando... Ya me he enterado de que has sido tú la que ha ido diciendo por ahí que me lié con Sergio en Nochevieja. Pero tú y yo sabemos que eso no es cierto, ¿verdad?

-Yo no tengo ni idea. Pero eso que me estás diciendo no es lo que yo he oído por ahí.

-Te estás pasando.

-¿Por qué?

-Veo que no estás dispuesta a colaborar. Quizás prefieras hacer las cosas de otra manera.

-¿Hacer qué?

-Creo que tu novio merece saber la verdad.

El rostro de Gemma se puso blanco, y apretó los labios hasta formar una línea muy fina. Respiró hondo. Lorena hubiese querido sonreír con malicia al ver su expresión, pero todo aquello le estaba resultando muy desagradable, y no se vio con fuerzas.

-¿Quién te lo ha contado?

-Eso a ti te da igual. Lo que sí que debería importarte es el hecho de que estoy al tanto de todo... y sé que Eva te tiene bajo una amenaza. La verdad es que esperaba algo más de ti... y no que fueras tan cobarde y capaz de humillar a alguien que jamás te ha hecho nada malo para salvar tu propio trasero... Pero por otro lado te entiendo. No que le pusieras los cuernos a tu novio. Eso nunca podría entenderlo. Pero sí que no quieras perderlo... Así que solo te pido que acabes con esto. Me da igual cómo... Siempre que no metas a más gente que no tiene nada que ver.

-¿Y si no lo hago?

-Si no lo haces yo misma se lo explicaré todo.

-No te creerá. Nadie lo hará.

Lorena sintió el deseo de abalanzarse sobre ella y arrancarle hasta el último mechón de pelo, pero se contuvo contando hasta diez en silencio. No le gustaba reconocerlo, pero tenía razón: nadie la creería. Todos pensarían que simplemente quería librarse de aquel marrón.

-Puede que a ella no... Pero te aseguro que a mí me creerán todos.

Las dos dieron un salto al escuchar la voz de un chico, proveniente de las escalerillas. A Gemma se le crispó el rostro cuando vio aparecer a Daniel, un alumno de segundo de Bachillerato, que subía los escalones acercándose a ellas, con una mano metida en el bolsillo de la cazadora. Le dio la última calada a su cigarro y lo arrojó al suelo antes de expulsar el humo, creando una enorme nube alrededor de su cabeza. El chico miró directamente a Lorena, con expresión seria.

-No sabía nada de esto, Lorena.

Le extrañó la confianza con que le hablaba, ya que era la primera vez.

-Pero tú...

-Yo tengo gran parte de la culpa de este asunto... y no dejaré que pagues tú sin tener nada que ver.

Después dirigió una mirada severa a Gemma, y Lorena comprendió que Daniel era el chico con quien le había sido infiel a su novio.

-Está bien... – cedió Gemma, aunque no de buen grado –. Intentaré acabar con el dichoso rumor.

domingo, 14 de agosto de 2011

Capítulo 44

El tiempo es valioso hasta un punto aterrador”


Los días de vacaciones se agotaron demasiado deprisa. Las navidades siempre resultan más cortas de lo que gustaría, pero esta vez parecían serlo más que nunca. Y pronto llegó el día ocho, el primero del segundo trimestre. De nuevo a madrugar, de nuevo las clases y la presión de los exámenes.

Aquella mañana Lorena se sentía incapaz de abrir los ojos. Los párpados parecían habérsele quedado pegados, pero finalmente logró, a duras penas, ver la oscuridad de su habitación. Si ir al instituto ya es de por sí insoportable, en invierno es mucho peor, porque aún es de noche cuando llega la hora de levantarse y, además, hace frío.

Las calles estaban húmedas, porque había llovido durante la noche, y un olor a tierra mojada impregnaba el ambiente. Al menos no continuaba lloviendo mientras ella y Lucas se dirigían al instituto. A penas hablaron por el camino. Era un día triste que le bajaba el ánimo a cualquiera...

