¡Visita mis otros blogs!

domingo, 2 de octubre de 2011

Capítulo 57

Una despedida abre el camino, quizás entre lágrimas, hacia un comienzo”


Después de levantarse encendió el ordenador. Era tarde, y ya no le merecía la pena desayunar. Esperaría a la hora de comer. La noche anterior se había acostado tarde y, además, el día había resultado tremendamente agotador: ¡Había escapado del instituto por la ventana!

Recordó que Lorena le había dado su cámara para que subiera las fotos del concierto a Tuenti, ya que ella tenía un problema con la conexión a Internet y no sabía cuánto podrían tardar en arreglarlo. La conectó al ordenador y copió todas las fotos en una carpeta. Mientras se subían las fotos a Tuenti, echó una ojeada y descubrió que una gran parte de ellas era de The Muckers. Sonrió. Terminó viendo fotografías antiguas. Había muchas de los ensayos, alguna que otra en el instituto, también de Nochevieja... Más abajo vio que había un vídeo. Lo pensó un segundo y después hizo doble clic para abrirlo con el reproductor.

Observó aquel parque bajo un cielo nublado, que se movía por culpa del mal pulso del cámara. No tuvo que fijarse mucho para reconocer aquel lugar: el jardín botánico. Pronto se vio a ella, balanceándose en un columpio, de espaldas. Una voz, la voz de Lucas, empezó a decir algo susurrando, y tuvo que subir el volumen del ordenador para poder entenderlo.

Son las... siete y cuarto de la tarde, y me da a mí que está a punto de ponerse a llover. Mmm... a Ruth no parece importarle demasiado. Cuando te balanceas en un columpio todo importa un poco menos. ¡Vaya! Me recuerda a esa niña pequeña que me obligaba a empujar su columpio con fuerza en el parque, hace ya muchos años. “¡Más fuerte!”, decía, y levantaba un brazo, como intentando coger el cielo. Me pregunto si era eso lo que pretendía. En realidad... estos años no la han cambiado mucho. Recuerdo que entonces, cuando la veía jugando en el parque, me decía a mí mismo que seguramente toda la luz del mundo provenía de ella... No sé si sería sincero por mi parte decir que son cosas de niños. La verdad es que sigo pensando lo mismo.

Aquella última frase le llenó los ojos de lágrimas, y sonrió en la tranquilidad de su habitación. El Lucas del vídeo seguía hablando consigo mismo, con la sinceridad de quien no imagina que sus palabras serán escuchadas.

Me pregunto si recordará ella todo eso. ¿Qué estará pensando? De vez en cuando sonríe, así que supongo que será algo bueno. ¿Cómo es posible que no se haya dado cuenta de que la estoy grabando? Es un poco despistada... Pero me encanta eso de ella... Me encanta todo de ella. Me gustaría decírselo, pero... parece que tiene que haber entre nosotros un ordenador, o una cámara, para poder hacerlo.

En el vídeo, se vio a ella misma levantando la cabeza, mirando al cielo. Luego desvió la vista hacia la cámara.

¡Oh, oh! Parece que me ha visto..

¿Estás grabando? Era su propia voz, muy débil por la distancia que los separaba. Bueno, esa voz extraña que sabía que era la suya, pero que no se parecía en nada a la que escuchaba cuando hablaba normalmente.

Haz como si nada.

La Ruth del vídeo paró el columpio con los pies y comenzó a acercarse. Después un montón de colores se mezclaron sin tomar una forma, y recordó que fue entonces cuando le quitó la cámara de las manos y comenzó a grabarlo a él. Pero Lucas se tapó con una mano.

No, no, ahora no te tapes.

Siguió viendo aquellas imágenes, con los ojos vidriosos, hasta que la cámara dejó de enfocarlos a ellos y filmó la hierba verde del césped. Ya solo podía escuchar sus voces, pero eso fue suficiente para trasladarla mediante recuerdos a aquel lugar, a aquel momento.

¿Te puedo besar?

Suspiró. Ella ya sabía el final. Y no era un final con beso.


-¡Fuegos artificiales!

Todos se extrañaron por el saludo de Javi, que acababa de entrar en clase y soltaba su mochila a los pies de la mesa mientras se sentaba.

-¿Fuegos artificiales? – preguntó Ruth.

-Sí. Tu hermano y yo los hemos comprado por Internet.

-¿Mi hermano y tú habéis comprado fuegos artificiales por Internet?

-Algún día tenía que pasar – dijo Rebeca encogiéndose de hombros, sin desviar la vista de su cuaderno.

-¿Y podemos saber para qué? – rió Lucas.

-Ooh... No, no. Creo que no quiero saberlo – añadió Ruth, y después se ayudó de la calculadora para continuar con su problema de Física.

-Pues tápate los oídos. Vamos a lanzarlos en la fiesta de fin de curso.

Los tres miraron a Javi, dejando a un lado por el momento sus respectivas tareas.

-Vais a lanzar fuegos artificiales en la fiesta de fin de curso – repitió Rebeca analizando la frase en su cabeza.

-Exacto. Veo que lo has pillado.

Ella puso los ojos en blanco y volvió a centrarse en sus deberes.

-¿Y no se te ha ocurrido pensar que podrían expulsaros por hacer algo así?

-Si pillaran al responsable, sí. Y en ese caso, Víctor asumiría la culpa. Es su último año en el instituto, ¿recuerdas? ¡Va a ser genial!

