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domingo, 28 de agosto de 2011

Capítulo 45

Una mirada contempla las huellas que unos pasos han dibujado en el camino. Un sendero de marcas profundas, o a veces olvidadas, porque el tiempo se las ha llevado de un soplo. Tu mirada. Tus pasos. Ya las lágrimas de los recuerdos quedaron atrás”


Las tres primeras horas se le hicieron eternas, y en ningún momento dejó de tener la sensación de que el murmullo que escuchaba continuamente tenía mucho que ver con ella y Sergio. Aunque quizás eran solo imaginaciones suyas. Quizás fuera ella quien le estaba dando más importancia de la que tenía. Después de todo... ¿de verdad la gente se interesa tanto por la vida de los demás, sea verdad o mentira lo que se dice de ellos? Claro que no...

El sonido del timbre anunciando el recreo le pareció la melodía más hermosa que había escuchado jamás. Necesitaba reunirse con sus amigos. Le extrañaba mucho no haberlos visto aún, porque sabía de sobra que el rumor también habría llegado ya a sus oídos.

Lucas. Necesitaba a Lucas. Su hermano siempre hacía que se sintiera mejor, simplemente estando presente.

Quiso marcharse con tanta prisa que, al salir corriendo, dio un golpe al estuche que lo arrastró al suelo, desparramándose todos los bolígrafos y rotuladores que había dentro. Chasqueó la lengua de fastidio y se agachó para recogerlo. Antes de que hubiese terminado todos se marcharon de clase, dejándola sola en el aula, y cuando se puso en pie vio que Lucas entraba por la puerta, con paso ligero. Su expresión crispada le provocó una enorme confusión.

Sin darle tiempo a decir nada, estrelló un puño contra su mesa, una vez llegó a su lado. Lorena dio un brinco y abrió mucho los ojos, sobresaltada. Jamás había visto hacer algo así a su hermano.

-¿Qué diablos te ocurre? – intentó gritar, aunque su voz se quebró, convirtiendo su intención en un absoluto fracaso.

-¿Qué te ocurre a ti, Lorena? Te vi en la fiesta con Sergio. Te pasaste la noche con él, bailando...

-Bailando – repitió ella, esta vez con más firmeza. Sentía unas ganas tremendas de echarse a llorar. Y también de darle una buena bofetada a su hermano... ¿Pero ese era su hermano? No parecía él. Él nunca habría dudado de ella. Nunca...

-¿Cómo...?

Vio que un montón de lágrimas se agolpaban en los ojos de Lucas, y eso hizo que el corazón le diera un vuelco y sus propias lágrimas se derramaran por sus mejillas. Ver un solo atisbo de tristeza en su hermano le resultaba insoportable. El dolor más terrible que jamás había sentido. Y nada más importaba.

-¿Cómo has podido hacerle eso a Víctor, sabiendo por lo que pasé yo?

Al escuchar estas palabras le parecieron lo más lógico que jamás había oído... Y comprendió que se comportase así, y que dudase de ella. No lo culpaba... Quizás porque no era capaz de culpar de nada a su hermano, y menos cuando lo tenía delante a punto de deshacerse en lágrimas. Después de todo él también se equivocaba. Después de todo él no siempre era fuerte... Estaba en su derecho. Aunque esta vez había metido la pata hasta el fondo. Y lo perdonaba, claro. Pero le hacía mucho daño que de verdad la creyera capaz de hacerle a Víctor algo así.

Como si de pronto se diera cuenta del error atroz que acababa de cometer, de la estupidez que había sido desconfiar de su propia hermana, cuando en realidad sabía de sobra que ella nunca le sería infiel a Víctor, su mirada se volvió un gesto de disculpa y entre sus labios se escuchó un suspiro. Sin que ella respondiese, porque no pensaba contestar a la pregunta que acababa de escuchar, como si lo hubiese hecho él volvió a hablar:

-¿Y por qué todo el mundo dice eso?

-Eso, Lucas, es lo único que tendrías que haberte preguntado.

Esperó en silencio a que llegara el “lo siento” que tanto necesitaba escuchar, y lo recibió no una vez, por lo menos diez, al mismo tiempo que un fuerte abrazo con el que la capturó, dando la sensación de que no pensaba soltarla nunca.

