“Quisiera abrazarte como hace algún tiempo... y decirte lo que ahora soy”
Lucas se encontró con sus amigos muy cerca del videoclub, adonde habían decidido acudir en busca de la película que iban a ver aquella noche. Sabía que lo que su hermana le había pedido (que escogieran una que no fuese de miedo) no resultaría fácil, sobre todo cuando Víctor y Javi habían sido desde siempre unos fanáticos de estas películas. Y preferir cualquier otro género en una noche de cine casero era, claramente, violar esa tradición que entre los tres habían forjado, porque Lucas también pertenecía a esta vieja costumbre.
Al final fueron ellos quienes lograron persuadirlo, así que se fueron de allí con La Huérfana en las manos, una película a la que Víctor tenía ganas desde hacía bastante tiempo. Así que Ruth tendría que conformarse.
Eran cerca de las diez, así que decidieron pasarse por la pizzería antes de regresar. Como no sabían qué pizzas preferirían las chicas, las llamaron para consultárselo, y una vez comprada la cena, caminaron hasta el coche de Javi, dos calles más allá, para volver. Se sorprendieron mucho cuando, al doblar una esquina, se encontraron de frente con Natalia y Gloria. La primera les ofreció una sonrisa nerviosa, aunque cariñosa, y su amiga en cambio agachó la cabeza, dejando la mirada escondida bajo su espeso flequillo. No quería cruzarse con los ojos de Lucas en ningún momento, aunque eso no habría ocurrido tampoco de no haber ocultado el rostro.
Él sabía que Gloria había evitado que se cruzaran desde aquella noche en la que decidió presentarse en su casa, hacía algunas semanas, empeñándose en recordar los lacerantes recuerdos que ella sola había ido construyendo en el pasado y que desde hacía mucho no torturaban la mente de Lucas. Por eso, porque sabía que ella, de pronto, después de tanto tiempo, empezaba a sentirse avergonzada por lo que un día hizo, prefirió ignorar su presencia para cumplir el deseo que tenía la chica de no encontrarse nunca más con él.
Lo cierto es que si Natalia no hubiera esculpido esa armoniosa sonrisa en su rostro, la situación habría resultado bastante incómoda. No esperaban aquella reacción por su parte, pero llenó de alegría a los chicos, y respondieron con otra sonrisa. Víctor incluso sintió el impulso de abrazarla, impulso que se obligó a contener, entre otras cosas, porque tenía las manos ocupadas con las cajas de la pizzería.
-¡Vaya! ¡Cuánto tiempo, chicos! - exclamó Nat tras unos segundos en los que nadie supo qué decir.
¿Cuánto tiempo hacía que no se mostraba tan alegre? A pesar de eso, Javi no pudo evitar darse cuenta al ver los ojos de la chica de que dos pensamientos opuestos se enfrentaban en su cabeza. Su mirada paseaba una y otra vez desde la cara de Víctor y Javi hasta la camiseta de Lucas. Quería mirarlo, pero no se atrevía del todo. Estaba nerviosa.
-¡Demasiado! ¿Cómo te va? - se interesó Víctor.
A pesar de la alegría de ambas partes por el reencuentro, el aire estaba impregnado de esa falta de confianza que aparece cuando llevas mucho tiempo sin ver a una persona.
-Creo que bien.
-¿Crees?
Natalia se echó a reír.
-Creo.
Tras decir esto, como si la palabra le hubiese dado el valor necesario, alzó la mirada hasta el rostro de Lucas, para descubrir esa maravillosa sonrisa que siempre la había hecho estremecerse. Parecía contento de volver a verla. Claro, ya le había dicho la otra vez que la echaban de menos. Ese pensamiento le aceleró el pulso y la sangre se empezó a acumular en sus mejillas.
-Pues yo lo que creo es que deberíamos quedar un día todos, como antes, ¿no te parece? - propuso Víctor.
Nadie dijo nada, pero todos comprendieron el gesto de Natalia, que de pronto se tornó preocupado al girar levemente la cabeza hacia Gloria, quien aún estaba oculta en su flequillo. Desde luego, no habían elegido el momento propicio para hablar de eso.
-Y podría venir Gloria también.
Esta segunda sugerencia sorprendió a todos, también a la aludida, que desvió su atención puesta en el suelo, para centrarla ahora en Javi. Lucas alzó las cejas y miró hacia otro lado, desaprobando discretamente la invitación de su amigo.
-No, pero gracias de todas formas.
-Bueno, pues entonces a ver si hablamos otro día más tranquilamente. Tenemos que irnos, y creo que vosotros también – añadió Natalia señalando las pizzas que sostenía Víctor, y recuperando la sonrisa.
