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jueves, 31 de marzo de 2011

Capítulo 23

“Todo vale en el amor y en la guerra”

Víctor e Ismael estaban sentados en un banco cerca de la puerta principal del instituto, esperando a que llegasen los demás. Todas las chicas que pasaban cerca de ellos se les quedaban mirando, y cuchicheaban cosas entre ellas en voz baja. Los cotilleos de Sandra habían conseguido convertir a Ismael en el centro de atención. Ahora todas las chicas querían saber quién era ese chico tan guapo que acababa de llegar al instituto. Aquello empezaba a poner nervioso a Víctor.
-¿Por qué te miran todas las tías? Así no hay quien se coma el bocadillo.
Ismael se encogió de hombros.
-¿Cuándo dices que van a venir tus amigos?
-Mira, ahí está Lucas – dijo Víctor alzando la mano para que su amigo pudiera verlo.
-Ey, buenas. Mm... ¿por qué nos mira todo el mundo? - saludó cuando llegó hasta ellos, percatándose de que no había chica que no dirigiera la mirada hacia donde se encontraban. Después miro a Ismael y le sonrió. - Me llamo Lucas. ¿Tú eres...?
-Ismael – respondió chocándole la mano y devolviéndole la sonrisa.
-Y ahí está Javi – dijo Víctor volviendo a alzar la mano del mismo modo que lo había hecho cuando vio aparecer a Lucas.
-¿Y tu hermana no viene? - preguntó Ismael con una sonrisa pícara.
El recién llegado se sorprendió al escuchar esa pregunta.
-¿Quién dices que es este tío?
Víctor se echó a reír cuando escuchó lo que Lucas le acababa de susurrar al oído. Ruth y Lorena iban detrás de Javi. Seguramente ellas dos eran las únicas chicas que no se percataron de la presencia de Ismael hasta que llegaron junto a sus amigos, y cuando lo hicieron, se limitaron a saludarlo con la mano.
-Víctor, déjame dos euros, por favor - suplicó Ruth nada más llegar. - Había olvidado hacer las fotocopias de filosofía y no me he traído dinero.
-Lo siento, peque, me he dejado la cartera en casa – respondió él agarrando a su novia de la cintura y sentándola sobre sus rodillas.
-Toma, yo sí que tengo – intervino Ismael colocando una moneda en la mano extendida de Ruth.
La chica le sonrió, algo avergonzada por no haberse dado cuenta antes de que había entre ellos una cara desconocida.
-Ah, ¡muchas gracias! Por cierto, soy Ruth, que venía tan decidida a pedirle dinero a mi hermano que no me he dado cuenta de...
-No te preocupes – le interrumpió poniéndose en pie y dedicándole una sonrisa preciosa. - Yo me llamo Ismael, encantado – y le dio dos besos.
-¿Ismael? - Ruth se detuvo a pensar un instante, preguntándose de qué le sonaba ese nombre. Entonces recordó la conversación de aquella mañana con Gemma y Sandra. - ¡Ah! ¿Tú eres el nuevo?
El chico se echó a reír.
-¿El nuevo? ¿Así me llaman? - hizo una pausa breve para dar lugar de nuevo a una risa musical. - Sí, supongo que sí, me incorporé ayer a las clases, y la verdad es que también tengo muchas fotocopias que hacer. Puedo ir contigo, si quieres.
-Claro – le dijo sonriente. Después se giró para mirar a Lucas. - Tú también tenías que hacer una fotocopia del vocabulario de inglés, ¿no? La he bajado por si la necesitabas. ¿Vienes o prefieres que te la hagamos nosotros?
A penas tuvo tiempo de abrir la boca para responder, cuando Ismael le dio unas palmaditas en el hombro, sonriente.
-No te preocupes, tío. Ahora te la traemos nosotros.
En respuesta, Lucas le dedicó una mirada fulminante desde el banco mientras el chico nuevo se marchaba con Ruth.
-Menudo capullo – exclamaron al unísono él y Víctor.
Javi soltó una carcajada y Lorena hizo lo mismo después de dar un sonoro beso en la cabeza a su novio.
-No digáis eso, parece simpático.
-Venga ya... - rió Lucas.
-Es mentira – añadió Víctor. - No tiene que hacer ninguna fotocopia. Se lo ha inventado completamente.
-¿Y tú cómo sabes eso? - persistió ella.
-Está en mi clase. Como no conoce a nadie aquí, le he dicho que podía venir con nosotros, pero lo primero que ha hecho es preguntarme por Ruth.
Lorena miró a su hermano esperando encontrar en él un atisbo de enfado, pero lo único que logró percibir en su rostro fue el cansancio por no haber dormido aquella noche. Sonrió. No le sorprendió en absoluto. Seguramente le había molestado lo que acababa de suceder con Ismael, pero en el fondo no le preocupaba. Era evidente que no iba a conseguir lo que pretendía con Ruth.
-Pues sí que es un poco descarado – concluyó la chica finalmente. - De todas formas no le daremos de lado, ¿no? Acaba de llegar y se sentirá solo.
-¿Tú crees? - intervino Javi riendo. - Pues a mí me parece que algunas no tendrían ningún incoveniente en hacerle compañía. Sandra, de mi clase, estaba histérica con el nuevo. Después decís que nosotros somos simples.
-¿Qué le pasa a este? - preguntó Víctor.
Lucas había dejado caer la cabeza sobre el hombro de su amigo. Tenía los ojos cerrados.