Todos nos equivocamos.

Y quien sabe pedir perdón con el corazón merece ser perdonado.


-¡Eh! – gritó Lorena por el pasillo de camino al recreo, agarrando a Gemma del hombro. La aludida se giró y dio un brinco al verla detrás de ella –. Tenemos que hablar. – Después se dirigió a su hermano –: Lucas, ahora voy con vosotros...

-Yo tengo que ir a darle una cosa a... – empezó a balbucear Gemma, claramente nerviosa.

-Me da igual. Vas a hablar conmigo. Y si no quieres hacerlo en privado empezaré aquí mismo. Tú decides.

Sonrió al ver la mirada fulminante de Gemma, concediéndole lo que pedía. Eligieron para ello un rincón del patio vacío de gente, junto a unas escalerillas que bajaban al almacén del gimnasio.

-Tú me dirás.

-Sabes bien lo que quiero decirte... así que espero que no te hagas la tonta. Sé muy bien lo que has hecho.

-No tengo ni idea de lo que me estás hablando.

-No me jodas, Gemma. ¿Eh? Que bastante bien me estoy portando... Ya me he enterado de que has sido tú la que ha ido diciendo por ahí que me lié con Sergio en Nochevieja. Pero tú y yo sabemos que eso no es cierto, ¿verdad?

-Yo no tengo ni idea. Pero eso que me estás diciendo no es lo que yo he oído por ahí.

-Te estás pasando.

-¿Por qué?

-Veo que no estás dispuesta a colaborar. Quizás prefieras hacer las cosas de otra manera.

-¿Hacer qué?

-Creo que tu novio merece saber la verdad.

El rostro de Gemma se puso blanco, y apretó los labios hasta formar una línea muy fina. Respiró hondo. Lorena hubiese querido sonreír con malicia al ver su expresión, pero todo aquello le estaba resultando muy desagradable, y no se vio con fuerzas.

-¿Quién te lo ha contado?

-Eso a ti te da igual. Lo que sí que debería importarte es el hecho de que estoy al tanto de todo... y sé que Eva te tiene bajo una amenaza. La verdad es que esperaba algo más de ti... y no que fueras tan cobarde y capaz de humillar a alguien que jamás te ha hecho nada malo para salvar tu propio trasero... Pero por otro lado te entiendo. No que le pusieras los cuernos a tu novio. Eso nunca podría entenderlo. Pero sí que no quieras perderlo... Así que solo te pido que acabes con esto. Me da igual cómo... Siempre que no metas a más gente que no tiene nada que ver.

-¿Y si no lo hago?

-Si no lo haces yo misma se lo explicaré todo.

-No te creerá. Nadie lo hará.

Lorena sintió el deseo de abalanzarse sobre ella y arrancarle hasta el último mechón de pelo, pero se contuvo contando hasta diez en silencio. No le gustaba reconocerlo, pero tenía razón: nadie la creería. Todos pensarían que simplemente quería librarse de aquel marrón.

-Puede que a ella no... Pero te aseguro que a mí me creerán todos.

Las dos dieron un salto al escuchar la voz de un chico, proveniente de las escalerillas. A Gemma se le crispó el rostro cuando vio aparecer a Daniel, un alumno de segundo de Bachillerato, que subía los escalones acercándose a ellas, con una mano metida en el bolsillo de la cazadora. Le dio la última calada a su cigarro y lo arrojó al suelo antes de expulsar el humo, creando una enorme nube alrededor de su cabeza. El chico miró directamente a Lorena, con expresión seria.

-No sabía nada de esto, Lorena.

Le extrañó la confianza con que le hablaba, ya que era la primera vez.

-Pero tú...

-Yo tengo gran parte de la culpa de este asunto... y no dejaré que pagues tú sin tener nada que ver.

Después dirigió una mirada severa a Gemma, y Lorena comprendió que Daniel era el chico con quien le había sido infiel a su novio.

-Está bien... – cedió Gemma, aunque no de buen grado –. Intentaré acabar con el dichoso rumor.

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