A Lorena le pareció que varias miradas llenas de curiosidad se clavaban en ella durante el trayecto, pero no hizo mucho caso hasta que llegaron al instituto, donde ya se agrandaron sus sospechas. ¿Por qué la miraba todo el mundo? Tenía un mal presentimiento. Se separó de su hermano abajo, donde él se paró para hacer fotocopias, y ella subió hasta su clase. Al entrar sintió un silencio extraño que se rompió con un suave murmuro de sus compañeros hablando entre sí. ¿Pero qué diablos era todo aquello? Echó un vistazo a su alrededor después de soltar la mochila sobre su pupitre, y después se sentó en la silla intentando ignorar los comentarios que no lograba entender y el deseo de pedir una explicación.

Antes de que sonase la campana alguien la agarró por el hombro para llamar su atención. Se dio la vuelta y descubrió a Sergio. El tono de las voces se elevó a su alrededor. Vio en el rostro del chico una angustia que consiguió preocuparle más incluso que el extraño comportamiento de la gente.

-¿Qué ocurre? – preguntó interrumpiendo el gesto de su amigo, que había abierto la boca para hablar.

-Ven un momento. Tengo que hablar contigo.

Salieron de la clase y eligieron un lugar tranquilo del pasillo, aunque no del todo a salvo de las miradas, para hablar.

-¿Qué es lo que pasa, Sergio? ¿Por qué me mira todo el mundo? – No se preocupó por relajar el tono de voz. Le daba igual que los demás pudieran escucharla.

Él, en cambio, se mostró más discreto al hablar, y sus palabras apenas fueron un susurro.

-Nos miran a los dos...

-¿Por qué?

-Lorena, te juro que no sé de dónde ha salido el rumor, y que yo no tengo nada que ver, pero todo el mundo piensa que tú y yo nos liamos en Nochevieja en casa de Eva.

-¡¿Qué?!

No podía creer lo que estaba oyendo.

-Te juro que yo no...

-Ya sé que no has sido tú, Sergio. ¿Pero por qué iba nadie a inventarse algo así?

-Y yo qué sé, pero quien sea nos ha jodido a gusto...

Lorena cogió aire de pronto, horrorizada, al caer en la cuenta de que aquel falso rumor también habría llegado ya a oídos de Víctor. Decidió ir a hablar con él en ese mismo momento, pero entonces lo vio aparecer entre la gente que taponaba el pasillo, con una expresión que no supo leer muy bien. Una mezcla de confusión, dolor y enfado. Fue extraño que en cuanto sus ojos se toparon con Lorena todo ese montón de sentimientos pareció desvanecerse por completo de su rostro, dejando a la vista la misma mirada de siempre. No obstante, sus facciones se endurecieron al ver que Sergio estaba con ella. La chica sintió el corazón latir con fuerza en el pecho. Con miedo. Porque a pesar de no haber hecho nada malo, le entraban ganas de llorar con solo pensar que podría perder a Víctor.

-Me voy para que hables con él – susurró Sergio. Y después se marchó, dedicando una mirada al recién llegado.

Lorena no esperó a que su novio llegase hasta ella, y dio unos pasos adelante. Después lo agarró de las manos con suavidad, temblando, y con los ojos llenos de lágrimas que procuró mantener en su sitio. Respiró una bocanada de aire que vibró en su garganta debido a la congoja. El modo en que Víctor la miraba la dejó sin palabras, así que fue él quien habló primero:

-¿Por qué dice eso todo el mundo, Lorena? – Aunque hizo lo posible por mostrar serenidad, su voz se quebró desde el primer momento.

La chica negó con la cabeza y abrió la boca para responder, pero tuvo que tragar saliva antes de hacerlo. Y después, las palabras salieron de golpe, atropellándose unas con otras.

-Te juro que no lo sé. No sé quién se lo ha inventado. Pero es todo mentira, tienes que creerme, Víctor. Yo nunca haría algo así. Sabes que no lo haría. Lo sabes.

La gente se había agolpado taponando el pasillo por completo para observar la escena, sin el más mínimo disimulo. Por alguna razón, ninguno de sus amigos se encontraba entre la multitud. Se oían risas, voces y algún que otro comentario ofensivo como “cornudo”, pero Víctor ignoró al público y envolvió a su novia en un abrazo que le hizo imposible el contener las lágrimas un segundo más, así que resbalaron por las mejillas de la chica, que se agarró a él con fuerza.