El otoño ya estaba cerca, y también los exámenes. Los chicos empezaron a quedar todas las tardes en casa de Javi para estudiar Física y ensayar, hasta que terminó por convertirse en una rutina. Gracias a él y a Rebeca, las probabilidades de que alguno de ellos suspendiera el tan temido examen eran muy escasas. Por otro lado, el trabajo de Proyecto Integrado estaba también cada vez más cerca. Tendrían que quedar algún fin de semana para hacer su visita al Jardín Botánico y grabar el documental. Aunque, para eso, también el tiempo debería poner de su parte y ofrecerles algún que otro día soleado. Por suerte, pasadas dos semanas, por fin la lluvia decidió darse un descanso bien merecido, así que Ruth y Lucas se dieron prisa en fechar su excursión el sábado de ese mismo fin de semana. Aprovechando la situación, Lorena le pidió a su amiga que se quedara a dormir en su casa el viernes – ya que sus padres pasarían la noche fuera – y cambiar sus planes de ir al pub Los Ángeles por el de ver una película y comer palomitas. De esa forma, podrían ella y Lucas ir juntos al Jardín Botánico por la mañana, sin necesidad de quedar en ninguna parte. A Ruth le pareció una buena idea. Le apetecía pasar una noche tranquila “de chicas”, aunque Víctor, Javi y Lucas no tardaron mucho tiempo en sumarse al plan. Mejor dicho, Lorena no necesitó pensárselo dos veces antes de invitar a su novio. De hecho, aquello convenció a Ruth de que, desde el principio, ese había sido su único plan. No le importó. Sabía que con los chicos la noche sería mucho más divertida.
Ismael se iba con ellos todos los días en el recreo y, aunque Lucas y él se picaban constantemente, había conseguido integrarse bastante bien en el grupo. Víctor no se fiaba mucho de él, puesto que notaba por su parte incansables intentos de ligarse a su hermana. Ella, como de costumbre, no se enteraba de nada. ¡Qué inocente era Ruth!
Seguían sin saber nada de Natalia. Lorena la veía todos los días en clase, aunque se trataban mutuamente como si nunca hubiesen sido amigas, y los demás solo la veían de vez en cuando por los pasillos y alguna vez en el recreo. Parecía otra persona. Ruth notaba su ausencia, era consciente de cómo estaban cambiando las cosas desde que ella no estaba, pero no podía evitar sentirse más feliz conforme su relación con Lucas mejoraba. Una relación de amigos. Buenos amigos. Lo cierto era que nunca antes había compartido con nadie tanta complicidad. Se sentía culpable, pero se debía cada vez menos al hecho de sentir por él algo que se hacía más fuerte conforme pasaban los días. Su mejor amiga, al menos ella se empeñaba en seguir llamándola de ese modo, estaba dejando de ser una preocupación. Cada vez le dolía menos su ausencia. La echaba de menos, sí, pero no era el mismo dolor que al principio. Y era eso lo que le producía mayor culpabilidad. Ni siquiera se había atrevido a llamarla. Se sentía avergonzada por ello, pero una parte de ella estaba muerta de miedo. Le atemorizaba que cuando volviese a hablar con su amiga se encontrase con que no quedaba nigún resquicio de la Nat que ella conocía. O quizás eso solo era una excusa para no llamarla, pero prefería optar por el otro motivo. Además, tampoco había recibido ninguna llamada suya... Se sentía terriblemente mezquina cada vez que, sin querer, aparecía en su cabeza la idea de que, si Natalia regresaba, probablemente su amistad con Lucas perdería la intensidad con que contaba en aquel momento. Amistad. No era eso lo que ella sentía por él, ni lo que él sentía por ella, pero era una bonita forma de conformarse. Y con menos riesgos, quizás. Por otro lado, el ver a Natalia con Eva y compañía sí que le preocupaba de verdad. No podía soportar la idea de que terminase siendo como ellas. Confiaba en el sentido común de su amiga.
Lorena era ahora su única amistad femenina – puesto que Rebeca no se prestaba demasiado -, y compartían una estrecha amistad, cada vez más llena de confianza. Le había contado que, al darle de lado Natalia en clase, era como si el resto hubiesen seguido sus pasos, y no mantenía muy buena relación con sus compañeros. Sin embargo, había un chico, Sergio, de quien se había hecho buena amiga. Sergio era un chico de lo más normal a simple vista, una persona que no se hacía notar ni parecía tener nada especial, pero que escondía un gran corazón. O eso le había comentado Lorena.

