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domingo, 4 de septiembre de 2011

Capítulo 49

Me encantan esos primeros días. Cuando sientes mariposas en el estómago todo el tiempo. Cuando cualquier cosa que te diga te hará sonreír. Cuando nada puede arrebatarte la felicidad. Cuando verle aparecer es lo más importante del mundo y puedes escuchar tus latidos por encima del ruido más atronador. El amor es genial”


Se lanzó sobre la cama y Kahlúa rebotó en el colchón, a su lado. Le había llevado un buen rato ordenar su habitación, pero al fin había terminado. Estaba impecable. Y Lucas llegaría en cualquier momento, porque el reloj marcaba las cinco en punto.

Sonrió cuando escuchó el timbre y bajó corriendo las escaleras para recibirlo. Allí estaba... al otro lado de la puerta, tan guapo como de costumbre. El pelo, que le había crecido un poco en los últimos meses, le caía sobre la frente sin llegar a rozar las cejas, y lo llevaba desordenado. Se había remangado la sudadera por debajo del codo, dejando ver el reloj, y la mochila colgaba de un hombro.

Sus ojos dorados se posaron durante un momento en los pantalones cortos de andar por casa que llevaba Ruth, y que dejaban ver las piernas prácticamente enteras. La sudadera (que era de su hermano) tapaba gran parte de los pequeños pantaloncitos. Llevaba el pelo recogido con una pinza, y un poco alborotado. Estaba guapísima.

-¿Te peleaste mucho con tu padre anoche? – preguntó una vez estuvieron en la habitación. No habían hablado de ello en el instituto. Soltó la mochila sobre la cama, junto a la de Ruth.

-No mucho. La verdad es que esperaba que fuera bastante peor.

Se quedaron callados un rato, hasta que Lucas se decidió a hablar.

-Bueno, ¿empezamos?

-Sí. ¿Dónde nos ponemos? Había pensado que en el suelo estaríamos mejor que en la mesa... como es de madera no está muy frío. Y así tendremos más espacio.

-Perfecto. En el suelo entonces.

En cuestión de un momento habían llenado de libros, apuntes, cuadernos y bolígrafos casi todo el suelo. Aguantaron estudiando más de una hora, pero llegados a ese punto, Ruth suspiró, con dolor de cabeza.

-¿Descanso?

-Vale. Te lo has ganado.

-Nos lo hemos ganado – corrigió ella riendo.

Decidieron aprovechar ese ratito para merendar, así que bajaron a la cocina a por pasteles y batido y lo subieron todo a la habitación. Hicieron sitio retirando la montaña de cosas que había sobre el suelo y se sentaron uno frente al otro, dejando entre ellos la merienda. Sum41, Billy Talent y The Offspring llenaron el dormitorio con su música.

Cuando Ruth se levantó con el vaso lleno en la mano para cambiar de canción, tropezó con el estuche y su batido de chocolate terminó en la sudadera de Lucas, formando una enorme mancha que ocupaba toda la parte del abdomen. Para colmo, la sudadera era blanca.

-¡Oh, mierda! ¡Lo siento! – se disculpó ruborizándose y dejándose caer de rodillas junto a su amigo, para ver qué podían hacer con aquel desastre.

-Tranquila... son cosas que pasan.

-Quítate la sudadera, anda... Si dejamos que se seque no tendrá remedio.

Mientras él hacía lo que le pedía, Ruth fue en busca de una caja de pañuelos y gastó la mitad en recoger el batido del suelo.

-Me temo que también se ha manchado la camiseta.

La chica lo miró sin saber muy bien qué decir. Le daba un poco de vergüenza pedirle que se quitara también la camiseta. ¿Pero qué otra cosa podía hacer?

-Bueno, quítatela. – Sintió que la cara le ardía, así que siguió con la mirada puesta en el suelo, pendiente de la mancha que intentaba hacer desaparecer a base de pañuelos –. Ahora te doy ropa de mi hermano. De verdad que lo siento...

Le resultó inevitable mirar discretamente cuando Lucas se despojó de la camiseta.

-Espera, te ayudo – se ofreció él antes de que la puerta se abriera de golpe y entrara el padre de Ruth.

Hasta ese momento ninguno de los dos se había percatado de que la posición en que ambos se encontraban podría haber sido perfectamente malinterpretada. Y sumando que Lucas estaba semidesnudo, era comprensible que el hombre, que acababa de entrar en la habitación y era la espalda del chico lo primero que vio, pensara lo que pensó.

Ruth se puso en pie de inmediato, y sintió el corazón y el estómago en la boca.

-Papá, no estábamos haciendo nada.

-¿Qué diablos haces desnudo en mi casa? ¡En el cuarto de mi hija! ¡Sinvergüenza! ¡Pervertido!

-Papá, no es lo que estás pensando... – Hizo lo posible por parecer tranquila.

-¡Vístete y lárgate!

El pobre chico se dispuso a obedecer, pero Ruth le arrancó la ropa de las manos, poniendo los ojos en blanco.