-Lo sé – le susurró Víctor en el oído, y después le dio un beso en la frente. Le secó las lágrimas –. Eh... no llores, ¿vale? Te creo.

-¿Qué estáis mirando? ¡Largo de aquí! ¡Vamos, fuera ya! ¿Es que no tenéis vida?

Lorena conocía esa voz. Conocía esa voz muy bien, y no podía creer que fuera quien estuviera ordenando a todo el mundo que se marchara. Porque era la voz de Gloria. Cuando se disipó la multitud a regañadientes apareció ella y se dirigió hacia Lorena. La agarró de la muñeca y tiró de ella.

-Ven conmigo.

Pero entonces sonó la campana y su profesora de inglés, Estela, llegó a la puerta del aula, con la puntualidad de siempre, y las observó desde ahí, como esperando a que la acompañaran adentro.

-¿A qué esperáis, Lorena, Gloria? La clase ha empezado hace treinta segundos.

-Lorena no se encuentra bien. ¿Podríamos ir al baño un momento? – pidió Gloria.

-¿Es que no puede ir ella sola?

-Antes se ha mareado. Creo que sería mejor que fuera acompañada – intervino Víctor, que sospechaba que lo que Gloria pretendía contarle tenía relación con los falsos rumores.

-Está bien, podéis ir. Y tú a tu clase, Ortega, que siempre que te veo estás remoloneando por los pasillos. ¡Venga!

-¿Qué pasa? – preguntó Lorena una vez que estuvieron en el baño, sin poder disimular la hostilidad de su tono. Lo que sentía hacia Gloria no era precisamente simpatía.

-Yo sé quién ha ido diciendo eso por ahí.

-¿Ah, sí? ¿Quién?

-Gemma Castillo.

-Estás de coña, supongo. ¿Por qué iba ella a inventarse algo así? Mira, Gloria, no estoy de humor.

-Te estoy diciendo la verdad. Gemma ha dicho eso porque Eva la amenazó para que lo hiciera. Verás, al parecer hiciste algo que molestó mucho a Eva en la fiesta... y ella pilló a Gemma liándose con uno en el baño, así que se aprovechó de eso para utilizarla.

-Espera, ¿con uno?

-Con uno que no era su novio. Entonces Eva le ha dicho que le guardaría el secreto... siempre y cuando el rumor de que tú le has sido infiel a Víctor llegase a oídos de todo el instituto. Le prometió que si hacía eso, el novio de Gemma jamás sabría la verdad. Bueno, ni él ni nadie.

Lorena permaneció en silencio un momento, analizando en su mente la información que Gloria le acababa de desvelar.

-¿Y por qué me cuentas esto, si Eva y tú sois tan amiguitas?

-Porque sé cómo debes de sentirte...

-Ah, claro. Tú tienes que saberlo bien, ¿no? Como si alguien se hubiese enterado de lo que hiciste... Además, tú eras culpable, yo no. Así que no tienes ni idea de...

-¿Es que nunca me vas a perdonar? – gritó interrumpiéndola.

-Te agradezco que me digas todo esto, pero no. Nunca te voy a perdonar, Gloria. Lo que le hiciste a mi hermano...

-¡Era una niñata! ¡Y él también lo era! ¿No podemos olvidarlo de una vez?

-Quizás fuera un niñato, pero te quería de verdad.

-¿Ah, sí? ¿Y por qué se esforzó tanto por que nadie supiera lo nuestro? ¿Por qué tenía que soportar que me ignorase delante de la gente? ¿Por qué se empeñó en vivir una mentira?

-Porque mira lo que ocurre después.

-No, Lorena. Te diré por qué: porque tu hermano no me quería.

-¿Cómo puedes decir eso? No tienes ni idea...

-¿Por qué quería ocultarlo, entonces, según tú?

Lorena rehuyó la mirada de Gloria e intentó escapar de la pregunta dirigiéndose a la puerta para regresar a la clase.

-No tiene sentido hablar de esto ahora. Ha pasado mucho tiempo y el dolor quedó atrás... todo lo ocurrido quedó atrás.