Cerró la cremallera de su cazadora hasta la altura del pecho y después refugió sus manos en los bolsillos. Los árboles ya llevaban puesto su traje de otoño. Colores cálidos pintaban la calle y un intenso y agradable olor a lluvia impregnaba el ambiente. Parecía mentira que hacía tan solo un mes lo único que cubría su cuerpo era una camiseta de tirantes y un minúsculo pantalón corto. Ahora tenía frío. Frío... Se preguntaba sin parar dónde se habría metido el chico de la Coca-Cola. Después de más de dos semanas, todavía no había tenido la oportunidad de preguntarle su nombre. Tenía algo que le gustaba, que hacía que se sintiera a gusto. Pero había desaparecido. No es que lo hubiese buscado, pero la verdad es que después de su encuentro en el portal esperaba haberlo visto alguna vez en el recreo. Y no fue así. Eso le provocaba un sentimiento desolador, tanto, que incluso resultaba extraño. Lo pasaba bien con Gloria y las demás, pero echaba de menos una compañía más... más cálida, más cercana, más natural. Menos maquillada. Una repentina corriente de aire se llevó consigo un suspiro desesperado de Natalia. Se sentó en uno de los bancos que formaban una fila a lo largo de la acera y se dedicó a observar la gente pasar. Pero no como quien se tumba en la cama y observa el techo, ni como quien pasa las páginas de una revista con aburrimiento, sin prestar atención alguna al contenido. Ella no se limitó a mirar las fotografías de la revista, leyó el texto, contempló a esas personas, a cada una de ellas, dedicando todos sus sentidos. Familias, grupos de amigos, parejas jóvenes, parejas ancianas... Delante de ella pasaron decenas de caras, todas ellas diferentes. Caras de preocupación, de felicidad, de estrés, rostros enamorados o tristes, miradas tiernas, miradas crueles, ojos brillantes, ojos apagados, de todos los colores... Cada una de esas personas tenía que, al igual que ella, tomar decisiones, y vivir momentos de tristeza. La chica que se sentó en el banco de enfrente y comenzó a llorar desconsoladamente, acabaría de pasar por algo duro. Quizás había roto con su novio, o se había peleado con sus padres, o con sus amigos. Aunque no conocía la razón de su llanto, se sintió tan identificada con ella, que tuvo que contener el impulso de levantarse y abrazarla mientras le pedía por favor que dejase de llorar. Pero, en vez de eso, cerró los ojos y dejó caer una lágrima, pequeña y cálida, sobre su mejilla helada.
Al levantar de nuevo los párpados, vio algo que le causó una gran sorpresa, tanto, que dio un pequeño brinco. Frente a su rostro había un helado. Sí, y era un helado de stracciatella. Cuando logró reaccionar, su mirada se elevó para encontrarse, ante ella, una sonrisa agradable, cercana, maravillosa, brillante... y todos los adjetivos que puedan definir a la mejor de las sonrisas. Ella curvó sus labios, temblorosos, para formar una bastante más pobre. ¿Eres un ángel? Quiso preguntarle. Y si él le hubiese respondido que sí, no hubiera vacilado a la hora de creerlo. Tenía que serlo. Tenía que ser un ángel. Era como si supiera el momento preciso en el que tenía que aparecer, como si supiera cuándo ella estaba llorando, cuándo necesitaba a alguien. Agachó la mirada y cayó otra lágrima, esta sobre sus vaqueros. Tras un largo silencio, en el que ella luchaba por apagar su llanto, consiguiendo, por el contrario, más y más lágrimas, el chico de la Coca-Cola se agachó frente a ella, colocando sus brazos sobre las rodillas de Nat. Después, con tanta suavidad que resultó abrumador, acariciando su barbilla la obligó a levantar la cabeza, sin decir nada.
-¿Un helado con el frío que hace? - dijo ella al fin, recuperando el aliento, con una voz que le pareció que había sonado horrible. Deseó que él no hubiera pensado lo mismo.
-En Noruega comen tres veces más helados que aquí – respondió él. - Tienen unas propiedades muy buenas para combatir el frío.
-Sí, muchas calorías.
-¿No quieres?
-No.
-Yo no puedo comerlo. Soy diabético, ¿recuerdas?
-¿Para qué lo compras, entonces?
-Para ti.
-Lo siento, no puedo.
No le agradaba rechazar aquel detalle, sobre todo habiéndolo comprado especialmente para ella, pero no podía permitirse algo así. Ni en sus mejores sueños. El chico se encogió de hombros, se incorporó, lanzó el helado a la papelera más cercana, y regresó junto a ella.
-Sabías que no iba a comérmelo. ¿Por qué lo has comprado?
-Lo siento – volvió a agacharse frente a ella, dedicándole una mirada de disculpa, dándose cuenta de que haberle puesto delante aquel apetitoso helado no había sido precisamente un detalle, más bien la había desafiado. - No debería haberlo hecho, creo que no ha sido de ninguna ayuda.
-No te preocupes, te lo agradezco.
Y no sabía hasta qué punto agradecía que alguien se preocupase así por ella. Aunque se tratara de un completo desconocido, se sentía mejor desde que había llegado. Incluso había cesado su llanto.
-Si quieres contarme lo que te pasa, puedes hacerlo. Te prometo que puedes confiar en mí.
Natalia lo miró dudosa. ¿Por qué hacía todo eso? Nadie ayuda a una desconocida así porque sí. No iba a contarle nada, todavía no.
-¿Cómo te llamas? - acompañó la pregunta sonriendo lo mejor que pudo, aunque sin conseguir nada espectacular.
-¡Vaya! - exclamó el chico, riendo. - A buenas horas me preguntas eso, ¿no?
-¡No te hagas de rogar! - ella también rió.
-A ver si eres capaz de adivinarlo.
-¿Estás de guasa?
-No te lo diré si no lo adivinas – soltó una carcajada. - Venga, empieza.
El primer nombre que apareció en la mente de Nat cuando comenzó su búsqueda, fue Lucas, y esto provocó que su corazón se encogiera, como un globo lleno de aire al que destapas la boquilla y dejas que se desinfle. Como para volver a hincharlo, respiró hondo, y, la verdad es que aquello la reconfortó.
-¿Raúl? - intentó adivinar.
-¡Sí! ¿Cómo lo has sabido?
Sorprendida, Natalia abrió mucho los ojos. No se lo podía creer.
-¿De ver...? - la risa del chico la interrumpió. - ¡Es mentira! ¡No te llamas así! Venga ya, dímelo.
-Está bien, te lo diré.
La chica lo contempló espectante, pero él hizo una pausa para aclararse la garganta de un modo teatral, colocando el puño cerrado bajo sus labios.
-¡Venga ya! - urgió ella dándole un empujoncito en el hombro, algo que pareció muy gracioso al chico sin nombre.
-Me llamo... ¿preparada? - Nat le dedicó una mirada amenazante. - Vale, vale. No te pongas así, mujer.
-¿Quieres decirlo de una vez?
-Ángel – respondió, esta vez sin pensárselo. - Me llamo Ángel.
Atónita se quedó.

