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domingo, 18 de septiembre de 2011

Capítulo 53

Cuando un sueño se cumple, deja de ser un sueño”


El tiempo pasaba rápido. Los exámenes se amontonaban. Y los días que quedaban para el concierto se agotaban. El segundo trimestre, a pesar de ser el más largo, transcurrió casi sin que se dieran cuenta, y sacaron tiempo de donde pudieron para los ensayos. Aprovecharon para ello las cortas vacaciones de Semana Santa, cada vez más nerviosos, y cada vez más cerca el gran día. Tenían un amplio repertorio de canciones de las que, finalmente, escogieron las tres que mejor sabían tocar: Skumfuk, tal y como tenían pensado, sería la primera (además Rebeca había accedido, cansada de la insistencia de Javi, a cantar la introducción); la seguiría Moron, también de Sum41, cuyo comienzo protagonizaría el bajista; terminarían con The Kids Aren't Alright, de The Offspring, una canción que llevaban mucho tiempo perfeccionando y que habían conseguido dominar por completo.

Las notas de los componentes del grupo bajaron aquel segundo trimestre, reflejando así el tiempo dedicado a los ensayos, aunque fueron buenas de todos modos. Ruth consiguió aprobar Francés con una media de siete, y Lorena tuvo que conformarse con un cinco. El mayor esfuerzo lo tendrían que hacer desde el final de las vacaciones hasta junio.

El día anterior al concierto, Ruth y Lorena quedaron para hablar de un asunto, y a la mañana siguiente, cuando se encontraron antes de que el timbre sonara señalando el comienzo de las clases, se miraron hechas un manojo de nervios. Parecía que fueran ellas quienes tendrían que mostrar su talento musical ante cientos de personas.

-¿Las tienes? – preguntó Lorena inquieta, en un susurro, mientras tiraba de Ruth para ocultarse en una esquina del cuarto de baño.

-Las tengo – respondió ella.

-Genial. Enséñamelas, me muero por verlas.

Ruth miró hacia los lados para asegurarse de que nadie las estaba observando, y después abrió la mochila y sacó de ella una bolsa de plástico que había conseguido meter a presión. Lorena se asomó al interior y sonrió mientras extendía una de las camisetas que había guardadas dentro.

Le brillaron los ojos cuando vio el diseño que ella misma había hecho para el grupo, y que días atrás les había mostrado a sus amigos, consiguiendo su aprobación. Les habían encantado esas letras grandes que decían: Deep&Blue, y el símbolo del grupo debajo de ellas.

-Han quedado increíbles. Creo que les va a gustar mucho la sorpresa. Además, el negro ha sido sin duda la mejor opción. Quizás deba dedicarme al diseño, ¿no te parece?

-Bueno, guárdala antes de que la vean – urgió Ruth nerviosa.

-Asegúrate de que Víctor no lo encuentre. Todavía no he olvidado el regalo de cumpleaños que descubrió antes de tiempo porque no supiste esconderlo bien.

Ruth hizo una mueca.

-Había pensado dejarlas aquí hasta el concierto, ¿sabes? Así no me pasaré la tarde sufriendo. Total, el instituto está abierto hasta las ocho y media. Puedo pasarme a recoger la bolsa antes de ir a mi casa a ducharme. Tranquila, llegaré a tiempo para que podamos ponernos las camisetas, y las llevaremos encima antes de que ellos empiecen a actuar – añadió para tranquilizar la expresión de desacuerdo de su amiga.

-Espero que sea una buena idea. Podemos dejar aquí la pancarta, también, en el armario de mi clase. Dejarlo en la tuya sería arriesgado.

-Perfecto. Ojalá todo salga bien.

Lorena sonrió y después se mordió el labio.

-¿Sabes lo que me dijo esta mañana mi hermano? Que todo saldría bien mientras estuvieras allí. Está muy nervioso.

Todos lo estaban.

-Le prometí que estaría en primera fila. Y pienso cumplir la promesa. Allí estaré.

Dieron un brinco al escuchar el sonido que indicaba que alguien acababa de tirar de la cadena del retrete, y seguidamente vieron a Eva salir sin mirarlas, atravesando una de las cinco puertas alineadas al final del baño. Después las dejó allí solas, con cara de espanto.

