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miércoles, 6 de julio de 2011

Capítulo 31

Y cuando ya no creía en nada, de repente, me encontré contigo”


Dio un salto cuando unas manos aparecieron por atrás y le cubrieron los ojos, pero una sonrisa se dibujó en su rostro. También él sonreía, aunque Nat no podía verlo.

-¿Quién soy?

-Ángel...

-¿De verdad te lo parezco? – bromeó el chico permitiendo que su amiga se diera la vuelta para mirarlo.

-Qué va – chasqueó la lengua, burlona –. Perdona, es que te había confundido con alguien.

Ninguno de los dos habló durante un momento, simplemente se observaron el uno al otro. Fue ella quien rompió el silencio.

-Gracias por venir, de verdad – eran palabras sinceras.

-Gracias a ti por llamarme. Estás muy guapa.

-Llevo lo mismo de antes.

-Pues... sigues estando muy guapa.

-Vámonos, anda – dijo la chica riendo.

-¿A dónde quieres que vayamos?

-A donde tú prefieras...

Y en verdad que no le importaba a dónde fueran, se conformaba con su compañía. Estar cerca de Ángel la reconfortaba, hacía que se sintiera feliz. Y él había accedido a pasar con Nat un sábado por la noche. Seguramente habría tenido que deshacer sus planes. Antes de que ella lo llamara pensaría salir con sus amigos... pero allí estaba, a su lado. ¿Por qué?

Eran las doce y media y hacía mucho rato que la lluvia había cesado, así que pasearon por la calle sin un rumbo fijo, solo charlando, riendo, conociéndose el uno al otro. La verdad es que hacía tiempo que no lo pasaba tan bien...

Un buen rato después, cansados ya de caminar, decidieron sentarse en una plaza en la que no solía haber mucha gente. Aquella noche solo ellos ocupaban el lugar, y solo sus risas hacían vibrar el silencio de la noche. Se acomodaron en el borde de la fuente, bastante amplio y todavía húmedo por la lluvia: Natalia con las piernas entrelazadas, y Ángel tumbado, dejando caer la cabeza sobre la rodilla izquierda de la chica.

-Siento que tengas que estar aquí conmigo... en el lugar más solitario de la ciudad – se disculpó Nat sin mirarlo.

Eran pocas las veces que sus ojos se atrevían a hacerlo porque, a pesar de la confianza que el chico despertaba en ella, le ponía nerviosa encontrarse con su mirada... demasiado intensa, demasiado profunda y enigmática como para poder mirarla con normalidad.

-No tengo que estar aquí contigo. Estoy porque quiero.

-¿Pero por qué? ¿Con qué fin?

-¿Qué insinúas?

-No insinúo nada... Pero no entiendo por qué haces todo esto por mí si ya... si ya te he dicho que estoy enamorada de Lucas.

Temió que aquello pudiera molestarle, pero quería ser franca con él, y esas palabras eran justamente lo que pensaba.

-¿Y qué?

-Que nadie va por ahí haciendo favores y aguantando a alguien que acaba de conocer sin obtener nada a cambio...

-¿En serio piensas eso?

Al hacer la pregunta levantó la cabeza para mirarla, pero encontró su mirada perdida en la nada.

-Sí.

Ángel sonrió, dejando escapar un pequeño suspiro entre sus labios.

-Tienes razón. Hago esto porque espero que algún día te enamores de mí.

Natalia ni siquiera se molestó en fingir sorpresa, directamente estalló en una carcajada que retumbó por toda la plaza. Después meneó con suavidad la cabeza sin dejar de reír.

-Bueno, he oído por ahí que el primer paso para enamorar a una mujer es hacerla reír – observó él encogiéndose de hombros.

-Pues tú gracioso eres un rato.

-Ya veo que no me has tomado muy en serio.

-No suelo tomarme en serio las bromas.

-Pero yo no estaba bromeando.

Aunque sabía que solo le estaba tomando el pelo, la situación empezaba a resultarle muy incómoda. Tanto, que cambió de postura obligando al chico a levantar la cabeza de su pierna y erguirse.

-Déjalo... ya no tiene gracia.

-No era mi intención que la tuviera.

Y ahora temía que estuviese hablando en serio. Le decepcionaría descubrir que, después de todo, el chico que tenía a su lado era tan infantil.

-Ya... – balbuceó Nat intentando dar por terminada la conversación.

Él buscó su mirada para encontrarla perdida de nuevo, así que agarró su barbilla con dulzura y la obligó a mirarlo.

-Nat, me he enamorado de ti.

Aquella confesión casi hizo vomitar a la chica, que se apartó bruscamente de él, por si acaso. Quizás el único infantil que había allí no era Ángel... pero es que no podía evitar sentirse furiosa y... y enferma.

-Enamorado dice...

Rió, aunque para nada divertida.

-Sé que te parece precipitado pero...

-¡Pues sí! – le cortó con un grito de rabia –. Perdona pero sí que me parece precipitado. No me conoces de nada... ¿cómo puedes hablar de amor?

-Pues...

-¡Pues qué! ¿Qué?

-Yo...

-Tenías que estropearlo... – de nuevo lo interrumpió.

Se llevó las manos a la cara y rompió a llorar. Sabía que aquello era una reacción exagerada e inmadura, pero no podía evitarlo. Había encontrado en Ángel el resguardo que tanto necesitaba... porque no tenía a sus amigos, y tampoco se sentía parte del grupo de Gloria y las demás. Cuando estaba con él todo lo que le preocupaba parecía dejar de importar... todos sus complejos parecían desaparecer, el mal humor quedaba enterrado en la parte más oculta de su ser... Y ahora le venía con esa estupidez de que estaba enamorado de ella, echándolo todo a perder.

-¿Qué es lo que he estropeado? Tú ya me has dicho que quieres a Lucas, y a mí no me ha parecido un inconveniente para que podamos ser amigos. ¿Tenemos que dejar de serlo porque esté enamorado de ti?

-Deja de decir eso, por favor.

-¿Pero por qué?

-¡Porque es absurdo! Tú no estás enamorado de mí.

-Ya veo que eres de esas personas que piensan que el amor solo es posible si se ha trabajado duro y durante años... que no existe lo que se suele llamar “amor a primera vista”.

-Estás hablando con alguien que lleva diez años pensando en la misma persona – razonó poniendo los ojos en blanco –. Y sé que para hablar de amor hay que, por lo menos, conocer al otro.

-Es que yo te conozco bastante bien.

-¿Ah, sí?

-Bueno, evidentemente hay muchas cosas de ti que no sé... pero sí lo suficiente como para decir que eres... especial.

Especial.

Una palabra que ella no recordaba haber utilizado en ninguna ocasión de la que Lucas no fuese protagonista... Y ahora otro chico le asignaba a ella esta cualidad... y le encantó, le encantó que dijera que era “especial”. Le gustó tanto que quiso abrazarlo.

-Perdona – se disculpó secándose las lágrimas que le quedaban en los ojos –. No tendría que haberme puesto así. Qué idiota. ¿Amigos?

Le tendió la mano y sonrió con cariño. Él le respondió con otra sonrisa, alegre y sincera.

-Amigos.

3 comentarios:

  1. Enserio me encanta la historia :D
    La reaccion de Nat me ha parecido super mal, si se ve el chico es sincero!!
    Pero espero que al final lleguen a ser algo mas que amigos :)
    Besos!

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  2. Pero no puede ser tan borde! Con lo mono que es el pobre chico...

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