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sábado, 18 de diciembre de 2010

Capítulo 9

“Tengo que suplicar tranquilidad a mi corazón. Mis labios enmudecen. Brillan mis ojos. ¿Es esto el amor?”

El reloj parecía tener más prisa que nunca aquella tarde. ¿Por qué las cosas siempre ocurren fastidiándonos lo máximo posible? Es como si la vida se burlase de nosotros. Siempre llevándonos la contraria. Desafortunadamente, contra eso no se puede hacer nada.
Ruth estaba en su habitación, consultando la hora en el móvil cada minuto, sentada en la silla y moviendo las piernas sin parar, por los nervios. Llevaba allí más de dos horas, sin hacer otra cosa que mirar el reloj. Quizás estaba exagerando un poco y lo mejor era tranquilizarse. Ni siquiera se había puesto así la primera vez que quedó con Lmusic. Pero claro, entonces no sabía que era Lucas quien estaba tras todo aquello. Lucas... ¿quién iba a imaginarlo? Quizás todos menos ella, que nunca se enteraba de nada. Ya se lo había dicho Lorena. ¿Lo sabría ella? Era su hermano, quizás se lo había contado. No, porque no le habría ocultado algo así a Ruth, que tanto le había hablado de su chico cibernauta.
Las cinco y cuarto. Ruth se puso en pie de un salto. Ya casi era la hora de irse. Buscó en su armario algo que ponerse, pero finalmente prefirió ir con la ropa que había elegido aquella mañana: unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta sencilla de tirantes. Respiró profundamente, agarró su bolso y, armándose de valor, salió de su habitación. Justo al salir, se encontró de frente a su hermano, que la observaba con curiosidad. Ella dio un respingo, sobresaltada: no se lo esperaba.
-¿Y a dónde vas tú? - Preguntó. - ¿Estás loca? Son las cinco de la tarde.
-Las cinco y veintiséis. - Rectificó Ruth, más para sí misma que para Víctor. - Voy a casa de Natalia. No sé si te habías dado cuenta de que vive en un ático con piscina.
-Gracias por invitarme. - Dijo él con sarcasmo.
-Es que tenemos muchas cosas de que hablar. - Se defendió ella sonriendo, sabiendo que eso quitaría a su hermano las ganas de acompañarla.
-Bueno, pues que lo paséis bien. Yo estaré aquí solo y muriéndome de calor. Pero no te sientas mal por eso, hermanita, que tenéis muchas cosas de que hablar.
Ruth soltó una carcajada al ver la cara de cordero degollado que había puesto Víctor.
-No, por eso no te preocupes, tengo la conciencia tranquila. - Miró el reloj del pasillo y se dio cuenta de lo tarde que era. - Bueno, me voy ya.
Víctor se fue a su habitación y Ruth bajó las escaleras, continuando su camino. Eran más de las cinco y media, y yendo a paso tranquilo, el Golden River estaba a unos tres cuartos de hora, así que aceleró el paso. Media hora. Media hora era lo que faltaba para verse cara a cara con Lmusic, con Lucas. ¿Y si no aparecía? Eso era imposible, ¿cómo no iba a aparecer? Ruth comenzó a caminar aún más rápido, viendo que no iba a llegar a tiempo. Cerca había una parada de autobús. El vehículo se encontraba allí, esperando a que terminasen de subir los pasajeros y, milagrosamente, era el autobús trece, que paraba justo delante del Golden River. Ruth se dio prisa, pero no pudo llegar a tiempo. Podría haber echado a correr, y posiblemente lo hubiera alcanzado, pero siempre le había dado mucha vergüenza eso de parar a un autobús que ya estaba en marcha, así que se rindió y observó cómo se iba sin ella. Sin perder más tiempo, Ruth siguió su camino, acelerando el paso cada vez más hasta que, finalmente, empezó a correr.
Llegó cinco minutos tarde, jadeando y sintiendo el sudor en su frente, pero allí no había nadie. El parque estaba completamente vacío, algo razonable teniendo en cuenta el calor insoportable que hacía a aquellas horas de la tarde, cuando el sol aún brillaba con fuerza en el cielo. Buscó con la mirada un banco que estuviera a la sombra, pero fue inútil. Miró a un lado, a otro. Nadie. No había nadie. Se sintió estúpida allí plantada, bajo los abrasadores rayos del sol, esperando a que llegara alguien que ni siquiera sabía si iba a llegar. La rabia reemplazó los nervios con los que había vivido esas últimas horas: no solo le había estado mintiendo durante un año y medio, y la había besado aprovechando que tenía los ojos vendados, sino que ahora se tomaba la libertad de llegar tarde, haciéndole esperar, soportando un calor horroroso, y eso en el mejor de los casos, si es que se dignaba a aparecer.