-¡Mierda! – gritó Lorena –. Mierda, mierda, mierda. Lo ha escuchado todo. Seguro que nos fastidia el plan. ¡Mierda!

-Tranquilízate, quizás no nos haya oído –. Ni ella misma se creía sus palabras. Pero... ¿Para qué iba Eva a molestarse en estropear la sorpresa?

-Sí que lo ha hecho. Y ya estará pensando en algo. Seguro.

-Confiemos en que no...

Eso era lo único que podían hacer. Pero, desde luego, sería una lástima que todo el esfuerzo que habían puesto en el asunto se echara a perder.


Eva no pensaba en las camisetas. Ni en la pancarta. Ni siquiera se le pasó por la cabeza desvelar esa estúpida sorpresa. Le importaba una mierda todo aquello. Lo único que torturaba su cabeza eran esas palabras... esas malditas palabras que, aunque no quisiera reconocerlo, le herían por dentro hasta tal punto que tuvo que contener las lágrimas mientras caminaba por el pasillo hacia la clase. Esas palabras...

“Que todo saldría bien mientras estuvieras allí”. La voz de Lorena resonaba una y otra vez en su mente, transformándose en la de Lucas. Allí estaba él, sentado en su sitio, sin darse cuenta de que ella acababa de entrar en el aula. Nunca se daba cuenta de su presencia. Sabía de sobra que la odiaba. La odiaba a muerte. Seguramente le molestaría verla en el Festival de Abril. O peor aún, lo más probable era que le resultara indiferente encontrarla entre el público. Le daría igual. Ella le daba igual.

Total, le bastaba con que Ruth estuviese allí... ella le había prometido que lo vería desde primera fila. Se imaginó la sonrisa de Lucas al escuchar aquella estúpida promesa, y esa sonrisa imaginada le desgarró el corazón.

Pero... ¿Qué pasaría si Ruth rompía su palabra? ¿Qué sentiría Lucas si no la veía esa noche entre el público? Seguramente un dolor parecido al que ella sentía en aquel momento. Como un taladro incrustándose en el estómago. Y también decepción... Le decepcionaría mucho. Muchísimo. Después de todo, se le notaba a la legua que estaba nervioso. Y eso era porque aquel concierto significaba mucho para él...

Sonrió con malicia mientras sacaba los apuntes de Matemáticas.

“Tal vez, Ruth – pensó mientras observaba a la chica con cautela, que acababa de entrar en la clase y se dirigía hacia sus amigos, feliz –, descubras hoy mismo que es mucho más fácil hacer una promesa que cumplirla”.

Durante el recreo se quedó en clase, sola. Necesitaba pensar. Tenía que pensarlo todo a la perfección. Ruth había dicho que regresaría aquella tarde al instituto para recoger las camisetas. No sabía a qué hora pensaba hacer eso, pero se las tendría que arreglar para que no pudiera volver al festival. Dejarla encerrada en el instituto. ¿Cómo demonios podía hacer algo así?

Pensó que los viernes por la tarde algunos alumnos iban temprano a la biblioteca para usar los ordenadores y terminar trabajos, pero sabía bien que alrededor de las siete el centro se quedaba vacío, y en él solo permanecía el conserje hasta la hora de cerrar. Y deshacerse del conserje no sería complicado. El problema era que hubiera más profesores allí cuando Ruth decidiera aparecer.

Había dicho que se pasaría antes de ir a su casa a ducharse. Dedujo que eso sería alrededor de las ocho, ya que el festival comenzaba a las diez y media. Eso sería perfecto.

Si esa parte salía bien, ya solo le quedaba pensar en cómo deshacerse del conserje...

Lo que se le ocurrió era arriesgado. Muy arriesgado. Podría meterse en un problema enorme si lo llevaba a cabo. ¿Pero acaso tenía alguna idea mejor? No... Y solo necesitaba un somnífero. Lo dormiría cuando él acudiera a la sala de profesores a servirse un café. Echaría el somnífero en el café. Y cuando estuviera dormido como un tronco, le robaría las llaves del instituto y lo cerraría antes de que Ruth pudiera escapar.

“Buf... Es completamente absurdo” se dijo a sí misma, hundiendo la cabeza entre los brazos.

