“Una cadena perfecta... cada pieza es tan valiosa que su ausencia desataría el caos. Una armonía casi imposible entre un eslabón y el siguiente, una partitura que los propios acordes han creado, o quizás tan solo descubierto. Una sinfonía impecable, un convenio entre destrucción y creación, entre luz y sombra, entre principio y fin, entre guerra y paz. Unión, equilibrio, ecuanimidad, paciencia... Magia”
El jardín botánico estaba a las afueras de la ciudad, así que tuvieron que coger un autobús para llegar hasta allí y a pesar de eso el viaje no fue corto. El cielo se veía claro tras tantos días de lluvia, aunque algunas nubecillas grisáceas se amontonaban a lo lejos.
Llegaron a su destino cerca de las doce de la mañana, con la cámara lista y una mochila con bocadillos que habían preparado a toda prisa antes de salir.
Caminaban bajo la sombra de aquellos árboles robustos, casi imponentes. Como Ruth no era una gran entendida en botánica, se había ido fijando no solo en los fornidos ejemplares que se elevaban a su alrededor, también reparó en los numerosos cartelitos repartidos por todos ellos y que nombraban cada especie. Así supo que andaba entre arces, fresnos, avellanos y tilos. Una manta de hojas cubría el suelo con tonos cálidos, de otoño, a pesar de que el mes de octubre aún era temprano. Un techo de hojas se extendía sobre sus cabezas. Muchas de ellas, las más pueriles, se resistían al barniz otoñal que tarde o temprano terminaría por vestirlas de fuego. El musgo abrazaba el tronco de los árboles, animado por las lluvias de las últimas semanas.
-¿Nunca habías venido? - adivinó Lucas al ver que su amiga contemplaba el alrededor con un asombro delator.
-La verdad es que no – reconoció algo avergonzada – Y me alegra que no sea como pensaba. Me esperaba algo más... artificial. ¡Y esto es un bosque! Hacía mucho tiempo que no me sentía fuera de la ciudad, sin contar el fin de semana en la isla, claro.
El chico rió al recordar.
-Sí, la verdad es que ya no quedan muchos lugares como este por aquí cerca. La parte nueva del jardín la veremos más adelante... Yo he preferido empezar por aquí, que es donde vamos a ver la vegetación de verdad típica de la zona. Todo esto se conserva tal y como estaba antes de que lo ocupáramos todo con las ciudades y las carreteras... Como ves no nos falta variedad de árboles.
-Sospecho que ya conoces esto bastante bien.
La chica no perdía detalle del paseo. Aquel paisaje le recordaba a las películas de caballeros y princesas. Ella no creía en cosas que sobrepasaran las leyes de la realidad y de la razón, pero tenía que reconocer que aquel bosque tenía un “algo” especial, aunque no sabía muy bien de qué se trataba, puesto que, fuera lo que fuese, no estaba al alcance ni de la vista ni del resto de los sentidos... Era, por decirlo de alguna manera, una sensación. Su amigo lo habría llamado magia. Solía extraer términos de la ficción para aplicarlos en la vida real, algo que le encantaba de ese Lucas soñador y romántico que había conocido a través de Internet y que ahora empezaba a desenmascararse más allá de la pantalla.
-Sí. Mi padre nos traía a mí y a Lorena con él muy a menudo, cuando éramos pequeños. Aunque hacía mucho que no venía. Ahora estar aquí me trae muy buenos recuerdos.
Ruth sonrió unos pasos por detrás de su amigo al advertir cierta nostalgia en su rostro. Le brillaban los ojos al recordar.
-¿Y por qué ya no venís? - quiso saber.
-Pues no lo sé. Supongo que ahora no es lo mismo.
Se detuvieron a hacer algunas fotos y grabar un video que les serviría de introducción para el trabajo y luego continuaron hasta llegar al río que atravesaba el bosque, donde también hicieron uso de la cámara. El agua corría con prisa siguiendo su cauce, arrastrando con ella todas las piedrecitas, hojas y ramas perdidas que se interponían en su camino. ¿Hasta dónde llegarían los pasajeros a bordo de la corriente? ¿conseguirían salir del bosque y desembocar en otro río hasta llegar al mar? Quién podía saberlo... pero allá iban, sin más remedio que verse arrastrados por el fiero flujo de agua... desaparecidos ya de la vista de los chicos.
Ruth, que no estaba acostumbrada a caminar por ese tipo de zonas, pidió un descanso a su amigo, así que se sentaron en la ribera del río encima de unas piedras, durante un buen rato. Aquellas viejas converses quizás no eran el calzado más adecuado para eso.
Eran las dos del mediodía, así que la chica propuso comer allí mismo. Almorzar escuchando la música que el propio río les ofrecía sería una experiencia nueva para ella. “Un poco más adelante hay un sitio que te gustará más”, le respondió Lucas.
Les costó encontrar el lugar del que hablaba, porque los recuerdos van perdiendo nitidez con el paso del tiempo, y él hacía ya muchos años que no iba por allí. Pero al final, siguiendo río arriba, hallaron lo que tanto buscaban. Muy cerca del río, las ramas más bajas de los árboles se unían entre sí, entrelazándose también con frondosos arbustos que ocupaban el suelo y creando de esta forma una cueva lo suficientemente amplia como para sentarse dentro sin sentir agobio. Incluso se podía estar de pie en el interior. Hilos de luz se colaban en el interior del nido a través de los huecos que había entre las ramas, dando viveza a los colores candentes que encendían el suelo. Dentro había tres rocas redondeadas y del tamaño perfecto para utilizarlos de asiento. Seguramente las habría colocado allí el padre de Lucas en una de sus excursiones al jardín para que él y sus hijos pudieran sentarse en ese rincón que parecía salido de un cuento. Allí se instalaron para comer.
