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domingo, 21 de noviembre de 2010

Capítulo 1

No sabría explicar lo que sentí al verte allí, sonriendo como siempre, después de tanto tiempo... Me pregunto si sabrías tú explicar lo que sentiste al verla allí, sonriendo como siempre, después de tanto tiempo”


Ruth pasó la toalla por su frente para secar el sudor y después vació de un golpe la botellita de agua que llevaba en la mochila. Estaba agotada. Natalia también.

Cuando salieron del gimnasio eran las ocho y media de la tarde y el sol aún brillaba con fuerza sobre sus cabezas.

-Puf... Vaya tardecita que hemos pasado. No vuelvas a pedirme que haga spinning, por favor. No me siento las piernas... – se quejó Ruth con una mueca de dolor. Su amiga soltó una carcajada y después resopló dándole la razón –. Por cierto, Nat, ¿hoy no tenías una cena o algo de eso?

-Sí, a las diez. Tengo que pasar por mi casa para ducharme. Puedes venir conmigo y, si quieres, acompañarme a la cena. Dúchate en mi casa y te presto algo.

-No... Yo también tengo una especie de cena familiar. Mi hermano va a llevar a Lorena a casa para presentársela a mis padres – Ruth rió mientras pronunciaba las últimas palabras –. Será divertido, mi hermano está muy nervioso.

-Pero si la conocen desde que era una niña.

-Bueno, para presentársela como tal... para, digamos, darles la noticia.

-¿Crees que también irá su hermano?

-¿Lucas? No – Ruth la miró alzando una ceja –. Ya me extrañaba a mí... que llevaras tanto tiempo sin mencionarle. Ya lo daba por olvidado.

-Ruth, por Dios, si llevo por él desde los seis años – exclamó poniendo los ojos en blanco de forma teatral –. Y mañana es el momento decisivo.

-¿El momento decisivo? ¿De qué hablas?

-Mañana por fin podremos ver las listas. Y este año sí caerá en mi clase, ya lo verás – se mordió el labio con ilusión y una sonrisa iluminó su rostro –. Eché la matrícula en ciencias solo para poder estar todo el curso junto a él.

-¡¡¿Que has hecho qué?!! – Ruth se detuvo, quedándose atrás. Un poco más adelante, su amiga hizo lo mismo y se volvió para mirarla –. ¿Se te ha ido la cabeza? ¿Ahora en vez de periodista quieres ser médico?

-No, yo no. Pero Lucas sí. Era la única manera de estar por fin en su clase.

-¿Y cómo estás tan segura de que este año será así?

-Una corazonada.

Ruth rió con ironía y enfado. No podía creer que su amiga tirase su futuro por la borda por un chico. Un chico que jamás había visto en ella algo más que amistad. Un chico que, aunque guapo, simpático e inteligente, solo era eso, un chico. Comenzaron a caminar de nuevo. Ahora Natalia parecía un poco avergonzada. Quizás aún estuviera a tiempo de arrepentirse.

-Pues es la corazonada más estúpida que has tenido nunca. Y ya es decir – dijo al fin Ruth –. De todas formas, probablemente todavía tenga solución todo este asunto.

-No voy a cambiar de idea. Comprendo que suena un poco… estúpido. Pero de verdad creo que esta vez todo va a salir bien.

Sus ojos negros brillaban llenos de esperanza. Al parecer estaba totalmente convencida, así que Ruth no quiso insistir más, le parecía inútil y se limitó a resoplar.

-La cena a la que vas es cerca de mi casa, ¿no? – preguntó cambiando de tema.

Ya estaban cerca del piso de Natalia.

-Sí, en el restaurante Fuente de Oro, o algo así. Es por el ascenso de mi padre, así que no será muy… divertida.

-Pues se me ocurre una cosa. Mientras te duchas puedo ir a meterle saldo al móvil, que no tengo un duro, y después paso a por ti para ir juntas a mi barrio.

-Me parece bien.

-Pues no te entretengas mucho, que nos conocemos. Ahora nos vemos – se despidió Ruth alzando la voz conforme terminaba la frase, porque cada vez se encontraba más lejos.

Se dirigía hacia la papelería más cercana cuando sonó dentro de su mochila un sonoro beso. Era su móvil, indicando que acababa de llegar un mensaje. Buscó hasta encontrarlo y lo leyó:


¿Dónde estás, princesa cibernauta? Hoy no te he visto conectada. Tengo ganas de hablar contigo. Te echo de menos. Un beso.


Ruth sonrió, parada en mitad de la calle, mirando embobada el móvil. El mensaje era de un chico con el que hablaba a través de Internet desde hacía poco menos de año y medio. Se conocieron en un foro de Sum41, el grupo preferido de ambos. Ella lo conocía por su nombre en la red: Lmusic, pero él nunca había querido confesarle su verdadera identidad. Desde entonces no hubo un solo día en el que no hablaran. Aunque nunca se habían visto, sus conversaciones eran muy divertidas y entre ellos había una confianza plena. Era un consejero estupendo y sabía escuchar. Bueno, en este caso leer. La verdad era que Ruth sentía algo por él. Se podría decir que estaba “un poco enamorada”, aunque era algo que no iba más allá de la pantalla del ordenador y, de vez en cuando, el móvil. Quería responderle, pero para ello tenía que cargar el saldo, así que siguió su camino hacia la papelería.


