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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Capítulo 52

Un laberinto imposible. No sabes muy bien por dónde vas. Escoge un camino. Si tus pies avanzan no hay oportunidad de arrepentirse. Lo que recorriste sigue ahí, pero inalcanzable, y si tus ojos lo buscan más de lo debido, te perderás fácilmente. La vida”


“Genial” pensó mientras estornudaba por tercera vez en los últimos veinte segundos. Se llevó el pañuelo a la nariz e hizo lo posible por no dejar nada dentro. Fue en vano. Aquello no terminaba nunca. Tenía el labio superior y la nariz irritados, y empezaba a sentir la cabeza muy cargada, y el cuerpo cada vez más flojo, como si hubiera empleado todas sus energías en sonarse los mocos.

No volvería a correr por la mañana jamás, se prometió a sí misma. Ahora le esperaba un sábado por la noche metida en la cama, o tirada en el sofá, sumergida en una enorme montaña de clinex. Pensó que al menos tenía a Kahlúa. La gatita acababa de acomodarse a su lado, aplastando el mando de la televisión. Su afán por dormir encima de aparatos tecnológicos era algo inexplicable. Ronroneó cuando le rascó detrás de las orejas.

Después Ruth se centró en su portátil, colocado sobre la manta que le cubría las piernas. Quizás estaría mejor en su habitación, pero subir las escaleras en aquel momento no le apetecía demasiado. No le apetecía nada. Solo la idea de moverse le parecía agotadora, así que fue un gran alivio ver a Víctor asomarse por la puerta.

-¿Cómo estás? – Ella se limitó a señalar su nariz enrojecida y mirarlo con desesperación –. Puedo quedarme si quieres, no me importa.

Sus padres se habían ido la noche anterior a una casita rural en un pueblo cercano, y se quedarían allí hasta el domingo. Por supuesto, no tenían ni idea de que su hija estaba enferma. De haberlo sabido habrían regresado de inmediato, y por eso ella no lo mencionó al hablar con ellos un rato antes: no quería estropearles el fin de semana.

Y tampoco a su hermano, así que negó con la cabeza, sonriente.

-Me conformo con que metas una pizza en el horno.

-No quiero dejarte sola en este estado.

-¿Tan mal aspecto tengo?

-Un poco. – Víctor se fue a la cocina, aunque siguieron hablando elevando el tono de voz –. ¿De qué quieres la pizza?

-Me da igual.

-¿Y no prefieres una sopa? Te sentaría bien.

Le conmovió la predisposición de su hermano, así que no pudo evitar sonreír. Y lo cierto es que una sopa le habría hecho sentir mucho mejor, pero no iba a permitir que se pusiera a cocinar cuando había quedado en menos de media hora.

-Mete la pizza en el horno y vete ya, anda.

Después de hacerlo entró en el salón y se sentó junto a Ruth. Agarró un pedazo de manta y se tapó con él, acurrucándose.

-Puedo quedarme y ver una peli contigo. Aunque sea una de esas comedias románticas que te gusta ver cuando estás enferma. La verdad es que aquí se está bien, y sería un hermano horrible si te dejara sola en casa con fiebre. Además, mamá y papá te han dejado bajo mi responsabilidad.

Ruth se dio cuenta de que el mismo espacio que ocupaban ellos dos, apretujados en un lado del sofá, lo ocupaba Kahlúa en el otro.

-No eres un hermano horrible. Eres un hermano demasiado bueno, y estás ocupando mi espacio vital, así que márchate de una vez – dijo intentando emplear un tono antipático, que su nariz taponada convirtió en una voz muy graciosa.

Víctor se quedó hasta que la pizza estuvo hecha. La partió en ocho trozos, colocó el plato delante de su hermana, sobre la mesita de café, cogió un pedazo y se marchó no muy seguro, no sin prometerle que volvería pronto.

El olor a atún y queso la envolvió e hizo que le sonaran las tripas, así que se lanzó a por la primera porción. A pesar de que tenía mucha hambre, sabía que al día siguiente habría media pizza en la nevera.

Cuando volvió a mirar el ordenador, se dio cuenta de que Lucas le había hablado por Tuenti, puesto que el MSN lo tenía desconectado. Le preguntaba qué hacía conectada, y cuándo pensaban aparecer por allí. Les estaban esperando.

Le contó que había pillado un terrible resfriado aquella mañana, y que su único plan era quedarse en casa comiendo pizza y viendo películas liada en una manta. Él se ofreció para ir a su casa en vez de salir, pero Ruth lo convenció para que no lo hiciera, o eso creyó, porque un rato después, con los créditos iniciales de Cómo perder a un chico en 10 días, el sonido del timbre la obligó a levantarse.

Cuando cayó en la cuenta de que podía ser Lucas, antes de abrir la puerta, se miró en el espejo del recibidor. Deseó no haberlo hecho, porque tenía un aspecto horrible. Hizo lo que pudo con el pelo, intentando colocarlo en su sitio, y por un momento se le ocurrió que un poco de maquillaje ocultaría la irritación de la nariz, pero desechó esa idea, porque de todas formas maquillarse no es muy útil cuando te estás sonando los mocos continuamente. Además, el timbre insistió, así que no tuvo más remedio que abrir y esperar que no saliera huyendo al ver su cara.

