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lunes, 8 de agosto de 2011

Capítulo 43

Un joven rayo de luz se abre paso en silencio. Tan tímido parece que temo que fracase en su intento de encender la sombra, fuerte y fría, a la que, con sorprendente valentía, pretende alcanzar”


-Gracias por traernos hasta aquí, Ismael – sonrió Ruth sentándose junto al chico, en los rígidos asientos de la sala de espera del hospital, y ofreciéndole un vaso de chocolate caliente. Una nube de vapor flotaba encima, indicando que estaba muy caliente –. De no ser por ti no sé cómo hubiéramos venido... Bueno, sí. En ese caso habríamos llamado a nuestros padres para que fueran a casa de Eva a recogernos, y después tendríamos que haberles explicado lo que le ha ocurrido a Javi... y jamás se lo habrían creído. ¡Y seguro que ahora estaría castigada – suspiró y, después de echar un vistazo al reloj colgado en la pared y comprobar que marcaba casi las diez de la mañana, añadió inquieta –: Aunque, viendo la hora que es, me castigarán igualmente.

-En primer lugar... no me des las gracias a mí, sino a mi hermana, que es la que ha tenido que madrugar para traernos hasta aquí... En segundo lugar, creo que es muy probable que tus padres se enteren de lo que ha ocurrido, aunque no a través de ti y... Tercero: cálmate, que parece que te han dado cuerda...

Rió en voz baja, procurando no romper de una manera muy brusca el silencio de la sala. Ruth volvió a suspirar nerviosa antes de llevarse su vaso de chocolate a los labios. Lo retiró rápidamente: sería mejor esperar a que se enfriara un poco más. Estiró el cuello para asomarse por la puerta, intentando encontrar a Lucas fuera del hospital, pero no lo vio. ¿Cuánto rato había pasado ya desde que su madre lo había llamado? ¿Por qué llevaban tanto tiempo hablando?

-¿Crees que Lucas se lo habrá contado a su madre? – sospechó dirigiendo la mirada de nuevo hacia Ismael, que removía el chocolate, con aspecto cansado.

-No lo sé.

-Está tardando mucho – insistió, volviendo a esforzarse por ver algo fuera.

Ismael permaneció en silencio, observando su vaso humeante. Era la primera vez desde que lo conocía que lo veía de ese modo... ¿Preocupado?

-¿Te ocurre algo?

-No.

Su respuesta fue cortante, así que la chica agachó la cabeza adoptando la misma posición que él, concentrándose solo en el chocolate. No era asunto suyo.

-Perdona – se disculpó.

Por primera vez desde que le había dado el vaso, Ismael levantó la cabeza para mirarla. Ella no hizo lo mismo.

-Perdóname tú. En realidad, hay algo que...

-Ya estamos aquí – informaron al unísono Víctor, Lorena y Marta, la hermana de Ismael. Él, al enterarse de la noticia de Javi, había llamado a Ruth para preguntarle, y después le había ofrecido la posibilidad de que Marta los llevara en coche al hospital, ya que no podían ir de ningún otro modo.

La pareja y la hermana de Ismael acababan de regresar de la cafetería. Ruth, Ismael y Lucas habían preferido quedarse en la sala de espera y tomar un chocolate caliente mientras esperaban a que los médicos dejasen marchar a su amigo.

Ocuparon otros tres asientos.

-¿Dónde está Lucas? – preguntó Lorena al darse cuenta de que su hermano no se encontraba allí.

-Ha salido a hablar por teléfono con vuestra madre hace un buen rato – fue Ruth quien respondió.

-Ya vuelve – dijo Víctor señalando hacia la puerta, al mismo tiempo que todas las miradas localizaban a Lucas entrando en la sala mientras guardaba su móvil en el bolsillo.

El recién llegado se desplomó en la silla libre que había junto a Ruth y resopló. La chica se sorprendió mucho cuando vio que le cogía la mano discretamente y empezaba a acariciarla, pero no tuvo ninguna queja al respecto.

-Veo que aún no ha bajado Javi.

-Dijeron que iban a hacerle unas preguntas. Supongo que eso llevará su tiempo – Lorena se detuvo unos segundos antes de continuar –. ¿Has hablado con mamá? ¿No le habrás dicho la verdad? Que nos conocemos...

