¡Visita mis otros blogs!

sábado, 28 de mayo de 2011

Capítulo 24

“No permitas que la oscuridad de un paso más y la luz del cielo se apague. No dejes que sea ella quien camine por ti. Volverá el atardecer. Sí, volverá. Y bajo su fuego, envuelto en ardientes llamas, fuerte igual que ayer, estarás tú”
Para él... quien tantos sueños me ha regalado.


Eran cerca de las ocho. La gente caminaba por la calle, luciendo sus prendas de entretiempo. Por fin, después de un largo verano, les tocaba salir de los cajones y despedirse de sus perchas. Otoño. Olor a lluvia. Ruth respiró profundamente, y se guardó una sonrisa. Es triste, pero si sonríes cuando vas solo por la calle, la gente te observa como si estuvieses loco.
Se dirigía a casa de Lorena. A su espalda llevaba colgada una mochila donde había guardado su pijama, cepillo de dientes, y todo lo que se necesita para pasar una noche fuera de casa. Se había duchado antes de salir y el pelo, todavía húmedo, le caía sobre su cazadora negra de piel sintética. Aunque le hubiese gustado ponerse unos botines que ya había sacado del armario de la ropa de invierno, le pareció que era demasiado pronto, así que optó por ponerse sus gastadas converses. Tenían varios agujeros y la tela había dado de sí, pero no por ello dejaban de encantarle.
Acababa de doblar la esquina cuando de pronto, sentada en un banco al otro lado de la calle, vio a Natalia. Se detuvo en mitad de la acera, indecisa, mirándola. Sin embargo, ella no la había visto. Quería acercarse para que pudieran hablar, por fin. Hacía tanto tiempo... Era cierto que ninguna de las dos había llamado a la otra, ni tampoco se habían dirigido la palabra por MSN, ni en el instituto. Pero no podía verla en la calle, sola, sentada en un banco, y no acercarse. Era el mejor momento para hablar las cosas de una vez por todas. Estaba dispuesta a cruzar, cuando vio que un chico se acercaba a Natalia y le ofrecía un helado. Al hacerlo, ella levantó la cabeza. ¿Estaba llorando? ¿Quién era él? ¿Su novio? No... de ser así ella se habría enterado, ¿no? Gracias a Sandra González, no había nadie que no estuviera al tanto de la vida personal de todos y cada uno de los alumnos del instituto, e incluso de algunos profesores. Confusa, decidió que lo mejor era marcharse... pero se prometió a sí misma que hablaría con Natalia ese mismo fin de semana. No podían seguir así más tiempo.
Llegó a casa de Lorena dentro del tramo horario que habían acordado: de ocho a ocho y media. Últimamente no llegaba tarde a ningún sitio. Tuvo que tocar tres veces el timbre antes de que su amiga le abriera la puerta, mostrándole una enorme sonrisa como recibimiento.
-Estaba empezando a pensar que no ibas a abrirme – rió Ruth dándole dos besos. - ¿Qué hacías?
-Recoger un poco mi habitación. No sé qué habríais pensado de mi si hubiéseis llegado a verla en ese estado – soltó una carcajada.
Ruth echó un vistazo a su alrededor cuando entró en la casa. No había estado allí desde hacía bastante tiempo, pero todo parecía igual que la última vez. Respiró el olor característico de aquel hogar. Cada casa tiene su aroma, y aquel era muy acogedor.
-¿Dónde está Sara? Hace tiempo que no la veo – preguntó Ruth, intentando encontrar con la mirada al majestuoso Golden Retriever que tenían por mascota sus amigos.
-Está en el patio. Después la verás, ahora vamos a mi habitación para que sueltes todo esto – señaló la mochila que colgaba de la espalda de Ruth.
Subieron a la planta de arriba y, al llegar al final de la escalera, se abrió la puerta del cuarto de baño, situada a la izquierda, y salió Lucas, de modo que se encontraron de frente. Llevaba el pelo mojado y revuelto, y lo único que cubría su cuerpo era una toalla blanca que él mismo sujetaba a la altura de la cadera. Algunas gotas de agua resbalaban por los marcados abdominales del chico. Se acababa de duchar. Un agradable olor a jabón y agua caliente impregnó el ambiente.
-¡Hola, Ruth! - saludó con su habitual sonrisa.
Así como a ella encontrárselo de pronto, semidesnudo, le había puesto algo nerviosa, a él llevar el cuerpo cubierto tan solo por una toalla no parecía importarle lo más mínimo.
-Hola – respondió la chica desviando la mirada del esbelto torso de Lucas para terminar posándola en sus ojos.
Se miraron en silencio durante unos segundos, hasta que dieron un bote al escuchar los gritos de Lorena, que provenían del cuarto de baño.
-¡Joder, Lucas! ¿Tú qué pasa, que te duchas fuera de la bañera? ¡Has dejado el suelo perdido de agua! ¡Ya lo estás fregando!
-Pero si no me ha dado tiempo... - se quejó él en voz baja.
Después se encogió de hombros y se dirigió hacia su dormitorio, dejando tras él un pequeño surco de agua que Lorena contempló, resoplando, al salir del cuarto de baño. Aún así, no dijo nada más.
-¿Todavía no has soltado eso? - exclamó mirando a Ruth, quien no se había movido de su sitio, y seguía allí de pie, algo aturdida. - Vamos a mi cuarto, anda.
