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jueves, 23 de diciembre de 2010

Capítulo 11

“I wait here forever, just to, to see your smile... cause is true, I am nothing without you”
“Esperaría aquí para siempre solo para ver tu sonrisa... porque es cierto, no soy nada sin ti”


Las dos semanas siguientes parecían no terminar nunca. Las clases eran eternas y lo único que transcurrió a más velocidad fue el fin de semana.
Víctor y Javi ya habían organizado todo lo referente al cumpleaños de Ruth y Lucas había accedido a ir, a pesar de la incómoda situación en la que se encontraban. Javi se encargó de reservar un hotel en primera línea de playa, que encontró a muy buen precio. No era un hotel de lujo, pero prometía estar bien. También había comprado por Internet las entradas para el crucero y los billetes de autobús, puesto que la playa estaba lejos y no le apetecía demasiado pasar tantas horas conduciendo. Le había tocado todo el trabajo por tener la mayoría de edad, pero la verdad es que no le importaba en absoluto. Todos habían arrimado dinero para aquel regalo de cumpleaños tan original.
Por otro lado, Víctor se había encargado de que su hermana no sospechara nada y poder darle así una sorpresa, y de informar a sus padres sobre el asunto. No se tuvo que molestar en convencerla para que no celebrase su cumpleaños de ninguna manera, ya que ella misma decidió no hacerlo. Natalia se disculpó por no poder ir, porque sus padres tenían pensado pasar ese fin de semana en casa de sus abuelos, en un pueblo bastante lejos de allí, aunque esto parecía más bien una excusa barata. Ahora dedicaba más tiempo a sus nuevas amigas: Eva y Gloria.
Los chicos empezaban a acostumbrarse al comportamiento distante entre Ruth y Lucas, aceptando que no iban a conseguir ninguna explicación al respecto. De todas formas, últimamente el ambiente se había calmado un poco entre ellos dos, a pesar de que a penas se dirigían la palabra.
Por fin llegó el viernes. Al contrario que Ruth, que esperaba un fin de semana normal sin demasiada ilusión, sus amigos estaban impacientes porque llegase aquella tarde. A las cinco salía el autobús hacia la playa y esperaban ansiosos ese momento. Las clases fueron más aburridas que de costumbre y la última hora fue la más pesada con diferencia. Los alumnos estaban contando los segundos que faltaban para que las agujas de reloj marcasen las tres y poder salir corriendo de allí. Y por fin sonó el timbre.
La puerta del instituto estaba abarrotada. La gente hablaba como si hubieran pasado años desde la última vez que se habían visto, y se oían carcajadas por todas partes. Se notaba en el ambiente que era viernes.
-Bueno, nos vemos a las cinco menos cuarto en la estación de autobuses. - Gritó Javi a lo lejos, despidiéndose de sus amigos con la mano.
Para desconsuelo de todos, Javi nunca iba en coche al instituto.
-¿A las cinco menos cuarto en la estación de autobuses? - Repitió Ruth algo confusa, ya que a ella nadie le había informado de nada.
-Sí, bueno, hemos quedado para un asuntillo. - Rió Víctor.
Después de despedirse de Lucas y Lorena un poco más adelante, los hermanos continuaron juntos el camino hacia su casa. Ruth resopló, elevando un mechón de pelo que le caía sobre la cara.
-¿Habéis pensado algo interesante para este fin de semana?
-Me temo que no. - Mintió Víctor chasqueando la lengua. - Te recuerdo que eres tú quien no ha querido organizar nada por tu cumpleaños.
-Ya. - Se lamentó ella.
Cuando llegaron a su casa, se encontraron una suculenta comida encima de la mesa. Sus padres parecían muy contentos también. A todo el mundo le gustaban los viernes, sin duda, el mejor día de la semana. Después de comer, Ruth se levantó para subir a su habitación y aburrirse allí durante el resto de la tarde, hasta que se decidiera qué plan había para esa noche.
-Espera, espera. - Pidió la madre al ver que su hija se levantaba.
Corrió hacia la cocina y regresó rápidamente con una enorme tarta de chocolate en las manos. Dos velas, un uno y un seis, adornaban el pastel. A ella le extrañó que su madre hubiese confundido el día de su cumpleaños.
-Pero, mamá, mi cumpleaños es mañana. - Dijo sonriendo, sin darle mucha importancia al error de su madre, que tantas cosas tenía en la cabeza.
-Mañana tú no estarás aquí. - Explicó Víctor ilusionado. Llevaba casi dos semanas resistiendo la tentación de contarle los planes que habían hecho a sus espaldas.
Ruth no comprendía nada. ¿Cómo que no estaría allí?
-Creo que me he perdido algo.
Víctor se echó a reír al escuchar el comentario de su hermana, lleno de razón.
-Anda, cómete un trozo de tarta y prepara tu equipaje: ¡nos vamos a la playa!