-Me imagino la cara de los profesores... – dijo Ruth, visualizando a Francisco Jiménez con su rostro crispado bajo la luz de colorines de los fuegos. Soltó una carcajada –. Sí, tienes razón: va a ser genial.

A él pareció encantarle su comentario.

-Lo tenemos todo pensado. Será al final de la fiesta, después de la charla y todo eso. – Al decir lo de la charla, miró directamente a Lucas, quien dejó escapar un largo y sonoro resoplido.

La profesora de inglés era la encargada del discurso que se daba todos los años al finalizar el curso, y había escogido a Lucas, su mejor alumno, para que lo escribiera ese año. Él no había rechazado la proposición, pero lo cierto es que estaba un poco agobiado con el tema, porque no se le ocurría nada que decir delante de seiscientas personas sin que resultara aburrido.

-¿Y no será peligroso?

-Qué va. Son fuegos pequeñitos... El presupuesto no daba para mucho, ¿cuánto te crees que cuestan los fuegos artificiales? Los lanzaremos desde la pista de fútbol.

-Estáis locos.

Estaban locos, pero no cabía duda de que la idea resultaría ser un éxito entre los estudiantes, aburridos de charlas, cerveza sin alcohol y discursos interminables.


El mismo día de la fiesta, los alumnos de bachillerato decidieron reunirse por la tarde para preparar el gimnasio, el lugar elegido para la celebración. Acudieron casi todos, pero Lucas fue uno de los poco que prefirió quedarse en casa.

-No ha venido – le explicaba Ruth a unos compañeros de clase, que le habían preguntado por él –. Todavía no ha terminado de escribir el discurso, así que se ha quedado en casa.

-Bueno, pero vendréis esta noche, ¿no?

-Claro. Nosotros dos llegaremos un poco antes de la hora... Los profesores le han pedido que viniera pronto, y yo... bueno, le haré compañía para que no se aburra mientras tanto. – Sonrió. La verdad es que le hacía mucha ilusión que Lucas le hubiese pedido que lo acompañara.

-¡Ruth! – exclamó Lorena, que acababa de llegar y corría hacia ella – Antes de que se me olvide. Me ha pedido mi hermano que te diga... que en vez de a las nueve y media... a las nueve en el parque del Golden River. – Pronunció las palabras de memoria.


“Así que a las ocho en el Golden River, ¿eh?” pensó Eva mientras se alejaba de allí, retorciéndose un rizo. Disimuladamente, se acercó a la montaña de bolsos y mochilas que había junto a la puerta, y buscó el bolso de Ruth, asegurándose cada dos segundos de que nadie se daba cuenta de ello. Le costó encontrarlo, pero al fin se hizo con él. Buscó nerviosa su móvil, y cuando lo encontró se fue de allí, a un lugar más escondido.

Lo siento, pero al final no voy a poder estar a esa hora. He quedado con Ismael para ir a la fiesta con él. Nos vemos esta noche.


Lo releyó para saborear un poco más las palabras, y lo que ellas conllevarían. Se preguntó si serían creíbles, pero no se preocupó por eso. Cuando alguien recibe un sms, no se le pasa por la cabeza pensar que otra persona le ha robado el móvil.

Buscó a Lucas entre los contactos, y descubrió que la chica había dibujado con signos de puntuación una carita sonriente detrás del nombre.

“¡Qué tierno!” pensó.

Enviar.

Regresó al gimnasio, intentando ocultar la satisfacción que sentía, y devolvió el teléfono a su sitio. Nadie se dio cuenta de nada.

Ya solo quedaba hablar con Ismael. Y con un poco de suerte, su idea incluso le parecería interesante.


Volvió a leerlo, incapaz de creer lo que veían sus ojos. Pero no lo había entendido mal, ni había forma de malinterpretar ese maldito sms.

Estrelló el móvil contra la pared, mientras un gruñido le hacía vibrar la garganta. Vio cómo saltaba en mil pedacitos, pero no le importó. A la mierda el móvil. Y el mensaje. Y Ruth. ¡A la mierda la fiesta! Por desgracia, ya era demasiado tarde para negarse a dar el discurso. Podría decir que estaba enfermo, pero se estaría comportando como un cobarde. Iría allí, hablaría, y se marcharía antes de poder encontrarse con ella. Con ellos. Porque iban a ir juntos...

Se sentó sobre la cama, alterado, y se paseó los dedos por el pelo, intentando encontrar una explicación a todo. ¿Cómo podía haberle hecho eso? ¿Por qué? Si hacía tan solo unas horas las cosas estaban bien entre ellos. ¿Por qué había decidido ir con Ismael en vez de acompañarlo a él? ¡Con Ismael! ¿Por qué se había mostrado tan fría en el sms? ¿Qué había podido pasar en tan poco tiempo que le hiciera cambiar de idea de manera tan radical?

Quiso volver a leer el mensaje, convencido de que algo fallaba, pero ya era demasiado tarde.

2 comentarios:

  1. Pero que p...!! No me lo puedo creer!! Y pobre Lucas! Espero que se arregle :)
    Gracias por el capi :P
    Besos

    ResponderEliminar
  2. Aii madre!! odio estas cosas que hace Eva eh??... joer la metía dos sopapos y pa casita maja! xD

    Me encanta el capítulo! además sabes transmitirlo genial!! =D

    ResponderEliminar