La invitada dio un saltito para esquivar el río que Lucas había formado en el suelo, y siguió a Lorena hasta su habitación, donde dejó la mochila. Después bajaron al patio para que Ruth saludase a Sara, a quien llevaba sin ver desde aquella noche en la que, paseando por el parque, se encontró con ella y Lucas, pocos días antes de que empezara el curso... y poco antes también de descubrir, y ni tan siquiera imaginar, que él fuera Lmusic. Desde el patio, lo vio al pie de la escalera, en el recibidor, preparado para marcharse. Caminó hacia a la puerta, para cambiar su dirección en el mismo momento en que llegó a ella, dirigiéndose esta vez hacia el patio.
-Lorena, me voy ya – anunció asomándose. La perra se escapó de las caricias de Ruth para acudir de inmediato junto a su amo, llena de entusiasmo. El chico se agachó para acariciar el lomo del animal y dirigió una sonrisa afectuosa a su amiga. Ella sonrió también. - Me llevo a Sara.
-Vale – respondió su hermana. - Ni se os ocurra traer una película de miedo, que nos conocemos. Ya sabéis que Ruth no las tolera mucho – la aludida miró a su amiga torciendo el gesto, con intención de recordarle que se encontraba allí, justo detrás de ella. Aunque lo cierto era que tenía razón: siempre que veía una película de terror le resultaba imposible pegar ojo durante toda la noche. - ¡Ah! Y dile a Javi que compre una botella de tequila, por favor. Que no se te olvide.
-¿Para qué? - replicó Lucas, pensando que aquello no sería una buena idea: no eran pocas las veces que una noche había terminado mal por culpa del alcohol y, siendo la fiesta en su casa, le hacía menos gracia todavía. Le había prometido a sus padres que encontrarían la casa tal y como la dejaron al marcharse.
-¿Para qué va a ser, Lucas?
-Yo no le voy a decir nada, así que si quieres tequila ve tú y te lo compras.
-A mí no me lo venden.
-Por algo será – ató con la correa a Sara, quien no mostró resistencia alguna. - Bueno, volveré luego con estos dos... ¿seguro que no queréis venir?
-¿A dónde vais? - intervino Ruth.
-No – respondió tajante Lorena, agarrando a su amiga del brazo. - Tenemos muchas cosas de qué hablar.
-De acuerdo – la mirada de Lucas se dirigió de nuevo a la invitada, y otra sonrisa se formó en sus labios. - Nos vemos luego, entonces.
En cuanto su hermano salió por la puerta, Lorena empezó a teclear en su móvil a una velocidad casi imposible.
-¿A quién escribes?
-A Javi – rió. Después sacó la lengua a su amiga. - El tequila entra en mis planes.
Ruth sonrió en respuesta, pero Lorena se percató de que algo rondaba por su cabecita, algo la tenía preocupada. Tenía la mirada distraída y no paraba de morderse el labio inferior. Era muy propio de ella comportarse así cuando se encontraba intranquila.
-¿Estás bien? - era muy poco frecuente obtener una respuesta negativa a esta pregunta, y no esperaba una excepción, pero Ruth reconoció al instante su inquietud sin necesidad de recurrir a la insistencia.
-He visto a Nat.
-¿Ah, sí? - aunque esa información en sí misma carecía de relevancia, Lorena sabía de sobra que la preocupación de su amiga iba más allá.
-Sí. La he visto... con un chico.
-¡Ah! ¿sí?
Esto si que la sorprendió. Caminaron unos pasos, despacio, hasta llegar a la escalera del recibidor, donde se instalaron para continuar la conversación.
-Sí.
-Pero... eso es bueno, ¿no? - Ruth se encogió de hombros. - ¿No? - volvió a hacer el mismo gesto y Lorena sonrió, agarrando la mano de su amiga.
Conocía toda la historia entre ella y su hermano, él se lo había contado, y era evidente que algo se cocía entre los dos. Sin embargo, Ruth parecía tener miedo, y estaba claro que era por Natalia. Quizás le daba miedo que, ahora que Nat había encontrado a otro chico, las cosas entre ella y Lucas fueran a más, pero, ¿por qué? En cualquier caso eso debería alegrarla, ¿no?
-¿Sabes una cosa? - preguntó Lorena con dulzura. - El amor es mucho más sencillo de lo que parece, y estar enamorado no tiene por qué complicarle la vida tanto a uno. Al contrario. ¿Qué hay mejor que eso?
-Y me lo dice alguien que tiene una relación sentimental perfecta.
-Precisamente porque ni tu hermano ni yo nos empeñamos en complicar las cosas.
-Y porque vuestra relación no daña a nadie.
-Supongo que tienes razón – admitió Lorena. - De todas formas, estar enamorado de alguien no te obliga a salir con esa persona, aunque sienta lo mismo por ti.
-Así es.
-Quizás incluso sea más fácil. Mantener viva una pareja a veces requiere esfuerzo, ¿no crees?
-Sí, eso es verdad.
-Aunque, por otro lado... - los ojos de Lorena buscaron los de su amiga, pero ésta los tenía clavados en el suelo, el rostro confuso. - ¿Cuánto tiempo puede durar eso?
Ruth se mantuvo en silencio unos segundos, antes de responder.
-También las relaciones de pareja terminan. Y dejan secuelas.
-Es verdad. Aunque también momentos inolvidables.
De nuevo el silencio, esta vez durante más tiempo.
-Natalia estaba llorando.

2 comentarios:

  1. Simplemente, genial!El tema de la historia es muy bueno y tu forma de escribir me encanta:) Sigue así y enhorabuena!

    ResponderEliminar
  2. ¡Muchísimas gracias Alejandra! ^^
    Espero que te siga gustando, un beso enorme :)

    ResponderEliminar