No lo hizo.

En vez de eso la saludó con una sonrisa radiante.

-Hola.

-Hola. – Le resultó imposible no sonreír también –. Te dije que no hacía falta que vinieras.

-En realidad me dijiste que si venía te enfadarías tanto conmigo que no volverías a hablarme.

-Estoy enfadada contigo.

-¿Me das la oportunidad de arreglarlo?

-Deberías irte con los demás por ahí. Yo estoy bien.

-Se me ha ocurrido un plan mejor que música de discoteca, futbolín y amigos borrachos.

-¿Pasar un sábado por la noche con una enferma comiendo pizza fría y viendo la televisión? – dijo Ruth con ironía.

-¿Es que hay un plan mejor? – Su sonrisa era tan maravillosa que le costaba creer que existiera de verdad. Se sacó un pendrive del bolsillo y se lo mostró –. He traído Death Note.

Se rindió, demasiado feliz como para ocultarlo. Lucas había pasado de una noche de fiesta con sus amigos para pasarla con ella en un sofá viendo anime.

-Entra. Te vas a morir de frío ahí fuera.


Después de unos cuantos capítulos Ruth sintió que aquel anime había cambiado su vida y que nunca volvería a ser la misma. Era lo mejor que había visto nunca. Aunque quizás fuera por la fiebre, que la tenía un poco atontada.

-Me he enamorado de L – suspiró –. No sé por qué no me has enseñado esto antes. Es increíble.

Lucas se echó a reír.

Estaba sentado en un lado del sofá, con las piernas de Ruth encima y Kahlúa encima de las piernas de Ruth, enroscada y durmiendo plácidamente, con un ligero ronroneo.

-¿Sabes? Creo que a partir de ahora me voy a aficionar al anime – siguió diciendo.

-Me parece bien.

La observó, envuelta en aquella manta y en la luz tímida de la lámpara de pie. Miró sus ojos vidriosos y su nariz roja. Y se sintió feliz.

-¡No me mires! – exclamó ella avergonzada, escondiéndose en las mangas de su sudadera –. Tengo un aspecto horrible.

-¿Qué dices? Estás muy mona.

Ruth sonrió y pensó que habría sido genial que en ese momento no se hubiese tenido que sonar la nariz. Agarró un pañuelo y se lo llevó a la cara.

-Un encanto.

-Víctor se ha puesto muy contento de que viniera, ¿sabes?

“Yo también” pensó ella. “No sabes cuánto”.

-Gracias... por estar aquí conmigo. Tenía ganas de verte. – Esa última parte no tenía intenciones de decirla en voz alta, pero le salió de los labios con la misma facilidad que lo pensó.

Sintió la mano de Lucas buscando la suya bajo la manta, así que enlazó sus dedos con los suyos. Después ambos sonrieron, cada cabeza en un extremo del sofá.

-¿Por qué estás tan lejos? – preguntó él riendo, y después tiró de su mano para acercarla.

Kahlúa dio un salto cuando las piernas de Ruth se deslizaron hasta dejar los pies en el suelo, y con su orgullo herido subió a la mesita y se tumbó encima del portátil, dispuesta a retomar su sueño.

Ruth apoyó la cabeza junto a la de Lucas, y él la giró, quedando cara a cara, muy cerca el uno del otro.

-Así mejor – susurró él.

Ella sintió un golpeteo muy fuerte en el pecho mientras Lucas le metía un mechón de pelo tras la oreja, y fue incapaz de sostenerle la mirada un segundo más. Simplemente cerró los ojos, dejando por un momento vencer a la fiebre que le pesaba en los párpados. Cuando volvió a abrirlos le parecía que había pasado una eternidad, aunque sabía que tan solo habían transcurrido unos segundos.

-Creo que necesitas dormir.

-No te vayas. – Su voz sonó infantil, y esto conmovió a Lucas.

-No me iré.


Cuando Víctor llegó un rato después, los encontró a los dos dormidos, Lucas con la cabeza apoyada en el respaldo del sofá, y Ruth acurrucada en su hombro. Estaban cogidos de la mano.

6 comentarios:

  1. Oish, que monadaaaa!
    Me encantan <3 De verdad! Son más monosooos! *_*

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  2. oooh! Que monos que son.. pobrecita Ruth aunque gracias a eso,Lucas a estado con ella :P

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  3. ohhhhhh, yo quiero un Lucas!!! es super mono, me encanta :)

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  4. Aiiiis! A mi también me encanta L *^* L, como la primera letra del nombre de Lucas ... que genial casualidad !!
    Sigue así, me encanta! :)

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  5. Me encanta tu blog, por eso queria dar no una sino dos sorpresitas, metete en mi blog^^.http://thelovehistory2011.blogspot.com/2011/09/un-premio-nuevo.html
    http://thelovehistory2011.blogspot.com/2011/09/premio.html :P

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  6. HOla chica :) huhu solo vengo a decirte que te deje un premio en mi blog XD cuidate y espero con emocion el sigueinte capitulo

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