-¿Pero cómo se puede ser tan lenta? Vas a llegar tarde... ¡y yo también! – se quejaba Ruth desde el dormitorio de Natalia, que se estaba peinando en el cuarto de baño.

-¡No te enfades conmigo! No es mi culpa que se te haya perdido el móvil... – exclamó Nat mientras deslizaba el cepillo entre los mechones de su pelo marrón chocolate.

Ruth había perdido el móvil durante el trayecto hacia la papelería y, para colmo, no se había dado cuenta hasta después de haberle metido saldo. Diez euros de saldo. Diez euros perdidos junto con el móvil. Y encima no había podido responder a Lmusic. Vaya día.

-¡Pero sí tendrás la culpa de que llegue tarde! Te recuerdo que aún tengo que ducharme – gritó desesperada en respuesta a su amiga.

-¡Ya voooy! – Ruth se imaginó a Natalia poniendo los ojos en blanco mientras decía esto y sonrió.

Inconscientemente, agarró una goma del pelo que había encima de la cama de Nat, donde estaba tumbada, y empezó a juguetear con ella, dándole vueltas y más vueltas con los dedos. Pensaba en su cibernauta, que ahora mismo estaría esperando una respuesta al SMS. Una respuesta que no iba a llegar. Ruth suspiró y se preguntó, no por primera vez, cuál sería la razón por la que Lmusic siempre había rechazado la idea de mandarle fotos o, simplemente, decirle su nombre. Una parte de ella tenía miedo. Porque todo el mundo miente por Internet. Y él podría ser una de esas personas. Podría ser cualquiera. Según le había dicho, tenía dieciséis años, igual que ella, pero... ¿y si no era así? Podría ser un psicópata, un pervertido… ¡O peor aún! Pero era tan… encantador. Muchas veces había estado a punto de proponerle una cita. Conocerse en persona. No le importaba si era feo o guapo. Porque seguiría siendo su amigo cibernauta. Su mejor amigo. Pero, a pesar de todo, nunca había llegado a hacer esa proposición. Eso iba a cambiar. Le iba a pedir explicaciones. Después de tanto tiempo hablando se merecía saber su nombre o ver una foto, ¿no? Ruth se prometió a sí misma sacar el tema a relucir en cuanto hablara de nuevo con él.

-Bueno, ya estoy. ¿Nos vamos? – preguntó Natalia asomándose a su dormitorio, sobresaltando a su amiga e interrumpiendo sus pensamientos.

Ésta desvió la mirada hacia Nat. Llevaba un vestido rojo ceñido al cuerpo, que pronunciaba sus bonitas curvas y dejaba a la vista las largas y delgadas piernas de la chica. Unos taconazos de aguja remataban el modelito, tal vez un poco exagerado.

-Mm… ¡Qué sexy! – señaló Ruth mordiéndose el labio y riendo –. ¿Vas a ligarte a algún compañero de trabajo de tu padre, o qué?

-Ahora que lo dices… Hay un morenazo de ojos verdes que, si no fuera porque es calvo y tiene barriga cervecera…

Ambas rieron mientras salían a la calle, juntas, disfrutando, tal y como siempre había sido entre ellas. Quizás esto, como casi todo en esta vida, tuviera un final.


Mientras se acercaban al barrio de Ruth, Natalia la observaba. Siempre tan alegre, siempre tan radiante, siempre tan perfecta. Incluso en chándal, despeinada y con el maquillaje en todas partes menos donde debía estar, su aspecto era sobresaliente. Nadie era mejor que Ruth, mirándolo desde cualquier perspectiva. Todos los chicos que se cruzaban con ellas por la calle miraban, sin excepción. Pero, a pesar del vestido, de los tacones y del peinado, sabía que no la miraban a ella porque, aunque fuera desnuda, ellos seguirían mirando a Ruth. Esto siempre le había hecho sentirse inferior. Natalia no era fea, en absoluto, pero al lado de su amiga su belleza quedaba eclipsada. Y eso siempre se lo había puesto todo más difícil. Todo. Ella quería a Ruth, era su amiga, pero no le gustaba tener que conformarse con estar siempre por debajo, con ser siempre la segunda. Sus ojos se clavaron en la melena rubia de la chica, recogida en una cola alta, un poco desecha por el esfuerzo del gimnasio. Después miró su rostro. Su piel era rosada y suave. Tenía unos ojos verdes y brillantes, adornados por unas pestañas inmensas; nariz recta y pequeña, labios simétricos y rojizos. Sus pómulos siempre tenían color y cada vez que reía dejaba ver unos dientes tan blancos y perfectos… Contempló ahora su cuerpo. Tenía poco pecho, aunque eso en Ruth no era ningún defecto. Delgada, aparentemente frágil. Delicada. Como la porcelana. Sus piernas eran largas, en perfecta proporción con el tronco. Tenía muy marcados los huesos de la cadera y su cintura era estrecha. Pero lo mejor de Ruth no era el físico, que, sin lugar a dudas, rebosaba de poder, sino lo fácil que era estar con ella. Era una persona optimista, que siempre tenía una sonrisa preparada para cualquier circunstancia. Sabía escuchar y confiaba en casi todo el mundo. Era una buena persona. Y, a pesar de su belleza, de la que, inevitablemente tenía que ser consciente, no se lo tenía creído, ni utilizaba su atractivo físico como arma.