Gloria la agarró del brazo impidiendo que se fuera, y le habló con suavidad:

-Si de verdad todo hubiese quedado atrás, tú no me tratarías así incluso cuando acabo de hacerte un favor a pesar de que eso suponía traicionar a mi amiga... ¿Por qué no me perdonas? Sé que Lucas es la persona más importante que hay en tu vida... y sé que hice las cosas mal. Aunque no lo creas, he pagado por ello. Venga, ¿de verdad vas a odiarme para toda la eternidad? – sonrió débilmente.

-Mi hermano no quería que nadie se enterase de lo vuestro porque un amigo suyo estaba enamorado de ti.

-¿Qué?

-Que mi hermano no quería que...

-Te he oído. Pero... yo no sabía eso. – De pronto se echó a llorar, se apoyó contra la pared y resbaló hasta quedar sentada en el suelo.

-Fue un cobarde y un traidor – apuntó Lorena –. Pero te quiso mucho y le hiciste mucho daño. Y a mí también.

-¿Quién era su amigo?

-¿Acaso importa?

Gloria no respondió, y siguió llorando hecha un ovillo. Pero, por alguna razón, Lorena suspiró y le dio un nombre:

-Víctor. Era Víctor.

La chica alzó la cabeza dejando a la vista unas rodillas empapadas de lágrimas.

-Fue hace mucho tiempo.

-Ya lo sé. No siente nada por ti. No te tengo celos ni nada parecido. Y por aquel entonces yo aún no me había fijado en él. Mi odio hacia ti es por lo que le hiciste a mi hermano. Nada más.

-Sé que esto no justifica lo que hice... pero lo que me empujó a... – Tragó saliva, recordando –. Bueno, a hacerlo... fue que pensaba que Lucas se avergonzaba de mí y por eso no quería que nadie supiera lo nuestro. Ya ves – rió con ironía –: Me equivoqué... Y qué gran error.

-Gloria, lo que destrozó a mi hermano no fue eso. Lo que de verdad le hizo daño fue que desaparecieras de su vida sin más. Ni siquiera le pediste perdón o intentaste explicárselo. ¿Puedes imaginar cómo debió de sentirse?

-Creo que ya es demasiado tarde para todo...

-Así es. Pero considerando que ha pasado tanto tiempo desde entonces y que acabas de desvelarme un importante secreto de tu amiga... creo que deberíamos dejar atrás el pasado.

Una sonrisa iluminó el rostro de Gloria.

-Gracias – lloriqueó levantándose y acercándose a ella. Después la rodeó en un abrazo que Lorena se encargó de deshacer rápidamente.

-¿Pero qué son estas confianzas? Tampoco te entusiasmes tanto...

Gloria rió en silencio, conteniendo nuevas lágrimas que luchaban por recorrer las mejillas ya empapadas. Lorena le cogió una mano y la miró con gesto de disculpa. Después le dijo:

-Gracias a ti por contarme esto, de verdad. Además, me parece que me he equivocado contigo. Pensaba que eras más... más como Eva.

-¿Me guardas el secreto? Si se entera de que te he contado sus planes... no quiero ni imaginarme lo que sería capaz de hacerme.

-Claro... Pero, ¿qué hago ahora?

-Habla con Gemma e intenta que entre en razón... No es mala chica, quizás puedas convencerla para que todo se resuelva sin que nadie más resulte humillado... ¿Has tenido algún problema con Víctor?

-No – sonrió –. Es el mejor... confía en mí. Sé que todos mis amigos me creerán. Y mi hermano, claro.

-Por lo menos Eva no ha conseguido lo que pretendía. Espero que todo se solucione lo antes posible... pero recuerda: yo no te he dicho nada. Y díselo a Víctor también, que se habrá dado cuenta de que sé algo. Y quizás deberías seguir odiándome un poco más para así no levantar sospechas.

-Trato hecho. Entonces... ¿enemigas?

Gloria estrechó la mano que Lorena le ofrecía.