Justo cuando había decidido darse la vuelta y marcharse, sin importarle si Lucas había decidido acudir o, por el contrario, quedarse en su casa tumbado frente al aire acondicionado, vio a alguien doblar la esquina de enfrente. Parecía tener bastante prisa. Era él. Ruth sintió cosas en su interior que ni siquiera sabía que podía sentir. Cuando él la vio, empezó a caminar más despacio, y por un momento a ella le dio la sensación de que retrocedía en vez de avanzar, como si no quisiera llegar nunca. Pero llegó.
El rostro del chico mostraba un gesto de disculpa, a la vez que de vergüenza y de miedo. Tal vez por llegar tarde, tal vez por haberse comportado como un mentiroso y un cobarde, o tal vez por ambas cosas. Ruth intentó mantener la compostura, preocupada porque sus piernas temblaban tanto, que temió caerse en cualquier momento.
Sus miradas se encontraron cuando estuvieron uno frente al otro, pero ninguno parecía atreverse a decir nada. Después de una pausa larga e incómoda, Ruth decidió hablar.
-Lucas, ¿qué haces aquí? - No se esforzó por mostrar sorpresa ninguna. La verdad es que la pregunta no tenía mucho sentido, puesto que ella conocía de sobra la respuesta.
El aludido la observó en silencio, aunque daba la sensación de que en su mente había un ruido espantoso. Estaba intentando hallar la mejor manera de contestar.
-Habíamos quedado. - Respondió al fin. - Siento llegar tarde...
¡Qué sentía llegar tarde! ¿Y todo lo demás? ¿No se disculpaba por haber jugado alegremente con sus sentimientos? ¿Eso no importaba? Ruth necesitaba algo más para perdonarlo... estaba enfadada... muy enfadada... Pero... ¿era con él con quien lo estaba, o con ella misma, por sentir ese conocido cosquilleo que siempre sentía cuando pensaba en Lmusic, pero que esta vez había aparecido al ver a Lucas? Era absurdo negar que le gustaba... Y por eso la rabia que sentía, no hacia él, si no hacia ella misma, porque le atraía el chico a quien quería su mejor amiga. Quizás solo estaba buscando una excusa para alejarse de él, y así impedir que esos sentimientos que habían empezado a crecer en ella fueran a más. Y, claro, enfadarse con él era el camino más fácil. O no... Lo único que intentaba evitar era hacerle daño a Natalia, pero si rompía la amistad que tenía con Lucas, serían ellos dos quienes saldrían mal parados de todo esto. Hiciera lo que hiciese, haría daño a alguien.
Ruth era consciente de que Lucas jamás había actuado con intención de jugar con ella y que, simplemente, no le habían salido bien las cosas. Se preguntó qué hubiese pasado en el caso de que Natalia no estuviera enamorada de él... Quizás ahora estarían felizmente cogidos de la mano, en vez de estar allí plantados, uno frente al otro, sin saber qué decir. Ruth quería solucionarlo todo y seguir siendo su amiga, como siempre. De todas formas iban a tener que verse todos los días en el instituto.
Clavó su mirada en los ojos color miel de su amigo, unos ojos llenos de bondad. Le daba miedo enamorarse de él, y sabía que si seguían compartiendo una relación de amistad como la que habían tenido hasta entonces, eso sería inevitable, y que si eso pasaba ella no tendría la fuerza de voluntad que requiere el dejar escapar a un chico como él. Porque su amistad con Natalia era fuerte, pero no estaba muy segura de que lo fuera tanto como para ganar una batalla contra el amor. Ese pensamiento le hizo sentir mal, como si estuviera traicionando a su amiga. Pero era cierto, pocas personas son capaces de resistirse al amor. Al menos ella intentaba encontrar la manera de evitar ese sentimiento, que la llevaría a una lucha de la que era imposible salir victorioso.
Se dio la vuelta sin decir nada más, dispuesta a marcharse. Pero Lucas la agarró del brazo, impidiendo que se fuera. Ruth miró hacia atrás, preguntándole con la mirada qué era lo que iba a decir, intentando hacer que comprendiera que toda palabra sería en vano, que ella ya había tomado una decisión.
-Ruth. - Dijo, procurando que su voz sonase tranquila. - Prometiste que nada cambiaría entre nosotros.
La chica recordó la conversación por MSN del sábado por la mañana, después de haber estado toda la noche sin dormir. En realidad ella no le había llegado a prometer nada.
-Pero es que esto lo cambia todo. - Respondió, deseando que su amigo comprendiera su situación.
Después de unos segundos, soltó su brazo, dejando que se marchara, sin pronunciar una palabra más. Y observó cómo se alejaba hasta desaparecer, mientras él permanecía allí plantado, bajo el sol, maldiciendo el día en que inventó toda aquella mentira que ahora lo había estropeado todo.

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