Víctor iba por delante con las dos maletas, ya que su hermana había decidido llevarse su armario completo al viaje, y si dejaba que fuera ella quien cargara con la enorme bolsa, perderían el autobús.
-Mira que vivimos cerca de la estación, no me puedo creer que lleguemos tarde. - Se quejó Víctor. - ¿Cómo se puede tardar tanto en preparar una maleta para un fin de semana?
-Venga, que ya llegamos. - Lo animó Ruth, que intentaba arrancarle la bolsa a su hermano de las manos, viendo que el pobre no daba para más.
Cuando llegaron, los demás ya estaban allí esperando. Por suerte, el autobús todavía no había aparecido. Javi se dio pequeños golpecitos con el dedo en la muñeca, como haciendo ver a los recién llegados que ya era tarde.
-Parece mentira, siendo los que vivís más cerca y sois los que llegáis más tarde.
Tanto él como Lucas y Lorena empezaron a reír cuando Víctor soltó el equipaje en el suelo, agotado, y vieron la enorme diferencia que había de una maleta a otra. La de Víctor ni siquiera era una maleta, sino una mochila que normalmente utilizaba para ir a la piscina. En cambio, no parecía que Ruth fuera a pasar un fin de semana a la playa, más bien que se iba allí a vivir.
-Espero que en esa maleta haya suficiente para todos. - Señaló Javi adoptando una expresión preocupada. - Porque no va a quedar espacio para nuestro equipaje en el autobús.
-Voy preparada, eso es todo. - Se defendió ella algo avergonzada, viendo el escaso equipaje de sus amigos. - Seguro que os pasáis el fin de semana pidiéndome cosas...
Mientras decía esto, el autobús había aparcado en su andén. Después de colocar el equipaje en el maletero (no hubo ningún problema con ello), buscaron su sitio en el vehículo. Javi había pedido expresamente los asientos de atrás porque de lo contrario, al ser cinco, uno de ellos se tendría que haber sentado solo y, de esta forma, eso no ocurriría.
Ruth subió la última y cuando llegó al fondo del autobús, vio que sus amigos le habían reservado un sitio: el del centro, que estaba frente al pasillo. Pero eso no le importaba demasiado, lo que no le gustaba nada era que a un lado y a otro estuvieran sentados Víctor y Lucas. Genial. Tendría que viajar a su lado durante más de cuatro horas. Sería un viaje largo e incómodo. Aunque siempre quedaba la posibilidad de hablar con él y dejar a un lado ese comportamiento tan infantil.
Por si fuera poco, Lorena y Víctor estaban más cariñosos que de costumbre y se pasaron el trayecto abrazados, diciéndose cosas que Ruth nunca hubiera podido imaginar que alguien dijese en la vida real, y Javi decidió echarse la siesta. Daba gusto tener amigos así. Era como si la hubiesen dejado a solas con Lucas.
Ruth ya no sabía qué hacer. El corazón le latía con tanta fuerza que temía que se saliese del pecho de un momento a otro, y no dejaba de preguntarse qué sería mejor para acabar con aquella situación, si hablar con él, o fingir que estaba dormida. Lo segundo le pareció una falta de educación, así que terminó decidiéndose por la primera opción. Bueno, ¿y qué le decía? Empezó a pensar en distintas posibilidades, pero ninguna le convencía demasiado. Cuando por fin se le ocurrió algo interesante, preguntarle de quién había sido la idea de ir a la playa, empezó a contar números en su cabeza, con la intención de comenzar la conversación a la de tres. Una, dos, y ¡tres!... Una, dos, y...¡tres! Lo hizo unas cuantas veces, hasta que se dio por vencida, viéndose incapaz de articular palabra. Aquello era completamente absurdo. Miró con disimulo a Víctor, que parecía no darse cuenta de que su hermana estaba en apuros.
Y entonces Lucas la observó con curiosidad. Debía estar poniendo una cara muy rara para que la mirase de aquella forma, alzando una ceja. Una ola de calor le subió por el cuello hasta llegar a sus mejillas, que tomaron color rápidamente. Lucas soltó una risilla al ver el mal rato que estaba pasando su amiga sin necesidad y después le ofreció un chicle.
-Toma. Se te ve mala cara, no estarás mareada... - Dijo sin borrar la sonrisa de sus labios.
¿Estaba de broma? ¿Se estaba burlando de ella? Sabía que no estaba mareada. Aunque, para la sorpresa de Ruth, aquel gesto la tranquilizó bastante, y entonces comprendió que él lo había hecho precisamente con la intención de calmar la situación.
Le devolvió la sonrisa.
-No, estoy bien, gracias.
Él se guardó el chicle en el bolsillo del pantalón, encogiéndose de hombros. Después de eso no volvieron a hablar, pero porque no fue necesario: Ruth estaba mucho más relajada. Además, Javi no tardó en despertar, y con lo hablador que era, el viaje resultó más ameno.
Cuatro horas y media más tarde, el autobús se detuvo en una pequeña estación y los chicos se apresuraron a recoger sus maletas. Estaban impacientes por llegar al hotel.
-A ver. - Pensó Javi en voz alta, examinando el mapa que tenía en las manos. - El hotel no está lejos de aquí, pero ir cargando con todo esto... - Al decir la última frase miró a Ruth y a su enorme maleta. - Podemos coger otro autobús, que nos dejará muy cerca de allí. Creo que será lo mejor, porque en taxi el viaje saldría demasiado caro.
-Pues vamos. - Dijo Lorena colgándose su maleta al hombro.