domingo, 27 de marzo de 2011

Capítulo 22

“Caminaría a tu lado para siempre, como esta noche, y jamás me cansaría de acompañar tus pasos”

-¡Se ha hecho tardísimo! - exclamó Ruth comprobando la hora en su móvil. - Son más de las diez.
Lucas y ella se habían tenido que quedar un rato más en el instituto para limpiar la pintura que Ruth había derramado, y el tiempo había pasado sin que se dieran cuenta. Salieron del edificio, donde aún permanecían algunos alumnos del nocturno, y caminaron despacio por la acera, bajo la luz de las farolas. La chica levantó un poco la mirada para observar a Lucas, y dejó escapar una sonrisa que pronto apagó mordiéndose el labio inferior, y devolviendo su atención al suelo. Aquella tarde había sido genial... No recordaba cuánto hacía que no lo pasaba tan bien. Esas horas junto a él le habían hecho darse cuenta de que era entonces cuando estaba empezando a conocerlo de verdad.
Volvió a mirar a su amigo, sintiendo cada vez con más fuerza los latidos de su corazón. ¿Cómo había llegado a ese punto? ¿Desde cuándo Lucas provocaba en ella esa sensación? Hasta hacía poco no era más que un buen amigo, y jamás hubiese podido imaginar que sentiría al mirarlo lo que en aquel momento estaba sintiendo. Contuvo un suspiro. Sabía que no era bueno sentir algo por el chico de quien está enamorada tu mejor amiga y, a pesar de eso, estar con él la hacía feliz. Y esa felicidad era más poderosa que cualquier sentimiento de culpabilidad.
-¿Te acompaño a casa? – se ofreció Lucas adornando sus palabras con una sonrisa cautivadora.
Aunque en realidad se moría de ganas por aceptar, Ruth permaneció en silencio unos segundos, debatiendo consigo misma si era correcto permitir que fuera el deseo de pasar un rato más con él quien diera una respuesta.
-No te preocupes. Puedo ir sola.
El chico volvió a sonreír, esta vez con la mirada fija en el suelo, y después se encogió de hombros.
-Sabes que lo haré de todos modos.
Lo sabía. Por eso, y porque prefería hacer el camino hacia su casa junto a él, no se resistió. Caminaban en silencio, escuchando únicamente sus pasos, lentos y sincronizados, y los coches que circulaban por la calzada. A pesar de no ser muy tarde, había poco tráfico. Sentía la calidez de la piel de Lucas cuando sus brazos rozaban al caminar, y esto la hacía estremecerse. Cada vez estaban más cerca, hasta que también sus manos rozaron, e instintivamente Ruth retiró la suya, ruborizándose. Se sorprendió cuando él la buscó de nuevo y, con suavidad, casi como si se tratase de una caricia, entrelazó sus dedos con los de ella.
-Lucas... - dijo la chica soltándolo.
-¿Qué tiene de malo cogerte la mano?
-Lo sabes de sobra.
-Somos amigos. Os he visto mil veces a mi hermana y a ti de la mano.
-Pero no creo que me hayas visto nunca con Javi.
-Pues eso es sexismo, que lo sepas – rió él.
-Qué morro tienes – añadió ella riendo también.
Charlaron durante el resto del paseo como si no hubiera pasado nada, haciéndose el camino muy corto, quizás más de lo que a ellos les hubiese gustado.
-Bueno... – suspiró Ruth cuando llegaron a la puerta de su casa.
No quería que Lucas se fuera... le apetecía estar un rato más con él, simplemente hablando. Lo miró, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, y con esa sonrisa tan maravillosa. ¿Sería raro pedirle que se quedase en la puerta con ella solo un rato más? No debía hacerlo...
-Bueno – repitió él revolviendo el pelo de la chica.
Después se giró para marcharse. Ruth no sabía muy bien por qué hizo aquello, quizás porque la conversación que había tenido con Javi por la tarde volvía a repetirse en su cabeza, o simplemente no quería que se fuera todavía. O quizás fue su brazo el que, tomando vida propia, se extendió hasta la mano de Lucas antes de que pudiese guardarla de nuevo en el bolsillo, y la agarró con suavidad. El chico se dio la vuelta atónito. No se esperaba para nada aquel gesto, y muchísimo menos lo que hizo después. Se acercó a él, despacio, y dejó caer la cabeza sobre su hombro, sin soltarle la mano. Lucas respondió rodeándola con ternura, utilizando el brazo que le quedaba libre. No comprendía nada de nada. Y la verdad era que ella tampoco. ¿Pero qué estaba haciendo? ¿Por qué había dejado de importarle lo que Natalia sentía por él? Era su mejor amiga... y aún así... se sentía tan cómoda con Lucas.
-Pero... Ruth – el chico aún no había salido de su asombro. - ¿Estás bien?
-Sí – respondió ella retirándose. - Estoy bien.
Los dos permanecieron en silencio unos segundos, extrañados por lo que acababa de suceder.
-Me... me voy – la voz de Ruth sonaba como quien se acaba de despertar.
Caminó hacia atrás, de espaldas, con torpeza, hasta que se topó con el escalón de la entrada. Consiguió mantenerse en pie.
-Sí, yo también... nos vemos mañana en clase.
La chica entró en su casa y se dejó caer en la puerta. Sus labios se curvaron en una sonrisa, sin saber que al otro lado Lucas estaba haciendo exactamente lo mismo.

