Capítulo 29

“¡A tu lado incluso esas aburridas canciones de amor que tanto odiamos tienen sentido!”

Cuando abrió los ojos vio que la atmósfera ya empezaba a oscurecerse, aunque los colores del atardecer todavía se conservaban vivos en la frontera entre el cielo y la tierra, un horizonte recortado por el contorno de los árboles y del columpio que tenían justo enfrente. Luz y oscuridad compartían dominio allí arriba. Las nubes grisáceas que habían visto aquella mañana a lo lejos ahora estaban cerca, y amenazaban con derramar sobre ellos las pequeñas gotas que esperaban su turno impacientes para lanzarse de nuevo a la tierra.

Mientras bostezaba aturdida por la siesta, miró a su derecha para encontrar a Lucas tumbado sobre el césped. Aún dormía. No pudo evitar sonreír y seguir con la vista puesta en él durante algunos segundos más. Después la desvió hacia la mochila para buscar el móvil y averiguar qué hora era. A juzgar por los colores que se mezclaban sobre sus cabezas, bastante tarde. Lo comprobó. Eran las siete y cinco. Recordó que su amigo le había dicho aquella mañana que el jardín cerraba a las ocho. Como estaban tan cerca de la salida que incluso podían verla desde allí no lo despertó, y caminó hacia el columpio con la nostalgia abrazada a su semblante. Los columpios le provocaban esa añoranza... Y le gustaba, le resultaba muy reconfortante.

Las pocas personas que quedaban en el parque se marcharon no mucho después, pero ella continuó balanceándose y pensando en todo lo que estaba sucediendo en su vida últimamente. Demasiadas cosas como para no hacerse preguntas... Demasiados sentimientos que no era capaz de comprender... Y el tiempo avanzaba con demasiado apremio... tan rápido que todo parecía amontonarse impidiéndole ver con claridad. Su corazón estaba ilusionado, y no iba a negar que la causa de ello era Lucas... Pero cuando lo pensaba detenidamente se sentía tan extraña... De cara al mundo la amistad era el límite entre los dos, y era cierto que no necesitaba más. Pero era un engaño, un engaño hacia ellos mismos, creer que eso era todo. Porque realmente... ¿qué es lo que establece ese límite, esa frontera entre amistad y amor? ¿Qué diferencia hay entre una pareja de novios y entre dos amigos...? ¿Los besos? ¿El sexo? No... ¡claro que no! Mucho más: intenciones, sentimientos, deseos... que, aunque contenidos, ahí estaban. Y no le importaban los besos, ni el sexo. Le gustaba la relación que tenía con Lucas. De amistad, de amor, o de lo que fuera. Le gustaba y no encontraba la necesidad de ir más allá. No es que no quisiera besarlo... pero, ¿entonces? ¿Acaso era tan ingenua como para pensar que renunciando a unos simples besos evitaría que Natalia sufriera? No... sabía que no era eso lo que dolía a su amiga. Era todo lo demás, lo de verdad significativo y a lo que no se sentía capaz de decir “no”. Quizás porque no terminaba de comprender... ¿por qué hacerlo?...

Por qué decir “no” al amor...

Pero... por otro lado no podía ignorar las palabras que Lorena le había dicho el día anterior en su casa. ¿Cuánto podría durar algo así, un amor así? Para ella lo que tenía con Lucas, lo que “podía” compartir con él, era más que suficiente... si apuraba incluso más de lo que debería permitirse si de verdad le importaban los sentimientos de su amiga.

Pero... ¿y para él? Quizás él sí que necesitaba los besos, que habían quedado censurados por el límite que ella misma había impuesto tal y como a su propia conveniencia se le había antojado. Porque así era, estaba siendo muy egoísta. Puede que Lucas estuviese esperando una respuesta, y no iba a estar ahí para ella hasta el final de los tiempos, eso estaba claro... Y por muchos límites que pusiera, por muchos besos que no diera, estaba haciendo daño a su amiga. Pero, ¿es que había alguna manera de que nadie resultara herido de todo este asunto? Porque a ella no se le ocurría nada prometedor... ¿tan mal estaba haciendo las cosas como para que el remordimiento le pesara tanto? Probablemente.