-¡Vaya! Esto es tan... - exclamó Ruth buscando una palabra que se adecuara a aquel lugar, a aquella situación – no sé – se rindió, soltando una carcajada – me siento como si estuviera en otro mundo. Y me da un poco de vergüenza, porque ahora me doy cuenta de que llevo toda mi vida encerrada en una ciudad... perdiéndome cosas como esta.
Desde la cueva se veía el río, y también los árboles cercanos que se inclinaban hacia él en busca de un poco de agua.
-Bueno, la ciudad también tiene su encanto.
-Pero no es como esto.
-No – sonrió – Pero es que no creo que sea algo comparable. Yo soy feliz en la ciudad, y creo que tú también.
-Sí, con los pulmones contaminados, pero feliz – dijo ella riendo – Aunque, no sé... la felicidad que me produce este lugar no tiene nada que ver. ¡Pensarás que soy una pesada, pero es que nunca antes me había sentido así! Ni siquiera sé si sabes a lo que me refiero. Es que no sé muy bien cómo explicarlo.
-No se puede explicar... se puede sentir.
El corazón de Ruth palpitó con fuerza. Conocía a Lucas desde hacía muchos años, pero hacía tan solo un mes no hubiese podido creer que fuera la misma persona que empezaba a conocer ahora, después de tanto tiempo. Para ella siempre había sido un buen chico, pero nada fuera de lo normal... Natalia le había dicho muchas veces que tenía algo especial, una cosa que lo diferenciaba de algún modo del resto de personas. Allí, sentada bajo un techo que la propia naturaleza había fabricado, comprendió cuánta verdad encerraban las palabras de su amiga, y no pudo evitar reproducirlas en voz alta:
-No eres como los demás, Lucas. Tienes algo... especial.
Antes de pronunciar la última palabra, el remordimiento acudió a ella para hacerle ver que acababa de robar un pensamiento que no era suyo, sino de Natalia y lo había utilizado apropiándose de él. Pero las palabras estaban dichas y era imposible volver atrás, y de haber podido, seguramente no lo habría hecho.
El chico no esperaba oír algo así, aunque estaba seguro de que no hubiera preferido escuchar ninguna otra cosa en lugar de aquello.
-No soy especial, Ruth – respondió con esa sonrisa, tan perfecta y estremecedora, tan tierna y seductora al mismo tiempo.
La chica se sonrojó y agachó la cabeza, intimidada por los ojos de Lucas... Ahora parecían brillar como nunca, no sabía si por sí mismos o gracias a la luz que entraba a través de los agujeritos que se formaban en la red de ramas que los acogía. Bostezó, estaba cansada. No era de extrañar considerando las escasas horas de sueño que le había concedido la película de aquella noche. Luego arrugó el papel de su bocadillo para arrojarlo a la bolsa en la que habían llevado el almuerzo. Hacía rato que Lucas había terminado y esperaba a que ella hiciese lo mismo. Ambos se pusieron en pie, Ruth primero.
-Sí que lo eres. Y lo sabes.
Él no discutió más, se limitó a sonreír. Le gustaba escuchar eso en labios de Ruth y le gustaba que las cosas estuvieran tan bien entre ellos aun después de haber quedado destapada su identidad como Lmusic. Antes de que eso ocurriera le aterraba lo que pudiera pasar, y cuando ella lo descubrió todo y decidió distanciarse de él no hubiera pensado que al poco tiempo las cosas volverían a ser como siempre habían sido entre Ruth y Lmusic, solo que ahora él no tenía nada que ocultar. Ya no tenía que esconderse bajo un seudónimo.
Dejaron atrás el bosque después de un rato más caminando, hasta llegar a la zona nueva del jardín, claramente artificial, pero no por ello menos espectacular. Plantas de todo tipo ocupaban el grandísimo parque, dejando senderos de piedra a la sombra y algunas zonas de descanso con bancos de madera y fuentes de las que brotaban generosos chorros de agua. Un aroma fresco y delicioso impregnaba el ambiente, el aire no pesaba como en la ciudad. Al contrario.
Tras una dura y larga sesión de rodaje, y puesto que ninguno de los dos había dormido mucho aquella noche, decidieron dejarse caer en el césped de un pequeño parque con columpios y algunas otras atracciones para niños (y para no tan niños). Una vez cerrados los ojos no tardaron mucho en quedarse dormidos.
Esperando a la Luna
Hace 12 años
Ohhh, pero que monosos madre mia! jajajaja
ResponderEliminarMe gusta que Ruth haya empezado a ceder un poco y Lucas es mas mono *-* jejeje
Quiero saber mas cosas sobre Natalia y Ángel ^^ que me gusta la "pareja" que hacen. El siempre intenta ayudarla y es un sol!!
bueno.. espero que subas prontito el siguiente ^^
Un besazo!
Me encantaaaaa! quieo saber mas del chico de la cocacolaa!
ResponderEliminar