Era el primer día de octubre y el día se presentaba nublado y bastante frío. A pesar de eso, Ruth se despertó temprano y totalmente descansada, por lo que llegó pronto al instituto. Se encontró a Gemma Castillo y Sandra González sentadas junto a la ventana cuando entró en clase.
-¡Buenos días, Ruth! Qué raro que llegues tan temprano – saludó la primera abriendo sus enormes ojos verdes como gesto de sorpresa.
-Pues ya ves, hoy no me apetecía estar en la cama – rió la recién llegada.
-¡Mira! ¡Ahí está, Gemma! ¡Ese es! - gritó de pronto Sandra con euforia, señalando por la ventana.
La aludida se asomó para descubrir lo que su amiga quería enseñarle.
-¡Vaya! Pues sí que es guapo – exclamó con una sonrisa pícara que estiró las pecas de sus mejillas. - Pero creo que Lucas sigue por delante. Para mí siempre será el más guapo del instituto – tras decir esto echó una mirada a Ruth. - No le vayas a decir nada, que últimamente os lleváis muy bien, y no quiero que lleguen este tipo de comentarios a oídos de Rubén.
Rubén era el novio de Gemma.
-Pero, ¿de qué estáis hablando? Que yo me he perdido el resto de la conversación.
-¿No te has enterado? Ha venido un chico nuevo al instituto, y es guapísimo. Lo único que sé ahora mismo de él es que está en segundo de sociales y que se llama Ismael. Seguro que se convierte en el nuevo objetivo de Eva.
Sandra sabía todo lo que ocurría en el instituto. Jamás perdía detalle. Conocía la vida de cada uno de los alumnos, desde primero de la ESO hasta segundo de bachiller.
-No. Le ha dado fuerte con Lucas, y creo que no parará hasta llevárselo a la cama, como a todos.
-Y caerá, porque va de duro con las tías, pero lleva el cromosoma Y en sus genes, y contra eso no hay nada que pueda hacer.
Las dos rieron antes los ojos de Ruth, que escuchaba la conversación algo incómoda. Aunque sabía de sobra que Lucas nunca se acostaría con Eva, le había molestado ese comentario.
-Hablando del rey de Roma – susurró Sandra dirigiendo la mirada y una enorme sonrisa hacia la puerta de la clase.
Las otras dos chicas hicieron lo mismo. Lucas acababa de llegar.
-Buenas – saludó sin mucho entusiasmo al pasar junto a ellas para colocarse en su sitio.
-Definitivamente, él es más guapo – escuchó Ruth decir a Gemma antes de ir en busca del recién llegado.
Se había mostrado un poco borde al saludarlas. ¿Es que las había escuchado mientras hablaban de él? No, eso era imposible. Cuando llegó hasta él descubrió que tenía el rostro pálido y parecía muy cansado, como si hubiera pasado toda la noche sin pegar ojo.
-¿Estás bien? - le preguntó preocupada.
El chico colgó su mochila de la silla y se sentó, bostezando.
-No he dormido mucho, pero estoy bien.
Ella se sentó junto a él, ocupando el sitio de Javi y soltando la mochila en el suelo, mientras Lucas se dejaba caer sobre la mesa, utilizando sus brazos de almohada.
-¿Y por qué has dormido poco?
En ese momento apareció Lorena, que se dirigió directamente hacia su hermano. Éste, después de comprobar quién era la que acababa de llegar, volvió a guardar el rostro entre sus brazos.
-¡Idiota! - gritó agachándose frente a él y soltando sobre la mesa lo que parecía ser un trabajo de matemáticas. - Lo acabo de encontrar en mi mochila.
-¿Y me llamas idiota?
Ella acarició el pelo rubio de su hermano y después le dio un beso. Él continuó con la cabeza escondida.
-Qué tonto eres.
-Sigue.
-No me lo merezco, Lucas. Ayer te traté fatal.
-Dímelo a mí.
-¿Me perdonas?
El chico levantó la cabeza y se sentó apoyando la espalda en el duro respaldo de la silla.
-Lorena, yo lo que sí quiero es que entiendas que no puedes ponerte como te pusiste ayer cada vez que algo no te salga a la primera.
-Lo sé, lo siento mucho...
-Y que sepas que la próxima vez que me trates así te las vas a tener que arreglar tú sola...
-Gracias, Lucas, de verdad. Y siento haberme cargado otro de tus tomos de Death Note... esta misma tarde de compro uno igual.
-¿Que has hecho qué? - exclamó Lucas abriendo mucho los ojos.
-Bueno... me voy ya, que van a tocar dentro de poco... y... - dijo Lorena mientras se alejaba de ellos en dirección a la puerta. - ¡Adiós, Ruth!
-Sí... vete, anda.
-¿Entonces le has hecho un trabajo a Lorena? - preguntó Ruth. Aquel gesto la había conmovido. Incluso le habían dado unas ganas enormes de abrazarlo. - Por eso tienes tanto sueño... te has pasado toda la noche haciéndolo.
La clase se había ido llenando de gente poco a poco, y ya eran pocos los alumnos que faltaban por ocupar sus sillas. Se notaba que era Francisco Jiménez quien daría clase a primera hora. De no ser así, hubiese habido tizas y aviones de papel volando por todas partes, y ni una sola silla hubiera estado ocupada.
-Ayer cuando llegué me la encontré en el salón muy alterada porque no sabía hacerlo. Mis padres estaban enfadados con ella, y no me extraña, porque tal y como me trató cuando me ofrecí a ayudarla... al final decidió no hacer el trabajo, y yo le dije que ni hablar, que se sentara a terminarlo, así que empezamos a pelearnos – Lucas soltó un suspiro y después continuó. - Pero cuando me iba a acostar la escuché llorar en su cuarto y me dio pena, así que...
-Qué bueno eres. Me pregunto si Víctor haría lo mismo por mí.
Lucas empezó a reir.
-Creéme, lo haría sin pensárselo.