¿Qué era más importante, su propia felicidad y la de Lucas, o la de Natalia... la felicidad de dos personas o la de una? Era evidente qué lado de la balanza pesaba más... o tal vez no... ¿Acaso la lucha de su amiga durante aquellos últimos diez años, su ya experimentado amor por él, tenía menos fuerza que los sentimientos surgidos recientemente entre ellos dos, sentimientos inexpertos aún si se comparaban con los de Natalia? Y también sin compararlos...

Pero era de felicidad de lo que estaban hablando... Y en ese caso, ¿iba a ser Nat feliz por mucho que Ruth y Lucas renunciaran el uno al otro? ¿Podía hacer feliz a alguien luchar eternamente por algo sin conseguir su recompensa?

Suspiró y elevó la mirada hacia el cielo. Ya había anochecido y el ambiente olía a humedad. Temió que empezara a llover de un momento a otro, así que decidió que era hora de despertar a su amigo. Cuando miró hacia él lo encontró despierto, sentado en el césped dejando caer el peso de su cuerpo sobre una mano, con la cámara en la que le quedaba libre y enfocando hacia ella. Sonrió al ver que había sido descubierto, pero no se detuvo.

-¿Estás grabando? - quiso saber Ruth algo inquieta.

No sabía qué aspecto podía tener después de haber pasado todo el día caminando por el bosque y con tan pocas horas de sueño.

-Haz como si nada – le pidió divertido.

La chica paró el columpio con ayuda de los pies, e ignorando las palabras de su amigo caminó hacia él, le quitó la cámara con suavidad y empezó a grabarlo. Lucas utilizó la mano para taparse.

-No, no, ahora no te tapes – y se estiró para retirar su escudo, agarrándolo por la muñeca y sin dejar de filmar.

Un cosquilleo le recorrió el cuerpo al encontrarse de nuevo con aquellos ojos dorados, y se sonrojó sin remedio. El chico ignoró la cámara y miró hacia el suelo, sin perder la sonrisa, con los brazos apoyados sobre las rodillas. Ruth no perdió detalle en su grabación.

-¡Haz algo! - imploró al ver que entre su video y una fotografía no había gran diferencia - ¡Canta!

-¿Para qué? - rió Lucas – si lo que quiero es que te aburras y dejes de grabarme.

-Pues espera sentado...

-Eso hago.

-Te advierto que seguiré grabándote hasta que te rindas y cantes algo.

-Algún día se acabará la batería.

-Si esperas hasta entonces tendremos que dormir aquí.

El chico se echó hacia atrás hasta quedar tumbado, y Ruth lo siguió con la cámara.

-No me importaría. ¿Y a ti?

Tiró suavemente de su brazo para tumbarla junto a él, quedando sus cabezas muy cerca la una de la otra. Un rostro frente al otro. Ruth paseó la mirada de los labios a los ojos, y de los ojos a los labios...

-Tampoco... - respondió en un susurro.

Lucas apoyó su frente contra la de ella.

-Ruth – pronunció su nombre con dulzura.

-¿Qué? - casi fue un suspiro...

-¿Te puedo besar?

Silencio. La chica se humedeció los labios, aunque él no se atrevió a tomárselo como un “sí”, y esperó paciente a obtener una respuesta más clara. Ruth sintió cómo su corazón le suplicaba dentro del pecho que dijera que sí de una vez. Su conciencia, en cambio, la obligaba a negarse... Sabía que era eso lo que tenía que hacer.

Pero esta vez fue el corazón el vencedor del primer asalto.

-Sí – dijo finalmente, nerviosa, muerta de miedo.

Tanto, que cuando él se acercó para besarla retiró la cara. El chico rió.

-Ya veo que no hablamos el mismo idioma.

Aunque no había perdido la amabilidad y dulzura de la voz, su decepción era más que evidente. Ruth quiso explicarle que le bastaba con estar junto a él como esos últimos días... pero prefirió guardarse ese pensamiento para sí, porque estaba claro que a Lucas no le ocurría lo mismo.

Y en ese instante comenzó a llover.

-Será mejor que nos vayamos...

Ruth asintió y se puso en pie. Se dio cuenta entonces de que la cámara aún estaba grabando...