Tras despedirse, los chicos continuaron su camino hacia el coche de Javi, en silencio, hasta que éste habló:
-Vaya, hoy Nat parecía la misma de siempre. Me ha recordado que la echo de menos.
-Sí, hacía tiempo que no la veía sonreír así – intervino Víctor.
Y Lucas pensaba lo mismo. Le alegraba haberla visto tan bien, pero al mismo tiempo le producía confusión. No hacía tanto tiempo que habían hablado en el patio del instituto. Aquella vez se había negado a volver, algo la oprimía impidiendo que las cosas pudieran ser como antes, y en cambio ahora parecía dispuesta incluso a quedar con ellos. Porque a juzgar por su expresión, por su sonrisa, no lo había dicho solo por educación. Algo había cambiado, algo había hecho que volviera a ser la Natalia que siempre había sido, o al menos eso le había parecido. Y realmente no importaba tanto cuál fuera ese motivo.
Natalia paseaba despacio junto a Gloria, sin hablar, inmersa cada una en sus pensamientos. Le había gustado ver de nuevo a los chicos, y ver también que no le guardaban rencor por haberse alejado tanto de ellos. De pronto deseó enormemente que las cosas volvieran a ser como antes. Y todo era gracias a la conversación que había tenido con Ángel aquella misma tarde. ¿Cómo le podía haber abierto tanto los ojos un chico al que apenas conocía? Ni siquiera era capaz de comprender la sensación que le producía el estar con él, esa confianza que sentía a su lado y que le había llevado a confesárselo todo... todos los problemas con sus amigos, lo que sentía por Lucas... todo. Y él le hizo comprender que darse otra oportunidad no iba a hacerle ningún mal. “¿Y si me rechazan? Estarán dolidos conmigo”, le había dicho ella. “Estoy seguro de que te recibirán con los brazos abiertos”, fue la respuesta de Ángel. “Eso es lo que hacen los amigos”.
Gloria no parecía tan contenta como Nat. Esa expresión apagada que había ensombrecido su rostro desde la discusión que tuvo con Eva en el recreo estaba allí de nuevo. Natalia había escuchado una versión no muy detallada del motivo que la estaba torturando. Le había contado que hacía algún tiempo tuvo un problema con un chico del que aún seguía enamorada, pero que él la detestaba después de lo que ocurrió, que nunca la había personado. Lo que no sabía es quién era ese chico.
-Gloria, ¿estás bien? - preguntó preocupada.
-No... - cerró los ojos con fuerza y después volvió a abrirlos. - Natalia, si no te lo digo ya no sé...
-¿El qué?
Nat se detuvo, asustada, empezando a comprender.
-¿Recuerdas el chico del que te hablé?
Un suspiro fue la única respuesta que obtuvo. Y también una sonrisa comprensiva que no llegó a ver, puesto que estaba unos pasos por delante de Natalia, de espaldas.
-Es Lucas – dijeron al unísono.
La risa de Natalia sorprendió a Gloria, que se dio la vuelta y comenzó a reír con ella, sin saber muy bien cuál era el motivo de su diversión.
-Menuda cola tiene tras él, ¿eh? - observó Nat, acercándose a su amiga para rodearla con el brazo y darle un beso en la mejilla. - Pero no te preocupes... Lucas no te odia. Él nunca ha odiado a nadie. No creo que sepa cómo se hace eso.
-Gracias – dijo Gloria, conmovida por la actitud de la chica.
Y Natalia sonrió, a pesar de que lo único que deseaba en ese momento era echarse a llorar. La envidiaba tanto que eso era lo único que quería: llorar. Llorar hasta dejar fuera de ella la última gota de impotencia. Y no era solo envidia lo que sentía, también odio por lo que hizo, por lo que le hizo a Lucas cuando él estuvo enamorado de ella. Si Natalia hubiese tenido la más mínima posibilidad de que le ocurriera eso, habría hecho lo imposible por lograrlo. Y Gloria había jugado con algo que era tan valioso. Algo con lo que ella había soñado durante años. Lo había tenido a su alcance y después dejado escapar. ¿Cómo tenía que ser que Lucas te amase con la mirada? ¿Qué puede haber mejor que eso? ¡¿Qué?! Nada. ¿Y cómo debe de sentirse alguien después de perder a alguien como él?
Lo supo al contemplar a aquella chica, completamente destrozada, y la furia que ardía en su pecho se extinguió. Había cometido un error, un error que, para su parecer, era imperdonable. Pero todos nos equivocamos... y no alguna vez, sino constantemente. Y comprendió que Gloria llevaba mucho tiempo pagando por ello.
Esperando a la Luna
Hace 12 años
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