-Enemigas.

lunes, 8 de agosto de 2011

Capítulo 43

Un joven rayo de luz se abre paso en silencio. Tan tímido parece que temo que fracase en su intento de encender la sombra, fuerte y fría, a la que, con sorprendente valentía, pretende alcanzar”


-Gracias por traernos hasta aquí, Ismael – sonrió Ruth sentándose junto al chico, en los rígidos asientos de la sala de espera del hospital, y ofreciéndole un vaso de chocolate caliente. Una nube de vapor flotaba encima, indicando que estaba muy caliente –. De no ser por ti no sé cómo hubiéramos venido... Bueno, sí. En ese caso habríamos llamado a nuestros padres para que fueran a casa de Eva a recogernos, y después tendríamos que haberles explicado lo que le ha ocurrido a Javi... y jamás se lo habrían creído. ¡Y seguro que ahora estaría castigada – suspiró y, después de echar un vistazo al reloj colgado en la pared y comprobar que marcaba casi las diez de la mañana, añadió inquieta –: Aunque, viendo la hora que es, me castigarán igualmente.

-En primer lugar... no me des las gracias a mí, sino a mi hermana, que es la que ha tenido que madrugar para traernos hasta aquí... En segundo lugar, creo que es muy probable que tus padres se enteren de lo que ha ocurrido, aunque no a través de ti y... Tercero: cálmate, que parece que te han dado cuerda...

Rió en voz baja, procurando no romper de una manera muy brusca el silencio de la sala. Ruth volvió a suspirar nerviosa antes de llevarse su vaso de chocolate a los labios. Lo retiró rápidamente: sería mejor esperar a que se enfriara un poco más. Estiró el cuello para asomarse por la puerta, intentando encontrar a Lucas fuera del hospital, pero no lo vio. ¿Cuánto rato había pasado ya desde que su madre lo había llamado? ¿Por qué llevaban tanto tiempo hablando?

-¿Crees que Lucas se lo habrá contado a su madre? – sospechó dirigiendo la mirada de nuevo hacia Ismael, que removía el chocolate, con aspecto cansado.

-No lo sé.

-Está tardando mucho – insistió, volviendo a esforzarse por ver algo fuera.

Ismael permaneció en silencio, observando su vaso humeante. Era la primera vez desde que lo conocía que lo veía de ese modo... ¿Preocupado?

-¿Te ocurre algo?

-No.

Su respuesta fue cortante, así que la chica agachó la cabeza adoptando la misma posición que él, concentrándose solo en el chocolate. No era asunto suyo.

-Perdona – se disculpó.

Por primera vez desde que le había dado el vaso, Ismael levantó la cabeza para mirarla. Ella no hizo lo mismo.

-Perdóname tú. En realidad, hay algo que...

-Ya estamos aquí – informaron al unísono Víctor, Lorena y Marta, la hermana de Ismael. Él, al enterarse de la noticia de Javi, había llamado a Ruth para preguntarle, y después le había ofrecido la posibilidad de que Marta los llevara en coche al hospital, ya que no podían ir de ningún otro modo.

La pareja y la hermana de Ismael acababan de regresar de la cafetería. Ruth, Ismael y Lucas habían preferido quedarse en la sala de espera y tomar un chocolate caliente mientras esperaban a que los médicos dejasen marchar a su amigo.

Ocuparon otros tres asientos.

-¿Dónde está Lucas? – preguntó Lorena al darse cuenta de que su hermano no se encontraba allí.

-Ha salido a hablar por teléfono con vuestra madre hace un buen rato – fue Ruth quien respondió.

-Ya vuelve – dijo Víctor señalando hacia la puerta, al mismo tiempo que todas las miradas localizaban a Lucas entrando en la sala mientras guardaba su móvil en el bolsillo.

El recién llegado se desplomó en la silla libre que había junto a Ruth y resopló. La chica se sorprendió mucho cuando vio que le cogía la mano discretamente y empezaba a acariciarla, pero no tuvo ninguna queja al respecto.

-Veo que aún no ha bajado Javi.

-Dijeron que iban a hacerle unas preguntas. Supongo que eso llevará su tiempo – Lorena se detuvo unos segundos antes de continuar –. ¿Has hablado con mamá? ¿No le habrás dicho la verdad? Que nos conocemos...

Lucas negó con la cabeza, con una leve sonrisa en los labios.