Lucas negó con la cabeza, con una leve sonrisa en los labios.

-Esta vez no... No me gusta mentirles, pero menos aún me gustaría que mirasen mal a Javi de ahora en adelante.

-¿Y qué le has dicho? – quiso saber Ruth, expectante. Entre otras cosas, porque quizás esa excusa también podría servirle a ella.

-Que estamos ayudando a limpiar... – Una risa suave interrumpió sus palabras –, los restos de la fiesta.

-¡Genial! – aprobó Ruth aliviada: ya sabía qué iba a decirle a sus padres cuando les pidieran una explicación por la hora de llegada. Aunque seguramente sería Víctor quien tendría que dar la cara. Siempre que pedían una explicación se la pedían a él.

Lucas le dedicó una sonrisa y luego se asomó por encima de su hombro, clavando los ojos en Ismael, que seguía muy interesado por su chocolate.

-¿Ismael? – lo llamó, y el aludido levantó la cabeza algo sorprendido.

-¿Qué quieres? – su voz sonó dura, pero Lucas ignoró este tono.

-Ven, tengo que decirte algo.

Después de eso soltó la mano de Ruth y salió de la sala junto con Ismael – un poco desconcertado – para hablar a solas.

-¿Qué quieres? – repitió, aunque esta vez con un tono menos brusco.

Lucas se llenó los pulmones con una gran bocanada de aire y después lo soltó en un suspiro. Estaban fuera del hospital y el aire frío se condensó en contacto con su aliento, formando una nube que se alejó de sus labios hasta desaparecer. El otro chico esperó sin mostrarse demasiado impaciente, aunque en realidad sentía una gran curiosidad. Fuera lo que fuese lo que Lucas iba a decirle, debía de estar costándole un esfuerzo, por su forma de actuar.

-En primer lugar... gracias – dijo al fin, casi del mismo modo en que un niño pide perdón a alguien solo porque su madre lo ha amenazado con privarlo de ver la televisión o salir a jugar.

-¿Por qué?

Ninguno de los dos se miraba a la cara directamente, pero, apoyados en la enorme cristalera, ambos tenían la mirada clavada en el mismo lugar: la pared de enfrente, blanca y monocorde.

-Sé que tú intentaste impedir que Eva me diera aquella bebida...

-¿Te lo ha contado? – No parecía sorprendido en absoluto, pero porque sabía que era imposible recibir una respuesta afirmativa a esa pregunta.

-No. De hecho, ha intentado involucrarte en el asunto. Ha querido hacerme creer que fue idea tuya y que tú le conseguiste la droga. Que todo era una estratagema para tener vía libre con Ruth, y que también a ella tenías pensado ofrecerle el éxtasis sin que se diera cuenta.

-¿Y por qué estás tan seguro de que no te decía la verdad?

Lucas sonrió, sin desviar la mirada de la pared.

-Por lo último que te he dicho. Porque no te pega hacer eso. Sinceramente, no me caes nada bien, pero dudo que seas capaz de drogar a una chica para conseguir que ocurra algo entre vosotros. Eres... demasiado arrogante.

Ismael rió con ganas y retiró sus ojos de la pared para mirar a Lucas. Él hizo lo mismo.

-Todo eso está muy bien, pero no explica que yo intentara evitar que Eva te diera esa bebida.

-Ella contó otra versión de la historia antes de que... a Javi le ocurriera todo esto.

-Sorpréndeme. Aunque viniendo de Eva no será fácil.

-Al parecer mucha gente vio cómo discutíais en la puerta del baño, después de que tú tirases el éxtasis por el retrete. La explicación que dio Eva fue que te pilló con la droga y te obligó a deshacerte de ella, y después a marcharte de la fiesta, según cuentan, a gritos.

-Ya veo.

-Yo he pensado que tú tiraste el éxtasis sin que ella te lo pidiera. Supongo que tenía más de eso escondido, por todo lo que ocurrió después... Pero te agradezco que hicieras eso por mí.

-No te emociones, lo habría hecho por cualquier otro. Y, la verdad, de haber sido cualquier otro lo habría hecho más gustosamente.

-Estoy seguro – sonrió Lucas.

-Ah, y eso que has dicho antes... Tú tampoco me caes nada bien.

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