Natalia sonrió. Era normal que envidiara a su amiga, pero la quería y no la cambiaría por nada, por nadie. Era de las personas más importantes que había en su vida.

-… Y me ha dicho que me cortará el agua caliente cuando lleve diez minutos duchándome. Ya sabes cómo es mi madre – al parecer llevaba hablando ya un buen rato.

-Ah... – respondió Natalia, que se había perdido el resto de la historia.

-Oye, ¿no es ese el coche de Javi?

Natalia desvió la mirada hacia el lugar al que señalaba su amiga. Sí, efectivamente, aquel era el coche de Javi, el mejor amigo de Lucas. Una puerta trasera del vehículo se abrió y vieron salir a Lorena. Alcanzaron el coche, situado frente a la casa de Ruth, acelerando el paso. El corazón de Nat comenzó a latir con fuerza. ¿Y si…?

-¡Eh, rubia! – gritó alguien desde el interior del Ford Focus. Un segundo después las dos chicas vieron asomar por la ventanilla del conductor la cabeza de Lucas, que se había estirado desde el asiento del copiloto por encima de su amigo. Aquella llamada iba dirigida a Ruth. Natalia sintió una punzada en el pecho, como si una bala se incrustara de lleno en los pulmones y no le permitiese respirar.

-¡Hola, Lucas! ¿Tú también vienes a cenar? – preguntó la aludida, un poco extrañada, pero con una sonrisa en la cara.

Una sonrisa maravillosa.

-No. Solo hemos venido a traer a mi hermana. Ya sabes lo poco que le gusta andar – el muchacho observó riendo a Lorena que, desde la puerta de la casa de su novio, donde se encontraba apoyada a la espera de Ruth, le sacó la lengua –. Por cierto – continuó, volviendo de nuevo la cabeza y sacando aún más el cuerpo por la ventanilla –. ¿Sabes que este año estamos en la misma clase?

Al escuchar eso último, Ruth miró a Natalia casi sin darse cuenta, y detectó una nota de furia en su rostro, que en ningún momento le devolvió la mirada.

-Pero si las listas no las ponen hasta mañana – añadió Ruth haciendo que aquella frase sonara como una queja, casi como un reproche.

-Ya están publicadas en Internet – Lucas mostró una sonrisa estupenda, saboreando sus palabras.

Lorena observó entonces a Natalia, mientras se le escapaba un suspiro. Pobre chica. Tampoco aquel año iba a tener suerte, aunque nada habría cambiado de haber compartido clase con su hermano. Él nunca se fijaría en ella. Nunca. El corazón de Lucas ya tenía un nombre tatuado, imborrable, para siempre. Lo conocía, lo había visto en sus ojos... Casi pudo sentir la sensación que en ese instante recorría el cuerpo de Natalia. No era muy difícil de imaginar.

-Tú y yo estamos en otra clase, Nat – exclamó entonces Lorena sonriendo amargamente, consciente de que aquella confirmación no causaría más que daño en la pobre enamorada, de pie, pálida, rígida, con lágrimas contenidas presionando su cabeza, con aquel vestido alucinante, con aquellos zapatos vertiginosos, frente al chico al que siempre había amado, quien ahora dedicaba su mejor sonrisa a la causante de todos y cada uno de sus complejos: su mejor amiga.

5 comentarios:

  1. Hola¡¡¡ Hoy he empezado a leer este libro, Y ME ENCANTA¡¡¡¡ jajajja enhorabuena :) =)

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  2. genial!! =)
    Me he enganchado tanto!! me encanta el primer capitulo =P Lo leo todos los días pero como no tenía blog no podía dejarte comentarios =P
    Ahora siip!! =)
    besazoos!! ^--^

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  3. wao tu historia es genial y me gusta tu manera de escribir :)

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  4. holaa!!! acabo de empezar a leerlo y lo adoro de verdad :) te sigo!!!!! ;) pasate cuando puedas por mi blog a ver si a ti te gusta :) http://laluzdemioscuridad.blogspot.com/ ya me diras que te parece ;)

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  5. Acabo de comenzar a leer y bien que me faltan muuuuuchos capitulos, pero tu fic tiene pinta de estar GENIAL! Felicitaciones :D

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