Después de otro viaje en autobús, este mucho más corto, llegaron al hotel. No era gran cosa, pero suficiente para lo poco que habían pagado por él, estando además en primera línea de playa.
-Bueno, son estas habitaciones, ciento dieciocho y ciento diecinueve. - Explicó Javi, que era quien estaba al mando de la excursión, una vez encontraron las puertas siguiendo las indicaciones del recepcionista. - ¿Cómo nos vamos a distribuir? Una es para tres personas, y otra para dos, con cama de matrimonio.
-Pues creo que es evidente. - Comentó Víctor. - Lorena y yo en la de matrimonio y vosotros tres en la otra. Bueno, ¿dónde está mi llave?
Javi le ofreció una tarjeta, aunque no demasiado convencido. En realidad, él había pensado que compartieran habitación chicos y chicas por separado, ya que quizás la idea de dormir con ellos dos no ilusionara demasiado a Ruth. Y estaba en lo cierto.
-Ciento diecinueve... - Leyó Víctor en la tarjeta.
Ruth dedicó una mirada de súplica a Javi.
-A lo mejor deberías dejarle a ellas esa habitación... - Empezó a decir.
-No, no. Confío en que cuidéis bien de mi hermana. - La sonrisa de Víctor dejó claro que no cambiaría de idea. Además, Lorena parecía estar tan contenta como él. - Si de todas formas terminaremos todos en la misma habitación, ¿qué más os da?
Víctor se salió con la suya, y los demás se conformaron, aceptando su decisión. Cuando terminaron de instalarse, se reunieron todos en la habitación ciento dieciocho, la de Ruth, Lucas y Javi, para decidir qué iban a hacer. Eran pasadas las diez de la noche, y eso limitaba mucho sus posibilidades, así que pensaron que lo mejor sería ir a dar un paseo por la playa: ya tendrían tiempo para fiestas al día siguiente.

1 comentario:

  1. Me está encantando, sigue así! Escribes genial y la historia es muy original :D
    pasate por el mio si puedes, www.beforetheforget.blogspot.com

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