Aquel plan no podía funcionar de ninguna manera. Se estaba comportando como una estúpida. Quizás lo mejor sería olvidarse de todo...

Pero entonces se imaginó a Lucas en el escenario, con los ojos brillando al ver a Ruth en la primera fila. Solo tendría ojos para ella. Y ni siquiera repararía en su presencia. Se sintió furiosa, celosa, desesperada.

Siempre había oído que se hacen locuras por amor.

Ahora sabía que aquello era cierto, porque estaba dispuesta a intentarlo, aunque las posibilidades de éxito fuesen remotas. Se arriesgaría. Porque odiaba a Ruth y quería a Lucas. Porque no iba a perder... No iba a rendirse. No sin haberlo intentado.


Eran las siete, y el instituto estaba vacío, tal y como esperaba encontrarlo. Vio que el conserje, que era el único que quedaba ya allí, tenía un vaso de plástico lleno de café de máquina sobre el mostrador. Estaba de suerte.

Se acercó y le ofreció una sonrisa encantadora a aquel hombre obeso y con cara de pocos amigos.

-¿Querías algo? – dijo él sin ganas.

-Sí, por favor. Necesito los apuntes de la profesora Ana Garrido, de Filosofía. Los de primero de Bachillerato.

-Muy bien – respondió él, con voz antipática, y después se dio la vuelta para buscar lo que le había pedido entre las montañas de carpetas y papeles que había en la estantería del fondo.

Aprovechando la ocasión, y con el corazón latiéndole a cien por hora, extrajo una bolsita de plástico del bolsillo de su abrigo y vertió el contenido en el humeante café. Era el somnífero. Tres pastillitas muy potentes que se había preocupado de machacar antes de salir de su casa. Se preguntó si harían efecto con el café. Quizás se había pasado con la dosis. Qué importaba.

Suspiró al terminar la faena y comprobar que el hombre no se había dado cuenta. Agradeció que cuando le dejó la gorda carpeta sobre el mostrador, haciendo un ruido que la sobresaltó, él mismo se encargara de remover el café con el palito que estaba sumergido en el líquido.

Lo observó expectante mientras daba un largo sorbo, y después ojeó el interior de la carpeta, y extrajo de ella unos cuantos folios al azar. Se los entregó al conserje sin borrar la sonrisa de su cara.

-Esto. Una fotocopia de cada, por favor.


Cuando dieron las ocho menos veinte y el conserje seguía despierto, Eva empezó a preocuparse. Su plan no marchaba bien. Vigiló la puerta desde uno de los bancos del pasillo, a la espera de la llegada de Ruth, y se alegró cuando poco después vio al hombre roncando tras el mostrador. Sonrió y se acercó sigilosa, para no despertarlo, con la intención de robar las llaves. Cuando vio el repertorio que había colgado en la pared casi se le salen los ojos de las órbitas.

Después de un buen rato encontró el juego correcto. Se imaginó a Ruth buscando por todas partes una ventana por la que salir, y sonrió a sabiendas de que, por suerte, todas las ventanas de la planta baja estaban aseguradas con barrotes.

Se preguntó varias veces si no se habría vuelto loca. Pero ignoró este pensamiento y buscó la llave de conserjería para cerrar también esa puerta, por si acaso.

Justo cuando se había sentado en el banco de antes, con la idea de esperar a que la chica llegara, y aliviada por haber finalizado su trabajo, vio a Ruth entrar y quedarse mirando al conserje un tanto aturdida. Después se dirigió hacia la escalera a toda prisa.

Por suerte, no se percató de que ella estaba allí.

Eva contempló un segundo la llave, que brillaba bajo la potente luz del techo, y después salió del instituto y sonrió mientras la lanzaba a los matorrales de la entrada, dejando la puerta cerrada tras ella.

Se encendió un cigarro y comenzó a caminar.

Le esperaba un gran concierto.

3 comentarios:

  1. Eva es mala malísima... cuando se de cuenta del error que ha cometido verá!! ¬¬!!

    Joo...odio estos capítulos en los que tienen que pasar cosas malas xD!!

    Un gran capi!! ^^

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  2. Ahhh que pedazo de z**** con perdon xDD
    intriga e.e
    B

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  3. Me encantó el capitulo!
    Me tienes reenganchada!
    Gracias por tus eventos guapa!
    Un beso!!

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