-Esta vez no... No me gusta mentirles, pero menos aún me gustaría que mirasen mal a Javi de ahora en adelante.

-¿Y qué le has dicho? – quiso saber Ruth, expectante. Entre otras cosas, porque quizás esa excusa también podría servirle a ella.

-Que estamos ayudando a limpiar... – Una risa suave interrumpió sus palabras –, los restos de la fiesta.

-¡Genial! – aprobó Ruth aliviada: ya sabía qué iba a decirle a sus padres cuando les pidieran una explicación por la hora de llegada. Aunque seguramente sería Víctor quien tendría que dar la cara. Siempre que pedían una explicación se la pedían a él.

Lucas le dedicó una sonrisa y luego se asomó por encima de su hombro, clavando los ojos en Ismael, que seguía muy interesado por su chocolate.

-¿Ismael? – lo llamó, y el aludido levantó la cabeza algo sorprendido.

-¿Qué quieres? – su voz sonó dura, pero Lucas ignoró este tono.

-Ven, tengo que decirte algo.

Después de eso soltó la mano de Ruth y salió de la sala junto con Ismael – un poco desconcertado – para hablar a solas.

-¿Qué quieres? – repitió, aunque esta vez con un tono menos brusco.

Lucas se llenó los pulmones con una gran bocanada de aire y después lo soltó en un suspiro. Estaban fuera del hospital y el aire frío se condensó en contacto con su aliento, formando una nube que se alejó de sus labios hasta desaparecer. El otro chico esperó sin mostrarse demasiado impaciente, aunque en realidad sentía una gran curiosidad. Fuera lo que fuese lo que Lucas iba a decirle, debía de estar costándole un esfuerzo, por su forma de actuar.

-En primer lugar... gracias – dijo al fin, casi del mismo modo en que un niño pide perdón a alguien solo porque su madre lo ha amenazado con privarlo de ver la televisión o salir a jugar.

-¿Por qué?

Ninguno de los dos se miraba a la cara directamente, pero, apoyados en la enorme cristalera, ambos tenían la mirada clavada en el mismo lugar: la pared de enfrente, blanca y monocorde.

-Sé que tú intentaste impedir que Eva me diera aquella bebida...

-¿Te lo ha contado? – No parecía sorprendido en absoluto, pero porque sabía que era imposible recibir una respuesta afirmativa a esa pregunta.

-No. De hecho, ha intentado involucrarte en el asunto. Ha querido hacerme creer que fue idea tuya y que tú le conseguiste la droga. Que todo era una estratagema para tener vía libre con Ruth, y que también a ella tenías pensado ofrecerle el éxtasis sin que se diera cuenta.

-¿Y por qué estás tan seguro de que no te decía la verdad?

Lucas sonrió, sin desviar la mirada de la pared.

-Por lo último que te he dicho. Porque no te pega hacer eso. Sinceramente, no me caes nada bien, pero dudo que seas capaz de drogar a una chica para conseguir que ocurra algo entre vosotros. Eres... demasiado arrogante.

Ismael rió con ganas y retiró sus ojos de la pared para mirar a Lucas. Él hizo lo mismo.

-Todo eso está muy bien, pero no explica que yo intentara evitar que Eva te diera esa bebida.

-Ella contó otra versión de la historia antes de que... a Javi le ocurriera todo esto.

-Sorpréndeme. Aunque viniendo de Eva no será fácil.

-Al parecer mucha gente vio cómo discutíais en la puerta del baño, después de que tú tirases el éxtasis por el retrete. La explicación que dio Eva fue que te pilló con la droga y te obligó a deshacerte de ella, y después a marcharte de la fiesta, según cuentan, a gritos.

-Ya veo.

-Yo he pensado que tú tiraste el éxtasis sin que ella te lo pidiera. Supongo que tenía más de eso escondido, por todo lo que ocurrió después... Pero te agradezco que hicieras eso por mí.

-No te emociones, lo habría hecho por cualquier otro. Y, la verdad, de haber sido cualquier otro lo habría hecho más gustosamente.

-Estoy seguro – sonrió Lucas.

-Ah, y eso que has dicho antes... Tú tampoco me caes nada bien.