-¡Mira! – gritó, consiguiendo por fin captar la atención de su padre, que daba la impresión de que estallaría en llamas de un momento a otro. Extendió la sudadera mostrando la enorme mancha de chocolate – Le he tirado el batido encima sin querer. Eso es todo. Y yo estaba limpiando el suelo. ¿Lo ves? – Y señaló con la mano el montón de pañuelos que había a sus pies.

Ahora el hombre parecía avergonzado, pero la ira permaneció en su rostro, los ojos crispados.

-Lo siento, hija. ¡Pero no quiero más torsos desnudos en mi casa! ¿Entendido? Así que vamos, chico, ponte algo de Víctor ahora mismo. – Lucas asintió con un gesto rápido –. ¿Y tú no vas muy fresca?

-Adiós, papá. Y prueba a llamar a la puerta. No me gustaría que nos sorprendieras haciendo algo de verdad la próxima vez.

Casi se le salen los ojos de las órbitas.

-Solo era una broma – explicó con una sonrisa.

Después de eso su padre les dedicó una última mirada y cerró la puerta tras él, dando un leve portazo. Antes de que pudieran decir nada se asomó de nuevo.

-Y súbete los pantalones. Nunca entenderé esa manía que tenéis los jóvenes de ahora de llevar los calzoncillos al aire – añadió, y luego se marchó definitivamente.

-Creo que me odia – sentenció Lucas llevándose la mano a la frente.

-Ya se le pasará.

Esta vez no se molestó en disimular su atención puesta en el abdomen descubierto del chico, ni la sonrisa que se formó en sus labios.

-Oye – susurró él acercándose –. ¿En serio bromeabas cuando has dicho lo de que podría pillarnos la próxima vez?

-Sí – rió ella.

Se miraron un momento a los ojos, pero después Ruth no pudo remediar bajar de nuevo la mirada. Su cuerpo era perfecto, y su piel parecía pedir a gritos que la tocaran. No se dio cuenta de que sus manos le recorrían la clavícula y bajaban hasta el pecho hasta que no vio la expresión de sorpresa que se formaba en el rostro de Lucas.

Él la atrajo hacia sí rodeándola por la cintura bajo la sudadera, que se arrugó en varios pliegues encima de sus brazos, y después le besó suavemente la mejilla izquierda, cerca de la comisura. Ruth sintió un escalofrío, y se percató entonces de que sus dedos trazaban una línea fina y tenue sobre su espalda.

Le temblaba la respiración.

Le temblaba el cuerpo entero.

Y el corazón dentro del pecho también.

Miró hacia abajo cuando sus pies se toparon con la ropa de Lucas, que él retiró de una patada. No quería que terminara aquel momento.

Volvió a besarle la mejilla, pero esta vez sus labios se deslizaron hasta el cuello. Ella cerró los ojos, sintiendo un cosquilleo que le atravesó la médula y le llegó a la nuca. Sus mejillas se rozaron, y respiró su aroma.

-Qué bien hueles. – Las palabras le salieron solas y pensó que el silencio habría sido la mejor opción. Su voz le recordó al despertador que rompía sus sueños todas las mañanas.

-Tú también. – La respuesta le acarició la piel y se estremeció.

Caminaron unos pasos hacia atrás, hasta que la cama les impidió continuar, y Ruth se dejó caer arrastrándolo con ella. Cuando lo tuvo encima bajando la cremallera de su sudadera terminó de despertar, regresando de golpe a la realidad.

Se sintió una extraña y, por un momento, también él se lo pareció.

Lucas notó de inmediato el cambio en su expresión, así que dejó lo que estaba haciendo y se puso en pie. Se hundió los dedos en el pelo de la nuca, de abajo a arriba, y la miró con gesto inocente. Quizás disculpándose por algo de lo que él no era culpable.

-Creo... creo que ya hemos descansado lo suficiente – dijo Ruth aclarando la voz y levantándose. Se estiró la sudadera y tiró de la cremallera hacia arriba –. Metamos tu ropa en la lavadora y sigamos con francés...

6 comentarios:

  1. Genial! :D Cada vez es mejor, sigue así! :)

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  2. Dios que capitulo mas intenso jaja me ha encantado sobre todo con el padre :D
    Y que decir de la descripcion de Lucas, cada vez adoro mas a ese chico, es tan mono.
    Muchisimas gracias por subir el capi :P
    Besos.

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  3. Y hoy se me ha puesto la piel de gallina y los pelos de punta. Me he quedado alucinada con este capítulo y has hecho que me metiese en la piel de Ruth... Madremía!

    Gracias por el capítulazo!

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  4. Ufff, increíble. Ha sido super inteso. Me encanta e.e Aiii, a ver qué pasa la próxima vez... por que habrá próxima, verdad? :)
    B

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  5. Hola :)
    me gusta mucho tu blog, una historia fascinante.
    yo tambien tengo una en mi blog, si quieres pásate
    http://datingonthedarklove.blogspot.com/

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