-¡Ey! Tú eres... Víctor, ¿verdad?
El aludido se dio la vuelta para descubrir tras él al chico que se había incorporado el día anterior al instituto. ¿Cómo se llamaba? ¿Ismael?
-Ese soy yo – respondió con una amplia sonrisa. - Y tú eras Ismael, ¿no? Encantado, tío.
-¿Te importa si me siento aquí? El sitio donde me senté ayer está ocupado y no sé... - dijo señalando la silla vacía que había junto a Víctor.
-Claro, hombre, siéntate. Es el sitio de Carlos, pero no creo que le importe demasiado... - miró a Carlos mientras decía esto. - Está demasiado ocupado metiéndole mano a su novia como para que le importe.
-Gracias, tío. No conozco a nadie aquí.
-¡Bah! Ya verás como te acostumbras rápido. Si quieres puedes venir conmigo y con mis amigos en el recreo.
-Ayer te vi con una rubita al salir de clase. ¿Es tu novia?
Víctor se echó a reír.
-¿Ruth? ¿Mi novia, dices? ¡Qué va, tío, es mi hermana!
-Ruth, ¿eh? - los labios de Ismael se tornaron en una sonrisa.
Víctor volvió a reír, esta vez con más fuerza.
-No pierdas el tiempo, mi hermana no se va a liar contigo.
-¿Tú crees?
-Chaval, ya te gustaría – exclamó sin borrar la sonrisa de su rostro.
-¿Cómo estás tan seguro de que me diría que no?
-Lo estoy.
-¿Sigue en pie lo de irme con vosotros en el recreo?
-Sí.
-Estupendo.
-Tú – la sonrisa de Víctor seguía intacta. - A mi hermana ni tocarla.

sábado, 19 de marzo de 2011

Capítulo 21

“También hay flores que no se marchitan en invierno”

Ya casi eran las ocho, y les quedaba poco para acabar el mural. A Ángeles se le había ocurrido que podían terminar de decorarlo mojando las manos en pintura y poniéndolas sobre algunas partes vacías de la gigantesca cartulina.
-Bueno, chicos, voy a ir bajando todas estas cosas. Ahora vuelvo a por las latas vacías que hay que tirar. - Dijo Ángeles cogiendo una caja de cartón llena de folios, lápices y más cosas que habían utilizado para el mural.
-Yo me encargo de las latas. - Se ofreció Javi. - Y Rebeca me echará una mano.
La aludida lo miró alzando una ceja pero, al ver el gesto que le hacía Javi saltó de la mesa sobre la que estaba sentada y lo siguió, llevándose consigo una bolsa llena de latas vacías. Ruth observó a Javi, sospechando que aquel gesto tendría algo, o mucho que ver con que ella y Lucas se quedasen a solas. Qué estupidez.
-Nos han dejado la mejor parte. - Dijo Lucas cuando se quedaron solos, cogiendo un mechero para quemar los bordes de un papel amarillento donde habían escrito la biografía de un importante científico. Iba a quemarlo para que pareciera gastado por el paso del tiempo.
-Ten cuidado, a ver si vamos a salir ardiendo. - Rió Ruth al ver que el fuego se comía más papel del que él pretendía quemar. Lo apagó rápidamente soplando.
-¿Y qué harías si eso pasara? - Soltó el papel chamuscado sobre la mesa. - Si se incendiara esto.
-Pues salir por la escalera de incendios, ¿no?
-¿Y si todo el pasillo estuviera en llamas? No podrías salir del aula.
-¡Qué mente más retorcida!
Lucas se echó a reir.
-Yo creo que saldría por ventana. Fíjate, si saltase a ese conducto de ventilación la caída no sería tan grande. - dijo señalando el conducto, que, efectivamente, serviría como escalón.
El problema no sería saltar desde ahí hacia abajo, sino llegar hasta el conducto desde la ventana.
-Yo no sería capaz de hacer eso, así que me acabaría quemando. - concluyó Ruth después de examinar bien sus posibilidades de salir victoriosa de aquella situación que requeriría cierta habilidad con la que ella no contaba.
-Te digo yo que si vieras todo esto ardiendo, saltarías sin pensártelo.
-Te digo yo que no lo haría.
El chico se limitó a reír. Aquella discusión era absurda completamente. Los dos metieron las manos en un plato de plástico lleno de pintura azul y empezaron a decorar el mural. Aprovechando que Ruth estaba distraída, Lucas le pasó los dedos por la mejilla, pintándole dos rallas y soltó una carcajada.
Ruth le dedicó una mirada fulminante que pronto se convirtió en una risilla, entonces deslizó su mano desde la frente hasta la barbilla de su amigo.
-¡Arg! ¿Estás loca? ¿Y ahora cómo me quito yo esto? - gritó Lucas, con media cara pintada de azul. - Yo que tú echaría a correr...
Ruth le hizo caso cuando vio que metía la otra mano en el plato de la pintura roja, y empezó a correr por el aula. Él la persiguió con la mano roja en alto. No tardó en alcanzarla, acorralándola contra una mesa que estaba pegada a la pared.
-¡Cuidado con la ropa! - pidió Ruth levantando los brazos, al ver que no tenía escapatoria. Apretó los labios para evitar reírse. - ¡Y con el pelo!
Lucas se inclinó sobre la chica para pintarle la cara de rojo, pero ella dio un paso atrás, empujando sin querer una lata que había encima de la mesa, y haciendo que se derramase toda la pintura. Se llevó las manos a la boca al ver el desastre, un gesto que pareció divertir mucho a su amigo. Pronto se dio cuenta de que ella misma se acababa de colorear la cara de azul, pero no le dio mucha importancia.
-Deja de reírte. Ahora hay que limpiar todo esto.
Lucas colocó en pie la lata para que dejase de salir pintura, y después se miró las manos.
-Mejor nos limpiamos nosotros primero.

Natalia abrió el contenedor con dificultad, puesto que tenía las manos ocupadas con las bolsas de basura, y después las arrojó dentro. Se sacudió las manos y empezó a caminar de vuelta a su casa, sin dejar de pensar en la conversación que había tenido con Lucas aquella mañana, y en que al final no había podido hablar con Ruth. Se había pasado toda la tarde en el MSN, pero no la vio conectada en ningún momento. Suspiró. La verdad es que desde hacía algún tiempo ni ella misma se reconocía. ¿Qué le pasaba? No sabía muy bien por qué estaba haciendo todo aquello, por qué se había separado tanto de sus amigos, si después de todo, que Lucas no sintiera nada por ella no era ninguna novedad. Llevaba años viviendo con eso y, hasta ahora, no había sentido el impulso de alejarse de él. También durante toda su vida se había sentido inferior a Ruth, pero eso no las convertía en enemigas. Tampoco lo eran ahora, ¿no? ¿Qué estaba haciendo, entonces? No pudo evitar relacionar el tema de la comida con todo aquello. No podía ignorar el hecho de que su actitud había cambiado considerablemente desde entonces, desde que empezó a torturarse a sí misma con la idea de que había engordado.
Se sentó en el escalón de su portal y sintió sus ojos llenarse de lágrimas. Ella no era esa persona. Siempre había considerado que la amistad está por encima de todo, pero últimamente su aspecto físico se había convertido en una prioridad. Ya había llegado demasiado lejos, y no podía permitir que aquello se le fuera aún más de las manos. No podía seguir ignorando los mareos ni lo débil que se sentía desde hacía un tiempo. Estaba dejando que la dieta afectara a su salud... y que cambiase su vida.
Abrió el bolso para buscar su móvil. Tenía que llamar a Ruth y disculparse por todo. Ya no solo por haberle ocultado que sabía que Lucas era Lmusic. También quería pedirle perdón por su comportamiento en esas últimas semanas. Buscando en el interior del enorme bolso, se topó con algo que le llamó la atención: era un paquete de tabaco. Al principio le sorprendió verlo allí, pero no tardó en recordar que el fin de semana anterior Eva le había pedido que lo guardase porque sus padres ya le habían advertido que si volvían a pillarla con un paquete sufriría las consecuencias.
Pasó el dorso de la mano por sus mejillas, secándose las lágrimas y, sin saber muy bien por qué, abrió el paquete y sacó un cigarrillo. Dentro había también un mechero. Hacía mucho tiempo que no fumaba, pero en ese momento le apetecía, así que colocó el cigarro entre sus labios y lo encendió.
-Hola.
Se sobresaltó muchísimo al escuchar aquella voz, amable y masculina, justo a su lado. Pero más se sorprendió cuando, al levantar la mirada, encontró junto a ella al chico de la Coca-Cola.
-No sabía que fumaras. - dijo antes de que ella pudiera saludarlo.
-No fumo.
-Ah, perdona, como te he visto con un cigarro encendido en la mano, se me ha ocurrido que a lo mejor fumabas. Qué tontería, ¿no? - soltó una carcajada. - Supongo que tampoco estás llorando.
-No estoy llorando.
El chico se echó a reir y después se sentó junto a ella, dejando escapar un suspiro. Llevaba el pelo castaño despeinado. Pronto descubrió que esto era porque constantemente paseaba sus dedos por la cabeza, alborotándolo.
-Bueno, ¿y cuál es el motivo de que no estés llorando? - Nat no pudo evitar sonreír al escuchar la ironía del chico.
-No te conozco de nada.
-¡Vaya! Pues no esperaba escuchar eso. No llores más, entonces, que ya estoy yo aquí para solucionar el problema.
-No estoy llorando por eso.
-Pues eso habíamos dicho, ¿no?
-Eres tú muy gracioso, ¿no? - dijo ella imitando el tono del chico, pero con una sonrisa en los labios.
-Venga, Natalia, ahora en serio. ¿Qué es lo que te pasa?
-¿Cómo sabes mi nombre? - preguntó sorprendida.
-Esta mañana, cuando tu amigo fue a buscarte para hablar, te llamó Nat. Pensando mucho he llegado a la conclusión de que tu nombre completo es Natalia. - volvió a reír. Tenía una risa muy agradable, quizás porque la utilizaba mucho. Siempre se ha dicho que todo mejora a base de práctica.
-Yo... no fumo. - aclaró la chica apagando el cigarro en el suelo. - No sé por qué lo he hecho.
-Supongo que a veces esperamos encontrar consuelo donde no lo hay. - el chico abrió una mochila que había dejado junto a él, sacó de ella dos latas de Coca-Cola light y le ofreció una a Nat. - ¿Te apetece?
-¿Por qué light? - preguntó aceptando el refresco. - Los chicos no soléis medir mucho las calorías, ¿no?
-No es por las calorías, es por el azúcar. Soy diabético. Y, en mi opinión, tú tampoco deberías preocuparte mucho por engordar - miró a Natalia, acurrucada rodeando sus rodillas con un solo brazo. - Estás muy delgada.
-No es verdad. - respondió ella, aunque tuvo que esforzarse por contener una sonrisa. Le encantaba escuchar aquello.
El chico la miró perplejo. No podía estar hablando en serio. De hecho, estaba demasiado delgada. Natalia se sintió algo avergonzada cuando se dio cuenta de cómo la estaba mirando.
-Me parece que no ves muy bien. - dijo él prestando ahora su atención al suelo, sin saber muy bien qué decir. Después dio un sorbo a su Coca-Cola.
La conversación empezaba a incomodar a Nat, así que decidió cambiar de tema.
-Bueno, ¿y tú en qué curso estás?
-Segundo de Bachiller. Humanidades. ¿Y tú?
-Primero de Bachiller. Ciencias. - soltó una risilla irónica después de decir eso. - Aunque tendría que haber pedido Sociales.
-¿Y eso? ¿Tan pronto te has echado atrás?
-Es complicado.
En el móvil de Nat empezó a sonar When I come around de Green Day, antes de que el chico pudiera decir nada. Era su madre, que estaría preocupada porque su hija estaba tardando más de la cuenta en tirar la basura. Últimamente tenía un comportamiento demasiado sobreprotector.
-Me tengo que ir - se disculpó la chica encogiéndose de hombros.
-Bueno, ya nos veremos otro día – respondió él imitando el gesto de Natalia con las manos dentro de los bolsillos del pantalón, antes de darse la vuelta y marcharse.
Cuando ya se había ido, Nat miró la Coca-Cola que sostenían sus manos y sonrió en silencio. Una vez dentro del ascensor, se dio cuenta de que ni siquiera le había preguntado su nombre.